Leopoldo López: "No se rindan porque yo no lo haré"
Coordinador de VP llamó a mantener la lucha en la calle de forma pacífica
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López ofreció su último discurso, antes de entregarse, desde la plaza José Martí ADOLFO ACOSTA
EUGENIO G. MARTÍNEZ | EL UNIVERSAL
miércoles 19 de febrero de 2014 12:00 AM
11:57 am del 18 de febrero de 2014. Leopoldo López aparece después de seis días. La estatua de José Martí en Chacaíto le servirá en poco minutos como púlpito.
"¡Ahí está Leopoldo!", "¡ahí está!". La noticia se esparció rápidamente por la concentración. De pronto, todos miraban hacía Martí, una estatua que día a día pasa desapercibida ahora concentraba la atención de todos, pero no para honrar al prócer cubano, sino para respaldar al político venezolano que se entregaría en cuestión de minutos a los funcionarios de la Guardia Nacional.
El último discurso público antes de ser detenido estuvo precedido del encuentro con su esposa Lilian Tintori. El crucifijo que le entregó a López lo acompañó el resto de su, corto, pero intenso recorrido, hasta quedar en custodia militar.
Desde el pedestre López intentó ser escuchado. No se previó que el Coordinador Nacional de Voluntad Popular hablara desde ahí. Sin embargo, la ausencia de sonido no evitó que sus palabras recibieran constantes victorees.
Su discurso se convirtió en una hoja de ruta para los presentes: "Construir una salida dentro de la Constitución", pero "sin abandonar la calle".
"Tenía la opción de irme, pero no me voy a ir de Venezuela nunca, la otra opción era quedarme escondido en la clandestinidad y no tenemos nada que esconder -exclamaba López- Si mi encarcelamiento permite a Venezuela despertar definitivamente mi encarcelamiento valdrá la pena".
Mientras López hablaba el equipo de Voluntad Popular trataba de "construir" un pasillo entre la multitud. Horas antes, lograron negociar con la Policía Nacional una "zona de paz" de 50 metros entre los manifestantes y los efectivos policiales.
"No nos rindamos, porque yo no lo haré". La frase contagió de ánimo a los presentes y marcó el final de su discurso. Tres líneas de seguridad lo aguardaban ahora.
"El pasillo" por el que debería seguir se "construyó" en los primeros metros de la Avenida El Parque. No obstante, la masa no permitió que López tomara esta ruta. A partir de las 12:07 pm enrumbó su paso por la acera escoltado por dirigentes de Voluntad Popular.
Entre esa equina y el semáforo de la Avenida El Parque lo esperaban dos cordones de seguridad distintos.
El primero, conformado por funcionarios de la Policía Nacional, fue relativamente fácil de superar. López abandonó la acera. Menos de un minuto de forcejeo entre él, sus acompañantes y la policía fue suficiente para superar el escollo. No obstante, la segunda línea de seguridad -a escasos 10 metros de distancia- representaba un esfuerzo mayor.
Los efectivos, portando equipos anti motines ofrecieron mayor resistencia. Por algunos minutos López no lograba avanzar, pero tampoco lo hacían retroceder. En la refriega se quedó atrapado el alcalde Metropolitano Antonio Ledezma; incluso varias personas sucumbieron al embate de la policía y terminaron en el piso.
Pocos pudieron observar el forcejeo de López con la policía. Atrás quedó la concentración y los vitorees. Finalmente, el cordón policial se rompió.
¡El casco, el casco!
López prosiguió su caminata aunque la refriega cambió a sus acompañantes. A su lado ya no estaban dirigentes políticos. Ahora, de cada brazo, lo sujetaba un efectivo militar.
El grupo apresuró su paso. Después de algunos metros el Guardia Nacional que sujetaba a López del brazo izquierdo quitó su casco para obligar a usarlo al dirigente político.
El dirigente se rehusó. Sus escoltas apresuraron el paso y enfilaron hacia la Plaza Brión, la concentración ya quedaba muy atrás. El apoyo a López no venía ahora de quienes lo esperaron en Chacaíto sino de las personas que se quedaron atrapados en la plaza Brión en medio de los cordones policiales.
La escolta de la Guardia Nacional -que en este punto desistió de hacer usar a López el casco- tomó la dirección del boulevar de Sabana Grande, cada vez estaba más cerca la frontera entre el municipio Chacao -del que López fue alcalde hace cinco años- del bolivariano municipio Libertador.
En esta ocasión no fue necesario romper el cerco policial. El trayecto fue rápido. Dos vehículos blindados de la Guardia Nacional, estacionados en la entrada del boulevar, esperaban al hombre más buscado por el chavismo.
12:23 pm. López, en medio de empujones y gritos entró en uno de los vehículos blindados mientras una decena de personas lo respaldaban con sus vítores. Sentados frente al blindado intentaron impedir su avance y solo la voz del detenido -a través de los sistemas se sonido de la tanqueta- convenció a los manifestantes de dejar partir al vehículo.
1:00 pm. El blindado número 18 de la Guardia Nacional logró partir hacia la avenida Casona, escoltado por los ciudadanos que, logrando burlar algunos cordones policiales, llegaron al boulevar. De Sabana Grande regresaron -paradójicamente- a Chacaito, donde abandonaron el vehículo blindado para abordar, junto a su escolta, una Cherokee Negra (propiedad de López) A partir de ahí recorrió Bello Monte, El Rosal y parte de la avenida Libertador. En dos ocasione debió bajar del vehículo para pedirle a quienes lo acompañaban que mantuvieran la calma. De ahí, un altercado con un grupo de motorizados provocó que la camioneta enfilara presumiblemente hacia la base aérea de La Carlota. A las 2:44 pm culminó su periplo, el que se reanudaría a las 3;30 pm con el traslado al Palacio de Justicia.
emartinez@eluniversal.com
"¡Ahí está Leopoldo!", "¡ahí está!". La noticia se esparció rápidamente por la concentración. De pronto, todos miraban hacía Martí, una estatua que día a día pasa desapercibida ahora concentraba la atención de todos, pero no para honrar al prócer cubano, sino para respaldar al político venezolano que se entregaría en cuestión de minutos a los funcionarios de la Guardia Nacional.
El último discurso público antes de ser detenido estuvo precedido del encuentro con su esposa Lilian Tintori. El crucifijo que le entregó a López lo acompañó el resto de su, corto, pero intenso recorrido, hasta quedar en custodia militar.
Desde el pedestre López intentó ser escuchado. No se previó que el Coordinador Nacional de Voluntad Popular hablara desde ahí. Sin embargo, la ausencia de sonido no evitó que sus palabras recibieran constantes victorees.
Su discurso se convirtió en una hoja de ruta para los presentes: "Construir una salida dentro de la Constitución", pero "sin abandonar la calle".
"Tenía la opción de irme, pero no me voy a ir de Venezuela nunca, la otra opción era quedarme escondido en la clandestinidad y no tenemos nada que esconder -exclamaba López- Si mi encarcelamiento permite a Venezuela despertar definitivamente mi encarcelamiento valdrá la pena".
Mientras López hablaba el equipo de Voluntad Popular trataba de "construir" un pasillo entre la multitud. Horas antes, lograron negociar con la Policía Nacional una "zona de paz" de 50 metros entre los manifestantes y los efectivos policiales.
"No nos rindamos, porque yo no lo haré". La frase contagió de ánimo a los presentes y marcó el final de su discurso. Tres líneas de seguridad lo aguardaban ahora.
"El pasillo" por el que debería seguir se "construyó" en los primeros metros de la Avenida El Parque. No obstante, la masa no permitió que López tomara esta ruta. A partir de las 12:07 pm enrumbó su paso por la acera escoltado por dirigentes de Voluntad Popular.
Entre esa equina y el semáforo de la Avenida El Parque lo esperaban dos cordones de seguridad distintos.
El primero, conformado por funcionarios de la Policía Nacional, fue relativamente fácil de superar. López abandonó la acera. Menos de un minuto de forcejeo entre él, sus acompañantes y la policía fue suficiente para superar el escollo. No obstante, la segunda línea de seguridad -a escasos 10 metros de distancia- representaba un esfuerzo mayor.
Los efectivos, portando equipos anti motines ofrecieron mayor resistencia. Por algunos minutos López no lograba avanzar, pero tampoco lo hacían retroceder. En la refriega se quedó atrapado el alcalde Metropolitano Antonio Ledezma; incluso varias personas sucumbieron al embate de la policía y terminaron en el piso.
Pocos pudieron observar el forcejeo de López con la policía. Atrás quedó la concentración y los vitorees. Finalmente, el cordón policial se rompió.
¡El casco, el casco!
López prosiguió su caminata aunque la refriega cambió a sus acompañantes. A su lado ya no estaban dirigentes políticos. Ahora, de cada brazo, lo sujetaba un efectivo militar.
El grupo apresuró su paso. Después de algunos metros el Guardia Nacional que sujetaba a López del brazo izquierdo quitó su casco para obligar a usarlo al dirigente político.
El dirigente se rehusó. Sus escoltas apresuraron el paso y enfilaron hacia la Plaza Brión, la concentración ya quedaba muy atrás. El apoyo a López no venía ahora de quienes lo esperaron en Chacaíto sino de las personas que se quedaron atrapados en la plaza Brión en medio de los cordones policiales.
La escolta de la Guardia Nacional -que en este punto desistió de hacer usar a López el casco- tomó la dirección del boulevar de Sabana Grande, cada vez estaba más cerca la frontera entre el municipio Chacao -del que López fue alcalde hace cinco años- del bolivariano municipio Libertador.
En esta ocasión no fue necesario romper el cerco policial. El trayecto fue rápido. Dos vehículos blindados de la Guardia Nacional, estacionados en la entrada del boulevar, esperaban al hombre más buscado por el chavismo.
12:23 pm. López, en medio de empujones y gritos entró en uno de los vehículos blindados mientras una decena de personas lo respaldaban con sus vítores. Sentados frente al blindado intentaron impedir su avance y solo la voz del detenido -a través de los sistemas se sonido de la tanqueta- convenció a los manifestantes de dejar partir al vehículo.
1:00 pm. El blindado número 18 de la Guardia Nacional logró partir hacia la avenida Casona, escoltado por los ciudadanos que, logrando burlar algunos cordones policiales, llegaron al boulevar. De Sabana Grande regresaron -paradójicamente- a Chacaito, donde abandonaron el vehículo blindado para abordar, junto a su escolta, una Cherokee Negra (propiedad de López) A partir de ahí recorrió Bello Monte, El Rosal y parte de la avenida Libertador. En dos ocasione debió bajar del vehículo para pedirle a quienes lo acompañaban que mantuvieran la calma. De ahí, un altercado con un grupo de motorizados provocó que la camioneta enfilara presumiblemente hacia la base aérea de La Carlota. A las 2:44 pm culminó su periplo, el que se reanudaría a las 3;30 pm con el traslado al Palacio de Justicia.
emartinez@eluniversal.com
El viacrucis de Leopoldo
Una nueva causa mueve a la gente: la libertad de López y los presos políticos.
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Venezolanos llenaron Caracas
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
miércoles 19 de febrero de 2014
Nunca antes nadie, exigido por la justicia, se había entregado de manera tan clamorosa. Aclamado por cientos de miles de personas y luego de pronunciar un improvisado discurso (cortado por la televisión en su momento cumbre), Leopoldo López se despidió de la libertad en medio de una reivindicación popular que lo gradúa de preso político, un requisito hasta ahora casi indispensable, al menos en Venezuela, para obtener los galones de líder.
Pero más allá de la suerte personal de Leopoldo y de su capacidad de convocatoria, quien de alguna forma recibió de la multitud un seguro de vida, salió a flote, para sorpresa de muchos (incluido quien esto escribe) el espíritu contestario del venezolano que lucía adormecido en los últimos meses. Y decimos "del venezolano" porque el acto de masas de Caracas se repitió a lo largo y ancho de todo el país, con asistencias impresionantes en número y coraje si consideramos el saldo macabro del 12 de febrero y el terror que trataron de infundir las bandas armadas del chavismo.
Esto quedó evidenciado en el verdadero vía crucis que padecieron los guardias que debieron cumplir la engorrosa tarea de aprehender a Leopoldo ante una multitud hostil, pero pacífica, que les hizo sudar sangre (metafóricamente). En medio de una impenetrable selva de cuerpos, que se arrimó con descaro al vehículo, coreando consignas y entorpeciendo el avance de la lentísima tanqueta donde lo metieron inicialmente, Leopoldo debió intervenir en apoyo de sus carceleros, quienes se movían de un lado para otro sin encontrar una salida en ese sinuoso laberinto humano.
El episodio, por anecdótico, no deja de ser notable si consideramos que todo transcurre en paz cuando no aparecen los paramilitares y las autoridades se ven obligadas a conservar la compostura, por circunstancias como el tamaño de la concentración y la presencia de medios extranjeros; además de la amarga experiencia del 12 de febrero, cuando los comandos del Sebin dispararon a mansalva contra los manifestantes, ignorantes de que ahora un par de ojos está, casi siempre, acompañado de una cámara de video.
La resolución y fuerza de esas multitudes deja varios mensajes: todos los dirigentes son necesarios, pero ninguno es indispensable. La diferentes estrategias de lucha se pueden desarrollar en paralelo y tanta validez tiene la sensatez de Henrique como el arrojo de Leopoldo. Ahora más que nunca se impone la necesidad de consolidar la unidad, como lo expresara ayer Antonio Ledezma, porque las condiciones objetivas están dadas (nunca un gobierno se había visto tan comprometido por una crisis que envuelve a toda la sociedad) y hay razones de sobra para la protesta. Finalmente, porque se impone una nueva causa que mueve a la gente: la liberación de Leopoldo y de los demás presos políticos.
Pero más allá de la suerte personal de Leopoldo y de su capacidad de convocatoria, quien de alguna forma recibió de la multitud un seguro de vida, salió a flote, para sorpresa de muchos (incluido quien esto escribe) el espíritu contestario del venezolano que lucía adormecido en los últimos meses. Y decimos "del venezolano" porque el acto de masas de Caracas se repitió a lo largo y ancho de todo el país, con asistencias impresionantes en número y coraje si consideramos el saldo macabro del 12 de febrero y el terror que trataron de infundir las bandas armadas del chavismo.
Esto quedó evidenciado en el verdadero vía crucis que padecieron los guardias que debieron cumplir la engorrosa tarea de aprehender a Leopoldo ante una multitud hostil, pero pacífica, que les hizo sudar sangre (metafóricamente). En medio de una impenetrable selva de cuerpos, que se arrimó con descaro al vehículo, coreando consignas y entorpeciendo el avance de la lentísima tanqueta donde lo metieron inicialmente, Leopoldo debió intervenir en apoyo de sus carceleros, quienes se movían de un lado para otro sin encontrar una salida en ese sinuoso laberinto humano.
El episodio, por anecdótico, no deja de ser notable si consideramos que todo transcurre en paz cuando no aparecen los paramilitares y las autoridades se ven obligadas a conservar la compostura, por circunstancias como el tamaño de la concentración y la presencia de medios extranjeros; además de la amarga experiencia del 12 de febrero, cuando los comandos del Sebin dispararon a mansalva contra los manifestantes, ignorantes de que ahora un par de ojos está, casi siempre, acompañado de una cámara de video.
La resolución y fuerza de esas multitudes deja varios mensajes: todos los dirigentes son necesarios, pero ninguno es indispensable. La diferentes estrategias de lucha se pueden desarrollar en paralelo y tanta validez tiene la sensatez de Henrique como el arrojo de Leopoldo. Ahora más que nunca se impone la necesidad de consolidar la unidad, como lo expresara ayer Antonio Ledezma, porque las condiciones objetivas están dadas (nunca un gobierno se había visto tan comprometido por una crisis que envuelve a toda la sociedad) y hay razones de sobra para la protesta. Finalmente, porque se impone una nueva causa que mueve a la gente: la liberación de Leopoldo y de los demás presos políticos.
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