Desorden constitucional de origen orgánico
María J. Bustamanteemejota@cantv.net
Caracas, 20 de marzo de 2000
No está Venezuela en momento de analizar símbolos como mero ejercicio de erudición; sin embargo no podemos ignorar los símbolos, pues ninguna palabra tan elocuente y significativa como la misma símbolo, que quiere decir: ‘Cosas lanzadas conjuntamente’... y junto con el desempleo, la neo-constitución, la delincuencia desatada, las dolorosas secuelas del deslave del Ávila y el derrumbe de la economía tenemos lanzado al poder un personaje que se imagina a sí mismo como la más rapaz de las aves porque parece sufrir un desorden llamado personalidad narcisista-histriónica. Esta condición, aunque de consecuencias imponderables, desde el punto de vista estadístico no es rara, pues se da con cierta frecuencia. Pero cuando quien la exhibe es el gerente en jefe de un estado, la enfermedad puede salpicar a muchos y tener repercusiones indeseables en el pueblo. Ello la convierte en un factor muy relevante, como hecho y como símbolo, de la crítica situación del país.
Diagnóstico
Un desorden de la personalidad es un serio disturbio de la constitución caracterológica y de la conducta de un individuo que envuelve muchas áreas del comportamiento y casi siempre quebranta la armonía personal y social. El trastorno comienza a aparecer en la adolescencia y florece en la edad adulta. Puede pasar desapercibido en ciertas sub-culturas, especialmente cuando se está en situación de prominencia o peculiaridad social o política (marginalidad, exilio, cárcel,, cautiverio, reclusión o aislamiento).
El inquilino de Miraflores exhibe muchos de los síntomas de este desorden constitucional de origen orgánico producido por una descompensación de su economía corporal y notablemente de su sistema nervioso, lo cual resulta en graves conflictos de su vida de relación. Entre los síntomas más visibles y muy fácilmente observables de este trastorno están sus tics y paroxismos: descargas motoras bruscas que interrumpen o cambian la dirección de sus gestos. También es muy visible lo que técnicamente se llama dificultades de lateralidad: no hay una psicomotricidad perfectamente definida y coordinada en el uso de mano/ojo/pie (ver películas de su beisbol), no es ni consistentemente diestro, ni consistentemente zurdo, tampoco es verdaderamente ambidiestro, sino que muestra uso espontáneo y uso aprendido de uno y otro lado del cerebro. El televidente atento pudo observar con insólita claridad esta torpeza gestual durante la entrega del doctorado honoris causa en la Universidad de Seúl: como el nuevo doctor pronunció allí su discurso con guantes blancos, se hizo obvia y muy gráfica su desconcertada gestualidad. Otras anomalías factibles —por ejemplo el descarte de lateralidad cruzada y la posible presencia de trastornos de la percepción— habría que explorarlas a través de exámenes neurológicos (signos blandos, tomografía, mapa electroencefalográfico) y psicológicos, lo cual es un supuesto negado, pues los rasgos del trastorno orgánico del carácter son egosintónicos, es decir, el individuo que los padece no los considera problemáticos . En los manuales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) el disturbio es descrito así:
El desorden narcisista de la personalidad puede surgir en una amplia variedad de contextos y se distingue por un sólido patrón de grandiosidad, tanto en la fantasía como en la conducta, necesidad de admiración y muy escasa empatía para los seres diferentes. En la personalidad histriónica el patrón es de excesiva emocionalidad y búsqueda de atención. El disturbio es reconocible cuando son comprobados más de diez de los siguientes síntomas:
1. Sentido muy grandioso de la propia importancia, exagera sus aciertos y sus talentos, espera ser reconocido como persona superior sin logros reales que atestigüen grandeza.
La delirante identificación con el héroe: Bolívar, Zamora, Perón, Fidel Castro, es notoria en el personaje en cuestión, así como su paranoia (sensación de persecución o peligro (¿se acuerdan del supuesto atentado de Ciudad Bolívar?)). El uso de expresiones defensivas muy inapropiadas y desproporcionadas en relación al peligro que imagina: «plomo grueso», «las botas puestas para el combate», «el sable desenvainado» etc. ¿y las estrictísimas medidas de protección que se toman para sus programas y apariciones públicas? Rasgos que, por cierto, recuerdan algunas de las conductas del difunto presidente Nixon (este más paranoide que narcisista) También son notorias las exageradísimas alabanzas al golpe del 4 de Febrero, ¡asonada que fracasó! Única acción logística del militar y precisamente falló en la logística.
2. Preocupación con las propias fantasías de poder, de brillantez y de éxito ilimitado o de amores ideales.
Parece desconocer el sentido del límite. No tiene noción de lo que es proporción. Imagina ser beisbolista de categoría. Se siente tan maravilloso que piensa merecer gobernar durante doce años, tan fantasioso es que desde sus días de cadete quería «refundar» la república... ¿Y el eje Orinoco-Apure?... ¿Y qué decir de sus fantasías de un ejército latinoamericano, o de sus pretensiones de intervenir en los asuntos internos de Guyana o de vender la Orchila y otras islas como si fuesen propiedad suya?
3. Se cree especial o único, capaz de ser entendido solamente por los «iluminados» y en conse- cuencia cree que debe asociarse solamente con otras personas o instituciones especiales de elevado status.
Se piensa águila y tiene a los demás por moscas, según su propio testimonio. No hay institución alguna que merezca su respeto... Recordemos sus martillazos en Wall Street, los publicitados juegos de beisbol... y las alharacas de sus innecesarios viajes.
4. Requiere admiración excesiva.
Públicamente, en entrevistas televisadas, se ha regodeado de tener «a toda Venezuela hablando de Chávez» y es inocultable el gozo que experimenta en tener a todo el mundo pendiente de él, a exclusión de todo lo demás (cadenas perpetuas). Habla de sí mismo con supremo orgullo y persigue aplausos y atención por todos los medios posibles, como haber tomando para sí la cátedra de Ética de la Escuela Militar, o también a través de sus atuendos; pero esto de los atuendos es mejor ilustración para otro de sus síntomas.
5. Tiene un sentido de «benemérito» de ungido, de César, es decir, expectativas irracionales de ser tratado como favorito, o de recibir incuestionada obediencia e inmediata sumisión a sus órdenes.
Con su actitud parece estar constantemente diciendo «el soberano soy yo». Toma por asalto a sus colaboradores más estrechos al apenas asumir el poder y ordena caprichosamente una fecha sorpresiva para el primer referéndum; lo mismo hace con el de diciembre, que debió ser en enero e igual con la fecha de las megaelecciones de mayo. Insulta públicamente a personas (¡hasta de su mismo bando!) o a quienes no le son afectos como varios sacerdotes, empresarios, políticos. Convierte en despreciables adversarios a todos los que piensan distinto a él. Casi siempre habla desde una posición altiva y en tono majestuoso: «yo ordené» , «yo decidí», «yo decreté». Les ordena a los reporteros lo que deben o no deben preguntar.
6. Explota y manipula en sus relaciones interpersonales, es decir, se aprovecha de otros para lograr sus propios fines.
Convirtió el referéndum para aprobar o improbar la Constitución en un concurso de popularidad personal y lo emocionalizó, eliminando toda posibilidad de que el proyecto de Carta Magna —¡LAS REGLAS DE JUEGO DEL PAÍS!— fuese analizado racional e integralmente antes del voto. El móvil más fuerte de su conducta es la exclusión, por eso divide la gente entre buenos (los que están con él y malos todos los demás). Esta exclusión fundamental tiene dos consecuencias importantes: la primera es que para él no hay todos. Todos, como cuerpo social, no existe, existen los suyos y esto, a su vez, hace imposible tener reglas de juego comunes para todos, porque, repito, para él no hay todos. Un rasgo muy reciente de esta explotación, que raya en la maldad, es haber sometido a su señora esposa a las burlas del público cuando la mandó sola a un juego de beisbol, sabiendo que recibiría una pita, pues se lo habían advertido algunos de sus asesores.
7. Carece de empatía, no es capaz de percibir ni de reconocer los sentimientos y necesidades de los que son distintos.
Es precisamente por este motivo que no puede encontrar resonancia entre los más capaces, y es también por esta razón que está rodeado de tantos incompetentes resentidos y de tantos rapaces, pues los verdaderamente competentes —algunos inicialmente nombrados por él mismo— al ser espantados por la enfermedad huyen hacia otros campos donde puedan aportar su sano granito de arena a la obra social constructiva. Todos podemos aquí mencionar muchos nombres de quienes se alejaron asustados ante el daño que el Presidente salpica. La personalidad narcisista-histriónica logra atraer inicialmente a personas bien intencionadas; pero de inmediato las paraliza al dividirlas en los suyos, a quienes subyuga, y en los demás a quienes hechiza. Su carencia de empatía es tan evidente que ilustrarla es redundante, me limito a citar algunos de sus epítetos: «cúpulas podridas» «cochinos chillones» «diablo suelto entre las sotanas», «moscas», «impíos», «serpientes», «mogotes» etc., etc., etc.
8. Es a menudo envidioso o siente que otros lo envidian.
Tal vez esto explique que durante la tragedia de diciembre haya pretendido apropiarse hasta de la generosidad de sus compatriotas y haya querido despojar a los damnificados hasta de la gratitud para quienes les ayudaron en su desamparo, desconociendo el noble comportamiento de grandes y pequeños empresarios, y haciendo sellar los obsequios de miles y miles de personas para que fuesen entregados como enviados «por tu Presidente, MVR». Hay numerosos y dolorosos testimonios de este hecho. Dolorosos porque la mayoría proviene de jóvenes entusiastas e idealistas quienes al volcarse a servir a sus semejantes se toparon con la miseria humana en una de sus manifestaciones más grotescas: la envidia. El Presidente habla mal de los ricos; pero quiere vestirse donde ellos se visten y trata de emularlos. Mucho tiempo anduvo de boca en boca la anécdota de un banquero a quien le hizo pagar millones de bolívares por trajes que usó al ser electo. Se ensaña contra los sacerdotes e ignora a Fe y Alegría, mientras ensalza las Escuelas Bolivarianas; pero a su hija ya la tiene pre-inscrita en un colegio de ricos (eso dicen, esto último no me consta; pero cuando el río suena, piedras trae... y también hay que poner atención a los ruidos. Si hubiésemos puesto más atención a los ruidos que precedieron las inundaciones hubiésemos podido salvar más vidas...).
9. Tiene actitudes y conductas arrogantes, soberbias, altivas.
Es muy fácil demostrar la presencia en el Presidente de este síntoma: la Constituyente, en su ausencia, rechazó el apelativo de república bolivariana; pero en cuanto volvió de su viaje obligó altivamente, desde su majestad, a la asamblea a aprobar todo lo que a él se le antojaba ¿Y qué decir de alusiones y citas tan inapropiadas como «si la naturaleza se opone...»?
10. El individuo se siente incómodo en situaciones donde no es el centro de atención. Busca constantemente excitación y aplausos.
Sus alocuciones son notoriamente excesivas. (Para poder exhibirse, desde un plano superior, se inventó el balcón del pueblo). Con su lenguaje casi exclusivamente guerrero pretende colocarse en una actitud ajena y superior a la de la cultura civil. Con las múltiples y muchas veces distorsionadas alusiones a escritores de la mas variada procedencia —esto fue especialmente obvio en el discurso de proclamación como presidente electo— parece pretender ser visto como erudito y logra que algunos, en efecto, lo crean culto. Pero sus conocimientos de Voltaire, Montesquieu, la Revolución Francesa, ciertos poetas, y ni siquiera los de Simón Bolívar resisten un examen objetivo. (Por ejemplo, desconoce los reconocidos biógrafos del Libertador y parece no saber lo que Bolívar dijo del poder moral cuando se redactaba la Constitución de Bolivia)
11. La interacción con los otros a menudo está teñida por conductas inapropiadamente seductoras o provocadoras.
Me eximo de documentar este punto. Nunca he estado lo suficientemente cerca para comprobarlo... pero los besos a las señoras mayores y las caricias a los vientres de señoras embarazadas que muestra la televisión, así como las alusiones a mogotes y bojotes en su último mitin tienen un tono soez.
12. Despliega cambiantes y muy superficiales expresiones de emoción.
Por un lado proclama solidaridad con los pobres y ataca la corrupción, por otro instala en el Panteón Nacional uno de los presidentes más corruptos que haya tenido el país. Y es de todos sabido que tolera guisos y corruptelas en su entorno más cercano. Dijo, con acentuado tono emocional, que La Guzmania y La Casona son demasiado grandes y lujosas y que él no necesita tanto; pero no ha reducido en nada el costo de las reuniones oficiales (esto se sabe por los empleados que atienden esos convites). Por un lado lanza desprendido y emocionado su chaqueta, cual valiosa reliquia (en imitación de Perón) hacia una multitud en frenesí... pero exhibe, también emocionado, costosos relojes de gran marca en su muñeca. Nada digo del lenguaje sentimentaloide ni de las lágrimas televisivas... Esta superficial exhibición de la emoción, por novel y excitante, es uno de los factores que hechiza a las masas.
13. Consistentemente usa la apariencia física o el atuendo para llamar la atención hacia sí mismo.
Uso de uniformes y trajes a manera de máscara o escudo. ¿Recuerdan los trajes del Kino-Chávez y los chalecos deportivos de estudiada sencillez en los mítines? ¿Y el jugador de pelota envuelto en la bandera nacional? ¿Y el sable, colgado sobre el traje de civil que usó en días pasados durante un discurso? ¿Se fijaron en las franelas, todos los días de un color diferente, que usó bajo el traje de camuflaje durante los días de los rescates? —¡curioso que el traje de camuflaje sea su preferido! (la palabra camuflaje, de origen francés, llego al castellano después de la II Guerra Mundial y quiere decir disfraz o trampa). Este uso de los diversos atuendos, calculado con viscosa precisión, apunta hacia el origen orgánico de los conflictos en la vida de relación.
14. Tiene un estilo de discurso excesivamente impresionista, carente de lógica y de detalles precisos o propuestas concretas y coherentes.
Prolijidad (que algunos han llamado verborragia). Perseveraciones retóricas. Desatinado uso del tiempo —del tiempo suyo y del de los demás. Histriónica habilidad para decir que no dijo lo que dijo, aún ante la evidencia documental y gráfica de los hechos. Colecciona citas de personajes famosos que casi siempre desgrana fuera de contexto. Hay excelsos poetas venezolanos que debería conocer desde la escuela primaria; pero él cita solamente a Walt Whitman. Juega a su capricho con el pensamiento del Libertador y ajusta las citas del Padre de la Patria a la política del MVR (¡como si los demás no hubiésemos leído esos mismos libros!). Nada digo de la irreverencia con la que manosea y altera citas bíblicas... ni de las incoherencias de su discurso. Los trastornos del lenguaje delatan trastornos del pensamiento, porque el lenguaje es claro cuando el pensamiento es claro.
15. Despliega una autodramatización teatral y una exagerada expresión de emociones.
Esa emocionalidad es un poco hueca, a veces viscosa, pues no conduce a ninguna parte, como no sea hechizar frenéticamente al público o producir adherencia inmediata y muy poco racional en quienes le aplauden. La mejor ilustración de este hecho son las palabras de su señora esposa, Marisabel, quien hace algo más de un año dijo en una revista : «La primera vez que lo vi quedé inmediatamente hechizada y le pasé una tarjeta mía con el mensaje firmado: “para lo que usted quiera”». Una breve revisión de las grabaciones de sus mítines o de sus cadenas perpetuas ilustra con inequívoca claridad este punto. ¿Observaron los trajes negros de la familia la noche del 24 de diciembre? (familia, por cierto fragmentada, pues faltaban varias madres de los hijos presentes y había hijos y padres ausentes). En lugar del Niño en el Pesebre —¡Día de Navidad!— había una imagen de la Crucifixión... de negro se visten los titiriteros en días de teatro para hacerse invisibles mientras manipulan sus marionetas, y ¡también lo hacían las plañideras! La emulación a Fidel Castro, la imitación a Perón y la necesidad de proceder como si encarnase —representase— a sus héroes ilustra también este punto.
16. Es sumamente sugestionable, fácilmente influido por otros o por las circunstancias.
Sobre todo cuando hay peligro de que su imagen o su popularidad sufra: horas y horas dedicadas a desafiar lo que de él dice la prensa nacional e internacional (el hecho de que ningún medio internacional haya «recogido el guante», ni aceptado polémica, podría ser indicativo de que ellos saben alejarse ante lo que les luce patológico). ¡Hasta comentar un incisivo editorial en una reunión del Directorio de PDVSA, (incidente televisado en las noticias) o reclamos a otros medios impresos o audiovisuales porque publican noticias que él juzga adversas ¿y el furioso desconcierto que hoy delata su conducta ante el surgimiento de un contendor peligroso?... Es mucho lo que todos hemos visto que ilustra esta sensiblera sugestionabilidad, que en ocasiones le ha llevado a hacer lo que momentos antes habia jurado no hacer jamás...
17. Considera las relaciones y las situaciones mucho más íntimas de lo que realmente son.
El beso a la Reina Sofía ... tocar confianzudamente a Su Santidad, el Papa... al Rey Juan Carlos . . quitarse la corbata para regalársela al presidente Pastrana... hablar en un foro financiero internacional sin siquiera llevar un simple gráfico del proceso económico venezolano... insistir en tutear reiteradamente a quien lo trata de usted... el abrazo ante el cual el emperador Akihito retrocedió disgustado... Con su desdén ante el protocolo (protocolo, del griego, significa ‘lo que va en primer lugar’) parece decir «lo primero soy yo». Y los chistes y las alusiones con nombre o apodo a los ministros en las ruedas de prensa, (algunas de cuyas caras reflejan punzante vergüenza ajena) o los retos y las peticiones ramplonas de que le traigan el café más caliente cuando está en televisión, etc.
18. Se siente herido con mucha facilidad y despliega de manera persistente conductas manipulativas para lograr sus fines.
Se siente lacerado por quien se atreva a criticar el más mínimo de sus pasos. De este comportamiento hay más ejemplos de los que caben en el papel: destituciones de funcionarios, el «despido» a los comandantes, encubrimiento de corruptelas, desautorizaciones a colegas, furiosas rabietas ante sugerencias o reclamos de sus propios colegas, etc.,
Como ya dije, la OMS y la APA consideran que el disturbio de la personalidad narcisita-histriónica es reconocible cuando se exhiben al menos diez de los síntomas descritos.
Hace falta anotar además, en aras de la dimensión social del diagnóstico, que todo lo patológico, lo dañino o dañado, lo que evoca el morbo del poder, de fuerza titánica o de excepcional gloria, ejerce un cierto atractivo que subyuga (domina) a algunos o hechiza a muchos. Esto lo llamamos, en términos técnicos ‘fascinación’, palabra que significa hechizo, y esta a su vez, quiere decir ‘ficticio’ = hecho con artificio. De fascinación aprenden mucho los jóvenes estudiantes cuando por primera vez se enfrentan a la patología, y también los que se dejan arrobar por el peligro, la heroicidad o las ideas de reivindicación ideal o de venganza perfecta. Fascinación es lo que explica la gran popularidad de las películas violentas, estruendosas, morbosas. Es fascinación el atractivo inicial de las drogas (luego puede convertirse en adicción), también lo son muchas actitudes que resultan en consumismo inconsciente. Y es fascinación el fenómeno que saben explotar a la perfección muchos comerciantes para convertir estas cosas «fascinantes», valga la redundancia, en grandiosos éxitos de mercado.
Luego de tener un cierto discernimiento del quebranto constitucional que descompensa el carácter del ejecutivo jefe del país, hay que tomar algunas precauciones para enfrentar el desorden y protegernos de la fascinación y los hechizos que afortunadamente ya comienzan a decrecer.
Tratamiento
En primer lugar hay que saber entender que la personalidad narcista-histrionica damnifica,es decir hace daño a quien la padece y a quienes tropiezan con el padecimiento ajeno, aunque sea tangencialmente. Por muy lamentable que sea hay que reconocerlo: Chávez nos tiene a todos damnificados. No hay ni una sola institución indemne en el país. La gente ya comienza a darse cuenta de esta damnificación nacional; al ritmo que baja sustancialmente la popularidad del Presidente, surge un contendor que lo puede derrotar y salvar al pueblo de la locura (algunos prefieren hablar de desequilibrio, anarquía, ingobernabilidad, guerra civil, ausencia del estado de derecho, etc., en vez de hablar de locura, pero es la misma cosa). Asimismo nuestros vecinos más cercanos, el presidente Pastrana y el presidente Cardoso alertan del daño que invade a Miraflores. Es buena señal que ya el pueblo esté diciendo: «Chávez está loco» —eso es llamar las cosas por su nombre. Loco es quien perdió el sentido de la proporción y también... quienes lo acompañan en esa pérdida o se la ocultan...
El encantamiento de la magia, por ficticio es limitado. Así como el cuerpo humano tiene sus anticuerpos que lo defienden de la enfermedad y de la infección, también el organismo social tiene sus propios antivirus, Vale aquí recordar que fue un tercio de la totalidad de la población votante la que se dejó fascinar, inducida por sus propias fantasías de un porvenir ideal. Anular la fascinación no es imposible. Así como el factor que más influye en una estafa es la codicia del estafado, igual sucede en los hechizos donde la ilusión del hechizado juega con más fuerza que los artificios del hechicero
Pero esa ilusión se agota, ya todos estamos exhaustos por el daño y comenzamos a aplicar antídotos. Día a día son más los que se alejan. Hay que huir de la locura y de la solemnidad que la disfraza. Dejemos al guerrero del oráculo en su camuflaje de sables y campaña de improperios, condecorando banderas entre los pocos acólitos que todavía no acaban de despertar. Aprovechemos el tiempo de las cadenas perpetuas para apagar la televisión y ahorrar consumo eléctrico. Es muchísimo lo que se puede trabajar en esas horas muertas. Si bien los medios están obligados a transmitirlo, nosotros podemos ser mucho más creativos en el uso del tiempo y... tal vez los medios de comunicación al tomar consciencia de las peligrosas implicaciones de un desorden constitucional de origen orgánico, podrían hacer su esfuerzo para reducir la exaltación pública de tal disturbio.
- En el comandante Arias Cárdenas ha surgido un potente antídoto para el desequilibrio nacional. Cuando hay suficiente orientación y el equilibrio es óptimo, la persona maneja. Cuando el equilibrio es precario, la persona aprende a manipular. El sano maneja, el que se daña manipula. Ayudemos con entusiasmo al comandante Arias Cárdenas a manejar la enfermedad que Chávez ha salpicado entre los más ingenuos de Venezuela... Él tiene muchisima autoridad moral porque advirtió al jefe que debía rectificar y solamente se alejó, cauteloso y recio, cuando perdió la esperanza y se sintió capaz de salvar a Venezuela de un zarpazo mortal. También tiene autoridad técnica: conoce el monstruo porque ha vivido muy cerca de sus entrañas. Sabe moverse con asepsia y con certeza. Tiene autoridad social ganada no solo como gobernador del Zulia, sino desde que era joven oficial en las guarniciones del país. No hay nadie en Venezuela en quien confluya tanta autoridad para dirigir el tratamiento y curar las heridas de este país. Saludemos su presencia sanadora...
Organización Mundial de la Salud - OMS - ICD-10 International Classification of Mental Health Diseases and Behavioural Disorders, Ginebra 1992
American Psychiatric Association - APA - DSM IV- Manual Diagnostico y Estadístico Washington D.C,1998
* 301.50 Desorden Histriónico de la Personalidad * 301. Desorden Narcisista de la Personalidad
Alberto Aranguibel, La doctora que vino de Harvard
María J. Bustamante es Doctora en Psicología. Educadora y psicoterapeuta. Especializaciones en Psicosociología (Universidad de París ) y en Psicología clínica y Salud Mental de la comunidad. (Universidad de Harvard) Licenciatura en la UCAB. Ha sido profesora universitaria en Harvard, la UCAB, la USB y profesora invitada en la Universidad de Los Ángeles y el IESA. Gerente del único programa de desarrollo del liderazgo que el Center for Creative Leadership —USA— realizó en Venezuela. Estudios de liderazgo y dinámica de los sistemas humanos. Consultora gerencial en Venezuela y en USA.
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