El Miedo Pintura de Kush Vladimir nacido en 1965 en Moscú, es un
DEL MIEDO
Publicado el 20/08/2014
Nota: Poned ambientación. Abrid en otra pestaña esto y dejadlo sonar mientras leéis.
El miedo no se puede plasmar en una película.
El miedo es un algo exclusivo de cuando algo o alguien perturba tu zona de confort. Cuando ese agente eterno se introduce en tu vida cuando creías que estaba lo suficientemente lejano como para afectarte… o cuando ni siquiera sabías que existía.
Por eso Estados Unidos jamás se preocupó del demonio que creó en el lejano Afganistán para luchar contra los soviéticos. Hasta que un 11 de septiembre de 2001 en el que dos aviones de pasajeros se estrellaron contra el símbolo del capitalismo norteamericano: Las Torres Gemelas. Hasta entonces a prácticamente ningún occidental le había importado que hubieran volado por los aires un hotel en Yemen e incluso poco les preocupaba que hubieran volado por los aires las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania. Habían matado a americanos, sí. Pero a americanos lo suficientemente aventurados como para vivir en esos países tan incivilizados.
Entonces comenzó la guerra contra el miedo, contra el terror. Primero una guerra en Afganistán, para intentar destruir al monstruo que habían creado más de dos décadas antes. Después, sin dejar caer el ritmo, una segunda y polémica en Iraq para derrocar a Saddam Hussein. Y en ambos lugares, apenas se consiguió mejorar la cosa. De hecho, desde hace algo más de dos años bien podemos decir eso de de aquellas aguas estos lodos.
La guerra de Iraq dejó un país más democrático, puede ser. Pero yo prefiero pensar en un estado fallido. No al estilo de la descompuesta Somalia, sino mucho peor. Un país en el que los monstruitos que había querido eliminar los Estados Unidos podían pacer plácidamente para engordar y fortalecerse. Seguramente todos recordáis que durante meses, e incluso años, las noticias internacionales abrían con aquello de una nueva cadena de explosiones en Iraq dejan cientos de muertos. No era un continuo goteo, era un auténtico río de sangre en el que los extremistas no hicieron más que destrozar a las fuerzas policiales y militares de un débil, joven y enfermo Iraq.
Parece una bandera pirata, pero no. La bandera del ISIS.
Porque sí, aunque ahora nos sorprendamos, el Estado Islámico de Iraq y al-Sham (también conocido como ISIS) nació en aquel 2003 en el que Estados Unidos, Reino Unido, España y una serie de incautos decidieron entrar en Iraq para devolver a ese país la democracia. Nació de la mano de Al-Qaeda, y a lo largo de los 11 últimos años ha recibido apoyo directo de ellos, así como de todos aquellos países que han decidido apoyar económicamente a estos grupos salafistas (ejem, monarquías del golfo, ejem).
Cierto es que hubo un breve momento en el que parecía que la solución de derrocar a Saddam se estabilizaba, pero llegó la primavera árabe. La inestabilidad perfecta para que la mala hierba crezca a sus anchas. Mientras el mundo se centraba en Egipto, la situación en Siria en apenas unos meses se convirtió en una guerra civil en la que un grupo heterogéneo de rebeldes luchaban por derrocar a Al-Assad. Pero a casi nadie le importaba la naturaleza de ese grupo. Había que posicionarse a favor o en contra… y con eso bastaba.
Los meses pasaron y la Guerra Civil de Siria se convirtió en otra de esas noticias que llegaban a los noticiarios de vez en cuando, pero poca gente prestaba atención. Que si intervenimos, que si no intervenimos… mira lo mal que salió en Iraq la cosa, va a ser mejor que no lo hagamos, ¿no? Pues sí, entonces occidente se estaba planteando colaborar con ese grupo heterogéneo para derrocar a Al-Assad. Un grupo heterogéneo formado por los kurdos de Rojava, y diferentes fuerzas sunníes entre las que se encontraba el ISIS. Un grupo heterogéneo que ha recibido ayuda directa e indirecta de la mano de Turquía, Estados Unidos y, como no, de las monarquías del golfo.
Pero el ISIS se hartó de tonterías, y una vez tenía suficiente fuerza, rompió la alianza con el resto de rebeldes levantados en Siria. La cosa en Siria estaba complicada, así que ¿por dónde podía expandirse el ISIS para ganar fuerza? Claro está, por el pobre Iraq con unas fuerzas del estado debilitadas, inexpertas y aterradas. La primera gran ciudad en caer fue Fallujah, por mera cuestión de simpatía y cercanía con sus posiciones en Siria. Entonces apenas se hablaba del ISIS en los medios.
Pero entonces cayó Mosul. Ni siquiera hubo tiempo para pedir apoyo a los kurdos iraquíes. Las fuerzas estatales iraquíes tenían tanto miedo ante la que se avecinaba que dejaron a una ciudad de dos millones de habitantes abandonada a su suerte. Y no sólo eso, también dejaron allí armamento para más de 70.000 soldados proporcionado por los Estados Unidos al estado iraquí. Ya sabéis, pesaba demasiado para huir lo suficientemente rápido.
Proclamaron un nuevo Califato que se hace llamar Estado Islámico. Y entonces fue cuando comenzó la que posiblemente sea la mejor campaña de terror de la historia. Aprovechándose de las redes sociales, dejando a la altura del betún a todos esos que se hacen llamar Community Managers, empezaron a difundir sus victorias. Ejecuciones por aquí, poses con armas por acá, más ejecuciones por allí. Digamos a unos niños que nos pinte en esa iglesia que el Estado Islámico prohíbe la entrada, que queda muy mono en una foto de Instagram. Venga, subamos otro vídeo a YouTube, pero esta vez en vez de cortarle la cabeza vamos a crucificarle, que de eso no tenemos mucho.
¿No os acojona a vosotros? Pues hasta a Al-Qaeda les pareció demasiado cuando decidieron desligarse de ellos el pasado febrero. Por no decir que en Iraq y Siria han conocido al demonio en vida. Ese miedo, ese terror es lo que les permite que, sean adeptos o no, la gente obedezca sus órdenes. Al final poco importa si es por lealtad o por terror, lo que le importa a un estado es que los que tienen debajo les obedezcan órdenes, y eso es lo que ha conseguido el Estado Islámico y no Iraq.
Mañana, posiblemente serán muchos más los occidentales que vuelvan a sentir el miedo. Han importado poco los cientos o incluso miles de macabras ejecuciones acontecidas en los pasados dos años. Esta ejecución es distinta. James Foley no sólo hablaba un perfecto inglés, si no que era un periodista americano. Le han hecho hablar y renegar de su país, arrepentirse de ser americano justo antes de ser ejecutado a sangre fría como otros miles de personas en Iraq y Siria.
Señores, cuiden esa zona de confort.
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