El papel del papel
Hace algunos meses usamos este mismo título para otro artículo de opinión. No suponíamos, y tal vez pecamos de ingenuos, que la crisis de papel iba a desembocar en el peligro real de que desaparezcan algunos tradicionales medios impresos del país. Hoy esa amenaza de extinción en el formato tradicional es un escenario para algunos diarios venezolanos, y en particular para cuatro con los que guardo entrañables relaciones profesionales: El Nacional, El Impulso, El Carabobeño y Correo del Caroní. Hace algunos meses la crítica que hacíamos fundamentalmente se basaba en la discriminación en la asignación de divisas y luego de insumos (y el papel es uno vital para los periódicos) por parte del Estado.
Hasta ese momento la política oficial de discriminación apuntaba a mantener a los periódicos independientes en una zozobra permanente, sin inventarios para planificar la impresión y sujetos a decisiones arbitrarias: se le pedían por ejemplo 200 bobinas de papel a la Corporación Maneiro (que maneja el monopolio estatal sobre el papel) y ésta tardaba en responder y finalmente despachaba 40 ó 70, no había manera de planificar. Eso llevó a que muchos diarios subieran y bajaran de paginación, según los resultados de sus gestiones ante el Estado. Cuesta arriba mantener una política comercial (y los medios viven de sus avisos) cuando desconoces si el mes próximo sales a 8 ó 16 páginas, ó si sales todos los días o sólo de lunes a viernes, ó si eres de publicación diaria y debes pasar a semanario (el caso de Tal Cual es emblemático).
Llegó mayo y pasamos a otra etapa, desde mi punto de vista. Y además resulta una cruel paradoja de que el mes tradicionalmente asociado a la libertad de expresión (el 3 de mayo la UNESCO lo declaró como el día mundial para celebrar este derecho) sea el momento en el cual se evidencie una política de discriminación acentuada, jugándose el gobierno la carta incluso de que desaparezcan medios de tradición en el país, por la falta de papel y la imposibilidad de importarlo directamente, ya que el Estado desde 2013 dejó de otorgarle divisas a los medios impresos.
Decimos que la discriminación se acentuó y el caso que vive El Carabobeño es reflejo de ello. Cambió de formato para adaptarse al momento, y aprovechar mejor el espacio. De las 48 páginas con las que salió la nueva edición, se redujeron a 32, y saldrán en 16 páginas. Se achicó la información y también el espacio publicitario. Pese a que El Carabobeño le compra papel periódico a la estatal Corporación Maneiro ésta no le vende.
La misma corporación sin embargo facilita papel al muy oficialista “Ciudad Valencia”, hermano de “Ciudad Caracas”, fundado por el alcalde Jorge Rodríguez y en sus inicios dirigido por Ernesto Villegas. Con este periódico se inició un modelo propagandístico que se presenta como producto periodístico. “Ciudad Valencia” no tiene problemas de papel al punto de que le puede anunciar a sus lectores un aumento en su circulación, es decir que tienen la posibilidad (al contar con papel) de imprimir un mayor número de ejemplares.
Así las cosas algunos periódicos de Venezuela parecen tener los días contados en su versión impresa. El gobierno lo sabe, la corporación Maneiro se hace de oídos sordos y otras entidades –tal como la Defensoría del Pueblo- que deberían estar actuando en esta crisis de derechos (el derecho a escoger libremente la información es parte de nuestra constitución) sencillamente se desentienden. El papel del papel es fundamental para preservar los espacios democráticos que persisten en Venezuela. Y con cada periódico que deje de circular por la acción u omisión del Estado es el ciudadano quien pierde parte de su libertad.
@infocracia
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