El madurismo: ¿última etapa del chavismo?
El Nacional 15 DE NOVIEMBRE 2013 - 01:58
Unos dan como autor de la frase a Fernand Braudel, otros a Marc Bloch. Como los dos fueron historiadores -quizás los más grandes de la moderna historiografía francesa- la frase puede ser de los dos sin que ninguno hubiera querido plagiar al otro. Suele suceder. La frase es: "Hay que estudiar al pasado como si fuera presente y al presente como si fuera pasado". Frase que sintetiza el exacto sentido de la vocación historiográfica.
Estudiar el pasado como presente significa ponerse en el lugar en que ocurrieron determinados hechos interpretando a sus actores de acuerdo al tiempo en que ellos vivieron, muy diferente por cierto al del historiador. Estudiar al presente como pasado significa por su parte, tomar cierta distancia respecto a hechos que están ocurriendo. Luego, investigar si entre ellos existe alguna articulación a fin de dilucidar si estamos o no frente a esas cadenas relacionales a las que los historiadores denominan "procesos". Esa es precisamente la operación que he intentado realizar con respecto a los últimos acontecimientos de Venezuela. Así pude darme cuenta de que muchos de ellos solo pueden explicarse en el marco de un proceso histórico ya en parte constituido. Me refiero al que está llevando al modo de dominación chavista a su fase terminal. Los síntomas son evidentes.
Antes que nada he de dejar claro que no escribo "modo de dominación" por azar. Pues a diferencias de lo que fue el chavismo en sus orígenes, un movimiento social populista y después, un gobierno popular y militar, bajo Maduro el chavismo ya no es un movimiento, ni siquiera es un gobierno populista, e incluso, menos que un gobierno parece ser cada vez más una simple jefatura.
El chavismo bajo Maduro, o madurismo, es un modo de dominación en el que predomina la razón militar por sobre la lógica política. En cualquier caso ya no se trata de una democracia. De lo que fue tal vez una democracia solo quedan las elecciones a las cuales Maduro -al fin y al cabo castrista- otorga muy pocas simpatías
Importante es destacar que el chavismo después de las elecciones del 15A ha experimentado una metamorfosis, es decir, ha mutado su carácter político y social. Esa metamorfosis es un factor decisivo tanto para el análisis político como para las tareas que esperan a la oposición democrática.
Por de pronto hay que precisar de que ya no estamos hablando de un gobierno de mayoría absoluta sino de uno de mayoría relativa (y muy relativa).
Cuando más Maduro representa a la mitad del pueblo.. Si a la mitad más grande o a la más chica, se verá en los comicios del 8D. De modo que mientras Chávez era representante de un pueblo y medio, Maduro es uno de medio pueblo. Aspecto cuantitativo de enorme importancia ya que bajo esas condiciones Maduro porta consigo un notorio "vacío de pueblo".
Chávez, no es un misterio, logró unir la dimensión populista con la militarista. Maduro en cambio, sin ser militar, es cada vez menos populista y cada vez más militarista. Maduro es el jefe civil de un régimen tendencialmente militar, y por lo mismo, muy poco político. Por lo demás, la militarización del madurismo se veía venir desde el mismo momento en el cual Maduro asumió sus funciones.
Ya desde los primeros discursos del mandatario quedó claro que su objetivo era destruir el lenguaje político, tarea comenzada por Chávez. No solo renunció a cualquier tipo de dialogo con la oposición, además redobló las andanadas de degradantes insultos que hicieron famoso a su predecesor.
Si tenemos en cuenta que la política es antes que nada lenguaje político, renunciar al lenguaje político es renunciar a la política. Y bien, ¿qué sucede cuando en un país ya no imperan condiciones políticas? La respuesta es evidente: imperan condiciones pre-políticas.
Venezuela bajo Maduro ha experimentado una regresión al mundo pre-político (no secular) de la historia.
En el mundo pre-político las relaciones interhumanas son regladas de acuerdo a usos religiosos y violentos. Esos dos usos son también los que rigen las relaciones establecidas por Maduro con sus ciudadanos. A los suyos les ofrece una religión oficial, una mescolanza de atávicas supersticiones con cultos paganos pseudocristianos destinados a realzar la eternidad de Chávez. A sus contrarios, que para Maduro son enemigos, solo les ofrece guerra.
La religión y la guerra son constantes de las alucinaciones que periódicamente experimenta Maduro. Por eso los adversarios no son para Maduro contradictores políticos. Son, en el exacto sentido del término, "infieles". A los que no creen en la nueva religión, la chavocristiana, ha declarado Maduro una "guerra santa": Una Cruzada.
Maduro vive la política como Cruzada. Sus enemigos son para él la representación del mal sobre la tierra. La trilogía del mal estampada en las figuras de María Corina Machado, Leopoldo López y Henrique Capriles es el testimonio no tanto de perturbaciones personales sino de un político que ha regredido a los umbrales del mundo pre-político: el de la superstición, el de la religión idolátrica y por cierto, el de la guerra santa.
Las alucinaciones de Maduro son objeto de burla mundial. Casi no hay país en donde la gente no carcajee gracias al presidente que duerme al lado de la tumba de Chávez, del aparecimiento del rostro de Chávez en las estaciones del Metro, y por cierto, del pajarito piador y de la multiplicación de los penes. No obstante, si uno analiza con cierto rigor psicoanalítico dichas alucinaciones, puede ver que ellas expresan una concepción anti-política de la vida. Tomemos a modo de ejemplo las dos más famosas: La del pajarito y la de la multiplicación de los penes.
Chávez como pajarito es sin duda la réplica herética de la aparición del Ave (paloma) de la Anunciación, vale decir el Espíritu Santo. Eso significa que Chávez apareció como pájaro ante Maduro para señalar que su Espíritu lo acompaña.
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