¿Quién mató a Robert Serra?
El crimen del parlamentario Robert Serra sigue envuelto en el misterio. El acusado Julio Vélez está sindicado de asesinar a su esposa Clara Patricia Avendaño, hecho acaecido en Cúcuta el 16 de noviembre de 2010. El tipo la metió en la maletera como si se tratase de un animal herido. Al parecer ella descubrió su homosexualidad y este la mató. Su acción es propia de un psicópata y no de un sicario. ¿Cuál es la diferencia fundamental? Que los psicópatas padecen una serie de anomalías psíquicas que alteran su conducta social y les impide sentir empatía hacia otras personas, por ese motivo actúan como si nadie les importase, y de este modo un asesino psicópata puede quitar la vida de varias personas sin inmutarse ni sentir remordimientos. Un matón no deja de hacer lo mismo, solo que este justifica sus crímenes con el dinero. Es decir que la conducta de Julio Vélez no tipifica en el sicariato.
El régimen acusa al expresidente Álvaro Uribe de ser autor intelectual de la muerte de Serra. Juegan con el apellido como si todo aquel que firma igual es familia. Asimismo hablan de que fue concejal principal por el Partido de la U, organización que efectivamente fundó Uribe, pero también Juan Manuel Santos. Si ese es el argumento, el presidente colombiano también sería responsable. Imagínense ustedes que un estadista de dimensión continental tenga que responder por las acciones personales de un edil entre más de 12.000 de ellos; distribuidos en 1.123 municipios, 32 departamentos y 5 distritos que tiene Colombia. Es francamente ridículo endosarle a una organización política la acción de una individualidad.
Existen varias preguntas: ¿Por qué el régimen no capturó antes a Vélez si era buscado por la Interpol desde 2012? Es difícil creer que un hombre que se esconde en Venezuela, por ser responsable de un asesinato en su país, mate a un dirigente importante del gobierno que lo protege. La verdad es que al joven lo liquidaron de 39 puñaladas sin forzar la puerta y con la huérfana presencia de sus 4 escoltas. Los hechos son dramáticos, pero con la posibilidad de encontrar pistas. Claro: si el verdadero interés es descubrir a los culpables y no lograr rédito político imputando a adversarios ideológicos solo para lograr desviar la atención. Sutil manipulación de los hechos para ocultar verdades en la conducta particular del occiso. Al ser ultimado de 39 puñaladas se desprende que se buscaba hacerlo sufrir hasta el desangre.
El caso pareciera tener un trasfondo de perversión o de alguien profundamente celoso: no descarten una relación sodomita que termina entre virulentas caricias de puñal. Los celos multiplicados a la enésima potencia son un cóctel letal. La escena indica que quienes lo hicieron se ensañaron de manera feroz; destilando el más profundo de los desprecios por el líder político. Fue una brutal arremetida en la cual el rencor incontenible cobró. La forma horrenda de ultimarlo no la hace un profesional al que le encargan liquidar a un rival político que estorba. Si hubiese sido un sicario ejecuta limpio y rápido sin construir un escenario donde se muestra un profundo odio. Mata por pago sin dejar rastro. No le interesa demostrar aversión por su víctima. Es un trabajo de cerebro frío y pulso certero, nada de involucrar emociones que delaten su intencionalidad. Es la precisión del cirujano para tratar de hacer un trabajo que se acerque a la perfección. Nada de convertir al objetivo en una masa sanguinolenta en donde sobra la impericia. Es un patrón de conducta que no concuerda con este caso.
Aquí existe el prototipo del ritual. Tan parecido al sacrificio con animales que practica la religión yoruba de la cual era adepto Robert Serra. Ajusticiado en el área donde pululan los colectivos fanáticos que comandaba, sin violentar su casa, es algo sumamente sospechoso. Liquidado en un sitio en donde se supone estaba rodeado de muchos amigos, o por lo menos de conocidos, crea dudas sobre la versión oficial. ¿Cómo no se percataron de la presencia de algún extraño en la zona? ¿O será que el parlamentario conocía a sus victimarios, y por eso se justifica que no forzaran la puerta ni se llevaran nada? ¿Será cierto lo de varios hombres vestidos como santeros en su casa y a la hora crimen?
La investigación tiene que comenzar por su amplio entorno político y religioso. ¿Quiénes eran sus amigos íntimos?, qué tipo de relación mantenía con ellos. Los vecinos cuentan de muchas visitas de extraños personajes masculinos que se retiraban en la madrugada causando algunos escándalos. ¿Por qué Julio Vélez no podría ser uno de aquellos íntimos amigos?
@alecambero
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