El 19 de octubre de 1916, nace en Caracas la escritora
Irma De Sola Ricardo de Lovera. Hija de Jacobo S. De-Sola
y Luisa Ricardo de De-Sola, ambos oriundos de Curazao.
Fue una persistente luchadora social en su país, y
sus luchas estuvieron enmarcadas en las reivindicaciones
de la mujer y los derechos del niño venezolano y por el rescate
del acervo histórico de su país (Venezuela).
La escritora Irma De Sola Ricardo de Lovera era
proveniente de una familia de arraigada y aguerrida
historia religiosa, política, cultural y social. Era descendiente
de una familia judía. Esta descendencia influyó notablemente
en ella y posteriormente en su obra. La escritora evidenció
en sus escritos el valor a la conservación de la memoria
histórica, cultural y religiosa de su país natal y su
país de herencia.
Irma De Sola Ricardo de Lovera, también tuvo familiares
relacionados con los hechos históricos de Venezuela;
ejemplo de ello fue el General Juan Bartolomé De Sola
Ricardo quien luchó en la Batalla de Carabobo.
Así como el Dr. Mordechay Ricardo quien ayudó al Libertador
Simón Bolívar en su exilio en Curazao.
Los judíos sefardíes mantienen el lazo espiritual con aquella tierra
Sefarad es el nombre en hebreo de España, donde los judíos vivieron por siglos y adoptaron al país como su segundo hogar tras la forzada expulsión de Israel, su patria ancestral. En tierras españolas fueron libres y convivieron en armonía con cristianos y musulmanes en un ambiente en el que florecieron todas las artes. Al contrario de otros países en los que no podían ejercer cargos públicos o labrar la tierra, en Sefarad, fueron labradores, filósofos, artesanos y consejeros de reyes, hasta que el 31 de marzo de 1492, con el Edicto de Expulsión promulgado por los Reyes Católicos, alcanzó su cúspide la cadena de persecuciones que había comenzado años atrás. El Santo Oficio fue implacable en su empeño de alimentar con "infieles" el fuego purificador de las hogueras. En largas caravanas los judíos iniciaron su marcha hacia el exilio, despojados de sus pertenencias, pero no así de su herencia cultural, ya que a la Inquisición le fue imposible privarlos de sus vivencias, sus costumbres, su música y el idioma de Cervantes que, no importa dónde estén, todavía lo usan. En su deambular llegaron a Curazao, donde don Abraham Meza tuvo el honor de atender al Libertador, y don Mordechai Ricardo de dar albergue a sus hermanas, Juana y María Antonia, para protegerlas de las garras de Boves.
De Curazao los sefardíes pasaron a Coro donde surgieron familias que han hecho significativos aportes en nuestro país: los Curiel, Senior, De Sola, Henríquez, De Lima, Fonseca proceden de esa estirpe.
Dentro de dos días se cumplen 519 años de la promulgación del Edicto de Expulsión, pero los judíos sefardíes mantienen el lazo espiritual con aquella tierra y algunos todavía guardan la llave de sus casas con la esperanza de regresar.
russoper@gmail.com
El Decreto de la Alhambra o Edicto de Granada fue un decreto editado en la Alhambra (edificio de la ciudad de Granada, Andalucía, España) el 31 de marzo de 1492 por los reyes recién llamados Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en el cual se obliga a todos los judíos de la península Ibérica a convertirse al catolicismo o ser expulsados, con término el 31 de julio de 1492. Por motivos logísticos se extendió este plazo hasta el 2 de agosto a las doce de la noche. Fernando el Católico firmaba otro para el reino de Aragón. Ambos partían de un mismo borrador elaborado por Tomás de Torquemada, inquisidor general en España.
El día 2 de agosto coincidió con la partida de Cristóbal Colón hacia el descubrimiento de una nueva ruta a las Indias, viaje que acabó con el descubrimiento de América. Esta coincidencia ha dado pie a la teoría del origen judío de Colón expuesta, entre otros, por Simon Wiesenthal.
Condiciones de la expulsión
- Se ordenaba salir con carácter definitivo y sin excepción a todos los judíos, no sólo de los reinos peninsulares, sino de todos aquellos territorios que se encontraran bajo el poder de los Reyes Católicos.
- El plazo era de 4 meses a partir de la firma del edicto, es decir, que el 31 de julio no debía quedar en el reino ni un solo judío. En un edicto posterior, Torquemada amplió el plazo 10 días, para compensar el tiempo que transcurrió entre la promulgación y el conocimiento del decreto.
- La desobediencia a este edicto supondría la condena a muerte y la confiscación de los bienes.
- Los Reyes ofrecieron su seguro real para que los judíos negociaran su fortuna y se la llevaran, si así era su deseo en forma de letras de cambio, puesto que había una ley que prohibía que se sacaran oro, plata, monedas, armas y caballos del país.
Aunque en el edicto no se hacía referencia a una posible conversión, esta alternativa estaba implícita, y muchos individuos pertenecientes a la élite hebrea la escogieron para evitar ser expulsados.
Causas de la expulsión
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- La Inquisición española establecida.
- Presión de la opinión popular, mayoritariamente antijudía, promovida por la Inquisición española.
- Episodios de luchas clasistas entre los grupos tradicionalmente privilegiados (nobleza y clero) y la burguesía incipiente judía.
Pero según algunos historiadores, las anteriores (de forma separada o en conjunto) no serían razones suficientes como para provocar un suceso tan grave como un edicto de expulsión, tan sólo serían motivo de conflictos sociales, por lo que los expertos suelen argumentar otras causas como:
- Que la iniciativa partiera de los inquisidores que pretendían acabar con “la herética influencia que conllevaban las relaciones sociales judeo-cristianas”.
- La intención de los Reyes de avanzar un paso más en la cohesión social a partir de la unidad de fe.
- Muy importante y no de poca valía eran las riquezas a acumular por la expropiación y por las cuotas necesarias impuestas a los judíos y conversos para permitirles o escapar o salvarse.
- Como expresa Rodolfo Piuggross en La España que conquistó al Nuevo Mundo (México, B. Costa-Amic, 1961), otra de las causas sería el profundo resentimiento surgido en la invasión de la península Ibérica por los árabes en el año 711, quienes fueron apoyados y financiados por los judíos habitantes de la península Ibérica, quienes eran perseguidos o esclavizados por los Reyes y súbditos visigodos, desde la conquista de Iberia por éstos.
El edicto de 1510, en el cual se otorgaban libertades, llevó a elevar esas cuotas, llenando las arcas reales por un tiempo.
Consecuencias de la expulsión
Demográficas
Las estimaciones de la cifra total de judíos que salieron de España son muy dispares, pero abarcan desde los 50.000 a los 200.000 individuos. En Aragón la población hebrea era poco abundante, por lo que la pérdida demográfica supuso unos 10.000 o 20.000 habitantes. Por el contrario en Castilla eran numerosos en lo que es hoy Castilla y León, Castilla-La Mancha, Andalucía y Murcia. La mayoría de los judíos desterrados fueron a parar a Portugal o Navarra, de donde años más tarde también sería expulsados; la minoría restante marchó a Flandes, norte de África, Italia y territorios mediterráneos del Imperio otomano.
Económicas
La marcha de los judíos tan solo fue especialmente relevante en el ámbito de los negocios y la economía en los lugares donde habitaba un gran número de ellos. Aunque también es cierto que algunos historiadores defienden que con ellos se fue la posibilidad de que la sociedad española recogiera el impulso de un primer capitalismo. La expulsión se convirtió en un próspero elemento financiero de la corona y la Inquisición por motivo de las expropiaciones consecuencia del decreto. Muchos judíos encarcelados en Sevilla fueron liberados a partir de 1510 bajo el pago de miles de ducados, cantidad que se duplicaba cada término hasta llegar a 40.000 ducados. Esto ocasionó una crisis entre la corona y la iglesia, quienes se peleaban por adquirir estos bienes decomisados o explotados.
Por medio de pagos les fue posible a muchos forzados y judíos escapar incluso hacia las Américas. Los edictos de Barcelona de 30 de octubre de 1492 y de 30 de marzo de 1493 muestran los marcados intereses económicos por parte de los reyes Fernando e Isabel por enriquecerse con los bienes de los sefardíes. Precisamente la paradójica fórmula de no poder llevar oro y valores consigo al abandonar sus propiedades ocasionó la avidez del pueblo por allegarse estas riquezas, las cuales pretendió la corona acaparar como monopolio y tuvo que canalizar a través de comisionistas y notarios.
Socio-religiosas
El edicto muestra que la razón de la expulsión no era la falta de fe de los conversos, sino la integración de las fiestas judías en su cristianismo. Esto no es considerado hoy en día contradictorio dentro de confesiones mesiánicas. En aquella época según la influencia de la Inquisición una forma no aceptada de ninguna manera. Aumentó el número de conversos y se consolidó una división social entre cristianos viejos (sin antepasados judíos) y cristianos nuevos (judíos convertidos al cristianismo o sus descendientes), división que se vería plasmada en los estatutos de limpieza de sangre. La obsesion de los Españoles por la "limpieza de la sangre", noción que los visigodos introdujeron sin el elemento cristiano en principio, pero que en conjunción con la posterior conversión de los mismos al cristianismo, formaron las condiciones perfectas para la gestación de la persecución perpetrada por la Inquisicion Española, y dio pábulo a formas larvadas y expuestas del antisemitismo y xenofobia exportado a los dominios coloniales. Las condiciones sociológicas para la formación de las elites clasistas, excluyentes y ferozmente racistas en Sudamérica están ya larvadas en la obsesión por la limpieza de la sangre que se instiló en el pueblo español.
Culturales
La expulsión supuso que las sociedades castellana y aragonesa perdieran a figuras tan ilustres del mundo cultural y científico como Abraham Zacuto (astrónomo y cosmógrafo), Salomón ben Verga (escritor), Isaac Abravanel (hijo de un consejero de los Reyes y escritor), además de otros muchos.
Traducciones de la santa Biblia como la Biblia de Alba o la de Ferrara, que llevaron a muchas otras como la de Reina y Valera o la inglesa de King James, no pudieron seguir siendo desarrolladas.
La investigación científica no sufrió excesivamente, puesto que no existía casi entre los cristianos, y a pesar de la expulsión de algunos elementos destacados, siguió, aunque marginalmente, por algunos descendientes de conversos, llegó a su máximo, merced a la incipiente y a la vez tardia insercion del renacimiento, a partir de mediados del siglo XVI, principalmente en la Escuela de Salamanca. En cuanto a la cosmografía y ciencias de la navegación, la preponderancia de Castilla, junto con Portugal, en los mares durante los siglos siguientes habla suficientemente de que no sufrieron demasiado.
Análisis teológico
Según el segundo párrafo del decreto se testifica que los judíos o conversos seguían cumpliendo la ley mosaica como en el caso del sábado o shabat. Curiosamente este es precisamente el 4.º mandamiento del decálogo, lo cual despierta la pregunta de cómo la santa fe católica se ve amenazada ante esta costumbre de no trabajar el sábado. Para inculpar a estos conversos se les espiaba, por ejemplo, si de sus chimeneas no salía humo desde el viernes al anochecer hasta el sábado, como instruyen las leyes bíblicas. Paralelamente no es comprensible cómo la inculcación de la Pascua, como el mismo Jesús celebró la noche anterior a su muerte, fuera una amenaza ante la misma santa fe católica. El consumo de carne de cerdo también es un motivo nombrado, o de otra manera el producto de la forma de cómo producir carne, con el motivo de extraerle la sangre, según se muestra en los libros mosaicos y es hoy practicado incluso por los musulmanes. Querer demostrar que estas costumbres eran razones para la expulsión de un pueblo, o ser una amenaza para la fe, parece por esto más ser un argumento teórico o una disculpa ocultando otras razones de mayor fondo.
El caso es que precisamente se estaban presentando traducciones de la Biblia directamente del hebreo que revelaban verdades hasta ese momento ocultas al pueblo debido a la censura y prohibición católica de leer las Escrituras. Una de estas traducciones era la Biblia de Alba o posteriormente la Biblia de Ferrara, realmente revolucionarias para su tiempo. Cómo la revelación de las Escrituras atenta contra la santa fe católica, en las cuales se basa, puede ser sólo un pretexto. Más bien da la impresión de ser un problema de poder. Y así fue expresado, no por unir al reino y los territorios, sino para afianzar la influencia a nivel europeo. El intento de hacer desaparecer la Biblia de Alba es un testimonio de esta persecución insensata. La prohibición de leer los textos bíblicos se extendió hasta el siglo XX. Hoy en día, con el surgimiento de una corriente denominada judaísmo mesiánico y la existencia de católicos de tradición hebrea, se ha planteado que no existiría contradicción entre la fe cristiana y la judía, ya que se aceptaría a Jesús como el Cristo o Mesías. Sin embargo, estas nuevas corrientes no son aceptadas ni por el judaísmo tradicional, ni por la Iglesia católica. No obstante, si hoy algunos, aunque sean muy minoritarios, han podido conciliar ambas religiones, subsiste entonces la pregunta: ¿cómo llegó a una radicalización y genocidio de tal magnitud?
La expulsión produjo de manera no oficial un éxodo de comunidades judías y judeocristianas hacia las Américas, de manera directa o indirecta como el caso holandés. En distintos territorios latinoamericanos se conservaron costumbres, lenguaje y tradiciones sefardíes.
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El descubrimiento de América y la expulsión de los judíos de España
Simon Wiesenthal, en su libro Operación Nuevo Mundo (La misión secreta de Cristóbal Colón) expone una hipótesis diferente sobre el viaje del descubrimiento de América realizado por Cristobal Colón, cuya fecha y hora de salida coincidía con la marcada para la expulsión de los judíos de España en el Edicto de Granada, el 2 de agosto de 1492.
En su libro, Wiesenthal explica que los judíos veían con esperanza el descubrimiento de unas tierras donde podrían estar algunas de las Tribus de Israel, ya que tenían noticias de relatos de marineros y mercaderes en los puertos, quienes contaban que en Oriente vivían hebreos que no sólo eran libres, sino que incluso pertenecían a las clases privilegiadas o regían territorios. También expone la hipótesis de que Colón fuera judío, sustentada en su comportamiento, coincidente con el de muchos judíos conversos que hacían lo posible para ocultar su origen.
Discusión:Edicto de Granada
Que tienen que ver los moriscos del siglo XVII con esto, que hagan otro articulo. lo saco con todo respeto. Xuanka 23 Junio 2008 no hay necesidad, existe ya un articulo
y ahora quien saco el texto del decreto que para wikisource y ahí tampoco está. Es esto politica o enciclopedia???? entonces meto otra vez el texto. Sres! En vez de decirle al lector lo que debe entender del texto, es mejor mostrarle el texto y que el mismo lo lea, o estamos educando, si o no??? Xuanka 23 Julio 2007 / 9 de AV 5767! 515 mas tarde!
Quien puede sacar la imagen del decreto de la versión en inglés? Como se puede enlazar a las páginas en otros idiomas? Otro asunto. Bajo cristianos viejos se entiende no los que lo fueron antes del decreto sino los de origen NO hebreo y cristianos nuevos los de origen judío. Absurdo es que los primeros cristianos en tiempos bíblicos fueron todos judios y luego con Pablo llegaron los gentiles al cristianismo. Osea los cristianos viejos deberian ser llamados los de origen judio. En el articulo alguien trata de explicar los terminos con algo que no encuentro confirmado en la literatura. Por favor corregirlo! Gracias Xuanka 12.Oct2006
9 de Octubre 2006 Xuanka
por que tienen que borrar por motivos antisemitas los comentarios de las razones y consecuencias de la expulsión. Un acto de barbarie de esta magnitud no puede ser justificado con propositos "nobles" de unos reyes y una inquisición ansiosa de medios económicos. — El comentario anterior es obra de 15.195.185.76 (disc. · contr. · bloq.), quien olvidó firmarlo. Filius Rosadis (✍) 17:50 9 oct 2006 (CEST)
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- A las últimas ediciones les sobra énfasis y opinión y les falta información, estilo enciclopédico, referencias a fuentes y la revisión de algunas afirmaciones más bien misteriosas. Por ejemplo:
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- Como la revelación de las escrituras atenta contra la santa fe católica, en las cuales se basa, puede ser solo un pretexto.
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R: "La inquisición española mantuvo la prohibición de leer la Biblia en el idioma del pueblo hasta 1782, cuando el Inquisidor Felipe Beltrán consideró que las razones para la censura “han cesado ya por la variedad de los tiempos”." Es conocido por quienes se ocupan de estos temas, espero no tenga que hacer de este artículo una subenciclopedia, para reforzar todas las afirmaciones. Si lo hago , lo haré en los respectivos articulos, como p.E. en el de la INQUISICION osea Inquisición.
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- ¿Revelar las escrituras atenta contra la santa fe católica? ¿Cuál es la fuente de esta afirmación y qué significa exactamente?
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- Se quemaron en vida e incluso en ausencia a numerosos judíos y cristianos.
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- ¿Cómo se quema a alguien en ausencia? Y ¿qué interés podría tener la Iglesia, o la Inquisición, o los Reyes Católicos (la voz pasiva deja esto también en el misterio) en quemar cristianos? Filius Rosadis (✍) 17:50 9 oct 2006 (CEST)
Respuestas: Se quemaron Papeles con los nombres de los ausentes, estos hechos históricos se pueden leer en la inquisición. El edicto revela precisamente una supuesta afrenta contra la santa fe católica, pero la justifica con hechos basados en las mismas escrituras como el cumplimiento del 4to mandamiento: Santificaras el Shabat o Sábado. Sino lo entiende lea la biblia! Porque razones superfluas como la opinion del pueblo puede ser escrita sin fuentes, y estas razones historicas necesitan siempre una fuente hasta la posicion del libro en la biblioteca del vaticano? Yo diria doble moral! A los conversos se les negó su cristianismo y se los obligó a confesar pecados para quemarlos. Si habían sido bautizados y tomados en el seno de santa madre iglesia, entonces se quemaron cristianos, de origen judío, pero todavía cristianos! El edicto mismo muestra como no judios eran hechos parte de las consecuencias, para eso está el edicto en este articulo! Por favor antes de borrar, discutir y preguntar y no venir con el damocles como un Amok. Gracias Xuanka Las fuentes son en general los archivos nacionales del ministerio de cultura en www.mcu.es
— El comentario anterior es obra de 15.195.185.76 (disc. · contr. · bloq.), quien olvidó firmarlo. Filius Rosadis (✍) 20:58 9 oct 2006 (CEST)
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- ¡Tómalo con calma! No hay ningún conspirador por aquí que esté borrando cosas con designios extraños. Las fuentes son un requisito para todas las ediciones, fíjate que en la parte inferior de la ventana de edición está la siguiente frase: Confirmo que mis cambios no violan ninguna de las políticas de copyright y que están basados en fuentes verificables. De allí la necesidad de una referencia un poco más precisa que decir se pueden leer en la inquisición. Filius Rosadis (✍) 20:58 9 oct 2006 (CEST)
Análisis teológico
En el análisis teológico, en el segundo párrafo dice textualmente: "Hoy en día, con el surgimiento del judaísmo mesiánico y la presencia de los católicos de tradición hebrea se ha mostrado que no hay contradicción entre la fe cristiana, católica y judía acepta de Jesucristo como mesías". Ademas de no estar bien redactada, esta oración sostiene que el judaísmo reconoce a Jesús de Nazareth como Mesías, lo cual es totalmente falso. Propongo dejar en claro que mientras existe un movimiento autodenominado judaísmo mesiánico (y otros similares) que reconoce a Jesús de Nazareth como el Cristo, la tradición judía más aceptada no reconoce a nadie como Mesías --Tango 19:30 28 ago 2007 (CEST).
La tradicion judía mas aceptada en la ortodoxia? hoy en dia los Lubavitsch o Chabad/Jabad aceptan a Rebe Schnersson como mesías...Los Chabad estan hoy en dia en todas las comunidades judías educando y esparciendo su forma de entender. No el judaismo, sino el judaismo mesíanico, así llamado es el que acepta a Jesús. Tradición y fe son dos cosas distintas!.La frase se podría separar en dos o tres para espresar la idea evitando malentendidos. Gracias por la insinuación voy a arreglarla.Xuanka 25 de Junio 2008.
Al respecto de la posición de los católicos de tradición hebrea, el Rabino Jefe de la B'nei Tzion Richard Gamboa Ben-Eleazar, responde: "no es cierto que el total del Pueblo Judío rechace la idea de Jesús como Mesías. En efecto, se puede afirmar sin temor alguno - y por mi propia experiecia al venir de una sinagoga ortodoxa -, que de los más de 15 millones de judíos existentes en el mundo, al menos 2 millones de ellos creen que Jesús de Nazareth es el Mesías; pero sólo el 15% de ellos lo profesan públicamente, bien sea viviendo secularmente, es decir, alejados de la sinagoga, o vinculados en asociaciones de fieles hebreo-cristianos reconocidas, como JAMI entre los de influencia reformista o las diversas comunidades judías mesiánicas en Israel, y la AHC, la Obra de Santiago y la B'nei Tzion entre los hebreos católicos, los cuales gozan de reconocimiento episcopal y del Patriarca Latino de Jerusalén a través del Vicario para los Hebreos Católicos de Israel y la Diáspora; por fin la Iglesia Católica está aceptando, a ejemplo de San Juan Bosco, la diferencia entre fe católica y cultura judía, y que ambas no son contrapuestas sino complementarias para cualquier judío creyente en Cristo".
"El problema (continúa Gamboa explicando) subsiste en que ciertos Rabinatos Superiores se empeñan en seguir tapando el sol con las manos, afirmando pomposamente la imposibilidad de creer en Cristo y seguir siendo judío, cuando en la praxis la Corte Suprema Israelí echó a tierra ese principio al concederle ciudadanía a unos judíos creyentes en abril de 2008; talmúdicamente hablando las razones de esa afirmación no tienen ningún fundamento halájico, por cuanto la redacción de las gemarót de los tratados Shabat y Sanedrín refentes a Jesús fueron producidas después del Cisma de Yamnía junto con la inclusión de la Birkat HaMiním en la Amidá (año 80)... es decir, por venganza contra los judíos cristianos que no apoyaron a Bar Kojba (nombrado "Mesías" por Rabí Yohanan Ben Zakai) en la resitencia armada contra los romanos".
Afirma el rabino Gamboa, en concordancia con Roy Schoeman, Rhonda Chervin y Arthur Klyber (los tres reconocidos escritores hebreo-católicos) que aunque la ortodoxia judía se empeñe en maldecir y excomulgar a los judíos que acepten a Jesús como Mesías y gritarlo en los medios de comunicación y las sinagogas, es inminente una futura convesión en masa de judíos a Cristo, a propósito de lo expresado por el Papa Juan Pablo II e el numeral 674 del Catecismo. "Aquí se plantea otro problema", agrega, "y es este: estará la Iglesia Católica para recibir a estos miles de hermanos de raza creyentes? se habrá configurado definitivamente una pastoral para judíos teniendo en cuenta su etnicidad y corriente militante, es decir, ortodoxos, liberales, conservadores, reformistas...? o por el contrario, tendrán ellos que llegar resignadamente a las congregaciones de cristianos que, sin ser halájicamete judíos se hacen llamar a sí mismos "judíos creyentes en Yeshúa" cuando en realidad no lo son?".
Hay que anotar que Richard Gamboa es el rabino católico más radical en cuanto a la visión de los judíos mesiánicos que, como él dice, no son legalmente judíos; sus declaraciones ante los medios de comunicación y sus escritos apologéticos le han valido las más feroces condenas, tanto de parte de la otodoxia judía y muchos sectores de los judíos mesiánicos, así como de parte del catolicismo ultra-conservador.
Planteadas ambas posiciones: la de un judío ortodoxo y la de un hebreo católico, hasta el momento no se ha dicho la última palabra... por lo que la discusión aún sigue vigente.
Edicto de expulsión de los judíos
os Reyes Fernando e Isabel, por la gracia de Dios,Reyes de Castilla, León, Aragón y otros dominiosde la corona- al príncipe Juan, los duques,marqueses, condes, ordenes religiosas ysus Maestres,... señores de los Castillos, caballeros y a todoslos judíos hombres y mujeres de cualquier edad y a quienquieraesta carta le concierna, salud y gracia para él.Bien es sabido que en nuestros dominios, existen algunos maloscristianos que han judaizado y han cometido apostasía contrala santa fe Católica, siendo causa la mayoría por las relacionesentre judíos y cristianos. Por lo tanto, en el año de 1480,ordenamos que los judíos fueran separados de las ciudades yprovincias de nuestros dominios y que les fueran adjudicadossectores separados, esperando que con esta separación la situaciónexistente sería remediada, y nosotros ordenamos que se establecierala Inquisición en estos dominios; y en el término de 12 años hafuncionado y la Inquisición ha encontrado muchas personasculpables además, estamos informados por la Inquisición y otrosel gran daño que persiste a los cristianos al relacionarse con losjudíos, y a su vez estos judíos tratan de todas maneras a subvertirla Santa Fe Católica y están tratando de obstaculizar cristianoscreyentes de acercarse a sus creencias.Estos Judíos han instruido a esos cristianos en las ceremonias ycreencias de sus leyes, circuncidando a sus hijos y dándoles librospara sus rezos, y declarando a ellos los días de ayuno, y reuniéndolespara enseñarles las historias de sus leyes, informándoles cuandoson las festividades de Pascua y como seguirla, dándoles el pansin levadura y las carnes preparadas ceremonialmente, y dandoinstrucción de las cosas que deben abstenerse con relación a alimentosy otras cosas requiriendo el seguimiento de las leyes de Moisés,haciéndoles saber a pleno conocimiento que no existe otra ley overdad fuera de esta. Y así lo hace claro basados en sus confesionesde estos judíos lo mismo a los cuales han pervertido que ha sidoresultado en un gran daño y detrimento a la santa fe Católica,y como nosotros conocíamos el verdadero remedio de estos dañosy las dificultades yacían en el interferir de toda comunicaciónentre los mencionados Judíos y los Cristianos y enviándolosfuera de todos nuestros dominios, nosotros nos contentamos enordenar si ya dichos Judíos de todas las ciudades y villas ylugares de Andalucía donde aparentemente ellos habían efectuadoel mayor daño, y creyendo que esto seria suficiente de modo que enesos y otras ciudades y villas y lugares en nuestros reinos y nuestrasposesiones seria efectivo y cesarían a cometer lo mencionado.Y porque hemos sido informados que nada de esto, ni es el caso nilas justicias hechas para algunos de los mencionados judíosencontrándolos muy culpables por lo por los susodichos crímenesy transgresiones contra la santa fe Católica han sido un remediocompleto obviar y corregir estos delitos y ofensas. Y a la fe Cristianay religión cada día parece que los Judíos incrementan en continuarsu maldad y daño objetivo a donde residan y conversen; y porque noexiste lugar donde ofender de mas a nuestra santa creencia, como alos cuales Dios ha protegido hasta el día de hoy y a aquellos que hansido influenciados, deber de la Santa Madre Iglesia reparar y reduciresta situación al estado anterior, debido a lo frágil del ser humano,pudiese ocurrir que podemos sucumbir a la diabólica tentación quecontinuamente combate contra nosotros, de modo que, si siendo lacausa principal los llamados judíos si no son convertidos deberánser expulsados de el Reino.Debido a que cuando un crimen detestable y poderoso es cometidopor algunos miembros de algún grupo es razonable el grupo debeser absuelto o aniquilado y los menores por los mayores seráncastigados uno por el otro y aquellos que permiten a los buenosy honestos en las ciudades y en las villas y por su contacto puedanperjudicar a otros deberán ser expulsados del grupo de gentes y apesar de menores razones serán perjudiciales a la República y losmas por la mayoría de sus crímenes seria peligroso y contagioso demodo que el Consejo de hombres eminentes y caballeros de nuestroreinado y de otras personas de conciencia y conocimiento de nuestrosupremo concejo y después de muchísima deliberación se acordó endictar que todos los Judíos y Judías deben abandonar nuestros reinadosy que no sea permitido nunca regresar.Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos yJudías cualquiera edad que residan en nuestros dominios oterritorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiarespequeños o grandes de todas las edades al fin de Julio de este año yque no se atrevan a regresar a nuestras tierras y que no tomen unpaso adelante a traspasar de la manera que si algún Judío que noacepte este edicto si acaso es encontrado en estos dominios o regresaserá culpado a muerte y confiscación de sus bienes.Y hemos ordenado que ninguna persona en nuestro reinado sinimportar su estado social incluyendo nobles que escondan o guardeno defiendan a un Judío o Judía ya sea públicamente o secretamentedesde fines de Julio y meses subsiguientes en sus hogares o en otrositio en nuestra región con riesgos de perder como castigo todos susfeudos y fortificaciones, privilegios y bienes hereditarios.Hágase que los Judíos puedan deshacerse de sus hogares y todas suspertenencias en el plazo estipulado por lo tanto nosotros proveemosnuestro compromiso de la protección y la seguridad de modo que alfinal del mes de Julio ellos puedan vender e intercambiar suspropiedades y muebles y cualquier otro articulo y disponer de elloslibremente a su criterio que durante este plazo nadie debe hacerlesningún daño, herirlos o injusticias a estas personas o a sus bieneslo cual seria injustificado y el que transgrediese esto incurrirá enel castigo los que violen nuestra seguridad Real.Damos y otorgamos permiso a los anteriormente referidos Judíosy Judías a llevar consigo fuera de nuestras regiones sus bienesy pertenencias por mar o por tierra exceptuando oro y plata,o moneda acuñada u otro articulo prohibido por las leyesdel reinado.De modo que ordenamos a todos los concejales, magistrados,caballeros, guardias, oficiales, buenos hombres de la ciudad deBurgos y otras ciudades y villas de nuestro reino y dominios, y atodos nuestros vasallos y personas, que respeten y obedezcan conesta carta y con todo lo que contiene en ella, y que den la clasede asistencia y ayuda necesaria para su ejecución, sujeta a castigopor nuestra gracia soberana y por la confiscación de todos los bienesy propiedades para nuestra casa real y que esta sea notificadaa todos y que ninguno pretenda ignorarla, ordenamos que esteedicto sea proclamado en todas las plazas y los sitios de reuniónde todas las ciudades y en las ciudades principales y villas de lasdiócesis, y sea hecho por el heraldo en presencia de el escribanopúblico, y que ninguno o nadie haga lo contrario de lo que ha sidodefinido, sujeto al castigo de nuestra gracia soberana y la anulaciónde sus cargos y confiscación de sus bienes al que haga lo contrario.Y ordenamos que se evidencie y pruebe a la corte con un testimoniofirmado especificando la manera en que el edicto fue llevado a cabo.Dado en esta ciudad de Granada el Treinta y uno día de marzo delaño de nuestro señor Jesucristo de 1492.Firmado Yo, el Rey, Yo la Reina, y Juan de la Colonia secretariodel Rey y la Reina quien lo ha escrito por orden de sus Majestades.Respuesta de Isaac Abravanel al Edicto deExpulsión de los Judíos de EspañaPublicado el junio 4, 2009 por Silvia Schnessel dori
Del Blog de Pilar Rahola. Post de JHC IGNORANTE PRESIDENTE HUGO CHAVEZ QUE POR CREER QUE TODO GRINGO ES JUDÍO Y PERSIA HOY iRÁN ES SU HERMANAZO DEL ALMA, ACEPTÓ DEL ARGENTINO CERESOLE, NEONAZI, LA DOCTRINA DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL Y EL PELIGRO DE LA DOMINACION JUDIA, CUANDO ESO TIENE BASES HISTORICAS Y MITOLOGICAS ARIAS SOBRE
EL LÍO EN QUE NOS METIÓ POR IMITAR A FIDEL CASTRO EN SU ODIO A LOS GRINGOS QUE SON CALVINISTAS Y HERMANOS CRISTIANOS EN SU ORIGEN...LA TEORÍA conspirativa y el Nuevo Orden Mundial es mucho para Diosdado, Rangel, Ramírez ,Cilia, Aristóbulo que de vaina saben qué es la Biblia porque siguen todos a...Sai baba.
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Joseph Pérez
(1931, Ariège, Francia) es catedrático de la Universidad de Burdeos y entre 1989-1996 fue director de la Casa de Velazquez. Miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y doctor honoris causa de la Universidad de Valladolid, además cuenta entre otros honores con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, es Comendador de la Orden de Isabel la Católica y Oficial de la Legión de Honor francesa.
Entre sus obras más importantes se pueden destacar: la revolución de las comunidades de Castilla, Isabel y Fernado. Los Reyes Católicos, Historia de una tragedia. La expulsión de los judíos de España y la España de Felipe IIEn 1492 termina, pues, la historia del judaísmo español, que sólo llevará en adelante una existencia subterránea, siempre amenazada por el aparato inquisitorial y la suspicacia de una opinión
En 1492 termina, pues, la historia del judaísmo español, que sólo llevará en adelante una existencia subterránea, siempre amenazada por el aparato inquisitorial y la suspicacia de una opinión pública que veía en judíos, judaizantes e incluso conversos sinceros a unos enemigos naturales del catolicismo y de la idiosincrasia española, tal como la entendieron e impusieron algunos responsables eclesiásticos e intelectuales, en una actitud que rayaba en el racismo. Queda por sacar en claro los motivos que empujaron a los Reyes Católicos a tomar tan drástica medida. Se ha gastado infinidad de tinta en este esfuerzo y se han propuesto interpretaciones de toda clase, algunas francamente descabelladas. Todas estas interpretaciones pueden agruparse en torno a unos pocos esquemas.
Hay que descartar, en primer lugar, una interpretación simplista: la codicia de unos soberanos apremiados por las necesidades financieras y deseosos de hacerse con la fortuna de los judíos. La hipótesis no resiste al examen. Súbditos y vasallos de la corona, los judíos dependían totalmente de ella; no disponían como los cristianos de una institución como las Cortes capaz de poner ciertos límites, siempre teóricos y muy relativos, pero reales. Los judíos no tenían ninguna garantía. Los monarcas podían exigir de ellos lo que se les antojaba y así lo hicieron en varias circunstancias a lo largo de la Edad Media y en tiempos de los Reyes Católicos, con motivo, por ejemplo, de la guerra de Granada. No se entiende lo que hubieran ganado los reyes con despojar a los judíos en el momento de la expulsión. Del edicto sacaron provecho particulares sin escrúpulos que compraron por poco dinero bienes valiosos y cometieron otros muchos abusos. La corona no parece que se haya beneficiado mucho de la operación. Los judíos les interesaban más como contribuyentes, pero con la expulsión de los contribuyentes desaparecen las contribuciones. Como dijo un día Antonio Domínguez Ortiz, la mejor manera de establecer un impuesto sobre el capital no es suprimir el capitalismo y los capitalistas; sería matar la gallina de los huevos de oro. La expulsión obligó a los judíos a malvender sus bienes en pocas semanas y en condiciones muy arriesgadas, pero no significó una confiscación en beneficio de la corona. Esta exigió, naturalmente, que los judíos le pagasen lo que le debían, pero tampoco aprovechó la oportunidad para despojarlos. En este sentido merece citarse la carta de Don Fernando al gobernador de Aragón, el 11 de junio de 1492: «Tenemos admiración que penséis que queramos tomar para Nos los bienes de los judíos, porque es cosa muy apartada de Nuestra voluntad [...]. Bien queremos que nuestra corte cobre, como es razón, todo lo que de justicia le perteneciere en los dichos bienes, así por las deudas que nos deben los dichos judíos como por razón de la pecha y otras rentas reales que tenemos sobre esa aljama; pero, pagado lo que a Nos pertenece y lo que se debe a los acreedores, lo que quedare se debe restituir a los judíos, a cada uno lo suyo, para que hagan dello a su voluntad».
Además, se ha exagerado mucho la importancia de los judíos en la vida económica y su papel como motor del capitalismo incipiente. En el momento de la expulsión esta importancia y este papel ya no eran lo que habían sido. En vista de la documentación publicada sobre fiscalidad y actividades económicas, no cabe la menor duda de que los judíos no constituían ya una fuente de riqueza relevante, ni como banqueros ni como arrendatarios de rentas ni como mercaderes que desarrollasen negocios a nivel internacional. Es lo que confirma la situación en 1492 y en los años siguientes. La expulsión provocó en muchas localidades trastornos de todo tipo en la actividad económica. Hubo que prescindir de la noche a la mañana de determinados artesanos o comerciantes. Las rentas acusaron a veces bajas importantes, como está documentado para Sevilla y como se puede averiguar en otras muchas partes. A decir verdad, las dificultades habían empezado unos diez años antes con el establecimiento de la Inquisición; la emigración de conversos sevillanos a lugares de señorío acarreó un verdadero colapso en el comercio de la ciudad y en las rentas reales; su marcha provocó gran mengua en las finanzas municipales; el mayordomo Juan de Sevilla escribe el 2 de septiembre de 1482: «Los cuales dichos conversos eran los principales arrendadores». Lo mismo ocurrió en Zamora, Barcelona y otras muchas ciudades. A los reyes no se les había ocultado que su política en relación con judíos y conversos podía acarrear consecuencias de este tipo; lo pospusieron todo al objetivo que se habían fijado; es lo que se ve por la respuesta de Don Fernando a la ciudad de Barcelona: «Antes que nos hubiésemos deliberado en dar lugar en que esta Inquisición se hiciese en ciudad alguna de nuestros reinos, hubimos bien considerado y visto todos los daños e incrementos que desto se podía seguir y que a nuestros derechos y rentas reales le provendría. Pero como nuestra firme intención y celo es anteponer el servicio de Nuestro Señor Dios al nuestro [...], queremos que aquélla en todo caso se haga, todos otros intereses posposados». En la Crónica de Pulgar (cap. CXX), se atribuye a la reina la misma idea, casi en los mismos términos: «Como quiera que la ausencia desta gente despobló gran parte de la ciudad [Sevilla] y fue notificado a la reina que el gran trato que en ella había se disminuía y sus rentas por esta causa se abajaban en gran cantidad, pero ella estimaba en muy poco la disminución de sus rentas y decía que, todo interés pospuesto, quería limpiar su reino de aquel pecado de herejía». Esto demuestra que los Estados no siempre determinan su conducta en función del mero interés económico; en ciertas circunstancias son capaces de sacrificar deliberadamente intereses de este tipo para conseguir fines, incluso ideológicos, que les parecen merecer toda su atención, cueste lo que cueste 17 ( La historia de la Unión Soviética ofrece un notable ejemplo de ello. Sus dirigentes sabían perfectamente que su política de liquidación del campesinado libre y la instauración de una economía sometida al control del Estado iba a provocar de inmediato un caos perjudicial al desarrollo de la producción; no obstante, mantuvieron durante lustros la línea fijada porque lo que les interesaba más era la edificación de un nuevo tipo de sociedad basada en el colectivismo. En este caso sacrificaron el rendimiento y la productividad económica a una ideología. R ARaN (Plaidoyer pour l'Europe décadente, París, 1977, p. 85): «[los dirigentes soviéticos] subordonnent la rationalité économique a la rationalité idéologique; ou encore, si l'on préfere une autre expression, ils préferent l'idéologie a l'économie, le dogme de la propriété collective au regain de l'esprit individualiste, lié a la propriété privée».).
De todas formas, la expulsión de los judíos produjo problemas a nivel local, pero no una catástrofe nacional. Es a todas luces descabellado atribuir a aquel acontecimiento la decadencia de España y su pretendida incapacidad a adaptarse a las transformaciones del mundo moderno. Todo lo que sabemos ahora demuestra que la España del siglo XVI no era precisamente una nación económicamente atrasada. Su pujanza, en el terreno demográfico y comercial, le venía de antes y la expansión se prolongó por lo menos hasta finales de la centuria. La expulsión de los judíos se realizó en un momento de auge y prosperidad. En términos estrictamente demográficos y económicos y prescindiendo de los aspectos humanos, la expulsión no supuso para España ningún deterioro sustancial, sino solamente una crisis pasajera rápidamente superada.
(Ésta es también la tesis defendida hace algunos años por J. A SARAIVA (A Inquisiçáo portuguesa, Lisboa, 1956; Inquisiçáo e Cristiáos novos, aporto, 1969) y B. NETANYAHU (The Marranos of Spain. From the late XIVth to the early XVIth Century, Nueva York, 1966): la religión fue un simple disfraz para encubrir una lucha de clases; lo que se procuraba no era la extirpación del judaísmo, sino la eliminación de los marranos, ya que en realidad la inmensa mayoría de los conversos eran crístianos sinceros; paradójicamente, fue la Inquisición la que dio un nuevo impulso al marranismo. I. S. REVAH (Les Marranes portugais), buen conocedor del marranismo peninsular, se opuso rotundamente a esta interpretación: «Si tous les nouveaux chrétiens avaient été persécutés sans motif religieux réel, on ne s'expliquerait pas que tant de milliers d'entre eux se soient enfuis, du XVI' au XVIII' siecle, pour rejoindre les communautés juives ou en fonder de nouvelles dans des pays ou le judáisme était auparavant toléré officieusement, publiquement admis ou parfois totalement inconnu».).Las cosas no son tan claras. Sería absurdo sostener que la política religiosa de los Reyes Católicos se guiaba sólo en el terreno de las ideas puras, sin mezcla de consideraciones materiales. Estaban en juego muchas cosas: intereses concretos, desde luego, pero también la concepción de lo que debía ser el Estado moderno. En sí la interpretación de determinados acontecimientos en términos de lucha de clases es aceptable; todo depende de las situaciones que se pretende explicar. ¿Fueron la Inquisición y la expulsión de los judíos un episodio de la lucha de clases? Una respuesta afirmativa implica dos condiciones previas:
-Que existan clases
-Que estas clases estén enfrentadas.
Demos por sentado que la nobleza formara una clase social, a pesar de los distintos niveles que puedan existir en su seno, les den ayuda incurren en pena de confiscación de bienes, vasallos, fortalezas, heredamientos, mercedes. Esta mención, por sí sola, nos enseña que los Reyes Católicos sospechaban de una posible intervención de los nobles a favor de los judíos. Un episodio posterior acaba aclarando el problema. La revolución comunera fue, a mi juicio, de claro sentido moderno; trató de cambiar profundamente la ordenación política del reino, introduciendo un control sobre el poder real. Fue, si se quiere, un movimiento burgués o, por lo menos, de clases medias. Pues bien, la revolución comunera fracasó porque chocó con la oposición de la nobleza y también con la de los auténticos burgueses, los de Burgos. La defección de Burgos y su adhesión a los gobernadores fueron un golpe durísimo asestado a la Junta de Tordesillas que nunca volvió a recuperarse. En esta ocasión, los burgueses, dueños del gran comercio internacional, se sintieron solidarios de los magnates, ya que sus intereses eran exactamente complementarios: a los nobles, como propietarios de ganados y pastos, les convenía mantener la producción de lana merina que los negociantes de Burgos vendían en el extranjero. No puede darse caso más evidente de solidaridad política basada en intereses económicos complementarios. Sería, pues, erróneo ver en la nobleza y en la burguesía castellanas de fines del siglo XV y principios del XVI dos clases antagónicas; todo parece indicar lo contrario. En una variante de la interpretación clasista no es la nobleza la que se propone eliminar a los judíos, sino la burguesía o, mejor dicho, las oligarquías urbanas.Estas han apoyado a los Reyes Católicos durante la guerra de sucesión y les han permitido acceder al poder. Como recompensa, habrían exigido y obtenido la expulsión de los judíos. Es cierto que varios concejos y las Cortes, emanación de las ciudades, se han mostrado en repetidas ocasiones hostiles a los judíos, pidiendo el cumplimiento de disposiciones anteriores sobre discriminación de aquella categoría y, principalmente, la aplicación de las leyes contra la usura. Es que las oligarquías urbanas, cuya voz se oye en las Cortes, representación de las ciudades, son deudoras de prestamistas judíos, tanto a título personal como colectivo, como miembros de los regimientos; por ello ponen tanto empeño en reclamar que se prohíba o regule la que ellas llaman usura. Desde 1480 en adelante, los reyes habían satisfecho aquellas reivindicaciones y se habían mostrado muy rigurosos en llevarlas a la práctica. Aquella tesis no tiene en cuenta dos elementos de la cuestión. Primero, la expulsión viene a completar el dispositivo iniciado con la creación de la Inquisición, es decir, que no son únicamente los judíos los perseguidos, sino también los conversos. Si se tiene en cuenta la posición que los conversos ocupaban en los regimientos, no se explica que estos regimientos hubieran desencadenado una represión que forzosamente recaía también sobre los conversos. En segundo lugar, los Reyes Católicos controlan los regimientos: la presencia de corregidores, de nombramiento real, en las principales ciudades impide a los municipios entrometerse en ciertos asuntos que se consideran reservados a la corona; los mismos corregidores tienen gran cuidado de evitar que se designen como procuradores a Cortes a personas que puedan encabezar cualquier forma de oposición; los corregidores procuran también que no se den a aquellos procuradores poderes limitados o condicionales como sería votar los servicios a cambio de determinadas concesiones por parte de la corona. Todo está previsto, pues, para que no surjan oposiciones y para que la corona tenga en cada momento las manos libres. En estas condiciones, ¿cómo hubieran podido las oligarquías urbanas imponer a un régimen autoritario como el de los Reyes Católicos una decisión de tanta trascendencia como la expulsión de los judíos? Parece muy poco probable.
Ninguna de las interpretaciones precedentes se ajusta, pues, a la realidad histórica. Es que buscan en el edicto de 1492 segundas intenciones, lo que puede haber detrás del disfraz ideológico. Si en vez de tratar de descubrir en el edicto lo que se calla intentamos analizar lo que se dice, nos encontramos con una evidencia, una perogrullada si se quiere: los reyes justifican su decisión por motivos únicamente religiosos; lo que les preocupa es la asimilación total y definitiva de los conversos; para ello, fracasadas las medidas anteriores, acuden a una solución drástica: la expulsión de los judíos para cortar de cuajo el mal. ¿Por qué no tomar en serio aquella voluntad declarada? Hay una lógica antiherética en el edicto; lo que importa es explicarla: ¿cómo entender este ensañamiento contra judíos y judaizantes, si descartamos toda explicación fundada en las infraestructuras sociales y económicas, ya que por esta vía parece que no llegamos a ninguna parte?
Planteada así la cuestión, topamos con una respuesta simple ya decir verdad simplista: el odio de las masas cristianoviejas contra judíos y conversos, odio que los reyes o bien comparten personalmente o bien utilizan de una manera demagógica para congraciarse con la opinión pública, diríamos hoy, y seguir la corriente mayoritaria. Lo primero es insostenible. Todo indica, al contrario, que los reyes no sentían ninguna repugnancia personal hacia judíos y conversos. Varios de sus colaboradores de más confianza procedían de este grupo. Pensemos en el mayordomo Andrés de Cabrera, que desempeñó un papel decisivo en la proclamación de Doña Isabel; pensemos en Abraham Seneor , que también interviene en los primeros meses del reinado, prestando dinero en momentos de apuros, a quien los reyes confían los mecanismos financieros de la Santa Hermandad ya quien nombran tesorero mayor del reino. Pensemos en otros muchos judíos (Mayr Melamed, Isaac Abravanel...) que ocupan puestos clave, sin hablar de los médicos que asisten a la reina en el cuidado de su salud o en circunstancias delicadas. Pensemos en fray Hernando de Talavera, confesór de Doña Isabel, a quien encontramos en todos los acontecimientos importantes: la guerra de sucesión, la reorganización llevada a cabo en las Cortes de Toledo, la puesta en marcha de la Santa Hermandad, la guerra de Granada, las discusiones con Colón a propósito de los viajes de descubrimiento... Otro tanto se puede decir de Don Fernando. Los reyes no manifestaron, pues, ninguna repugnancia u odio personal contra judíos o conversos; de lo contrario, no se comprendería que se hubiesen rodeado de tantos judíos hasta 1492 y de tantos conversos, antes y después de 1492.¿Trataron los reyes de congraciarse con las masas fingiendo compartir unos prejuicios de que ellos mismos estaban alejados? Esto es más o menos lo que sugiere Américo Castro: el rey -a quien Castro atribuye el protagonismo principal en el asunto-19 (Opinión compartida por algunas fuentes israelitas.) tomó la decisión de expulsar a los judíos a fin de complacer al pueblo y crear una monarquía popular. La hipótesis no tiene sentido. Los reyes imponen un régimen autoritario; no permiten que el estamento nobiliario se entrometa en los asuntos políticos; procuran limitar al máximo los privilegios del clero en materia de jurisdicción; reducen el papel de las Cortes y ¿hubieran capitulado ante una opinión pública que no tenía un ápice de representación organizada en aquella época? Es totalmente improbable. En otro libro, he tratado de señalar cuál era la base social del régimen de los Reyes Católicos: esencialmente la nobleza, el clero, las clases medias {ganaderos, comerciantes, letrados); la política económica de los reyes favorece a la Mesta, a la ganadería trashumante, a la exportación de lanas y materias primas, en detrimento de los agricultores, artesanos y manufactureros; éstas son las clases aplastadas, en palabras de Pierre Vilar: el campesinado castellano esencialmente que formaba la inmensa mayoría de la población, pero una mayoría muda, que no tiene la palabra ni a nadie que hable por ella para defenderla y que se ve sacrificada. ¿Por qué hubieran tenido los reyes que preocuparse por lo que opinaban las masas acerca de judíos y conversos cuando no atendían a los intereses más concretos de aquellas masas? De las tres versiones que se conservan del edicto de expulsión -la de Torquemada, la castellana y la aragonesa-, sólo la tercera, firmada sólo por Don Fernando, se refiere al tema de la usura, en términos muy duros, por cierto: «Hallamos los dichos judíos, por medio de grandísimas e insoportables usuras, devorar y absorber las haciendas y sustancias de los cristianos, ejerciendo inicuamente y sin piedad la pravedad usuraria contra los dichos cristianos públicamente y manifiesta como contra enemigos y reputándolos idólatras, de lo cual graves querellas de nuestros súbditos y naturales a nuestras orejas han pervenido». En las otras dos versiones no se lee una sola mención, ni siquiera la menor alusión, a este asunto. Otras de las acusaciones que se venían repitiendo desde hacía siglos contra los judíos, pueblo deicida, profanación de hostias, crímenes rituales..., no aparecen en ninguna de las tres versiones a pesar del muy reciente caso del Santo Niño de La Guardia, cuyo desenlace ocurrió sólo cuatro meses antes de la firma del decreto. Lo que sobresale en el decreto son los aspectos religiosos. No cabe duda de que las medidas represivas contra judíos y conversos encontraron amplia aceptación en las masas cristianoviejas pero ello no significa que hayan sido inspiradas por aquellas masas.
Varios autores lo admiten hoy: es el celo por la religión el que inspira fundamentalmente a los reyes a la hora de expulsar a los judíos. No se trataría de antisemitismo en el sentido moderno de la palabra, sino de antijudaísmo. A partir de estas premisas, correctas desde luego, algunos van más lejos: todo lo explican por el fanatismo de una reina 20 ( Es sobre todo a Isabel a quien se carga con esta tacha; a Fernando -¿será la influencia del juicio de Maquiavelo?se le atribuyen motivaciones más racionales: utilizar la religión con fines políticos. Sin embargo, Llorente, en su famosa historia de la Inquisición publicada a principios del siglo XIX, achaca la creación del Santo Oficio a una iniciativa de Don Fernando, mucho más entusiasta que la reina en este asunto. ) impregnada de devoción, dispuesta a sacrificarlo todo por ensalzar la fe católica, por complacer a Dios. No parece acertado este camino.
Desde luego, Fernando e Isabel eran sinceramente católicos y procuraban cumplir los preceptos y las obligaciones que ello suponía. Es posible que Isabel lo fuera más que Fernando y que haya llevado hasta la perfección el cultivo de las virtudes evangélicas; por ello han pensado algunos en nuestro tiempo que merecía ser canonizada. No puedo ni quiero terciar en este tema; doctores tiene la Iglesia para estos casos. Lo que pasa en el fuero interno, nadie lo sabe a ciencia cierta. Al historiador sólo le compete examinar los hechos en su objetividad. Desde este punto de vista, Fernando e Isabel fueron esencialmente monarcas, políticos, y como tales hay que valorar su conducta. Cualesquiera que fueran sus sentimientos íntimos, realizaron una labor que se puede apreciar en términos objetivos, sin apelar a motivos de índole religiosa. Antes de que empezara el reinado, en 1473, el poeta y futuro colaborador de los Reyes Católicos Gómez Manrique daba estos consejos a la princesa Isabel: «No os demandarán / cuenta de lo que rezáis; / ni si os disciplináis / no os lo preguntarán./ De justicia si hicistes, / despojada de pasión; / si los culpados punistes, / o los malos consentistes. / [...] Desto será la cuestióm» .Lo que se propone a la futura reina es un programa esencialmente político; se la invita a no confundir los planes: la religión es una cosa; la política es otra; puede que coincidan; puede que no. Naturalmente, no conviene llevar la separación demasiado lejos; Fernando e Isabel no son ni podían ser indiferentes a los problemas religiosos; pero, en el fondo, Gómez Manrique tiene razón: son jefes de Estado y sus preocupaciones esenciales son de orden temporal; no subordinan la política a la religión. Maquiavelo insinuaba lo contrario: para él, Fernando por lo menos tuvo la tentación de utilizar la religión para fines políticos; al fin y al cabo la Inquisición es una cuestión política. El restablecimiento del prestigio de la monarquía, la creación del Estado moderno, la guerra de Granada, la expansión en Italia yen el Nuevo Mundo, todo ello puede explicarse sin tener que acudir a una inspiración predominantemente religiosa. No hay ningún motivo objetivo para tachar a los Reyes Católicos o a la sola Isabel de fanatismo religioso en el sentido peyorativo que se da a la palabra. La expulsión de los judíos fue un acto de una terrible dureza y fue llevada a cabo en condiciones particularmente inhumanas, sin miramientos ni escrúpulos, pero aquella dureza y aquella inhumanidad no fueron peores que otros acontecimientos que ocurrieron en la época y en toda época, dentro y fuera de España. Pensemos en la manera en la que se desarrollaron varios episodios de la guerra de Granada, por ejemplo cuando se redujo a esclavitud a toda la población de Málaga. Nada nos autoriza, en el caso del tratamiento dado a los judíos, a achacar al fanatismo religioso de los reyes esta medida, por cruel que parezca. La razón de los Estados nos ha acostumbrado a semejantes atropellos a los derechos humanos. La idea de expulsar a los judíos parte de la Inquisición; de esto no hay duda y se explica por motivos de carácter religioso: a muchos, en Europa -ya hemos visto cómo reacciona el alemán Popielovo- les extraña la singularidad de España, donde los judíos siguen teniendo una existencia legal. Parece ser que, en Sevilla (1478-1479), el nuncio Nicolás Franco transmitió a los reyes las preocupaciones del papa Sixto IV por la anomalía que significaba aquel hecho. El mismo Sixto IV, en una bula de 1484, no disimula su disgusto: «en los reinos de España, y sobre todo en la provincia de Andalucía, judíos y sarracenos viven mezclados y juntos con los cristianos y que visten la misma clase de trajes que éstos». Torquemada hace suyo el argumento y lo desarrolla: el objetivo final del cristianismo es lograr que los judíos se conviertan, pero la esperanza de lograrlo se pierde si el judaísmo sigue siendo legalmente autorizado; además el estátus jurídico de los judíos incita a los conversos a judaizar; la solución definitiva del problema converso exige, pues, la prohibición del judaísmo 21 ( PÁRAMO (De origine e! progressu Officii Sanctae Inquisitionis..., Madrid, 1598, p. 163) confirma esta interpretación: Torquemada ha sido el que convenció a los Reyes Católicos de que había que expulsar a los judíos porque éstos constituían el principal obstáculo a la asimilación de los conversos.). Es interesante observar que éste ya fue uno de los argumentos que se esgrimió para justificar la expulsión de los judíos de Inglaterra: su presencia impedía que se asimilaran completamente los convertidos y les incitaba a judaizar 22 ( C. Rorn, Histoire des marrones, París, Liana Levi, 1992, pp. 13-14.). A la Inquisición le pareció, pues, la expulsión de los judíos la mejor forma de acabar con los conversos judaizantes: quitada la causa -la comunicación con los judíos-, desaparecería el delito. Éstos son los motivos que se exponen largamente en las tres versiones del edicto de expulsión. Los Reyes Católicos toman la idea a su cuenta, pero esto no quiere decir que obren bajo la presión de los inquisidores. Las preocupaciones, para ellos, también son religiosas: la herejía no es de su agrado; quieren limpiar el reino de ella. También hay que tener en cuenta el ambiente mesiánico en el que vive la corte después de la toma de Granada: los reyes deben de estar convencidos de que ya ha llegado la hora de que se marchen los judíos; aquella premisa escatológica parece implícita en la redacción del decreto de expulsión. Además sus preocupaciones son políticas: esperan que la eliminación del judaísmo facilite la asimilación definitiva y la integración de los conversos en la sociedad española. El acuerdo entre los inquisidores y los reyes sobre la decisión disimula un desacuerdo sobre los motivos de aquella decisión.
Hemos señalado varias veces la correlación que se da casi siempre entre los momentos de máxima tensión antijudía y las épocas de crisis económicas o debilitamiento del poder político. Es entonces cuando se procura achacar a los judíos la responsabilidad de las dificultades o cuando las facciones usan del tema judío para atraer partidarios a su causa. Las matanzas de 1391 constituyeron la más clara demostración de aquella regla; el hambre y la carestía coincidieron con un vacío de poder, con lo cual los energúmenos de Fernán Martínez tuvieron rienda suelta. Las medidas discriminatorias de los Reyes Católicos no parecen adecuarse a este esquema. Castilla conoce un período de expansión y nadie se atreve ya a luchar contra el poder estatal y sus representantes. La comunidad judía se recupera y la protección real le garantiza la seguridad. Sin embargo, es entonces cuando el judaísmo español sufre la más grave tragedia de su historia hasta quedar totalmente eliminado. Es que la monarquía de los Reyes Católicos se está alejando en aquella época de los moldes medievales. Algo nuevo se está gestando que implica planteamientos originales. Luis Suárez Fernández está en lo cierto al situar la expulsión de los judíos dentro del proceso de construcción del Estado moderno. Este Estado, que trata de imponer su autoridad -el poderío real absoluto- a todos los grupos e individuos del reino, ya no se daba por satisfecho de la variedad de los tiempos medievales. Exigía una mayor cohesión social y para ello la unidad de fe parecía lo más apropiado. «Antes de los nacionalismos forjados en el siglo XIX -escribe Braudel-, los pueblos no se sentían verdaderamente vinculados más que por el sentimiento de pertenecer a una misma religión». Lo explica muy bien Julián Marías: «En la Edad Moderna, que empieza a ser racionalista, surge un principio de unitarismo y uniformidad. Se piensa que, puesto que España es cristiana, los españoles deben ser cristianos; se desliza en las mentes la noción, más o menos clara, de que el que no es cristiano no es plenamente español, es en alguna medida "desleal", lo que no se le hubiera ocurrido a un hombre de la Edad Media» 23 ( MARíAS, España inteligible, Madrid, Alianza Editorial, 1985, p. 183). Estamos frente a un típico problema de identidad nacional para los reyes de España, como para todos los soberanos de Europa, la cohesión del cuerpo social exige la asimilación de las comunidades minoritarias a la cultura dominante, considerada como consustancial al concepto de nación. Así se comprenden, primero, la creación de la Inquisición para obligar a los conversos a asimilarse definitivamente, luego, el decreto de 1492: el que no quiera asimilarse -es decir convertirse-, que salga del reino.
Los reyes esperaban probablemente que la inmensa mayoría de los judíos de España se convirtiera; de esta forma, por vía compulsoria, se llegaría a la meta: una nación que comulgara en los mismos ideales. No se trataba de racismo: lo que se pretendía desterrar no era una raza, sino un credo religioso. Hoy nos parece una barbaridad -y lo es- semejante planteamiento por el que se quiere obligar a una minoría a renunciar a su fe, a sus creencias religiosas o filosóficas. En el siglo XVI se sienta la norma de que los súbditos deben seguir la religión del príncipe ( cuius regio eius religio); cuando éste es protestante, aquéllos también lo serán, mal que les pese; y si el príncipe es católico, obligará a sus súbditos a serIo también; véase lo que ocurre en Francia en el siglo XVII: Luis XIV expulsa sin miramientos a los protestantes en 1685, en vísperas del Siglo de las Luces. Los judíos y los protestantes de Francia han tenido que esperar hasta 1789 para quedar incorporados plenamente a la comunidad nacional; a los católicos de Inglaterra, sólo en 1830 se les permitió gozar de los derechos cívicos. En toda Europa, y no solamente en España, desde el inicio de la Edad Moderna, triunfa el principio de unitarismo y racionalidad: la pertenencia a una nación exige la homogeneidad cultural y ésta se fundó primero en la religión, mucho más tarde en normas laicas. Al proceder a la expulsión de los judíos, España no se aleja, pues, de la modernidad europea; no impone la uniformidad ideológica cuando Europa comienza a caminar por la senda del pluralismo, sino todo la contrario: España se anticipa a la que, en toda Europa, va a convertirse en norma hasta el final del Antiguo Régimen: una ley, una fe, un rey. Los judíos de España fueron víctimas de aquella norma. España no constituye ninguna excepción, salvo que se adelantó a las demás naciones, tal vez porque no estaba aún totalmente unificada. Más allá de las diferencias que siguen existiendo entre los territorios castellanos y los de la Corona de Aragón, la comunidad de fe viene a reforzar el sentimiento de solidaridad entre todos los súbditos. Las medidas de los años 1480-1492 señalan un cambio significativo en la política religiosa de la España medieval que, a decir verdad, representaba un caso singular en la Europa cristiana. La tolerancia medieval -o la que se suele llamar así- se explica por la situación de la Península, dividida en territorios moros y cristianos. Con el final de la reconquista ya no tiene sentido tolerancia anterior; España se convierte en una nación cristiana más, como todas las que existen en Europa. No es casual, el decreto de expulsión de los judíos se haya firmado tres meses después de la toma de Granada.
Estas circunstancias, sin embargo, sólo explican un aspecto de la cuestión. Hay otro que creo oportuno destacar. Lo que desaparece en 1492 no es únicamente el judaísmo; es la comunidad judía con su estatuto de relativa autonomía. Al leer algunos autores o ensayistas que han tocado el tema se tiene la impresión de que se trata de una cuestión de tolerancia religiosa a nivel individual: ¿qué más les daba a los reyes que algunos de sus súbditos fuesen judíos y otros, la mayoría, cristianos? En realidad, la situación antes de 1492 era mucho más compleja. El judaísmo no era una simple cuestión individual; el catolicismo tampoco, por cierto. Estaba organizado como una comunidad separada, una microsociedad, al margen de la sociedad cristiana mayoritaria. Dentro de las aljamas, se regía por sus propias normas jurídicas y culturales; disponía de sus propios dirigentes y jueces; tenía no sólo lugares de culto, sino escuelas, cementerios..., que les eran particulares; para mantener aquellas estructuras, recaudaba tasas especiales. Los procuradores de las aljamas se reunían de vez en cuando en asambleas que examinaban los problemas comunes a todas, particular pero no exclusivamente las contribuciones que exigía la corona. O sea, que el judaísmo español no era cosa privada y personal; tenía una estructura comunitaria dotada de autonomía; formaba un enclave en la sociedad feudal. ¿Podía el Estado, sobre todo un Estado moderno, con su afán de racionalización, admitir la permanencia de tal estructura derogatoria, separada del derecho común? ¿Es compatible la presencia de comunidades separadas y autónomas con la pertenencia a la nación? Este es el problema que tuvieron que examinar los reyes; de la afirmación del derecho de cada uno a ser diferente se pasa pronto a exigir una diferencia de derechos, es decir, la constitución de comunidades separadas. La España de los Reyes Católicos resolvió el problema de manera negativa. Lo que se pretendió entonces fue asimilar completamente a judaizantes y judíos para que no existiera más que cristianos. Debieron de pensar los reyes que la perspectiva de la expulsión animaría a los judíos a convertirse masivamente y que así una paulatina asimilación acabaría con los restos del judaísmo. Se equivocaron en esto. Una amplia proporción prefirió marcharse, con todo lo que ello suponía de desgarramientos, sacrificios y vejaciones, y seguir fieles a su fe. Se negaron rotundamente a la asimilación que se les ofrecía como alternativa.
Se dirá: ¿por qué no se procedió de la misma forma con los mudéjares que formaban minorías importantes en el valle del Ebro, en el reino de Valencia y en el recién conquistado de Granada? No hay que interpretar la diferencia del trato concedido a judíos y musulmanes en 1492 como una renunciación de los soberanos a establecer la unidad religiosa de España. La verdad es que el caso de los moros parecía menos urgente. Se pensaba en una paulatina conversión de los moros. El primer arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, desarrolló en este sentido un apostolado y una política persuasiva que contrasta con los métodos violentos empleados contra los judíos. Esta política no podía dar resultados inmediatos. Por eso, a finales del siglo xv, las autoridades decidieron anular varias de las garantías concedidas en 1492, cambio de actitud que provocó la sublevación de la población mora de Granada en 1500. Dos años más tarde, los reyes aplicaron a los moros medidas semejantes a las que habían tomado contra los judíos; se les obligó a convertirse o a salir de España. La mayoría de ellos prefirió quedarse en España; se hicieron católicos, pero los cristianos nuevos de moros, los moriscos, cambiaron poca cosa a sus creencias, su existencia, sus costumbres. Ya les llegará su turno a los moriscos que también serán expulsados a principios del siglo XVll. En su esencia, el problema es el mismo, pero mudéjares, primero, luego moriscos presentan características distintas de las de los judíos y conversos. Forman minorías sumisas, estrechamente vigiladas por los señores que explotan aquella mano de obra barata y dócil. Sobre todo los moriscos -ellos también cristianos nuevos como los conversos, al fin y al cabo no ocupan en la sociedad puestos relevantes, ni en la administración, ni en el clero, ni en los negocios; viven en el campo o en la sierra ocupados en sus labores, sin entrometerse en los asuntos de los cristianos. Por ello se observa la relativa paciencia y mansedumbre con que fueron tratados por las autoridades y por la Inquisición durante decenios hasta que, en tiempos de Felipe II, decidió el Estado forzarlos a renunciar, no sólo a sus creencias, sino a su lengua, a sus vestidos, a sus costumbres tradicionales. Se trataba en este caso también de asimilar los moriscos al resto de la sociedad, como se había hecho antes con los judíos. El resultado fue el mismo. En ambos casos España fracasó.
pública que veía en judíos, judaizantes e incluso conversos sinceros a unos enemigos naturales del catolicismo y de la idiosincrasia española, tal como la entendieron e¿Qué consecuencias tuvo para España la expulsión de los judíos? En 1813, durante la discusión, en las Cortes de Cádiz, del proyecto de decreto para suprimir el tribunal de la Inquisición, uno de los oradores exclamó: «No debe reputarse por una paradoja decir que la ignorancia de la religión, el atraso de las ciencias, la decadencia de las artes, del comercio y de la agricultura y la despoblación y pobreza de España provienen en gran parte del sistema de la Inquisición, porque la industria, las ciencias, no menos que la religión, las hacen florecer hombres grandes que fomentan, vivifican y enseñan con su ilustración, con su elocuencia y con su ejemplo». Efectivamente, siguiendo esta línea, la historiografía liberal del siglo XIX estuvo convencida de que la decadencia de Espala se debía fundamentalmente a la política religiosa inaugurada por los Reyes Católicos: la Inquisición, que se ensañaba contra los conversos, y la expulsión de los judíos privaron a la nación de sus elites económicas y culturales; el fanatismo impidió que España se desarrollara desde el punto de vista material y científico; el prejuicio de la limpieza de sangre sometió a los conversos -que eran los elementos más dinámicos y emprendedores de la población española- a una serie de discriminaciones que les impidieron dedicarse a fondo en los negocios y el cultivo de la ciencia; las actividades económicas e intelectuales quedaron desvalorizadas por considerarlas privativas de los conversos; los cristianos viejos se apartaron de ellas; todos querían ser hidalgos, nadie mercader; España se hundió en la miseria y el oscurantismo. [...]
De todas formas, la expulsión de los judíos produjo problemas a nivel local, pero no una catástrofe nacional. Es a todas luces descabellado atribuir a aquel acontecimiento la decadencia de España y su pretendida incapacidad a adaptarse a las transformaciones del mundo moderno. Todo lo que sabemos ahora demuestra que la España del siglo XVI no era precisamente una nación económicamente atrasada. Su pujanza, en el terreno demográfico y comercial, le venía de antes y la expansión se prolongó por lo menos hasta finales de la centuria. La expulsión de los judíos se realizó en un momento de auge y prosperidad. En términos estrictamente demográficos y económicos y prescindiendo de los aspectos humanos, la expulsión no supuso para España ningún deterioro sustancial, sino solamente una crisis pasajera rápidamente superada.
El Universal
jueves 26 de febrero, 2009
Rafael Muci-Mendoza
Un indicio es un indicio, dos indicios son dos indicios, tres indicios es una prueba
Cómo se adelantó a la barbarie Félix María, el fabulista moral español. Párvulos, aprendimos en convivencia y hermanados por metas comunes, hijos de libaneses, judíos y criollos en el Colegio La Salle de Valencia: Fuimos pues, y somos de la misma hechura, alimentados con la misma savia. Resuena aún enfático el Hermano Leandro, gesticulando con su mano el sinuoso movimiento del reptil: “En casa de un cerrajero / Entró la serpiente un día, / Y la insensata mordía / Una lima de acero / Díjole la lima: El mal, / Necia, será para ti; / ¿Cómo has de hacer mella en mi, / Que hago polvos el metal?”
Los judíos han sufrido persecución en cientos de lugares: maltratados, expatriados, gaseados en despreciable holocausto y envidiados por su temple de acero, talento, fortaleza y templanza. Como la sociedad civil democrática a la cual se sienten hermanados y consustanciados, resurgirán cual Ave Fénix, más fortalecidos. Resistieron depredadores desde la Edad Media y a sanguinarios como Hitler y Stalin. Un indicio es un indicio, dos indicios son dos indicios, tres indicios es una prueba; los indicios cuentan la historia. La violación del templo, un acto de cobardía infinita. Fue evidente que asalariados del proceso dejaron pistas y rastros distintivos que conducen al alto gobierno. Serán pues sacrificados porque sus jefes son hombres menudos y de dos caras, que no saben de lealtades.
Pero Samaniego (1745-1801), no podía terminar su fábula sin una moraleja dirigida a la canalla discapacitada de moral y luces, cobarde como su incitador, que sólo sabe destruir porque erigir no puede: “Quien pretende sin razón / Al más fuerte derribar / No consigue sino dar / Coces contra el aguijón”. En gesto solidario vestimos con orgullo la Estrella de David.
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