Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 19 de mayo de 2014

La lucha contra la injusticia y la barbarie también desfigura el semblante. También enronquece la voz. Pero no lo hago para hurgar en nuestras taras. Lo hago porque veo esa "inocente complicidad" usando todas sus artimañas aún y sobre todo hoy para impedir que lo mejor de nuestra sociedad, a la cabeza de la cual una juventud insobornable, se enfrente con coraje y lucidez a las taras que nos abruman y se haga a la tarea de reconstruir la Patria, rejuvenecer nuestras instituciones democráticas, abrir puertas y ventanas de asfixiados partidos políticos y nos permita llegar al final de nuestras vidas con el orgullo de haber logrado nuestra Segunda Independencia.

Dios y el diablo en la tierra del sol, la complicidad inocente

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Nuestro fuerte no es la conciencia moral. Como tampoco lo es la conciencia del tiempo. Acicate que en otras latitudes, no éstas de nuestros tristes trópicos, impulsa a agudizar el sentido moral dado el hecho más que trascendente que debemos enfrentar desde que arribamos al mundo de la conciencia y tomamos nota de dos hechos que, de asumirlos en serio, como en rigor se lo merecen, nos harían la vida verdaderamente insoportable: que somos mortales y que el tiempo que nos resta es nuestro bien más escaso. Que hay que aprovecharlo dejando huella de una vida ejemplar. De allí que las culturas fluctúen entre los dos extremos: aquellas como las nórdicas, germanas y anglosajonas, que cargan luto desde la infancia y para las cuales la conciencia de la muerte es el permanente acicate moral, y las nuestras, las latinoamericanas, pero particularmente las caribeñas, que no cargan luto ni en el momento de la muerte. Un filósofo argentino que viviera largos años entre nosotros me previno a los minutos de conocernos, yo recién arribado a estas tierras del Señor: Cuidado, que los venezolanos no se mueren, se les acaba la vida. Y la mayor de las veces ni se enteran. Es la insólita levedad de nuestro Ser: agotar el tiempo que resta sin otorgarle la más mínima importancia.
Frente a la condena del tiempo que resta: el atajo del inmediatismo. Y frente a la muerte, el atajo del olvido. Solo pesa, vale y conmueve el suceso, lo que acontece en este preciso instante, lo que no tiene más horizontes temporales que los que rigen los astros. Frente al espacio, mi entorno. La cultura del hic et nunc, que decían los romanos: del aquí y del ahora. Sé que parece infantil, y lo es. Tras todo venezolano sombrea un niño. Improvisar la respuesta al viejo desafío de responder a las inexorables e impostergables circunstancias no según planes, esquemas, bitácoras largamente estudiadas y planificadas, sino según el principio existencial del personaje de la telenovela que se nos convirtiera en manual de principio moral o "guía de perplejos", para emplear el luminoso título de la magna obra de Maimónides: Según yendo vamos viendo. Según vamos viendo, vamos siendo.
Estos principios de nuestro Ser y nuestro Tiempo - debo la realización de un seminario sobre el Ser y el Tiempo, para tratar la naturaleza del Ser de Venezuela y del Ser Ahí de nuestra caribeña existencia - han quedado patéticamente al desnudo desde el derrumbe de la República Liberal Democrática, frente a la cual debiéramos practicar el antiolvido y el permanente recuerdo de nuestras muertes - dos momentos de uno de los libros de memorias más importantes que he tenido la fortuna de leer, Conversaciones con Simón Alberto Consalvi, que Ramón Hernández, su autor, tuviera el acierto de titular Contra el olvido. Convertido, desde su primera lectura, en uno de mis libros de cabecera, junto a otro, de otras memorias tan importantes como las de Consalvi, escrito por Ramón Hernández al alimón con Roberto Giusti, cuyo protagonista no es otro que Carlos Andrés Pérez, susMemorias proscritas. En ambos se transparenta el pesar del fracaso político causado por esos dos defectos existenciales del venezolano, origen último de nuestras desgracias: la irresponsabilidad ante la inexorabilidad del acontecer, del morir como condena irreparable; y la liviandad del ser venezolano ante el compromiso moral. Sus dos taras existenciales: el olvido y la amoralidad, la irresponsabilidad y el inmediatismo.

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La experiencia propiamente existencial de las generaciones que han vivido el derrumbe de nuestra democracia es la de constatar la "complicidad inocente" de sus protagonistas. Todos los venezolanos, cual más cual menos, han vivido este derrumbe y caída a los infiernos sin tener, salvo muy contadas excepciones, conciencia del espanto que prohijaban, provocaban o permitían: nuestro crimen culposo ante el golpismo y la regresión a la barbarie. Cual más: desde luego y en primerísimo lugar los militares, dueños monopólicos de los instrumentos de la muerte y, por lo tanto, capaces y autorizados como para fijar la senda del comportamiento institucional, constitucional y legal de los ciudadanos. De entre ellos, no solo ni siquiera principalmente los cuatro comandantes golpistas y sus  mesnadas, algunos sencillamente mercenarios asesinos -uno ocupó la Presidencia de la República, otros son gobernadores, ministros o presidentes de nuestras más sagradas instituciones-, otros, simples compañeros de ruta entregados a los vaivenes de su inconsciencia. Uno de ellos recientemente asesinado, víctima de la ingobernabilidad que provocaran. Sino todo el Estado Mayor, el generalato, la oficialidad y desde luego el entonces ministro de Defensa, todos los cuales, más allá de toda certidumbre investigativa acerca de su responsabilidad causal de ambos golpes de Estado, ni siquiera consideraron la gigantesca y monstruosa gravedad de la felonía de sus subordinados el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992. De esos polvos...
Tras de ellos, cual más cual menos, el establecimiento político. Conjuntamente con intelectuales, periodistas, académicos, fiscales, jueces, y empresarios mediáticos -prensa, televisión y radio- y empresarios a secas. Esa nata rentista que ha sido incapaz de crear una élite productiva, autoconsciente y capaz de erigirse en el ariete inviolable de la defensa del mercado, la propiedad privada y la democracia, rompiendo su nefasta y perversa dependencia de las ubres de la vaca petrolera. Hasta el día de hoy: capitanes de industria, mercaderes y comerciantes echados a las puertas del Banco Central a la espera de las divisas que, como el oxígeno, les permite vivir más allá de las fuerzas de su propia iniciativa. Sin que sea posible olvidar que esa succión permanente de la renta petrolera los castra política, ideológica, culturalmente. Hasta hoy, con excepciones honrosas pero tampoco libres del todo, el empresariado venezolano ha jugado un papel nefasto en la alcahuetería de una dictadura beneficiada con la complicidad inocente de nuestras determinaciones existenciales.
Y junto a ellos, la clase política. Sin otro verdadero objetivo que alcanzar puestos en la administración pública: ser concejal, alcalde, gobernador y diputado de la República. Y en la cima del brillo especular de las utopías: la presidencia de la República. Por lo tanto, si no a las puertas del Banco Central, como el empresariado, echados al pie de las escalinatas del Consejo Nacional Electoral. Cautivos de las urnas y codiciosos del voto. Prontos a la claudicación de principios, si es que alguna vez los tuvieron, y a correr de un partido al otro en función del instrumento o la plataforma que les asegure conquistar el cargo al que aspiran. Que hace ya décadas olvidadas que los partidos dejaron de ser instrumentos del cambio social a través de principios rectores para convertirse en plataformas de la conquista de un corralito en la Hacienda Pública. ¿O alguien cree que corren de un Partido al otro por desavenencias ideológicas o desacuerdos de principios? Estoy dispuesto a negar todo lo dicho si alguien me demuestra que en Primero Justicia, en Acción Democrática o en Un Nuevo Tiempo se discute sobre ideas y proyectos, se vive al fragor de disputas democráticas internas o luchas de fracciones, se aspira a algo más que a enchufarse con el cogollo y recibir la santificación del dueño o administrador de la franquicia.

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Cuando digo "todos los venezolanos, cual más cual menos" por supuesto no excluyo al ciudadano de a pie, bautizado desde algún tiempo con el hegeliano epíteto categorial de "sociedad civil". ¿O nos olvidaremos que la barbarie alcanzó a sobrepasar la fantástica cifra de 90% de respaldo electoral? Solo la monstruosa sobre abundancia de recursos explica esa extraña simbiosis de civilización y barbarie que llevó a echar por la borda una Constitución que fuera la primera y única en nuestra historia, redactada por las mejores conciencias políticas y jurisprudentes de nuestro mejor pasado, que nos garantizara cincuenta años de paz, de estabilidad, de progreso para echarse en brazos del carnaval de la estulticia llamado "Proceso Constituyente", en el que para mofa inolvidable de nuestra "complicidad inocente" hubo folkloristas de cervecerías, cantantes de amaneceres llaneros en el Poliedro, viudas de cantautores de protesta, ex guerrilleros filo castristas, espalderos y sargentones, indigenistas de tres al cuarto, asaltantes de bancos, tinterillos, trashumantes políticos y otra caterva de personajillos de la picaresca nacional que no podían menos que empedrar el camino a los infiernos. Y que no habrían leído una Constitución en sus vidas.
Allí se fraguó el brutal asalto de la barbarie a la civilización creada a partir de los años cincuenta con la sangre, el sudor y las lágrimas de la mejor Venezuela - la humilde de la que provenía el mayor político de nuestra historia, Rómulo Betancourt, como la aristocrática de nuestro mejor mantuanaje, - así como académicos, juristas y luchadores sociales inolvidables, auxiliados por esa soberbia incorporación a nuestro torrente sanguíneo de españoles, portugueses, italianos, alemanes, polacos, cuya inmigración a nuestras tierras huérfanas de mano de obra especializada el dictador Marcos Pérez Jiménez tuviera la brillante idea de promover y llevar a cabo, para modificarle definitivamente la faz, el perfil y el carácter a la Venezuela desfondada por bochinches, caudillajes, dictaduras y montoneras.
Lo menciono no sin dolor. Brecht escribió un maravilloso poema dedicado a la Alemania nazi en que se quejaba por un hecho que sufrió en carne propia desde que saliera al exilio empujado por la barbarie hitleriana: la lucha contra la injusticia y la barbarie también desfigura el semblante. También enronquece la voz. Pero no lo hago para hurgar en nuestras taras. Lo hago porque veo esa "inocente complicidad" usando todas sus artimañas aún y sobre todo hoy para impedir que lo mejor de nuestra sociedad, a la cabeza de la cual una juventud insobornable, se enfrente con coraje y lucidez a las taras que nos abruman y se haga a la tarea de reconstruir la Patria, rejuvenecer nuestras instituciones democráticas, abrir puertas y ventanas de asfixiados partidos políticos y nos permita llegar al final de nuestras vidas con el orgullo de haber logrado nuestra Segunda Independencia. Mucho más ardua y más difícil que la primera, porque es la independencia ante nosotros mismos, ante nuestras propias taras y defectos. Que Dios nos ilumine.

El fin de la "Dictadura Perfecta"

Es una inmoralidad utilizar los propios recursos de la gente para doblegarlos

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ISABEL PEREIRA PIZANI |  EL UNIVERSAL
lunes 12 de mayo de 2014  12:00 AM
En el encuentro de Cedice, "La Libertad es el futuro", se escenificó un importante debate entre la socióloga mexicana Bertha Pantoja con estudiantes y personas interesadas en el futuro de Latinoamérica. El temazo era comparar los 70 años de gobierno del PRI en México -calificados por Mario Vargas Llosa como "la Dictadura Perfecta" no marxista- con nuestro presente, pretendidamente marxista.

La importancia de la autonomía de los poderes dio inicio al diálogo. Para nuestro asombro la socióloga Pantoja narró cómo los gobiernos del PRI, al igual que el chavismo entre nosotros, había logrado de forma certera castrar la independencia de los poderes. No existió durante la dictadura del PRI poder Legislativo, Judicial, Electoral con la fuerza requerida para garantizar los derechos de los mexicanos. Todos los poderes eran súbditos o vasallos del poderoso centralismo ejercido por los distintos presidentes mexicanos, y la gente convertida en ciudadanos sin defensas, tal como nosotros hoy.

La estrategia del PRI para mantener el respaldo popular fue otro de los temas de interés. Eran incisivos los estudiantes en su indagación: ¿Cómo el PRI logró ganar todos los procesos presidenciales desde 1929 hasta el triunfo de Fox en el año 2000, a pesar del fracaso económico y del crecimiento de la pobreza? Allí, Bertha Pantoja se esmeró en detallar la vinculación entre un poder electoral controlado por el Gobierno con la puesta en marcha del más poderoso sistema de subsidios conocido hasta el momento en América Latina. Un sistema que garantizaba una cierta satisfacción de necesidades básicas de la población y a la vez una creciente dependencia de los sectores populares al gobierno. Se recuerdan algunas consignas de la época: "La leche es poca y al niño le toca"; y el famoso programa de subsidios "El Pronasol" (Programa Nacional de Solidaridad Económica) ofrecido como impulsador de la ayuda mutua, el nacionalismo y el desarrollo social.

El punto para el PRI no era solucionar de raíz los problemas económicos, recalcaba Pantoja. Era otro muy distinto. Con su suave acento mexicano afirmó: "No era remediar la escasez de leche o resolver el porqué no lograban los productores mexicanos abastecer los mercados y así garantizar que cualquier ciudadano tuviese acceso libre a este producto indispensable para la población infantil". El enfoque del PRI era político: liderar el reparto de la leche como muestra de preocupación por los más pobres, sin satisfacer el problema económico de fondo. Con medidas y subsidios de este tipo el PRI aseguraba la sumisión de las masas al gobierno, al tiempo que se agudizaba la crisis económica.

Era asombroso constatar la semejanza entre la experiencia de la "Dictadura Perfecta" y los objetivos del sistema de subsidios venezolano, el cual -paradójicamente- es motivo de orgullo para nuestros actuales gobernantes, "Nunca antes se ha repartido tanto a los pobres", versión propagandística que oscurece el sometimiento de los sectores populares a la dependencia de los subsidios estatales y a su control político, en ausencia de la generación de reales oportunidades de acceso a niveles de vida que fundamenten sus proyectos de vida, sus aspiraciones y preferencias.

La conclusión era ineludible: tanto los gobiernos del PRI como el socialismo del siglo XXI (SSXXI) utilizan las transferencias a los pobres como instrumentos clientelares, expresión de fraudes sin precedentes perpetrados contra los pueblos. Es una inmoralidad utilizar los propios recursos de la gente para doblegarlos. El interés nunca ha sido liberar a las personas de la pobreza, sino convertirlas en base política de la "Dictadura Perfecta" o del SSXXI.

Al final, las preguntas clave: ¿Qué hicieron los mexicanos para quebrar la "Dictadura Perfecta"? Pantoja, de forma muy serena, recalcó: "Muy sencillo y muy complejo: fortaleciendo una férrea Unidad frente a la dictadura, creando conciencia sobre lo que significaba la pérdida de la libertad y acordando luchar por un gran objetivo: liberar el poder electoral". Sólo en 1997, por primera vez después de 68 años bajo el dominio del PRI, las elecciones fueron organizadas por un órgano independiente. El PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y la primera elección para jefe de gobierno de la Ciudad de México, de forma tal que la "Dictadura Perfecta" salió del poder tal como había entrado: por el voto popular.

Esperemos que nuestros tiempos sean mucho más cortos.

cedice@cedice.org.ve

@cedice

Tendremos remedio?

Terminamos formando parte de la rosca de la corrupción de una manera u otra...

CAROLINA JAIMES BRANGER |  EL UNIVERSAL
lunes 19 de mayo de 2014  12:00 AM
Me siento extraña e incómoda haciéndome esta pregunta. Yo, que he sido una fiel creyente de que los paradigmas se pueden romper, a cada instante me encuentro estrellada contra una realidad que no puedo soslayar: la falta de valores como sociedad. Y no es nada nuevo, ni exclusivo del chavismo. Viene desde muy atrás y se instaló para quedarse... "Si tienes tu chamba, no te preocupes", pareciera ser el lema.

Hace años, mi amigo el Rabino Pynchas Brener me dijo que "aquí la crisis, por encima de la política, económica, incluso de la social, es de valores". Por eso cuando veo a esos jóvenes que luchan por la democracia llenos de arrojo, mística y entusiasmo, con esa valentía que para los pelos de punta, me viene a la mente la pregunta... ¿Valdrá la pena su sacrificio, o habrá que hacer maletas y dejar que la corrupción se termine de llevar esto?

Cada semana es peor que la anterior. Ésta me tocó ir, por distintas diligencias, a dos instituciones del Estado. En ambas, a pesar de que en sus paredes colgaban afiches de "nuestro servicio es gratuito, denuncia al corrupto", todos sabíamos que denunciar no haría más que entorpecer la obtención de lo que necesitábamos. Sobre todo después de que una enfurecida señora ante la insinuación del funcionario de que se "bajara de la mula" rompió sus papeles de la desesperación, los llamó "ladrones" y la respuesta fue una sonora carcajada.

En la otra oficina, otro funcionario nos indicó que "el servicio supuestamente se hace por la página web, pero como no funciona, te lo hacen unos chamos en el "cyber" que está más allaíta por una módica suma"... Calculé el monto de lo que ganaba "el chamo" que cobraba la "módica suma" y me dio Bs. 60.000 mensuales... Nada mal, ¿verdad?... Si eso es en la puerta de un ministerio, me imagino en los pisos superiores los negocios que se hacen...

Pero no solo son quienes gobiernan. Aquí la corrupción es un mal generalizado y aceptado por buena parte de la sociedad. Estamos tan podridos en todas partes y en todos los niveles, que terminamos formando parte de la rosca de la corrupción de una manera u otra. "No le voy a pagar al chamo", le dije a mi hija. Me alegró que estuviera de acuerdo conmigo. Pero cuando nos fuimos, había una cola de gente que decidió pagarle. ¿Tendremos remedio?... Solo el tiempo lo dirá... 

@cjaimesb

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