Huevos de gallo
SOLEDAD MORILLO BELLOSO | EL UNIVERSAL
viernes 26 de junio de 2015 12:00 AM
Con mala intención, a los venezolanos se nos esconde la verdad o, con absoluto descaro, se nos miente. Abundan los huevos de gallo. Se viola la ley al no informar el índice inflacionario y varias otras estadísticas fundamentales. La carestía y la escasez imponen su tiranía. La cebolla a 205 el kilo, el pimentón a 401, la carne inexistente, el pollo por la nubes y al pescado y frutos del mar los mandan a otros destinos. La leche no está, el arroz escaso y de pésima calidad, el aceite horrendo que generará gravísimos problemas de salud pública. Las medicinas brillan por su ausencia. Esa realidad se tapa con miles de cuñas pautadas gratuitamente en los medios.
Huevos de gallo son las supuestas más del millón de viviendas construidas. Son huevos de gallo las cifras de alfabetización con las que pontifican desde Miraflores a leco herido. No sólo no son ciertas sino que muchos de esos que se afirma han sido alfabetizados no pasan de ser analfabetas funcionales, lo cual se traduce en expectativa falsa. La calidad de la educación ha sido el Cristo crucificado en estos años en los que se creyó que sólo la cantidad bastaba. La deserción escolar, empero, aumenta. Y los egresados de las novísimas universidades no han sido preparados para competir en el mundo real. Son absorbidos laboralmente por un mega Estado en posiciones inventadas que significan un fardo sobre las espaldas del presupuesto nacional.
Huevos de gallo son las cifras de derrota de la pobreza. Asómese el lector a los espacios públicos y presencie la enorme cantidad de personas curucuteandobasureros en procura de algún resto alimenticio aún comestible. Huevos de gallo son los números maquillados que nos colocan como potencia petrolera y gasífera cuando lo cierto es que lejos estamos ya de serlo y, por lo que se puede prever, no pasarán muchos años antes que nuestro principal comprador, a saber los gringos, no requieran más de nuestros servicios como suplidor y pasemos a depender de China y Rusia, que nos pagarán cuándo y cómo les venga en gana y si les da la gana.
Huevos de gallo son las aseveraciones sobre nuestra condición de gran productor nacional, cuando nuestra industria de cualquier sector está craquelada, asfixiada, pisoteada. De exportador de un montón de cosas (el catálogo de Bancoex en 1998 era gordo y nutrido) hemos sido convertidos por unos gobernantes irresponsables en una nación que importa casi todo lo que usa y consume.
Huevos de gallo son el millardo de kilómetros de nuevas carreteras y autopistas que el gobierno dice haber construido, cuando la realidad es un sistema vial precario y plagado de cráteres. Huevos de gallo son los triunfos sobre la inseguridad cuando las morgues se pueblan de muertos por violencia y las cifras de secuestros y asaltos tienen levadura.
Huevos de gallo son las afirmaciones oficialistas que dicen de un excelente servicio público de salud, cuando la realidad es la mengua y la deshidratación moral y medicinal en nuestros hospitales y ambulatorios, la reaparición de enfermedades ya superadas y el éxodo doloroso de miles de médicos venezolanos.
Montones de huevos de gallo. Toneladas. El problema está en que la gente se los traga. El gallo pinto se durmió. Y en la mañana no cantó. Todo el mundo espera su cocorocó. Pero el gallo pinto pone una grabación. Y la gente cree que sigue cantando. Tontos aquellos que piensan que los gallos que ponen esos huevos están perdidos. Tienen capacidad para seguir mintiendo, para seguir imprimiendo billetes falsos, para endeudarnos. Y la gente necesita creer en algo. Porque no creer es suicidar la esperanza. La mentira sigue siendo el más efectivo utensilio de campaña electoral. Y la única que puede vencerla es la verdad.
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Huevos de gallo son las supuestas más del millón de viviendas construidas. Son huevos de gallo las cifras de alfabetización con las que pontifican desde Miraflores a leco herido. No sólo no son ciertas sino que muchos de esos que se afirma han sido alfabetizados no pasan de ser analfabetas funcionales, lo cual se traduce en expectativa falsa. La calidad de la educación ha sido el Cristo crucificado en estos años en los que se creyó que sólo la cantidad bastaba. La deserción escolar, empero, aumenta. Y los egresados de las novísimas universidades no han sido preparados para competir en el mundo real. Son absorbidos laboralmente por un mega Estado en posiciones inventadas que significan un fardo sobre las espaldas del presupuesto nacional.
Huevos de gallo son las cifras de derrota de la pobreza. Asómese el lector a los espacios públicos y presencie la enorme cantidad de personas curucuteandobasureros en procura de algún resto alimenticio aún comestible. Huevos de gallo son los números maquillados que nos colocan como potencia petrolera y gasífera cuando lo cierto es que lejos estamos ya de serlo y, por lo que se puede prever, no pasarán muchos años antes que nuestro principal comprador, a saber los gringos, no requieran más de nuestros servicios como suplidor y pasemos a depender de China y Rusia, que nos pagarán cuándo y cómo les venga en gana y si les da la gana.
Huevos de gallo son las aseveraciones sobre nuestra condición de gran productor nacional, cuando nuestra industria de cualquier sector está craquelada, asfixiada, pisoteada. De exportador de un montón de cosas (el catálogo de Bancoex en 1998 era gordo y nutrido) hemos sido convertidos por unos gobernantes irresponsables en una nación que importa casi todo lo que usa y consume.
Huevos de gallo son el millardo de kilómetros de nuevas carreteras y autopistas que el gobierno dice haber construido, cuando la realidad es un sistema vial precario y plagado de cráteres. Huevos de gallo son los triunfos sobre la inseguridad cuando las morgues se pueblan de muertos por violencia y las cifras de secuestros y asaltos tienen levadura.
Huevos de gallo son las afirmaciones oficialistas que dicen de un excelente servicio público de salud, cuando la realidad es la mengua y la deshidratación moral y medicinal en nuestros hospitales y ambulatorios, la reaparición de enfermedades ya superadas y el éxodo doloroso de miles de médicos venezolanos.
Montones de huevos de gallo. Toneladas. El problema está en que la gente se los traga. El gallo pinto se durmió. Y en la mañana no cantó. Todo el mundo espera su cocorocó. Pero el gallo pinto pone una grabación. Y la gente cree que sigue cantando. Tontos aquellos que piensan que los gallos que ponen esos huevos están perdidos. Tienen capacidad para seguir mintiendo, para seguir imprimiendo billetes falsos, para endeudarnos. Y la gente necesita creer en algo. Porque no creer es suicidar la esperanza. La mentira sigue siendo el más efectivo utensilio de campaña electoral. Y la única que puede vencerla es la verdad.
soledadmorillobelloso@gmail.com
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