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Estatua de La Libertad,1953.
http://www.notitarde.com/portadas/ediciones/aniver/aniver2004/puente.html
Ahí les dejo la Bandera de “Valencia” de verdad que no se en donde tienen el gusto estos chavistas.
Allí se lee: “Signo rodado con las estampillas conmemorativas del Cuatricentenario de la ciudad de Valencia del Rey celebrado en el año de mil novecientos cincuenta y cinco.”
Detalle del verdadero escudo de Valencia del Rey (Carlos I de España y V de Alemania) para la fecha de la celebración del Cuatricentenario de su fundación. Como fue fundada un 25 de marzo, dia que la Iglesia Católica celebra como el de “La Anunciación de Nuestra Señora” esta ocasión su unió a su nombre oficial que era “Nuestra Señora de la Anunciación de Nueva Valencia del Rey”. Lo anterior explica que en su escudo aparezca representado el momento de la Anunciación de Nuestra Señora por el Arcángel Gabriel.
Desde un punto de vista heráldico es el escudo con mayor nobleza de cuantos existen en Venezuela inlcuso por encima del escudo de Venezuela.
El escudo de Valencia posee la Corona Imperial correspondiente al Sacro Imperio Romano Germánico y al Imperio Español; el Águila bicéfala propia de la Casa de Austria (Habsburgo) que reinaba en España al momento de la fundación de la Ciudad de Valencia; las Columnas de Hércules elemento heráldico que también ostenta el Escudo de España y el collar de la Orden del Toisón de Oro, originaria del ducado de Borgoña; todo ello para orgullo y honra del gentilicio valenciano.
Pergamino conmemorativo al Cuatricentenario de Valencia del Rey pintado para tal ocasión por mi tio Antonio de Diego de la Rosa.
"Centro Histórico de Valencia. Estudio especial", 1998.
El centro urbano de Valencia pasó de hermoso a monstruoso
Lunes 26 de Junio de 2006
Si la Virgen existe tiene que ser tan bella como la imagen de la Virgen del Socorro de Valencia”. Es una frase de Alejandro Oliveros, que nos conmovió durante una entrevista, pospuesta durante décadas, con este amigo tan admirado por la profundidad de su poesía y por su don de saber vivir con elegancia.
Albricias!, porque ha sido una oportunidad para que este profesor de Arte y de Literatura Inglesa reitere su preocupación y melancolía por la destrucción que se hizo del centro de Valencia, con el visto bueno de su Concejo Municipal.
Acompañados de su muy estimada esposa Aileen, sostuvimos una larga conversación que lamentamos no reproducir completa por limitaciones de espacio, por lo cual fue doloroso dejar fuera anécdotas y detalles que forman parte de la tradición cultural valenciana.
- La Fundación para la Cultura Urbana publicará, a finales de este año, el libro Valencia Cenital, al igual que el de Caracas. El ensayo histórico literario te ha sido encomendado. ¿Cuáles aspectos abordas de esta ciudad que tanto amas?
- A mí me encomendaron para ese libro un ensayo histórico, literario, con impresiones autobiográficas sobre la ciudad de Valencia, considerando que su centro urbano tiene un deterioro, como un cáncer que cada día avanza con su ímpetu destructor.
- Aunque reconozco que el alcalde Paco Cabrera le ha prestado atención a varios de los síntomas, uno se da cuenta de que el tratamiento no ha sido suficiente y que la enfermedad prosigue.
- Por otra parte, las clases más cultas de la ciudad optaron desde hace tiempo por alejarse hacia el norte, en vez de enfrentar la descomposición urbana que hay en el sur, de las clases que han sido olvidadas, preteridas por la asistencia oficial.
- La ciudad ya está llegando a Las Trincheras y no precisamente por una explosión demográfica, o por una necesidad de extenderse hacia el norte, sino que es como una huida, sin darse cuenta de que, algún día, el sur va a atrapar al norte para llegar al mar, después del cual no hay sino agua.
¿Viviste tu infancia en pleno centro de Valencia. ¿Cuáles son tus recuerdos de aquellos tiempos?
- Me siento orgullosísimo de haber vivido mis primeros años muy cerca del centro de Valencia. Nací en una casona que tumbaron para hacer el Gran Hotel Valencia frente al bar Las Cibeles, en la avenida Bolívar. Al año me llevaron para la esquina de Gato Negro, a dos cuadras de la plaza Bolívar.
- En 1955 nos mudamos a la urbanización Los Sauces, un desarrollo de viviendas clase media, bien organizado con sus canchas deportivas, con un jardín precioso, una plaza con un diseño extraordinario, una barbería atendida por unos italianos. Allí fueron los primeros contactos con mi ciudad fuera de las paredes de mi casa. Entonces el norte era un suburbio. Los caballos andaban a orillas del río, todo estaba rodeado de haciendas ganaderas.
¿Esa experiencia es la que aparece en tu libro “Espacios”, en la que recuerdas a tu madre Alicia López con su devoción por la Virgen del Socorro?
- La catedral quedaba muy cerca de la esquina de Gato Negro. Uno de mis primeros recuerdos es de las procesiones de Semana Santa, especialmente del Viernes Santo, a las que iba con mi madre, que siempre fue muy devota de la Virgen del Socorro. Esa imagen es tan bella que, si la virgen existe, tiene que ser así.
¿Eres devoto de la Virgen del Socorro?
- En momentos difíciles, cuando la vida se hace estrecha y uno tiene que orar y acudir a recursos del más allá, siempre me he dirigido a la Virgen del Socorro para que interceda. Y lo ha hecho.
- Los recuerdos de la Semana Santa se quedaron en mí, me impregnaron esa instancia, esos olores a misa, la música de banda seca, que acompañaba a las procesiones con pesadísimas imágenes alrededor de la plaza Bolívar. El olor a incienso que remite al misterio profundo de lo religioso, del mito en una posible vida en el más de allá.
Observo tanto en tu poesía anterior como en tu presencia mucha nostalgia por el patrimonio arquitectónico y por el río Cabriales.
- Nunca pensé que mi ciudad natal se iba a transformar de una cosa tan hermosa -por su provincianismo- en esta cosa amorfa, monstruosa, inorgánica que es el centro de Valencia.
- El primer síntoma fue la absurda y estúpida demolición del palacio municipal, frente a la plaza Bolívar. “Cuando una ciudad se da ese lujo, impunemente, de destruir su patrimonio, debe haber algo que funciona muy mal. Recuerdo que el criterio que utilizó la cámara fue que el edificio no era suficientemente viejo como para ser conservado. Fue un golpe al corazón de la ciudad, para convertirlo en un estacionamiento sórdido.
- Desde que el gobierno municipal le hizo eso al casco urbano de la ciudad, cualquiera le puede hacer lo que quiera a los parques, a los montes, a los ríos, a los puentes.
- Nunca pensé que el deterioro iba a ser tan grande. Imaginé que el inesperado desarrollo del norte vendría acompañado con un desarrollo del sur. Si en el sur está la zona industrial era lógico que la ciudad fuese acercándose. Eso no se atendió y la ciudad se escapó al norte en una carrera loca .
- Y eso ocurrió en tiempos de la democracia, porque en 1955, con motivo del cuatricentenario, la ciudad se estaba desarrollando con un criterio urbano de racionalidad, patrocinado por el presidente Pérez Jiménez, que se rodeó de los mejores arquitectos del país. El trajo a Valencia a los mismos profesionales que colaboraron en la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas. No sólo Carlos Raúl Villanueva, sino arquitectos más jóvenes como Fruto Vivas.
- Los españoles establecieron que el desarrollo de Valencia debía ser de este a oeste. En la plaza Bolívar, el Libertador señala el oeste. Hasta pasada la primera mitad del siglo XX, había correspondencia. El tranvía que iba de la estación Inglesa (donde está el Rectorado) a la estación Alemana (parque de Los Enanitos) nos unía con Caracas y le daba organicidad al desarrollo. No se podía escapar ni el sur ni el este del desarrollo. Esos dos polos garantizaban que el desarrollo iba a ser coherente para que la ciudad creciera de manera redonda. Pero desaparecieron.
- Cuando se observa la ciudad desde arriba, en helicóptero, se aprecia que el norte de la ciudad ha sido organizado con gracia. Pero, cuando bajas al sur, te encuentras con otra ciudad. Porque Valencia creció tanto hacia el sur que, esa parte, es diez veces más grande que lo correspondiente al norte, incluyendo a La Entrada.
¿Cuál es tu juicio del “Canto a Valencia”, de José Rafael Pocaterra, leído por él como discurso de celebración de los 400 años de la ciudad, en 1955?
- Yo estuve allí con mi mamá, en la plaza Bolívar. En ese hermoso canto, que transmitieron por radio, Pocaterra se dejó llevar más por la emoción. Era comprensible, estaba enfermo y estaba consciente de que era su última visita. No es objetivo, desde el punto de vista histórico. Y, desde el punto de vista poético, de la imagen, está lleno de lagunas y de irregularidades.
- Es comprensible, Pocaterra era un narrador. Los poemas que había hecho no eran buenos. Pero es el texto más hermoso que se ha escrito para Valencia, aun con todas las limitaciones que tiene un poema de esa extensión, hecho por un escritor que no es un gran poeta.
- Esto no nos debe doler decirlo. Más bien, debemos reconocerlo. Porque pretender, como se hacía cuando uno era chiquito, hacer creer que ése es un gran poema es un engaño, una falacia. Es un canto, pero eso no garantiza que es un gran poema.
¿Se puede considerar a Gerbasi como poeta de Valencia?
- Vicente nació en Canoabo, en los valles altos carabobeños, de una geografía con una vegetación extraordinaria, que es el paisaje de su infancia.
- Si hay grandes poetas en Venezuela, lo que nadie duda, entre los primeros está Vicente Gerbasi. Es una de nuestras voces mayores del continente y de la lengua castellana. Yo me siento muy orgulloso de haberle conocido.
¿A Eugenio Montejo en qué posición lo colocas?
- Es una poesía que nos honra. Y nos honra que Eugenio, a su paso por la ciudad de Valencia, haya hecho tanto por la ciudad no sólo como poeta sino como intelectual, como estudiante, formando parte del primer grupo de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, acompañado a su primer director Manuel Feo La Cruz, Angel Ramos Giugni, Juan Sánchez Peláez, Teófilo Tortolero.
En estos tiempos de crisis, ¿cómo analizas el panorama de la poesía en Venezuela?
- Esa pregunta me gusta y siempre respondo con lo mismo. En la Revista Zona Tórrida, de la Universidad de Carabobo, acabamos de publicar una selección de quince cuentistas estupendos, extraordinarios, nacidos a partir de 1960. El mayor tiene 46 años y el menor debe andar por los 28. Algunos en formación, otros formados como Alberto Barrera, mi alumno.
- Me preguntaba si sería posible conseguir quince poetas, nacidos a partir de los años 60, tan notables como los narradores. Nos pusimos a sacar la cuenta, con Javier Lasarte y López Ortega, y nos costó llegar a quince.
- Lo que te quiero decir con esto, es que hay una revitalización de la Narrativa. En cambio, la Poesía, en su calidad y en su cantidad, queda un poco disminuida. En Venezuela lo mejor que se escribe en este momento en Poesía -me encanta decirlo- lo están haciendo las mujeres: Yolanda Pantin, Patricia Guzmán, Blanca Stropponi y unas más jóvenes como Gabriela Kisser, Carmen Verde, una poeta iluminada.
¿Fue una necesidad o un snobismo tu dedicación a la poesía inglesa?
- Cuando yo comencé a escribir, en 1965, todas las conversaciones eran sobre poetas de lengua francesa. Me molestaba que las lecturas fueran tan limitadas. Que no se leyera con el mismo entusiasmo literatura alemana ni inglesa.
- Como uno siempre ha estado un poquito a contracorriente de las cosas, como una especie de oposición y de crítica a la excesiva influencia de la cultura francesa en nuestros países, me dediqué al estudio de la literatura inglesa y norteamericana tratando de que esos poetas y sus poéticas influyeran en los poetas de nuestra generación.
- Creo que eso se pudo conseguir. El poeta venezolano actual no se puede decir que está colonizado por la cultura poética francesa. Ya lee otras lenguas y se interesa por otras culturas.
Ars Poética
¿Tiene Alejandro Oliveros su Ars Poética?
- Mi Ars Poética es un poema que está por escribirse. Es como un círculo que uno tiene que escribir, algo que calce allí, de manera perfecta y haga ¡clac! Hay un molde esperando un poema, que algún día tendré que escribir.
- Pienso que la forma del poema es casi o más importante que lo que el poema diga. Lo que sostiene un poema es que su engranaje sea tan bien concebido y realizado que permita que se engrane con la otra tuerca y quede en el tiempo.
- El aspecto formal es tan importante como lo que yo pueda decir. Y lo que yo pueda decir de esta pregunta tan difícil -que no pareces amigo mío al hacérmela de repente- es que el canto del poema tiene que venir de la más profunda necesidad.
- Porque la poesía nadie la espera. Nadie cura nada con la poesía. Y, para que eso se justifique, para que se le ofrezca a alguien que pierda cinco minutos leyendo, eso tiene que venir de la necesidad profunda del poeta de expresar ese sentimiento, esa emoción que busca, en el lector, la comunicación para que se cierre el círculo.
En la poesía de Alejandro Oliveros aparecen, con frecuencia, tu hija Constanza (residenciada en Italia, donde sigue un postgrado de Microbiología) y tu esposa Aileen Celis Blaubach. ¿Esa presencia forma parte de la necesidad profunda del poeta de expresar sentimientos?
- Constanza es una sección de mis antologías. Para mí fue una experiencia brillante, epifánica, como la estrella que condujo a Belén a los Reyes Magos. Es la más grande experiencia de mi vida.
- Aileen aparece, algunas veces, de manera solapada. Otras aparece sin la cara, otras sólo su cuerpo. Algunas veces en el sueño. Hay un poema muy temprano, de la época de “El Sonido de la Casa”, en el que sueño que estaba en una manifestación de estudiantes en San Blas.
- Vino una represión feroz, con gases lacrimógenos, tiros. Yo corría por la vieja ciudad hacia donde estaba la Estación Alemana. Me despierto, en medio de la noche, con aquel terror. Estaba helado, frió del miedo y veo que, a mi lado, estaba Aileen y abrazo aquel cuerpo tibio que es la realidad. Eso es algo de lo que le he escrito a esta joven, que está casada conmigo.
El poeta
Alejandro Oliveros, 1949, poeta, ensayista y editor, es licenciado en Educación por la Universidad de Carabobo y magíster en Literatura Occidental. Es profesor de la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena, de Valencia, y en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, Caracas.
Fundador de la Revista Poesía, Premio Municipal de Poesía del Distrito Federal y ganador de la beca Guggenheim, que le permitió residenciarse en Nueva York, es autor de los libros Espacio, El Sonido de la Casa, Fragmentos, Visiones, Famas, Tristia, Magna Grecia, Diario Literario, Poetas en la Tierra Baldía (Tomado de El Carabobeño, 25/06/2006).-
Antonio Ecarri Bolívar
En nuestro trabajo, recién publicado, sobre la vida de ese gran valenciano que fue Miguel Peña, quien demostró sin ambages que amaba profundamente su ciudad, tanto, que la convirtió en capital de la República, hacíamos la descripción que de Valencia relataba el barón Alejandro de Humboldt, quien parecía compartir el mismo criterio que más tarde asumiría Peña sobre las ventajas de Valencia para ser la capital de Venezuela. Así lo explanaba el sabio alemán en 1800:
"Nueva Valencia, fundada en 1555 bajo el gobierno de Villacinda por Alonso Díaz Moreno, es doce años más antigua que Caracas. En otro lugar hemos demostrado que la población española de Venezuela se ha dirigido de Oeste a Este. Valencia no fue al principio sino una dependencia de Borburata; pero esta última ciudad sólo es ya un embarcadero de mulas. Laméntase, y tal vez con razón, que Valencia no se haya convertido en la capital del país. Su posición en una llanura a orillas de un lago, recordaría la situación de México. Reflexionando sobre la fácil comunicación que presentan los valles de Aragua con los llanos y los ríos que desembocan en el Orinoco, el Casiquiare y el Amazonas, se comprende que la capital de las vastas provincias de Venezuela hubiera estado mejor situada cerca del soberbio puerto de Puerto Cabello, bajo un cielo puro y sereno, mejor que cerca de la rada poco abrigada de La Guaira, en un valle templado aunque constantemente brumoso".
Esta era la idea que, venezolanos y extranjeros, tuvieron de las ventajas de Valencia para convertirla en capital de la República. Luego fueron muchos los ciudadanos esclarecidos que coadyuvaron a hacer de Valencia la ciudad más importante para que se desarrollara, desde aquí, esa gran idea puesta en práctica desde mediados del siglo pasado, que fue el proceso de sustitución de importaciones, para crear un emporio industrial que buscara, "sembrando el petróleo", el camino para salir del subdesarrollo.
En abril de 1951, con motivo de la VII Asamblea de Fedecámaras realizada en Valencia, el concejo presidido por Eduardo Celis Sauné dictó una resolución mediante la cual se ofrecían terrenos y exoneraciones de la Patente de Industria y Comercio, por varios años, a las industrias que se establecieran en la ciudad. Fue la primera acción de este tipo que se produjo en el país. El día 3 de abril de 1956 se publicó la Ordenanza Municipal Reguladora de Ventas de Terrenos en la Zona Industrial, siendo presidente del Concejo Municipal el Dr. Lorenzo Araujo Ecarri, sobre una extensión de ocho millones de metros cuadrados, en la que se establecían las condiciones de venta y exoneraciones de pago de patente por dos años, que luego se aumentó a cinco.
Luego, con el advenimiento de la democracia, fue el Concejo Municipal presidido por don Humberto Celli el que creó la Zona Industrial de Valencia. Esa cámara estaba integrada además por los concejales Alejandro Izaguirre Angelli, Carlos Suárez, Raúl Villarroel, José Núñez Milá, Víctor Peñalver y Luis Núñez Pérez, quien fue el proponente de la Fundación que permitió el desarrollo de toda esa parte de la ciudad, para que se asentaran en ella las empresas que antes atiborraban la capital de la República.
También fueron muchos los hombres de empresa a los que Valencia les debe eterna gratitud, como don Domingo Olavarría, quien funda la primera empresa textilera de que se tenga memoria, don Carlos Stelling, quien fundó la primera empresa de electricidad en nuestra ciudad; don Ernesto L. Branger, con la primera fábrica de pastas, una tenería y, más adelante, Telares Branger y la fábrica de aceite El Aguila; don Guillermo Degwitz con la empresa eléctrica La Cumaca, don Eugenio Mendoza y Oscar Römer instalan Protinal; don Eladio Alemán Sucre la obra imperecedera de El Carabobeño y más recientemente Ricardo Degwitz, con el primer tabloide a color, Notitarde. Además, trabajaron duro por Valencia don Angel Cervini, Juan Ernesto Branger, Eduardo López de Ceballos, Andrés Boulton y muchos otros que escapan a nuestra memoria.
En los nuevos tiempos también tuvimos alcaldes que dejaron huella imborrable en nuestra ciudad: don Miguel Aché con su bonhomía y don de gentes; Armando Celli con su iniciativa de convocar a los fabricantes de vagones de Metro de todo el mundo a participar en una licitación que ganó la empresa alemana Siemens y, luego, la continuidad en la lucha por ese transporte rápido masivo por parte de Omar Sanoja. Luego, el impulso que le da con mucha decisión y coraje Argenis Ecarri, al arrancar los trabajos y, last but not least, el talento gerencial de Paco Cabrera que hizo realidad esa vieja aspiración, cuya inauguración le fue secuestrada por un gobierno sin miramientos con la ética y la verdad histórica.
Toda esa gente que trabajó por el engrandecimiento de Valencia, de Miguel Peña hasta Paco Cabrera, a quienes los valencianos no tenemos cómo pagar sus desvelos, jamás imaginaron que toda su obra se vería opacada por la peor gestión de que se tenga memoria. No culpemos a quienes jamás debieron estar allí, sino a los que permitimos, con nuestra indolencia, que este retroceso histórico alcanzara a nuestra ciudad. No nos lamentemos: del pasado, la experiencia. Vamos a decidir, de una vez por todas, con quién vamos a reparar esa trasgresión a nuestro pasado glorioso, para que el futuro no nos pase factura por el desaguisado cometido.
¡Perdónanos, Virgen del Socorro, te prometemos propósito de enmienda!
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