Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

miércoles, 23 de marzo de 2011

En medio de la historia fundacional el hombre que más sabe sobre Valencia: Don Oswaldo Feo Caballero. e historias de la misma

La ciudad la hacen también sus gentes, por eso alterno mi historia
con la presentación de
un caballero que admiro y respeto mucho, el hombre
que más sabe de Valencia.





De Azules y de Brumas (Notas y Relatos del Cronista)
Homenaje a don Oswaldo

Artículo publicado en la página A-4 del Diario El Carabobeño de Fecha: 04/08/08



El domingo pasado, nuestra Sociedad Amigos de Valencia, muy bien dirigida por la profesora Subdelia Páez de Sevilla, le realizó un hermoso homenaje a ese gran caballero valenciano que es OSWALDO FEO CABALLERO. Varias facetas loables tiene la personalidad de Oswaldo: él fue animador de la sociedad valenciana, especialmente en el sector de La Pastora, donde fue un activador de la vida social organizando acontecimientos como La Cuadrilla Valenciana, mitad espectáculo, mitad acto social, en la cual tuvieron participación destacados valencianos como el inolvidable Pedro Enrique Peraza, legendario locutor de La Voz de Carabobo.

En una ocasión, nuestra iglesia matriz necesitó fondos para ser restaurada y Oswaldo formó parte junto con otros ilustres valencianos de la ópera española “Marina”, para reunir los fondos necesarios para dicho procedimiento. Hay por cierto una anécdota, según la cual Oswaldo reclamó a un personaje femenino en la ópera su comportamiento (según el libreto). Oswaldo resbaló en ese momento y ambos cayeron al piso del escenario. La valenciana que hacía el papel femenino le dijo a Oswaldo: “No es para tanto”. El público, en cambio, creyó que formaba parte este hecho de la ópera y aplaudió con mucho entusiasmo, comentando: “¡Qué realismo!”.




Son muchas las actividades positivas que Oswaldo ha desarrollado durante su meritoria vida. Una de las más importantes fue su labor en pro de los inmigrantes, ciudadanos llegados al país buscando una nueva vida después del desastre de la Segunda Guerra Mundial. Sería largo narrar las diferentes actividades de Oswaldo para ayudar a los inmigrantes, que con su ayuda encontraron un nuevo camino en nuestro país. A esto se refirió durante el acto de “Amigos de Valencia” el amigo Roosna, actual cónsul de Estonia en Valencia. En su brillante discurso, Roosna se refirió a esta ayuda y a la importante cooperación de Oswaldo, que le abrió el camino a muchos de los inmigrantes. Por ejemplo, se les preguntaba a los inmigrantes qué actividad tenía. Uno dijo “violinista”. Oswaldo inmediatamente buscó a su pariente, el profesor Esteban Caballero, destacado artista de la Orquesta Sinfónica Venezuela, y le pidieron una audición. Como resultado, el violinista fue incorporado en calidad de primer violín para la Sinfónica.

Sería muy largo enumerar todas las actividades de Oswaldo, incluso su labor como historiador y practicante de la estadística. Por razones de espacio concluiremos aquí, pero, acogiendo una idea del señor Cabello Calvo, diremos que Oswaldo merece, y así lo propondremos, la distinción de Doctor Honoris Causa de nuestra universidad.


Don Oswaldo Feo Caballero clama porque la ciudad y sus instituciones asuman una posición de defensa ante las decisiones del Concejo Municipal “que está desconociendo, borrando a Valencia de la historia de Venezuela”.

“Con estos concejales, que ignoran nuestra historia, ¿a dónde vamos a parar? ¿por qué tanto odio, discriminación, contra Valencia y sus ciudadanos? Los que sienten, aman a esta ciudad, parece que somos muy pocos porque nos estamos haciendo cómplices de todo esto, actuando como si no estuviese sucediendo nada”.

A sus 89 años y manteniendo una lucidez extraordinaria, Oswaldo Feo Caballero es uno los pocos valencianos autorizados por su conocimiento de la historia de la ciudad, que expresa su rechazo a las decisiones del Concejo Municipal “que, en forma inconsulta, eliminó el escudo, el himno y la bandera del municipio y ahora va en contra de ciudadanos ilustres”.

Feo Caballero vuelve a alzar la voz ante la pretensión de quitarle a la parroquia el nombre de Miguel Peña, con la excusa de que no fue un revolucionario sino el causante de la separación de Venezuela de la Gran Colombia, y el de Arturo Michelena al museo que debería funcionar en la antigua sede del Club Centro de Amigos, frente a la plaza Bolívar.

“Ese es un disparate más. ¿Por qué, cuáles son las razones, a quién se le ha consultado para desconocer a Miguel Peña, que defendió junto con el general José Antonio Páez, la soberanía de Venezuela? interroga el historiador.

El Museo Arturo Michelena

Feo Caballero está también en contra de la propuesta de cambiarle el nombre de Arturo Michelena por Club Centro de Amigos al museo creado en la casona que fue la sede de este club frente a la plaza Bolívar.

“Ese fue un club de gente muy pudiente, que dejó pocos aportes a la vida cultural de Valencia. En cambio, Arturo Michelena no es sólo el pintor más brillante nacido en Valencia sino una de las glorias de las artes de Latinoamérica, por lo cual sería otro disparate desconocerlo quitándole su nombre a lo que podría ser un museo”, advirtió Feo Caballero.

Para crear el Museo Arturo Michelena, el ex alcalde de Valencia Francisco Cabrera ordenó el rescate de la antigua sede del Centro de Amigos que estaba a punto de desplomarse, luego de haber sido saqueada. No obstante, habían quedado magníficos muebles y una lámpara de cristal (araña) en el salón principal, que fueron restaurados por especialistas.

El museo bautizado Arturo Michelena fue inaugurado en abril de 2007 con la exposición “Arturo Michelena y el arte del siglo XIX, un patrimonio recuperado”. El proyecto de museo no continuó porque no fue dotado de colección propia. En la casona se realizan los ensayos de una orquesta juvenil.

Prócer de la Independencia

Miguel Peña promovió la separación de Venezuela de la Gran Colombia, una vez que el gobierno instalado en Santa Fe de Bogotá mantenía a nuestro país como una provincia colombiana, a la que le negaba sus derechos civiles, políticos y sociales.

José Antonio Páez promovió el movimiento llamado La Cosiata que concluyó con la celebración de una Asamblea Nacional Constituyente presidida por Miguel Peña, que declaró capital a Valencia y aprobó la Constitución de 1830 para que Venezuela continuara como república soberana e independiente, de acuerdo a los principios consagrados en la primera Constitución nacional en 1811.

En reconocimiento a sus méritos, don Oswaldo Feo Caballero en representación de instituciones de Valencia propuso a la Asamblea Legislativa la creación de la parroquia Miguel Peña que ocupa 200 kilómetros cuadrados y cuenta con cerca de 500 mil habitantes.La parroquia fue creada el 4 de agosto de 1971.

3 septiembre 2010

Guillermo Mujica Sevilla || De Azules y de Brumas

Personaje de la historia valenciana: Don Oswaldo Feo Caballero

Cuando usted busque en Valencia a un caballero en toda la extensión de la palabra, recto y fino de presencia, pequeño en estatura, pero grande en el intelecto y en el corazón, pobre en riquezas materiales, pero inmenso en riquezas espirituales, ese es don Oswaldo Feo Caballero.

En él persiste viva y actuante, la caballerosidad de los viejos tiempos. Se diría, como dijeron una vez de una gran artista, que Dios lo ha puesto a él en estos tiempos, justamente para que las gentes actuales sepamos cómo era y es un caballero en tiempos en donde la caballerosidad era costumbre y era ley.

Además, deberíamos agregar, Oswaldo es un caballero íntegramente valenciano. Porque en él vive el espíritu de la Valencia que ha sido su vida, su pasión cultural e histórica, en la cual no esté presente en cuerpo y alma continuamente y nervio motor de muchos actos en pro de nuestra historia valenciana.

Hablar de Oswaldo me llevaría cualquier cantidad de tiempo hacerlo y muy seguro estoy de que me quedaría muy corto en expresar la cantidad de méritos logrados durante tantos años transcurridos, llenos de un arduo trabajo, sacrificios y también bondades por doquier de este gran amigo.

Muchas cosas vividas por él, encantadores aspectos de la vida valenciana están presentes en su mente y en su corazón. Parte de esas vivencias que se quedaron corta con el transcurrir del tiempo, están marcadas en su libro: “Crónicas valencianas” (1989), donde en prosas amenas nos habla, por ejemplo, de la historia de los ferrocarriles valencianos. Historia que hoy duerme en la nostalgia de las viejas casas del Rectorado, y en los melancólicos vagones del “Parque Humboldt”.

También su actuación noble y humanitaria junto a un grupo de destacados valencianos durante la época de la Segunda Guerra Mundial, y años posteriores (1945-1947), mucha gente tuvo que salir de Europa, en busca de nuevos horizontes, donde rehacer su vida. En julio de 1947 llegaron a Valencia los primeros setenta inmigrantes (polacos, ucranianos y croatas) y fueron alojados en una casa que era de don Luis Branger; donde ahora se encuentra el Centro Comercial Camoruco (Av. Bolívar). Ahí estaba Oswaldo, junto a Luis Eduardo Chávez, las hermanas Gómez y otros destacados valencianos, pusieron en acción la campaña “Un bolívar para el inmigrante”.

Pero llegó la creatividad del amigo Oswaldo el “Gran Caballero” y hace que nazca el “Centro Excursionista Valencia” el 14 de enero de 1953, en La Pastora, en la casa de doña Emilia Uzcátegui, viuda de Caballero. Destacados caballeros y nobles damas acompañaron a Oswaldo en la creación de esta laboriosa pero hermosa empresa. Desde entonces son muchos los caminos y montañas de Venezuela que han sentido los pasos de esos eminentes valencianos. Hasta nuestro imponente Pico Bolívar, en dos oportunidades (fecha cuatricentenaria de la ciudad, sesquicentenario de la Batalla de Carabobo), llevó al Centro Excursionista el espíritu valenciano.

Preferidos por ellos el Parque San Esteban, nuestro hermoso parque carabobeño, con su hoy viejo “Camino de los Españoles”, lleno de parajes deslumbrantes donde acompañado del canto de los pájaros con sus trinos alegres y melodiosos, incitaban a imitarlos en esos momentos. Valencia recibió con mucho regocijo y amor, la naturaleza que nos había dado un jardín y pulmón esplendoroso, que permitiera a todos los valencianos a disfrutar de él por siglos y siglos.

Oswaldo el “Gran Caballero” estará siempre muy alegre, por haber logrado durante su larga y fructífera vida, vivir tantas emociones y éxitos conseguidos, los cuales quedarán imborrables en la historia valenciana.

Oswaldo, Valencia y nosotros los valencianos te felicitamos por tus “noventa años de feliz existencia”, y estamos muy orgullosos, de haberte tenido como protector y defensor de toda nuestra historia, de esa gloriosa Valencia en la cual hemos nacido y vivido.

Antonio Herrera Toro y el Teatro Municipal de Valencia
Natalia Díaz Peña

El Teatro Municipal de Valencia fue declarado como monumento histórico nacional desde el 2 de diciembre de 1964 debido a "su valor arquitectónico, realzado por el valor artístico de las pinturas del grande artista Antonio Herrera Toro"

El Teatro de Valencia dentro del proyecto de modernización de Guzmán Blanco.

Construido por iniciativa de Antonio Guzmán Blanco, con la intención de inaugurarlo bajo las festividades del centenario del Libertador, la realización de los planos del teatro fue encargada en 1879 al ingeniero Navas Spínola, quien muere repentinamente, ocasionando una de las tantas causas de la larga espera de su edificación, finalmente inaugurado en 1894.









Entre las razones de levantar un teatro en Valencia, además de ser entre todas las ciudades de Venezuela la más favorecida por las atenciones del gobierno de Guzmán Blanco (después de Caracas), también jugó un papel importante su tradición escénica. Gracias al estudio de Luis Cubillán podemos conocer la primera actividad teatral en Valencia, un ensayo en casa de doña María de Carrillo, registrada en 1720 a través del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Valencia, sin referencia al nombre de la pieza o el autor. Seguramente debió ser extranjera, porque según Manuel Pérez Vila y Olga Santeliz Cordero, la obra más antigua escrita por un autor venezolano es "Venezuela consolada", de Andrés Bello, estrenada en Caracas en 1804, la cual es una pieza breve en la cual participan tres personajes alegóricos: Venezuela, el tiempo y Neptuno.

Una de las historias que se repiten con mayor simpatía en Valencia es la práctica teatral del general José Antonio Páez, quien montó en su casa de habitación "Otelo" de Shakespeare, donde actuó como personaje principal. A partir de aquí son diversos los lugares que sirvieron de teatro durante el siglo XIX en Valencia: el Teatro del Coronel Celis, el Teatro del Mercado, el Teatro de Zoilo Hernández, el Teatro de Víctor Villanueva y el Teatro de Martínez y Guzmán.



SE REINICIA LA CONSTRUCCION DEL TEATRO DE VALENCIA

En 1887 se decide continuar el proyecto de edificación del teatro, bajo la presidencia de Hermógenes López con la participación del ingeniero Núñez de Cáceres y del arquitecto Antonio Malaussena, cuyo diseño fue inspirado en el esquema del Teatro de la Opera de París, de Charles Garnier, inaugurado unos treces años antes y gozaba de merecida fama. El reinicio de las obras contó con la participación del escritor e historiador Francisco González Guinán, ministro de Relaciones Interiores, conocido también por sus actividades periodísticas al frente del diario local "Voz pública" y sus inclinaciones teatrales, al ceder su casa de habitación para la interpretación de la zarzuela "Las Amazonas". Las decoraciones y bambalinas fueron pintadas por Arturo Michelena, quien siguió la costumbre familiar, tal como fue la intervención de su abuelo Pedro Castillo en la escenificación de las obras que se hacían en la casa del general Páez.









La participación del pintor Antonio Herrera Toro en la decoración del teatro pudo realizarse debido a la extraordinaria bonanza económica que vive Venezuela por el alza del precio del café durante el gobierno de Raimundo Andueza Palacios. Además de la vinculación del artista con el presidente Guzmán Blanco, quien le otorgó becas para estudiar en París (1875) y luego en Roma (1876), y su cercana relación personal registrada en diversas correspondencias, o como el hecho de compartir juntos la celebración de la Navidad de 1879.



ANTONIO HERRERA TORO EN EL TEATRO MUNICIPAL DE VALENCIA

Antonio Herrera Toro llega a Valencia en 1891, tenía dieciséis años de ausencia de su ciudad natal. Instaló un taller de pintura en la calle Marte No. 41, donde también trabajaba el artista Anselmo Uzcátegui. A través del diario local "Voz pública" (julio 1981), conocemos el perfil del taller: se ejecutarán toda especie de retratos fotográficos, al óleo, al creyón y "trabajos de pelo". El 21 de septiembre del mismo año comienza a realizar el plafond del actual Teatro Municipal de Valencia, el cual culmina el 17 de febrero de 1892. Seguidamente es nombrado director de Edificios y Ornato de Poblaciones y Vías de Comunicación y Acueductos, y paralelamente publica sus poemas en "El Cojo Ilustrado".

Para la realización del decorado del plafond, una estructura radial ubicada por encima de la sala principal, con forma de cúpula achatada de 16 metros de diámetro, Antonio Herrera Toro divide el círculo en tres áreas. En la primera, del centro hacia afuera, aparecen medallones con retratos de los cuatro famosos dramaturgos del siglo XVII: Shakespeare, Calderón, Moliäre, Goethe; y los cuatros músicos célebres del siglo XVIII: Rossini, Beethoven, Meyerbeer, Auber. En la siguiente franja circular se representa de forma alegórica la personificación de la Pintura, la Comedia, la Tragedia, la Danza, la Poesía y la Música, unidas entre ellas por guirnaldas de frutas y flores. El uso de la alegoría era un tema frecuente a finales del siglo XIX, el cual venía de la tradición grecorromana, en personificar ideas abstractas por medio de la representación de figuras humanas. Según la historiadora de arte Marian Caballero, llama la atención que estas alegorías hayan sido representadas con niños junto a putti, y no a través de una figura femenina como indicaba la tradición. Herrera Toro había estudiado decoración mural en Italia hacia 1880, donde quizás pudo conocer el famoso fresco para Santa María Novella, donde el pintor florentino Andrea da Firenze, con un sentido ordenador y decorativo a la vez, ubicó las personificaciones de las Artes Liberales y de las Ciencias Teológicas con sus respectivos representantes históricos. Finalmente en la franja externa culmina con una serie de arcos ojivales en cuyos centros destacan nombres de figuras emblemáticas como: Byron, Lope de Vega, Bellini, Andrés Bello, Dumas, Breton, Gluck, Moratín, Goldoni, Larra y Donizetti. Como dato curioso, aparece la sombra del autorretrato de Antonio Herrera Toro dentro de los semicírculos por donde se asoman amorcillos, cestas de flores y frutas y en uno de los extremos cercano al escenario.



JOAQUIN CRESPO CEDE EL TEATRO A LA CIUDAD DE VALENCIA

Después de haber sido concluido el plafond, la construcción del teatro con su respectiva dotación de mobiliario en 1892 y bajo el gobierno de Raimundo Andueza Palacios, estalla la Revolución Legislativa y las tropas invaden el teatro. Dos años más tarde son reparados los desperfectos ocasionados durante la administración del presidente Joaquín Crespo, quien decide transferirlo a la municipalidad de Valencia. Desde entonces es llamado Teatro Municipal de Valencia, antiguamente llamado "Teatro López" por la promoción que recibió del gobernador Hermógenes López. Hoy es considerado una de las más importantes edificaciones de su tipo en Venezuela, la cual se encuentra bajo el resguardo de la Fundación Teatro Municipal de Valencia, bajo la administración de la Alcaldía de Valencia

Salvador Montes de Oca

El Obispo Mártir
Luis Cubillán Fonseca

Monseñor Dr. Salvador Montes de Oca fue obispo de Valencia desde el 20 de mayo de 1927 hasta el dos de enero de 1935. En aquellos tiempos era el Congreso de la República la corporación que designaba una terna que enviaban a la Santa Sede para que escogiera el futuro obispo; siempre se hacía del conocimiento de la Santa Sede de qué lado estaban las preferencias del jefe de Estado. Juan Vicente Gómez al oír la edad del nuevo obispo dijo: "Pero si es un niño...!", pero sin embargo, dejó correr el nombramiento.



Valencia esperaba que el nuevo obispo, sucesor de Monseñor Granadillo fuera un carabobeño. Montes de Oca provenía de lo más acrisolado de la antigua ciudad de Carora, lo que en principio causó cierta molestia; la ciudad desde el mismo momento en que lo conoció, comenzó a quererlo con verdadera simpatía. El Obispo se preocupó desde el principio de su pontificado por las familias de los presos de Gómez. Relata la gran poetisa venezolana Beatriz Mendoza Sagarzazu, hoy señora de Luis Pastori, que el Obispo estaba pendiente de su familia que había quedado como huérfana, pues el padre se encontraba en las mazmorras de Puerto Cabello; lo mismo hacía con otras de las familias que sufrían la horrible dictadura del tirano. Pronto el nuevo obispo se convertiría en un personaje incómodo para el gobierno del dictador. Entre los muchos ejemplos que podemos relatar sobre este apostolado valiente y singular, podemos referirnos a las visitas que hizo a los universitarios presos en el Castillo Libertador de Puerto Cabello, al final de las cuales hablaba en tono enérgico contra la dictadura, y el día cuando soltaron a los jóvenes presos estaba a la puerta del castillo, y en su automóvil condujo a varios de ellos hasta Valencia, entre ellos se encontraba Andrés Eloy Blanco, quien refirió el suceso en la Asamblea Constituyente de 1947.



Fue muy famoso el caso de Mariño, un señor descendiente del prócer; se le acusó de distribuir propaganda comunista, fue detenido por la policía y llevado a los sótanos de la Casa Páez -sede en aquel momento de la Policía de Valencia-. Allí lo torturaron inmisericordemente, hasta que el preso expiró. La Policía declaró que el señor Mariño se había ahorcado con las trenzas de sus zapatos. El Gobierno mandó el cadáver ya en la urna a la casa de habitación de los familiares con la orden de que nadie registrara el cadáver, para lo cual pusieron guardia permanente. A la medianoche, una de sus hermanas notó que del pecho brotaba sangre, le abrió la camisa, y pudo ver horrorizada que el cadáver tenía el pecho destrozado! Inmediatamente lo comunicó a los demás miembros de la familia y de allí se regó por los cuatro costados de la Plaza Bolívar a toda la ciudad: La Policía había asesinado a Mariño! Al saberlo Monseñor Montes de Oca, ordenó los preparativos para hacerle "exequias de vara alta", así denominaban los entierros solemnes. Al saberlo el secretario general de Gobierno, se comunicó con el Obispo manifestándole que por tratarse de un suicida la Iglesia no podía rendirle entierro cristiano.



Montes de Oca continuó los preparativos, y al día siguiente estaba en las puertas de la Catedral revestido de negro para oficiar las exequias de Mariño, las cuales representaban un desafío abierto al régimen; el pueblo interpretó y se solidarizó con el gesto de su obispo. Comenzó a andar la procesión hasta el cementerio, precedida por los ciriales; los hombres que acompañaban masivamente el triste desfile a cada cierto tiempo se detenían, se agachaban y hacían el gesto de amarrarse las trenzas de los zapatos. Valencia entera protestaba el asesinato de Mariño, señalando al régimen por su responsabilidad en aquel asesinato!



Nuestro inolvidable compañero don Torcuato Manzo Núñez refiere que un día un vendedor ambulante de radios visitó al Obispo, y trataba de hacerle ver las ventajas de tener un radio, el cual lo mantendría informado de las noticias del país y del mundo; Montes de Oca dejó discurrir al vendedor, y para cerrar el diálogo le dijo: "Señor, le agradezco su atención en querer que yo posea un radio; pero es el caso, señor, que allí sólo se puede oír lo que el General Gómez quiera...!".



Uno de los más graves problemas que enfrentó el Obispo fue el de una señora cuyo marido la quiso entregar a un alto personero del gobierno, la condujo engañada hasta la morada del funcionario, y luego de una ligera conversación, le dijo: "Fulana, quédate con el señor, mientras yo voy a una diligencia..." Una vez solos el funcionario y la inocente señora, éste quiso sobrepasarse; la aturdida mujer salió dando gritos y llegó al despacho del Obispo. -"Monseñor, mi marido me quiere entregar a fulano!, yo con mi marido no vuelvo, yo me quedo aquí", y le explicó la terrible circunstancia en que se encontraba. Monseñor la tranquilizó, y la llevó para depositarla en la casa de sus padres. Y no podemos dejar este relato sin hacer mención del problema de la expulsión de Monseñor. Una honorabilísima dama, muy amiga por cierto de mi madre, y a quien yo también tuve el honor de conocer, decidió aceptar por esposo al gobernador de Valencia, quien la cortejaba; el problema surge, pues el funcionario era divorciado. Aquello en aquel tiempo fue algo insólito; el padre de la novia rogó al Obispo, quien era íntimo amigo de la aristocrática familia, para que intercediera ante la muchacha para que rechazara al pretendiente. La muchacha se mantuvo en sus trece y procedió al matrimonio.



Montes de Oca se sintió herido, y escribió una carta en su periódico episcopal en la cual condenaba el matrimonio con divorciados, aprovechando para echarles al general Gómez y a varios de los integrantes del gabinete, quienes mantenían queridas, lo cual no era el caso de la señorita de Valencia.



EL EXILIO

Decidió Montes de Oca llevar su escrito al Diario La Religión, el cual tenía cobertura nacional reducida; la pastoral resultó una bomba. Regresaba Montes de Oca de Caracas, adonde había ido a llevar su escrito, cuando fue detenido en la carretera de Los Teques y embarcado inmediatamente en un vapor que casualmente salía hacia Trinidad. Comenzaba el exilio!



Se había acumulado por parte de la dictadura un deseo de venganza que, para deshacerse del prelado, tomaba como excusa algo nimio. El divorcio estaba consagrado en las leyes venezolanas y éste era el punto sobre el cual atacaba el régimen. El arzobispo de Venezuela, Rincón González, se dirigió a Maracay, a parlamentar con el zorruno general. êste dijo que él no tenía nada en ese asunto, que el presidente de la República era el doctor González, y que él pensaba que la "carne de cura indigesta" y por lo tanto se mantendría al margen del suceso. Creyó el general engañar a la historia, hoy y ayer todos sabemos quién mandaba. No se movía una paja sin la orden del hombre de La Mulera!



Valencia lloró el destierro del obispo amado, luego se le permitiría regresar, siempre y cuando escribiera enmendándose de lo dicho. Montes de Oca se mantuvo firme, tuvieron los facilitadores que escribir una nota que en definitiva no era una rendición, y fue cuando lo dejaron desembarcar. Valencia, Carabobo entero, se reunió para recibirlo en triunfo y entre aquella inmensidad de gentes tomó el micrófono y dijo: "Como decíamos ayer...!".

Reverón sembró su corazón en Valencia
Arnaldo Rojas

-¡Nunca más volveré a Valencia!

La sentencia fue acompañada de un intenso llanto, mientras arrugaba el papel entre sus manos, como queriendo borrar la noticia que portaba. Sus compañeros de la Academia no salíamos del asombro. Generalmente, cuando llegaban cartas de Valencia para Armando, éste estallaba de alegría; incluso, improvisaba pequeños pasos de baile, antes de abrir el sobre. Esta vez no fue así.

Corría el año 1917, que sería infausto y definitivo en la vida de nuestro apreciado compañero. Esperaba con ansiedad aquella carta, sin saber que la misiva le guiñaba el ojo a la desgracia: notificaba la muerte de su amada Josefina.

Valencia era vista por nosotros, sus compañeros, como la tierra prometida: Armando siempre nos hablaba maravillas de su ambiente, sus paisajes, su río, su gente, sobre las raíces que había echado allí, porque en esa tierra la luz llegó a su vida.

Por ello, Armando no perdía oportunidad de viajar a Valencia para reencontrarse con esa luz añorada. Era tanto su afán que lo llamábamos El Valenciano. Esto dio origen a creerlo nativo de la tierra del Cabriales.

Las pinceladas del recuerdo esbozan una infancia fuera del hogar materno, para ser criado en el seno de la familia Rodríguez Zocca, amigos de sus padres, en la muy valenciana barriada La Pastora. La pareja tenía una hija: Josefina, pero igual prodigaban cariños al pequeño Armando, quien asumió a "Fina" como su hermana. Tan es así que, en 1902, Armando sufre la fiebre tifoidea y, tras su curación, cae en un período de regresión durante el cual comparte con Josefina la afición por el juego de muñecas.

(Mucho tiempo después recuperaría ese espacio de juegos y muñecas en su refugio de Macuto).

Como era de esperar, los Rodríguez se mostraron preocupados ante el comportamiento de Armando, pero notaron que se trataba de una actitud evasiva: el niño creaba su propio mundo de fantasía, donde se refugiaba en compañía de su hermanita. Fueron lo suficientemente comprensivos para sobrellevarlo y respetar sus juegos. Al poco tiempo, el niño recuperó la "normalidad" sin abandonar sus paraísos artificiales, que también Fina disfrutaba en perfecta complicidad.

El idilio familiar, especialmente con Fina, repentinamente se vio roto, cuando un día de 1904 apareció la madre de Armando, Dolores Travieso, quien decidió tenerlo de nuevo consigo. Así fue como Armando volvió a Caracas.

Entre mis tesoros más preciados se contaba uno de sus primeros dibujos: una figura diciendo adiós perdida en el paisaje. Nos habíamos conocido en la Academia de Bellas Artes, donde ambos nos inscribimos en 1908. Los paisajes y el adiós eran obsesivos en sus bocetos iniciáticos. Luego comprendí que la separación de Valencia y de Fina marcó una profunda huella en su alma.

El maestro Herrera Toro, director y profesor de la Academia de Bellas Artes, tenía en gran estima a Armando, no sólo por su talento excepcional:

-El joven Reverón y yo compartimos una pasión común: la pintura y Valencia, mi ciudad natal llegó a comentar el maestro en alguna oportunidad.

En 1909, cuando los alumnos de la Academia de Bellas Artes nos declaramos en huelga contra el maestro Herrera Toro, éste, en medio del sabor amargo del momento, sintió un gesto de lealtad por parte de Armando, ya que su firma no aparecía en el documento suscrito por los alumnos rebeldes.

Lo que realmente no sabía el maestro Herrera Toro era que Armando aprovechó la circunstancia de la huelga para volver a Valencia y reencontrarse con su querida hermana. Esta visita la inmortalizó Armando en su cuadro "Josefina tejiendo en el jardín de su casa".

Luego vinieron sus viajes por España y Francia. Regresó al país a mediados de 1915 y siempre fiel a su gran amor por Josefina, no se conforma con las cartas y el año siguiente la visita de nuevo para buscar su luz en Valencia.

¿Quién podía imaginar que dos años después las sombras caerían sobre aquel enigmático amor? ¿Que al leer aquella carta su vida daría un giro inesperado?

Lo cierto es que Armando nunca más sería el mismo. El resto de la historia es bien conocido: después lo convirtieron en Armando Reverón, el personaje. Vinieron el litoral, el castillete, los oportunistas, las muñecas, la locura, o más bien la cordura de hacerse el loco ante tantos artificios. Su fobia por el vértigo de la ciudad. Su borrachera de luz, su delirio final hasta extinguirse como la llama de una vela.

Todo esto vino a mi memoria cuando ocurrió la tragedia de Vargas. La historia me la contó un venerable anciano que conocí en La Guaira, atraído por las pinturas que decoraban su choza. Mientras me hablaba de los cuadros, muchos de su autoría, echó al vuelo sus recuerdos para referir que fue amigo de Reverón, su compañero de estudios, e incluso de pensión. Con el sabor de la anécdota, me despedí, con la intención de volver. Pero, tiempo después, los sucesos del deslave fueron como el trazo de un nombre en la arena: vienen las olas y se lo llevan. Así desaparecieron el castillete de Reverón y quizás aquel viejo testigo. Sólo me resta invocar su imagen fantasmal y aquella leyenda salida de sus labios. Tantas especulaciones en torno a los misterios que rodearon la obra de Reverón y tal vez su obsesión indescifrada fue esa luz llamada Josefina, atesorada en Valencia y multiplicada en los destellos fugitivos de sus telas.



Un puente que cambió el rumbo de Valencia
María Inés Ferrero Velásquez

Sobre la calle Colombia, se encuentra un puente que probablemente en más de una oportunidad pase inadvertido, pero que al referirse a historia tiene mucho que contar. Se trata del Puente Morillo, una construcción que data del año 1818.

Precisamente para hablar de esa semblanza, conversamos con la arquitecto Sara Atiénzar, quien tiene a su cargo los proyectos de restauración del casco histórico de la ciudad de Valencia.

Relata Atiénzar que en plena época de la Independencia, mientras Valencia estaba tomada por los Realistas, el Mariscal de Campo Don Pablo Morillo, se encontraba por estos predios, recuperándose de una lesión sufrida en batalla, pero su tiempo de reposo no sería desperdiciado, entonces decide hacer algunas obras importantes en la ciudad, con el fin de mejorar su aspecto "Morillo permaneció durante tres años en la ciudad, período que aprovechó para acomodarla. Hizo este puente, bautizado con su nombre, lo cual constituyó una construcción importante desde el punto de vista arquitectónico y funcional, porque antes se tenía que vadear el río para llegar a nuestra ciudad, pasar por donde era más bajo, de manera que la comunicación con Caracas era azarosa: si el río estaba crecido, había que esperar a ver como se pasaba, así que el puente vino a facilitar la comunicación entre Valencia, los Valles de Aragua y Caracas" apuntó la arquitecto.

Pero quizás lo que muchos no conocen es que esta obra ordenada por Morillo, fue construida por prisioneros patriotas, inclusive, como dato curioso, allí trabajó el General Uslar, antepasado del doctor Arturo Uslar Pietri, familia que por cierto, posteriormente se quedó viviendo en Valencia y a quienes se deben los nombres de algunas calles de esta urbe.

Cuenta el cronista de Valencia, Dr. Guillermo Mujica Sevilla, en el tomo II de su libro "De Azules y de Brumas", que el puente en cuestión figura en fotos de la Valencia de antaño e incluso en postales que rezaban "Valencia, su río Cabriales y su puente Morillo", convertidos para entonces y por qué no para siempre, en imágenes emblemáticas de la ciudad.

Sin embargo, más de cien años han sido suficientes para que el puente haya sufrido daños y por consiguiente remodelaciones. Siendo una de las más notables la realizada en la época del presidente Cipriano Castro, momento para el cual la edificación se encontraba prácticamente en ruinas, de manera que se inicia su reparación y una vez culminada, se le quiso cambiar el nombre por el de Puente Restauración; sin embargo, la tradición prevaleció y en nuestros días se conserva su nombre inicial.

Es importante señalar que el puente que tenemos ahora, no es igual al original, pues el actual es obra del arquitecto Malaussena, quien en una de las restauraciones de finales del siglo XIX, y siguiendo instrucciones de Guzmán Blanco, quien lo tenía como el "hacedor" de todas sus obras, le indicó repararlo, pero más que eso, fue modificado en su estructura inicial, haciéndose probablemente más afrancesado, tal como era el gusto del mandatario en cuestión.

Con esta antesala, es indudable que Morillo, durante su convalecencia en nuestra ciudad dejó como legado varias obras; en principio, el puente que lleva su nombre, luego, pero no menos importante, la gran idea de sacar el cementerio de la ciudad, mudándolo de al lado de la Catedral hacia la zona del cerro de La Guacamaya, de igual manera el empedrado de las calles, así como también una segunda torre para nuestra basílica, de manera que por siempre será recordado por su interés en el progreso de la ciudad.



DE LA EVOLUCION Y EL URBANISMO

Si bien a partir del Puente Morillo, las comunicaciones de Valencia con los Valles de Aragua y Caracas se hicieron mucho más fluidas, también es importante destacar dos aspectos relevantes para el posterior desarrollo de la ciudad, en principio mencionar tal como lo revelan los estudios realizados por la arquitecto Atiénzar, que el patrón de crecimiento fue perfecto. Se utilizó la cuadrícula, es decir, empezando con una plaza principal en donde deben converger las calles que conducen hacia los caminos principales, dejando siempre espacios libres que prevean las ampliaciones a futuro.

Asimismo, no puede dejarse de lado la importancia del ferrocarril, que bien puede catalogarse como un desarrollador de la ciudad, que para entonces crecía a pasos agigantados, dado que además, había bonanza económica.

Como se sabe, existían dos sistemas de trenes, uno que iba hacia Puerto Cabello, obviamente fundamental, y otro que se dirigía hacia Caracas, operados por dos compañías diferentes, la inglesa y la alemana.

La estación que partía hacia el puerto se ubicaba en donde está el Rectorado y la otra, con destino a la capital, en lo lo que es el Parque de los Enanitos. De esta manera, puede afirmarse que es con los ferrocarriles cuando empieza el desarrollo industrial de Valencia, en un sitio que no es la zona que conocemos ahora como tal, sino en un recodo de lo que se llamaba La Quinta que ahora correspondería a las cercanías del viejo terminal. Es allí donde se iniciaron las primeras industrias, muy artesanales e incipientes, por supuesto, basadas en todo lo relacionado al ganado, como velas y curtidos de cuero, por ejemplo. Además, vale destacar que una de las estaciones ferroviarias llegaba a esa zona industrial, lo cual facilitaba el traslado de los empleados.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, comienzan a usarse otros patrones de crecimiento, enfocados hacia las afueras. Ese llamado urbanismo de los suburbios viene importado de Inglaterra y Estados Unidos, y es entonces cuando se empiezan a hacer asentamientos hacia diversas zonas aledañas, refiere Atiénzar.

Igualmente apuntó que Guzmán Blanco, conocido por el legado que dejó en Venezuela en cuanto a urbanismo se refiere, tenía un concepto muy particular sobre toda la arquitectura tradicional venezolana, pues le parecía muy pobre, pueblerina, y es por esta razón que trató de modernizar las ciudades como Caracas y Valencia quitándole en principio los aleros a las casas porque a su juicio eran muy rurales y decorándolas para hacerlas parecer más mundanas, neoclásicas y con ese toque francés que tanto le atraía y que Malaussena comprendía y ejecutaba con maestría.

Así, entre curiosidades y recuerdos, llegamos al final de este relato, que como siempre, cuando de historia se trata, los temas se vuelven apasionantes, eternos, reviven en cada palabra escrita o pronunciada, convirtiéndose en verdaderos tesoros que afortunadamente seguirán permaneciendo vigentes en el tiempo.





Cruzadas de Libertad

Quizás muchos habitantes de Valencia, desconozcan la historia que encierra la Estatua de la Libertad que tenemos entre nuestros bienes y es que según cuenta la arquitecto Sara Atiénzar, mucho ha sufrido esta pieza, desde las mudanzas que parecen mantenerla en una eterna cruzada, hasta los azotes que terminaron por "desfigurarla" propinados por afectos al gobierno.

En principio, vale indicar, que esta estatua es un regalo de la ciudad de Nueva York, copia exacta de la misma edificación erguida en la Gran Manzana y hecha incluso de la misma forma, con una estructura metálica adentro, tal como la hizo Eiffel y una lámina finísima de cobre por fuera que es lo que le da forma, por eso ha sido tan difícil restaurarla, pues fue maltratada de tal manera que hasta uno de los brazos fue arrancado. En este momento aún se encuentra en pleno proceso de reparación.

Apuntó Atiénzar, que inicialmente, en el año 1895, la efigie estuvo ubicada en la Plaza Sucre, frente al Capitolio, allí, lucía muy bien -asegura la entrevistada- pues ésta es una estatua urbana, es decir, concebida para ser admirada de cerca. Sin embargo, ya para 1930, inicia su peregrinaje, dirigiéndose a la calle Colombia, en San Blas, posteriormente y tan sólo seis años más tarde, la trasladan a la avenida Bolívar, frente al Rectorado, pero la historia por supuesto no acaba allí y para 1958 es nuevamente mudada aunque en los mismos alrededores del Rectorado.

Como si cuatro mudanzas no bastasen, en 1977 pasa a formar parte de la ornamentación del parque Humboldt y unos diez años después, se ubica en el distribuidor San Blas, lugar en el que permaneció hasta hace muy poco,antes de ser víctima de un terrible "atentado" y donde por cierto no lograba lucirse en lo más mínimo.

En opinión de Sara Atiénzar, la obra una vez restaurada debe regresar a la Plaza Sucre, en principio porque hay el espacio físico para hacerlo. "Sería ideal", advierte, además, porque esa plaza siempre tiene vigilancia y allí estaría bien de escala, cuidada, dentro de la ciudad y en definitiva, a estar donde ella pertenece.

De cómo nuestra ciudad casi fue la primera con alumbrado eléctrico en Venezuela

Cuando el invento de Edison iluminó a Valencia
Mariela Amaro

Un presupuesto mal calculado y quizá un retraso burocrático le costaron a Valencia, a finales del siglo XIX, la primicia de ciudad venezolana con alumbrado eléctrico, a pesar de haber sido pionera en la firma de un contrato para tal fin, el 10 de noviembre de 1887.

Entre la fecha de esta iniciativa y la auténtica puesta en marcha del servicio, dos años después, pudo pasar que otras localidades nacionales de cierto empuje lograran alcanzar este sueño de modernidad antes que nosotros. Maracaibo, Mérida y hasta Ciudad Bolívar se disputan aún ese primer lugar.

Con relación a este punto, tomamos referencia de un reportaje dominical publicado en el diario Panorama, el 29 de septiembre de 2002. En él, Enio Meleán se apoya en datos recogidos por el joven historiador Esteban Velásquez y hace mención, también, a una publicación aniversaria de Enelven. Afirma que el 24 de octubre de 1888 Maracaibo se convirtió en la primera ciudad venezolana con servicio eléctrico "continuado" y la segunda en Latinoamérica, después de Buenos Aires. La responsabilidad del servicio había quedado establecida en un contrato firmado en junio de ese mismo año -a propósito del centenario del prócer regional Rafael Urdaneta- con el comerciante Jaime Felipe Carrillo, quien viajaba constantemente a Nueva York y conocía de los avances que en materia de alumbrado eléctrico había logrado Thomas Alva Edison.



SESENTA LAMPARAS

Estudiosos del tema de la electrificación de Valencia como Néstor Torres Pérez -quien estuvo 15 años en la jefatura del Archivo del estado Carabobo, es miembro de la Asociación de Escritores e individuo de número de la Academia de la Historia del estado Carabobo- nos orientaron al respecto con detalles reveladores, extraídos de distintas fuentes, tanto primarias como secundarias. Básicamente, documentos tomados del Registro, ediciones de la Gaceta Municipal y citas de libros, como "Carabobo histórico y pintoresco", de Miguel Colombet.

En sus gentiles declaraciones nos comentó que Francisco González Guinán, en "Tradiciones de mi pueblo", recoge que en 1887 el Gobierno Nacional decidió dotar de luz eléctrica a una serie de ciudades del país. Hermógenes López era presidente de la República y González Guinán, ministro del Interior (ambos carabobeños). Ellos indicaron a las empresas contratadas que empezaran por Valencia, "y por allí arrancaron", manifiesta.

El documento inicial se firmó el 10 de noviembre de 1887, con Mr. Miguel Dooley, representante de la compañía American Telephone Co. "Pero se comenzó a ejecutar y el Concejo Municipal, al parecer, no cumplió con su compromiso de irle pagando semanalmente, se atrasó y también se atrasó la instalación de la luz. Este contrato debía ser ejecutado en 6 meses, eso es lo que probablemente confunde a Valencia como la primera ciudad que tuvo luz eléctrica".

El convenio contemplaba la instalación de sesenta lámparas de luz eléctrica en los puntos más importantes, ubicados en la llamada cuadrícula citadina, señalados por el Concejo Municipal, "y el resto de la ciudad con el mismo número de lámparas de kerosene que existen actualmente en los barrios adonde no llegue la luz eléctrica" -según apuntaba el documento- por un monto de 6 mil bolívares mensuales.

Pero el asunto es que el 8 de junio de 1888 llegó a Valencia el superintendente general de la mencionada empresa norteamericana, Theodore W. Tyrer, encargado del suministro de máquinas, postes y demás materiales necesarios para hacer realidad el contrato, y le expuso directamente al presidente del Concejo la imposibilidad de ejecutarlo. "Estoy convencido de que Valencia necesita de una luz buena y segura; y no querrá que la compañía le suministre una mala, o que perdiendo dinero quiebre, como está actualmente sucediendo en Maracaibo. La compañía no puede comprometerse a suministrar luces de kerosene, porque ése no es ramo de sus negocios; ni puede producir los sesenta focos de la luz eléctrica por la cantidad que Ud. convino en pagar al señor Dooley", expuso, junto a una lista detallada de los gastos.

Finalmente, la negociación se cerró el 9 de julio de 1889, tomando la última oferta del gringo, en los términos expuestos por él: "Puedo suministrar 60 focos de luz de arco de la intensidad de 1.200 bujías cada uno, desde las seis y media de la noche hasta las dos de la madrugada, por la cantidad de 7.200 bolívares mensualmente; y por cada hora más después de las 12 a.m. a razón de 400 bolívares por mes cuando así tenga a bien disponerlo la Municipalidad". Y de acuerdo a testimonios de cronistas -según Torres Pérez- el encendido oficial se llevó a cabo el 22 de septiembre de 1889, "lo que hace pensar que para la firma de este segundo contrato, ya todas las instalaciones estaban más o menos listas".

De allí en adelante sucedieron muchos inconvenientes con el Concejo Municipal. De repente, la planta paraba la luz porque no le pagaban, y hasta estuvieron en juicio para rescindir el contrato. Estos constantes cortes eléctricos estimularon a muchos carabobeños, inclusive de Puerto Cabello, a ofrecer los servicios de instalación de luz eléctrica.

El 22 de septiembre de 1904, Carlos Stelling registra una empresa llamada Stelling y Cía., y el 10 de noviembre de ese mismo año el representante de la Thomson Houston International Electrics Company -dueña para la fecha de la American Telephone Co.- anuncia al Concejo el traspaso a los señores Stelling y Cía. de "todos sus derechos en la planta eléctrica de esta ciudad y la acreencia que dice tener la compañía contra esta Municipalidad; remite adjunta la cuenta especificada, montante a Bs. 50.564, 94".

Con esta venta -y como bien asegura nuestro entrevistado- "ya pasa la iluminación eléctrica a manos de la gente radicada en Valencia, pasa a manos de los valencianos y desde ese momento tiene menos problemas el servicio". Sin embargo, la gente comenzó a exigir cada vez con más derecho y ahínco que le cambiaran la luz de kerosene por la eléctrica. Es muy interesante ver en los Archivos del Concejo Municipal cómo las comunidades, los barrios, peleaban por este asunto -acota Torres Pérez- "póngame la luz, aunque sea de kerosene" y después iban por la segunda etapa que era la luz eléctrica. Es muy interesante revisar estos datos porque los problemas que se presentaban eran muy similares a los de ahora, con la diferencia de que era una pequeña población, porque en los campos la gente no pensaba sino en iluminarse con velas.



ELECTRICIDAD PARA TODOS

Una nueva etapa en la prestación del servicio se inicia en 1913 con la incorporación, en el negocio de la electrificación de Valencia, de Guillermo Degwitz y Ernesto Branger, quienes ofertan instalar la luz a las casas de familia. Se dice que la rivalidad comercial era tanta entre ellos y Stelling, que si uno establecía una tienda en un lugar, el otro la montaba enfrente. Por décadas, ambos se disputaron la prestación del servicio eléctrico.

Del contrato fijado entre la Municipalidad y Guillermo Degwitz se pueden extraer los artículos que mejor ilustran las condiciones del servicio autorizado, como el cuarto de ellos, donde queda bien claro que el contratista "se compromete a dar luz eléctrica a los particulares al precio máximo de dos bolívares mensuales por cada foco de filamento metálico de fuerza lumínica de dieciséis bujías 'Heiner' y los de mayor y menor potencia a precios proporcionales. Los suscriptores por más de ocho focos pueden usar medidores con aparato mecánico y pagarán a cincuenta céntimos de bolívar por cada kilovatio hora".

Continúa dicho artículo haciendo referencia al suministro de la energía para las industrias, usos domésticos o científicos, en cuyos casos y "en las horas hábiles del día se cobrarán a razón de quince céntimos de bolívar por kilovatio-hora, siendo las horas de trabajo de seis y media de la mañana a doce del día y de una a cinco de la tarde, pero también puede cobrar fijo, sin medidor, a razón de un bolívar por cada caballo de setecientos treintiséis wates por las dichas diez horas de trabajo y por cada día, haciendo excepciones de los domingos y días de fiesta nacional que no se suministrará energía para usos industriales, sino en caso de muy urgente necesidad comprobada y a precios convencionales". Inmediatamente después de firmado este convenio, Degwitz y Branger registraron, en 1915, la Compañía Anónima de Electricidad "La Cumaca". Pero previo a la generación de energía, firmaron convenio con Josefina Cazorla de Agudelo, Tomás Lago y Vicente López, dueños de las fincas La Cumaca y La Josefina, en San Diego, para usar las aguas de los ríos localizados allí para la generación de electricidad. En el convenio quedaron obligados a dotar de luz eléctrica a San Diego, lo que lo convierte en el primer pueblo de Carabobo con luz eléctrica, después de Puerto Cabello.

"La Cumaca" se une posteriormente a Hidroeléctrica El Pao, y comienza a llamarse Pao-Cumaca, en 1944. En 1945 promueve una suscripción pública de mil acciones, a mil quinientos bolívares cada una; y en 1965 se reúnen los accionistas de esta empresa y aparece como su principal accionista la Corporación Venezolana de Fomento, "lo que nos dice que las acciones vendidas en 1945 las compró el Gobierno. En esta reunión cambia de nombre a Compañía Anónima Electricidad de Carabobo. Como presidente aparece el Dr. Antonio Cárdenas Becerra, funcionario de la CVF", cita Torres Pérez.

Y para nada sorprende tener conocimiento de la constante competición entre estos dos grandes grupos inversionistas de la industria y el comercio regional. La presencia de uno sirvió siempre de estímulo para la mejora de los servicios del otro. Aún están vivos sus esfuerzos. La original firma que diera luz eléctrica a las calles de Valencia se transformó, con el paso de los años, en la moderna empresa Electricidad de Valencia, Eleval. Y de aquella que se estableciera en 1915 con el nombre de Compañía Anónima de Electricidad "La Cumaca", pasó a ser una empresa del Estado venezolano, registrada desde hace un buen tiempo como Eleoccidente, parte de la electrificadora nacional Cadafe.





"Póngame la luz, aunque sea de kerosene"

La primera luz pública de Valencia se ubica en 1836, con bombillos que usaban manteca de puerco, aceite y agua. Una segunda etapa comienza en 1864, al irse iluminando la ciudad con kerosene; y la tercera -ya comentada suficientemente en este trabajo- en 1889, cuando vino la luz eléctrica. No obstante, hasta bien entrado el siglo XX, alrededor de 1945, parte de la ciudad se alumbraba con luz eléctrica y parte aún con kerosene, esta última iluminación administrada directamente por el Concejo Municipal.

En cada sesión de este organismo se trataba algo del tema, ya que al instalarse la luz eléctrica en las calles céntricas, empezaron los sectores marginales a pedirla. "Las actas están llenas de solicitudes y protestas. San Blas, por ejemplo, luchó que dio tristeza para que le instalaran su luz eléctrica", expresa el entrevistado.

A continuación, algunos ejemplos recogidos de distintas sesiones del cabildo:

31 de diciembre de 1888, al considerar una solicitud del señor Lorenzo Escorcha, el Concejo sancionó el siguiente acuerdo: "que se conteste al señor Escorcha para que continúe prestando el servicio de alumbrado público de esta ciudad hasta tanto se establece definitivamente el eléctrico, aumentándosele la asignación en 400 bolívares mensuales".

10 de septiembre de 1889, el Concejo resuelve "que se conteste a los peticionarios de San Blas que el Concejo accede a su solicitud y que tan pronto quede establecida la luz eléctrica en la parte de la ciudad que para ellos por ahora está designada, se procederá a resolver la colocación de los faroles que han pedido".

Oficio del señor Mariano Espinal hijo dirigido al jefe municipal, excitándole para que haga al señor Pablo F. Arocha, en su carácter de apoderado de la compañía contratista, el cargo correspondiente por el pésimo servicio de alumbrado eléctrico, ya que requiere que éste manifieste por escrito los motivos de las interrupciones e irregularidades de que adolece el mencionado servicio, a fin de que someta a Concejo la consideración y resolución de este importante asunto.

14 de enero de 1893, "el presidente puso a consideración del cuerpo la necesidad en que estaba el Concejo de proveer alumbrado de los barrios y en consecuencia el diputado Iribarren propuso que se excite por la prensa a la licitación del alumbrado de los barrios por kerosene, durante 185 horas en el mes, distribuidas según las fases de la luna, de cuyos datos se informará el propio proponente en secretaría".

22 de noviembre de 1898, "se recibe una carta del encargado de alumbrado por kerosene en los barrios de la ciudad, cobrando la suma de 172,50 bolívares gastados en la completa reparación y aumento del alumbrado que está a su cargo y pidiendo se ordene el pago de los 12 faroles instalados en Pueblo Nuevo que excede del número que le corresponde alumbrar".

No hay comentarios: