Lectura Tangente
Notitarde 17/05/2014 Jano dialoga
- Columnista, Notitarde, Ramón Guillermo Aveled (Notitarde / )
Ramón Guillermo Aveledo
Ganar la guerra o ganar la paz, esa es la disyuntiva del Gobierno. Que comprenda la realidad de dónde está parado es la clave para que tome la decisión correcta.
En la versión oficial, sostenida tercamente, el Gobierno enfrenta un golpe de Estado. Se defiende de una agresión orquestada y financiada afuera. Una conspiración artificial y, según se llega a decir, en curso ininterrumpido desde 2002. Curiosamente no ha logrado derribar al régimen pero éste tampoco ha sido capaz de doblegarla, a pesar de tener todo el poder, haber manejado cientos de miles de millones de dólares y haber tenido aliados internacionales de importancia.
En la versión oficial, sostenida tercamente, el Gobierno enfrenta un golpe de Estado. Se defiende de una agresión orquestada y financiada afuera. Una conspiración artificial y, según se llega a decir, en curso ininterrumpido desde 2002. Curiosamente no ha logrado derribar al régimen pero éste tampoco ha sido capaz de doblegarla, a pesar de tener todo el poder, haber manejado cientos de miles de millones de dólares y haber tenido aliados internacionales de importancia.
Esa visión se plantea como objetivo ganar la guerra. Ve el actual conflicto como un desafío bélico, el cual debe enfrentarse militarmente. Derrotar al enemigo interno. Aniquilarlo.
La realidad es muy distinta. El descontento que se inflamó desde comienzos de año y que las encuestas registran en altos niveles de descontento con la gestión y de desconfianza con la capacidad para resolver los problemas, no se apagará con la represión ni se desviará con la demagogia. Que falte la comida, que escasee casi todo, que los precios estén altísimos y sigan subiendo, la mayoría lo atribuye a la responsabilidad del Gobierno. No de los empresarios, los medios de comunicación o la oposición.
El modo hegemónico de gobernar, que parte del supuesto de que una mitad del país vale cien y la otra vale cero, no funciona. Hizo crisis. Produce instrumentos de control partidista en vez de instituciones. Genera desconfianza en vez de confianza. Resentimiento en vez de civismo. Era sostenible con el líder carismático y con mucho dinero. Es supersticioso creer que sobrevivirá con una perenne sesión propagandística de espiritismo y pidiendo prestado.
Como Jano, el dios griego, el Gobierno tiene dos caras. Con una habla de diálogo, aunque muy lentamente. Con la otra es tenazmente agresivo. Reprime de un modo que aviva la protesta y genera violencia. Insulta y descalifica. Es imprescindible, y urgente, que se defina. Se juega la estabilidad y, en el lance, apuesta la posibilidad de que los venezolanos, todos, podamos vivir en paz y en libertad.
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