Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 4 de mayo de 2014

La revista humorística argentina Tía Vicenta definía al Barroco como “aguaca con tierraca”. En todo caso, es la misma agua marrón y pantanosa que desde hace cuatro años Hidrocapital hace llegar a mi casa. Barroca, pero avara y debilucha; un chorrito miserable e indigente.

Barroco bolivariano

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La revista humorística argentina Tía Vicenta definía al Barroco como “aguaca con tierraca”. En todo caso, es la misma agua marrón y pantanosa que desde hace cuatro años Hidrocapital hace llegar a mi casa. Barroca, pero avara y debilucha; un chorrito miserable e indigente. Cada vez que me quejo llamando por teléfono a Hidrocapital o cada vez que Belén se encrespa en el teléfono, la funcionaria que atiende la llamada se excusa alegando que en modo alguno se trata de racionamiento sino de “falta de presión”. ¿Presión? ¡Cuatro! ¿Cuatro años seguidos sin presión? “Por gente como usted –terminamos diciendo– “va a caer este gobierno ineficaz y distraído y si Hidrocapital sigue con el cuento de la presión, ¡caerá mas rápido!”. Lo decimos para asustarla un poco. Al parecer, Dios se ha olvidado de este servidor, porque la impavidez burocrática de Hidrocapital es de tal magnitud que me hace sentir como aquel envejecido Job de la Biblia obligado, como estuvo entre muchas otras calamidades, a soportar a los  Chávez y Maduros que el atribulado patriarca debió padecer en su tiempo. Pero en su divina sabiduría la Biblia no se atreve a mencionarlos por miedo a que le caiga encima el barroco de Tía Vicenta.
Hablo de un chorrito oscuro, casi achocolatado que sale del grifo muy temprano en la mañana y desaparece luego en el transcurso del día. Y mientras Belén y yo damos vuelta a las 3:00 de la mañana por toda la casa, viejos insomnes atormentados por las crueldades que perpetra el régimen militar contra desarmados estudiantes que se disparan entre ellos mismos, abrimos el grifo por mera curiosidad y vemos brotar potente e inservible la aguaca con tierraca de la Tía Vicenta. El asunto es grave porque las funcionarias de Hidrocapital y sus propios jefes ignoran, al parecer, que del agua provienen todos los seres vivos. Lao Tse, fundador del tao tuvo más suerte que nosotros porque no padeció la arrogante vulgaridad del chavismo ya que vivió en China antes de Cristo, pero dijo, contrariamente a lo que sostiene la burocracia de Hidrocapital, que “física y espiritualmente, el agua no se detiene ni de día ni de noche. Si circula por la altura, origina la lluvia y el rocío. Si circula por lo bajo, forma los torrentes y los ríos. El agua sobresale en hacer el bien. Si se le opone un dique, se detiene. Si se le abre camino, discurre por él. Por eso se dice de ella que no lucha. Sin embargo, nada le iguala en romper lo fuerte y lo duro”. Lo más notable, lo dijeron Job, Lao Tse y también lo decimos nosotros, es que el agua adopta la forma de todo lo que encuentra a su paso. En Hidrocapital, sin embargo, en lugar de agua ¡sólo encontramos el barroco de Tía Vicenta!
En una anécdota atribuida a Juan David García Bacca que cuenta el cineasta César Cortez ¡hay aguas perfectas! El filósofo acertó a pasar cuando varios estudiantes disertaban sobre el agua. Se detuvo a escucharlos. Hablaban del río de Heráclito, de las aguas lustrales y benditas; las aguas primaverales; las profundas; las que adoraba Narciso porque reflejaban la belleza; las aguas de la purificación, las muertas, las dulces y saladas. Se extasiaban al nombrarlas igual que Maldoror, el Conde de Lautreamont, maravillado ante la perpetua movilidad del océano siempre igual a sí mismo y por el carácter sin forma de sus aguas... El filósofo los abarcó con mirada indulgente y dijo: “¡Al nombrarlas, ya esas aguas no mojan!”.

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