Cuando Chávez estaba vivo...
RUBENS YANES | EL UNIVERSAL
miércoles 8 de mayo de 2013 12:00 AM
Arturo es chavista. De los desinteresados, de los inteligentes. A sus 22 años estudia derecho, ve el canal 8, tiene en su cuarto un calendario homenaje a Chávez y trabaja como taxista. Votó por Maduro y detesta a la oposición, en especial a María Corina, aunque Capriles se ha ganado su respeto.
Lloró cuando murió el Comandante. Su apego a Hugo viene no sólo de una simpatía personal por el fallecido presidente, sino por un alto sentido de justicia social que de alguna manera compartían (o eso sentía él).
Cuando se le pregunta por qué es chavista defiende las misiones, que se haya homologado la pensión a los viejitos. Habla de lo cabezas huecas que son los de la oposición cuando afirman cosas que no son ciertas. Obviamente, de eso se jacta y se queda como pegado.
Pero Arturo está raro, tiene varios días inquieto. Cuando vio que Nicolás ganó por tan estrecho margen se quedó estupefacto. Si bien él criticó buena parte de las actuaciones y declaraciones del candidato, no se esperaba semejante desbandada de votos.
Sus críticas a Nicolás comenzaron con la devaluación –la primera–, por sus estruendosas equivocaciones en campaña y sus grotesco verbo. Su tendencia a imitar a Chávez, sin tener su gracia y su don.
Una vez electo, Nicolás no le pareció tan digno de la herencia del comandante. Decía y se desdecía sin parar. Pero, además, Arturo notó que a Maduro nadie lo respeta: una señora X en Los Teques lo tutea con tono golpeado: "¡Nicolás!", sus ministros no ponen cara de respeto y Diosdado anda descontrolado.
"Él único responsable de lo que pasó en la Asamblea" –me decía Arturo medio broma, medio en serio–, "es Diosdado. Que como que no juega para Maduro. Deberían darle su parao. Cuando Chávez estaba vivo, esas cosas no pasaban".
Me tomó por sorpresa su crítica, pero más aún me sorprendió cuando un par de días atrás, mientras esperábamos para salir del estacionamiento de su universidad, le oí gritar con voz aguda epítetos irrepetibles en contra del Presidente. La mentada de madre se oyó en todo el campus.
¿La razón? Cayó en cuenta de que aumentaron la tarifa del estacionamiento; sacó la cuenta de que ahora se gasta más del doble en guardar el carro, caramelos y bebidas en su universidad y que no le alcanzaba para pagar los libros, sacar a su novia al cine o ayudar a su vieja. Menos mal que fue eso y no que asesinaron a alguien de su familia o que le expropiaron el taxi, pensé.
@rubensyanes
Lloró cuando murió el Comandante. Su apego a Hugo viene no sólo de una simpatía personal por el fallecido presidente, sino por un alto sentido de justicia social que de alguna manera compartían (o eso sentía él).
Cuando se le pregunta por qué es chavista defiende las misiones, que se haya homologado la pensión a los viejitos. Habla de lo cabezas huecas que son los de la oposición cuando afirman cosas que no son ciertas. Obviamente, de eso se jacta y se queda como pegado.
Pero Arturo está raro, tiene varios días inquieto. Cuando vio que Nicolás ganó por tan estrecho margen se quedó estupefacto. Si bien él criticó buena parte de las actuaciones y declaraciones del candidato, no se esperaba semejante desbandada de votos.
Sus críticas a Nicolás comenzaron con la devaluación –la primera–, por sus estruendosas equivocaciones en campaña y sus grotesco verbo. Su tendencia a imitar a Chávez, sin tener su gracia y su don.
Una vez electo, Nicolás no le pareció tan digno de la herencia del comandante. Decía y se desdecía sin parar. Pero, además, Arturo notó que a Maduro nadie lo respeta: una señora X en Los Teques lo tutea con tono golpeado: "¡Nicolás!", sus ministros no ponen cara de respeto y Diosdado anda descontrolado.
"Él único responsable de lo que pasó en la Asamblea" –me decía Arturo medio broma, medio en serio–, "es Diosdado. Que como que no juega para Maduro. Deberían darle su parao. Cuando Chávez estaba vivo, esas cosas no pasaban".
Me tomó por sorpresa su crítica, pero más aún me sorprendió cuando un par de días atrás, mientras esperábamos para salir del estacionamiento de su universidad, le oí gritar con voz aguda epítetos irrepetibles en contra del Presidente. La mentada de madre se oyó en todo el campus.
¿La razón? Cayó en cuenta de que aumentaron la tarifa del estacionamiento; sacó la cuenta de que ahora se gasta más del doble en guardar el carro, caramelos y bebidas en su universidad y que no le alcanzaba para pagar los libros, sacar a su novia al cine o ayudar a su vieja. Menos mal que fue eso y no que asesinaron a alguien de su familia o que le expropiaron el taxi, pensé.
@rubensyanes
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