El video publicado junto al reportaje dejó en evidencia la corrupción que existe en las cárceles venezolanas. Piscinas, restaurantes, fiestas con DJ y galleras son algunos de los beneficios de los que gozaban los detenidos en ese recinto
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28 DE ENERO 2016 - 09:12 AM
En junio de 2011, The New York Times publicó un polémico reportaje en el que mostraba los lujos con los que vivían los reos de la cárcel de San Antonio en la Isla de Margarita, que en ese entonces era dirigida por el fallecido Teófilo Rodríguez Carzola, conocido como "El Conejo".
El video publicado junto al reportaje dejó en evidencia la corrupción que existe en las cárceles venezolanas. Piscinas, restaurantes, fiestas con DJ y galleras son algunos de los beneficios de los que gozaban los detenidos en ese recinto.
La polémica originada hace unos días, cuando reos del lugar, dueños de un gran arsenal, dispararon al aire "en honor" a "El Conejo", asesinado el pasado fin de semana a su salida de una fiesta en Porlamar, puso de nuevo en la palestra la crisis de institucionalidad que existe en estos lugares.
El reportaje fue escrito por Simón Romero, quien en ese entonces era corresponsal del New York Times Times en Caracas. Fue publicado el 3 de junio de 2011.
Aquí el reportaje:
PORLAMAR, Junio 3 2011, Venezuela – En su exterior, la cárcel de San Antonio en la Isla Margarita se parece a cualquier otro centro penitenciario venezolano. Soldados con uniformes verdes de pie en sus puertas. Francotiradores en las garitas de vigilancia asoman sus ojos al visitante. Otros Guardias Nacionales lanzaban miradas amenazantes a los visitantes antes de requisarlos exhaustivamente a la entrada.
Pero una vez adentro, la cárcel con más de 2.000 venezolanos y extranjeros detenidos, mayoritariamente por tráfico de drogas, en gran medida se parece más a una inspiración en el lujo de vivir con la tentación de la carne a lo Hugh Hefner (fundador de Playboy) que a una empalizada para los duros contrabandistas de drogas.
Mujeres visitantes lucen sus bikinis mientras retozan al sol del Caribe en una piscina al aire libre. La marihuana riega sus aromas en el humo presente en aire. El ritmo del Reggaetón se escucha en una especie de club para parejas que bailan muy apretaditas. Pinturas con el logo de Playboy adornan el salón de billar. Los presos y sus invitados se empujan para hacer apuestas en la arena de la prisión para las peleas de gallos de riña.
“Los presos de Venezuela aquí ejecutan el programa de la prisión, lo que hace que la vida adentro sea un poco más fácil para todos nosotros”, dijo Fernando Acosta, de 58 años, un piloto mexicano encarcelado desde 2007. Su compañero de celda, un hombre de negocios congoleño, lo había contratado para volar un jet Gulfstream y hoy los fiscales les acusan de planificar su uso para el contrabando de dos toneladas de cocaína a África Occidental.
No es raro en los centros penitenciarios de Venezuela que los reclusos armados con pistolas de alto calibre y sofisticación ejerzan un cierto grado de autonomía. Los presos con BlackBerrys y laptops han organizado desde adentro de sus celdas tráfico de drogas, secuestros y asesinatos. La policía dice que es un legado de décadas de corrupción, hacinamiento e insuficiencia de los guardias en los penales.
Pero la cárcel de San Antonio, es conocida en la Isla Margarita como un lugar relativamente tranquilo donde incluso los visitantes pueden ir a la “pecadora” fiesta de fin de semana. De por sí pertenece a una clase propia en materia de prisiones.
La isla en sí es un punto de partida de los cargamentos de droga hacia el Caribe y los Estados Unidos, y los traficantes detenidos aquí a menudo terminan en esta prisión. Efectivamente la vida detrás de sus muros es una mezcla surrealista de hedonismo y fuerza. Algunos presos recorren el recinto penitenciario armados con rifles de asalto.
“Yo estuve en el ejército durante 10 años, he jugado con armas de fuego toda mi vida”, dijo Paul Makin, de 33 años, un británico detenido aquí en Porlamar por el contrabando de cocaína en 2009. “He visto algunas armas aquí que nunca he visto antes. AK-47, AR-15, M-16, Magnum, Potros, Uzis, Ingram. Las que nombres están aquí”.
Los presos dicen que deben sus privilegios inusuales a un compañero de prisión, Teófilo Rodríguez, de 40 años, un traficante de drogas convicto que controla el arsenal que aún impacta al Sr. Makin. El Sr. Rodríguez es el líder de los internos, un ser superior, un “pran”, como se llaman los presos Alfa.
El Sr. Rodríguez también se conoce con el apodo de “El Conejo” lo que explica la proliferación de la marca del pran a lo largo de la prisión: pinturas con el logo del conejo de Playboy. En el interior, las oportunidades para los reclusos prosperar y hacer dinero son amplias. Los visitantes de la isla, un destino de escape turístico bordeada de palmeras, hacen fila los fines de semana para realizar apuestas en la arena de las peleas de gallos de la prisión, lo que genera ingresos por el juego.
Otros visitantes, conscientes de que los guardias los requisan al entrar pero no al salir, entran a comprar drogas. Los presos y los visitantes hacen uso de un callejón entre las celdas para fumar marihuana y crack de la cocaína.
El Gobierno de Venezuela reconoce los problemas dentro de sus prisiones, donde los enfrentamientos entre bandas controladas por prans como el señor Rodríguez contribuyen a un elevado número de asesinatos. Los investigadores de derechos humanos hallaron que 476 prisioneros – el uno por ciento de la población de 44.250 reclusos en las prisiones – fueron asesinados el año pasado.
Con la esperanza de hacer frente a la violencia, el hacinamiento y otras cuestiones sistémicas, el gobierno anunció planes para crear un nuevo ministerio de las prisiones. El presidente Hugo Chávez mencionó para ponerle especial atención a la cárcel de San Antonio en su programa de televisión un domingo en diciembre de 2009, con motivo de celebrar la construcción del anexo de mujeres con 54 nuevas unidades de reclusión.
Pero los grupos de derechos humanos insisten que la corrupción y el desorden institucional han obstaculizado los esfuerzos para mejorar las condiciones en muchas de las cárceles. El Instituto Nacional para Estudios Penitenciarios ha tenido cerca de 1.200 graduados desde la década de 1990, pero menos de 30 de ellos trabajan en las cárceles, privando al sistema de orientación profesional y experiencia.
Una serie de revueltas de presos en las últimas semanas ha puesto de relieve la serie de problemas. En abril, los presos en una prisión en las afueras de Caracas tomaron como rehenes a 22 funcionarios, entre ellos el director, en protesta por un brote de tuberculosis. El enfrentamiento de una semana terminó cuando las autoridades acordaron reemplazar al director. En mayo, los reclusos de otra prisión tomaron a su director y 14 empleados como rehenes durante 24 horas para protestar contra lo que llaman maltrato a los reclusos.
“El Estado ha perdido el control de las cárceles en Venezuela”, dijo Carlos Nieto, director de la ONG Ventana a la Libertad, que documenta las violaciones de los derechos humanos en las cárceles venezolanas.
Luis Gutiérrez, el director de San Antonio, se negó a discutir sobre la prisión que “nominalmente” supervisa. Los fines de semana, el ambiente interior, lleno de cónyuges, compañeros sentimentales y algunos que simplemente aparecen en busca de diversión, hacen parecer a la cárcel como otro de los centros turísticos de la isla de Margarita.
Los presos, junto a la piscina, disfrutan de una parrillada mientras veden sus whiskies. Algunas celdas, están equipadas con aire acondicionado y antenas de satélite de DirecTV, lo que permite a algunos presos relajarse con esposas o novias. (Venezuela, al igual que otros países de América Latina, permite las visitas conyugales.) Los hijos de algunos presos nadan en una de las cuatro piscinas de la prisión.
Cuentan los reclusos que ellos mismos construyeron esos beneficios, con su propio dinero. Dicen que las fugas son raras (los internos, si lo intentan, todavía se enfrentan a la amenaza de ser fusilados por los soldados en el exterior). Y mientras que San Antonio no puede considerarse segura – un ataque con granadas en la enfermería mató a varios hombres el año pasado – los internos sostienen que en comparación con otras cárceles, en ella a menudo prevalece la paz.
“Nuestra prisión es una institución modelo”, dijo Iván Peñalver, 33, un asesino convicto que predica en la iglesia cristiana evangélica de la prisión.
El jefe de los internos, el Sr. Rodríguez, se entrevistó con nosotros mientras sus guardaespaldas abrían unas ostras frescas sin concha para él, atribuyéndose estas distinciones a “su gobierno carcelario”. Un mural en la cárcel representa al Sr. Rodríguez como director de un tren, acompañado por subordinados con armas de fuego en sus manos que disparan hacia un soplón que cuelga de una soga.
“Hay más seguridad aquí que en la calle”, dijo Rodríguez, un hombre grueso de cuello largo, que grita órdenes a través de un teléfono celular. Preguntado sobre sus ambiciones después de su futuro ex carcelamiento, nos dijo que consideraría entrar a la vida política.
Hasta entonces, la vida bajo su mandato se ciñe a su propio código. Las fiestas incluyen grupos de rap invitados a actuar. Aunque separadas por una pared, las 130 reclusas en el anexo de las mujeres se mezclan libremente con los prisioneros. Algunos establecen vínculos románticos de inmediato.
En algunas partes de la prisión, algo parecido a la normalidad prevalece.Un preso con una cámara y una laptop sirve como fotógrafo, tomando fotos de otros reclusos y utilizando el Photoshop para hacerles sus montajes, como uno que vimos donde la pareja aparece apoyada en un Hummer. Un barbero corta el cabello. Un tarantín de alimentos llamado McLandro’s vende bocadillos. El club de reggaetón resuena el día y la noche. Los gallos de riña cantan al amanecer.
“Me resulta difícil explicar cómo es la vida aquí,” dijo Nadezhda Klinaeva, de 32 años, una rusa que cumple una condena de tráfico de drogas en el anexo de mujeres. “Este es el lugar más extraño en que he estado.”
Aquí puedes ver el video:
En junio de 2011, The New York Times publicó un polémico reportaje en el que mostraba los lujos con los que vivían los reos de la cárcel de San Antonio en la Isla de Margarita, que en ese entonces era dirigida por el fallecido Teófilo Rodríguez Carzola, conocido como "El Conejo".
El video publicado junto al reportaje dejó en evidencia la corrupción que existe en las cárceles venezolanas. Piscinas, restaurantes, fiestas con DJ y galleras son algunos de los beneficios de los que gozaban los detenidos en ese recinto.
La polémica originada hace unos días, cuando reos del lugar, dueños de un gran arsenal, dispararon al aire "en honor" a "El Conejo", asesinado el pasado fin de semana a su salida de una fiesta en Porlamar, puso de nuevo en la palestra la crisis de institucionalidad que existe en estos lugares.
El reportaje fue escrito por Simón Romero, quien en ese entonces era corresponsal del New York Times Times en Caracas. Fue publicado el 3 de junio de 2011.
Aquí el reportaje:
PORLAMAR, Junio 3 2011, Venezuela – En su exterior, la cárcel de San Antonio en la Isla Margarita se parece a cualquier otro centro penitenciario venezolano. Soldados con uniformes verdes de pie en sus puertas. Francotiradores en las garitas de vigilancia asoman sus ojos al visitante. Otros Guardias Nacionales lanzaban miradas amenazantes a los visitantes antes de requisarlos exhaustivamente a la entrada.
Pero una vez adentro, la cárcel con más de 2.000 venezolanos y extranjeros detenidos, mayoritariamente por tráfico de drogas, en gran medida se parece más a una inspiración en el lujo de vivir con la tentación de la carne a lo Hugh Hefner (fundador de Playboy) que a una empalizada para los duros contrabandistas de drogas.
Mujeres visitantes lucen sus bikinis mientras retozan al sol del Caribe en una piscina al aire libre. La marihuana riega sus aromas en el humo presente en aire. El ritmo del Reggaetón se escucha en una especie de club para parejas que bailan muy apretaditas. Pinturas con el logo de Playboy adornan el salón de billar. Los presos y sus invitados se empujan para hacer apuestas en la arena de la prisión para las peleas de gallos de riña.
“Los presos de Venezuela aquí ejecutan el programa de la prisión, lo que hace que la vida adentro sea un poco más fácil para todos nosotros”, dijo Fernando Acosta, de 58 años, un piloto mexicano encarcelado desde 2007. Su compañero de celda, un hombre de negocios congoleño, lo había contratado para volar un jet Gulfstream y hoy los fiscales les acusan de planificar su uso para el contrabando de dos toneladas de cocaína a África Occidental.
No es raro en los centros penitenciarios de Venezuela que los reclusos armados con pistolas de alto calibre y sofisticación ejerzan un cierto grado de autonomía. Los presos con BlackBerrys y laptops han organizado desde adentro de sus celdas tráfico de drogas, secuestros y asesinatos. La policía dice que es un legado de décadas de corrupción, hacinamiento e insuficiencia de los guardias en los penales.
Pero la cárcel de San Antonio, es conocida en la Isla Margarita como un lugar relativamente tranquilo donde incluso los visitantes pueden ir a la “pecadora” fiesta de fin de semana. De por sí pertenece a una clase propia en materia de prisiones.
La isla en sí es un punto de partida de los cargamentos de droga hacia el Caribe y los Estados Unidos, y los traficantes detenidos aquí a menudo terminan en esta prisión. Efectivamente la vida detrás de sus muros es una mezcla surrealista de hedonismo y fuerza. Algunos presos recorren el recinto penitenciario armados con rifles de asalto.
“Yo estuve en el ejército durante 10 años, he jugado con armas de fuego toda mi vida”, dijo Paul Makin, de 33 años, un británico detenido aquí en Porlamar por el contrabando de cocaína en 2009. “He visto algunas armas aquí que nunca he visto antes. AK-47, AR-15, M-16, Magnum, Potros, Uzis, Ingram. Las que nombres están aquí”.
Los presos dicen que deben sus privilegios inusuales a un compañero de prisión, Teófilo Rodríguez, de 40 años, un traficante de drogas convicto que controla el arsenal que aún impacta al Sr. Makin. El Sr. Rodríguez es el líder de los internos, un ser superior, un “pran”, como se llaman los presos Alfa.
El Sr. Rodríguez también se conoce con el apodo de “El Conejo” lo que explica la proliferación de la marca del pran a lo largo de la prisión: pinturas con el logo del conejo de Playboy. En el interior, las oportunidades para los reclusos prosperar y hacer dinero son amplias. Los visitantes de la isla, un destino de escape turístico bordeada de palmeras, hacen fila los fines de semana para realizar apuestas en la arena de las peleas de gallos de la prisión, lo que genera ingresos por el juego.
Otros visitantes, conscientes de que los guardias los requisan al entrar pero no al salir, entran a comprar drogas. Los presos y los visitantes hacen uso de un callejón entre las celdas para fumar marihuana y crack de la cocaína.
El Gobierno de Venezuela reconoce los problemas dentro de sus prisiones, donde los enfrentamientos entre bandas controladas por prans como el señor Rodríguez contribuyen a un elevado número de asesinatos. Los investigadores de derechos humanos hallaron que 476 prisioneros – el uno por ciento de la población de 44.250 reclusos en las prisiones – fueron asesinados el año pasado.
Con la esperanza de hacer frente a la violencia, el hacinamiento y otras cuestiones sistémicas, el gobierno anunció planes para crear un nuevo ministerio de las prisiones. El presidente Hugo Chávez mencionó para ponerle especial atención a la cárcel de San Antonio en su programa de televisión un domingo en diciembre de 2009, con motivo de celebrar la construcción del anexo de mujeres con 54 nuevas unidades de reclusión.
Pero los grupos de derechos humanos insisten que la corrupción y el desorden institucional han obstaculizado los esfuerzos para mejorar las condiciones en muchas de las cárceles. El Instituto Nacional para Estudios Penitenciarios ha tenido cerca de 1.200 graduados desde la década de 1990, pero menos de 30 de ellos trabajan en las cárceles, privando al sistema de orientación profesional y experiencia.
Una serie de revueltas de presos en las últimas semanas ha puesto de relieve la serie de problemas. En abril, los presos en una prisión en las afueras de Caracas tomaron como rehenes a 22 funcionarios, entre ellos el director, en protesta por un brote de tuberculosis. El enfrentamiento de una semana terminó cuando las autoridades acordaron reemplazar al director. En mayo, los reclusos de otra prisión tomaron a su director y 14 empleados como rehenes durante 24 horas para protestar contra lo que llaman maltrato a los reclusos.
“El Estado ha perdido el control de las cárceles en Venezuela”, dijo Carlos Nieto, director de la ONG Ventana a la Libertad, que documenta las violaciones de los derechos humanos en las cárceles venezolanas.
Luis Gutiérrez, el director de San Antonio, se negó a discutir sobre la prisión que “nominalmente” supervisa. Los fines de semana, el ambiente interior, lleno de cónyuges, compañeros sentimentales y algunos que simplemente aparecen en busca de diversión, hacen parecer a la cárcel como otro de los centros turísticos de la isla de Margarita.
Los presos, junto a la piscina, disfrutan de una parrillada mientras veden sus whiskies. Algunas celdas, están equipadas con aire acondicionado y antenas de satélite de DirecTV, lo que permite a algunos presos relajarse con esposas o novias. (Venezuela, al igual que otros países de América Latina, permite las visitas conyugales.) Los hijos de algunos presos nadan en una de las cuatro piscinas de la prisión.
Cuentan los reclusos que ellos mismos construyeron esos beneficios, con su propio dinero. Dicen que las fugas son raras (los internos, si lo intentan, todavía se enfrentan a la amenaza de ser fusilados por los soldados en el exterior). Y mientras que San Antonio no puede considerarse segura – un ataque con granadas en la enfermería mató a varios hombres el año pasado – los internos sostienen que en comparación con otras cárceles, en ella a menudo prevalece la paz.
“Nuestra prisión es una institución modelo”, dijo Iván Peñalver, 33, un asesino convicto que predica en la iglesia cristiana evangélica de la prisión.
El jefe de los internos, el Sr. Rodríguez, se entrevistó con nosotros mientras sus guardaespaldas abrían unas ostras frescas sin concha para él, atribuyéndose estas distinciones a “su gobierno carcelario”. Un mural en la cárcel representa al Sr. Rodríguez como director de un tren, acompañado por subordinados con armas de fuego en sus manos que disparan hacia un soplón que cuelga de una soga.
“Hay más seguridad aquí que en la calle”, dijo Rodríguez, un hombre grueso de cuello largo, que grita órdenes a través de un teléfono celular. Preguntado sobre sus ambiciones después de su futuro ex carcelamiento, nos dijo que consideraría entrar a la vida política.
Hasta entonces, la vida bajo su mandato se ciñe a su propio código. Las fiestas incluyen grupos de rap invitados a actuar. Aunque separadas por una pared, las 130 reclusas en el anexo de las mujeres se mezclan libremente con los prisioneros. Algunos establecen vínculos románticos de inmediato.
En algunas partes de la prisión, algo parecido a la normalidad prevalece.Un preso con una cámara y una laptop sirve como fotógrafo, tomando fotos de otros reclusos y utilizando el Photoshop para hacerles sus montajes, como uno que vimos donde la pareja aparece apoyada en un Hummer. Un barbero corta el cabello. Un tarantín de alimentos llamado McLandro’s vende bocadillos. El club de reggaetón resuena el día y la noche. Los gallos de riña cantan al amanecer.
“Me resulta difícil explicar cómo es la vida aquí,” dijo Nadezhda Klinaeva, de 32 años, una rusa que cumple una condena de tráfico de drogas en el anexo de mujeres. “Este es el lugar más extraño en que he estado.”
Aquí puedes ver el video:
¿El narcochavismo o tú?
Sólo unidos hemos avanzado
Somos un pueblo en harapos, despojado y malherido, nuestras llagas son evidentes, están por todas partes, el alma del venezolano es una enorme magulladura que sangra.
El chavismo ha despedazado nuestro pecho, una fractura abierta muestra nuestros huesos y las entrañas desgarradas. Nuestro corazón palpitante y tibio también está visible. Está cansado, cansadísimo, pero a pesar de todo aún late. Late fuerte por un amor a Venezuela que ni se doblega ni se vence, que persiste.
Para mantenernos de pie y caminar nos hemos tenido que sostener unos a otros, apoyar nuestros desfallecimientos sobre el hombro del amigo. Sólo abrazados, unidos, recostados entre sí hemos logrado andar algunos pasos. Pocos, pero hemos avanzado.
No ha sido fácil, nada fácil. Quien exponga lo contrario miente, es un cínico. Y los cínicos ya están identificados, son los enchufados narcochavistas que permanecen en el poder. Hay que erradicarlos.
El narcochavismo o tú, he ahí el único dilema.
El rugido ensordecedor
Hagamos un ejercicio imaginario. Figuremos una convocatoria de todos los venezolanos sobre la faz de la Tierra conglomerados en solo sitio de nuestro país, digamos, en la Gran Sábana o en la vastedad de Los Llanos, aunque fuese apiñados como los presos en nuestras cárceles, pero todos reunidos, sin excepción.
Imaginemos una asamblea nacional que no fuese representativa -como la actual- sino total, que agrupase a los treinta millones de venezolanos que dicen que somos para debatir sobre la desconsoladora crisis que causó Hugo Chávez -y sus narcochavistas- desde que llegó al poder. Supongamos que en esa gran reunión los treinta millones de venezolanos estamos todos a una misma altura, como iguales, sin preeminencias ni insignias, sin clase social o política, cada quien jodido a su modo, pero jodido. Pregunto: ¿no somos todos víctimas del mismo sufrimiento? ¿No somos todos mártires de la misma ruinosa perversidad?
Los azotes son los mismos y nos laceran a todos por igual: muerte, criminalidad, corrupción, desabastecimiento, rencor, sangre, mucha sangre, ultraje, tortura, cinismo, nuevo riquismo lunático, desprecio, odio, latrocinio, idiotez, malandraje, desorden, extorsión y ese estirado etcétera de dolor y vergüenza.
Si toda Venezuela reunida expusiera su indignación y lamento seríamos una estruendosa queja, un rugido ensordecedor de estertores y llanto cuya memoria y eco duraría todo este siglo.
El rugido ya se comienza a escuchar, es unánime.
¿Lo sienten?
¡Narcochavistas temblad!
Los únicos que no escuchan ni sienten el unánime lamento nacional son los Chávez, los narcochavistas enchufados en el poder y los cubanos. Ellos están felices, atiborrados -en su cinismo- de lujos y placeres, enfermos de codicia, ciegos e indolentes, no les importa nada sino sus cuentas bancarias y conservar intacto su poder.
Quieren mantener su patológico desprecio y control sobre el pueblo de Venezuela, sobre treinta millones de hombres y mujeres que en su sufrimiento se quejan y lamentan.
Pero el rugido crece y se convierte en algo tan ensordecedor como insoportable. Crece nacionalmente, se siente en todas partes. Está en ti, en él, en mí, en todos y se comienza a manifestar en forma caótica.
Si el cielo encapotado anuncia tempestad, el rugido del pueblo venezolano anuncia libertad.
¡Narcochavistas temblad!
La movilización noviolenta
Llega el momento en el que el rugido se convierte en acción social. Es inevitable. Vemos más gritos, sobresaltos, protestas y saqueos. Unos por acá, otros por allá. La movilización social es una angustia atragantada que está buscando desesperadamente como liberarse. Y se liberará. La indolencia del régimen narcochavista acelera el desenlace, peor aún, lo impulsa.
¿Cómo sujetamos la rabia colectiva?
La única manera es la movilización noviolenta porque es la más civilizada y menos traumática. Con protestas, movilizaciones, marchas que se enfoquen en arrinconar al poder reivindicando derechos violentados (como en Amazonas, como anticipan con la ley de Amnistía), sin arrebatos ni espasmos, sin epilepsias, como lo hicieron los estudiantes en 2007, con el poder constituyente (el pueblo) reclamándole “unido” al poder constituido (TSJ, Miraflores, etc.)
Y el poder constituyente -el pueblo- ya se manifestó políticamente. El que el régimen narcochavista desconozca su mandato -tu mandato- nos obliga a pensar en su salida. Sí, en la salida.
Es una responsabilidad tan inmediata como histórica.
La salida es la movilización constitucional
La salida -como lo expuso hace dos años Leopoldo López en aquel magistral discurso que le costó cárcel, tortura y una infame sentencia acusatoria- debe ser democrática, constitucional, pero sobre todo, humana. Y la única manera de que la movilización social sea humana y noviolenta es con unidad de criterio político y unidad de destino.
Gústele a quien le guste, patalee quien patalee, benefíciese quien se beneficie. Hay que pensar en Venezuela, ese amor que nos reúne, y en el rugido ensordecedor de su pueblo.
Sea la vía del Revocatorio, la Enmienda o la Reforma, o cualquier otra vía constitucional que escoja la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para liberarse de este régimen cínico y devastador, la salida además deberá estar acompañada de movilización social planificada y organizada por la dirigencia política.
Hay que prepararse, no improvisar.
¿Y los militares?
En el ejercicio imaginario que hicimos en el que todos somos iguales ante la adversidad, sin insignias ni armamento, los militares venezolanos también forman parte de los treinta millones de venezolanos que son azotados por la peste chavista. No todos (una minoría enchufada está feliz), pero sí la gran mayoría.
Sus hijos, sus familias, ellos mismos, son lacerados por el narcochavismo. Si todos estamos jodidos, ellos también.
Los militares se tendrán que sostener entre sí para mantenerse de pie y avanzar como institución, abrazarse y unirse para dar el paso más importante que hayamos dado todos los venezolanos “unidos” en este siglo: hacer respetar la voluntad mayoritaria del pueblo de Venezuela. Y los militares son pueblo también.
Si no lo hacen, el narcochavismo los destrozará. ¿Lo permitirán?
He ahí el dilema.
El Nacional 2 DE FEBRERO 2016 - 12:01 AM
Con Maduro manda el hampa
Recientemente hemos sido testigos de los lamentables y bochornosos sucesos ocurridos en la isla de Margarita, donde el homicidio de un pran paralizó a lugareños y visitantes de la paradisíaca isla del Caribe.
Aunque bien es cierto que asesinaron a un “ex convicto”, hecho que debe ser reprochable, lo más vergonzoso o lamentable, fue la despedida que le hicieran sus amigos "privados de libertad" dentro de la misma cárcel de San Antonio. A ningún venezolano le quedó la menor duda de los beneficios que gozan quienes se encuentran en ese penal: Piscina, discoteca, tragos, drogas, prostitución y armas de fuegos más potentes que las que usa cualquier funcionario policial sea nacional, estadal o municipal.
Por tal motivo, me pregunto: Cómo sobrevivir en un país donde matan a 75 venezolanos diarios, o lo que es lo mismo tres por hora, o uno cada 20 minutos. Un país en el que 97% de los homicidios no se resuelven, esto habla de la total desidia en la que vivimos, donde el gobierno brilla por su ausencia, manda el hampa y reina la impunidad.
Por tal motivo, me pregunto: Cómo sobrevivir en un país donde matan a 75 venezolanos diarios, o lo que es lo mismo tres por hora, o uno cada 20 minutos. Un país en el que 97% de los homicidios no se resuelven, esto habla de la total desidia en la que vivimos, donde el gobierno brilla por su ausencia, manda el hampa y reina la impunidad.
Me gustaría que Nicolás Maduro, Iris Varela y Padrino López le explicaran a todos los venezolanos, quién permite el acceso de ese tipo de armamento a los centros penitenciarios del país, cuando todos hemos sido testigos de las calamidades, penas, humillaciones y vejaciones a las que se exponen, sobre todo las mujeres, cuando van a visitar a sus familiares privados de libertad.
En un país normal, con un gobierno que vele por la gente, situaciones como estas no sucederían. Una Ministra del Sistema Penitenciario que se toma fotos afectuosas, sentada en una cama con uno de los hombres más peligrosos de un penal, no infunde ninguna autoridad y mucho menos respeto; en un país donde funcione la justicia y predomine la cordura, un personaje como Iris Varela hubiese sido destituida desde hace tiempo.
Hoy, en el mundo al revés de Nicolás y sus acólitos, tenemos unas cárceles llenas de armas, municiones, prostitución y droga, mientras las neveras, despensas, estómagos y bolsillos de los venezolanos están vacíos, producto de un modelo que ha acabado con la producción nacional que nos ha llevado a estos altos niveles de escasez y desabastecimiento, tanto en alimentos como en medicamentos esenciales que ya supera el 65%, con lo que lamentablemente, hoy nuestro país está más que enfermo; pero esto no se queda ahí, ya que se le suma el asedio continuo del hampa, donde ya no estamos seguros en ningún lugar y adicional a eso tenemos la inflación más alta y la ciudad más violenta del mundo.
Mientras todo esto ocurre, Maduro solo amenaza con eliminar la Misión Vivienda Venezuela y colocar trabas para que las personas que lograron beneficiarse con una casa o apartamento, no sean dueños de estas, a todas luces prefieren tener a un pueblo arrodillado a los designios del gobierno. Lo que no terminan de entender, es que ese mismo pueblo ya se puso de pie porque se cansó de los abusos de un opresor.
El cambio ya comenzó y ahora lucharemos por hacer valer los derechos de los venezolanos.
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