-
“El imaginario colectivo del caraqueño dejó de pensarse en una ciudad moderna” – Entrevista a Alberto Sato
Publicado el 4 julio, 2010
Una excelente entrevista por Tal Levy al arquitecto Alberto Sato, argentino de origen japones, exilado en Venezuela y actualmente Decano de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Andrés Bello de Chile.
Sato nos habla del diseño industrial, de la arquitectura y sobre todo de Caracas, una ciudad desdibujada que perdió el rumbo de ciudad moderna. Sato dice:
La gente está como indiferente. Es un indicador grave que, debido a la inseguridad, ya no sean rejas sino pantallas de acero las que cierran los negocios. Es gravísimo también que el uso del tiempo libre se tenga que hacer en un centro comercial. El deterioro de Caracas está llegando a un límite en la medida en que nada funciona adecuadamente, está colapsando todo. Pero no quiero ser apocalíptico, sólo digo que el caraqueño se ha ido acostumbrando a esa condición.
“El imaginario colectivo del caraqueño dejó de pensarse en una ciudad moderna”
El Nacional
Domingo 04 de Julio de 2010
Siete Días
Tal Levy- La capital venezolana todavía usufructúa la infraestructura moderna construida en el pasado y su deterioro está llegando a un límite, alerta el arquitecto y diseñador industrial, para quien todo está colapsando y lo peor es que los caraqueños se acostumbran a ello
Lo que más le gusta en esta vida es asombrarse y su más reciente asombro ha sido volar. Mientras investigaba sobre la modernidad y el avión, se topó con una revelación del genio de Le Corbusier: lo que le maravillaba del avión no es que vuele como un pájaro, sino ver una máquina volando. Y es que a Alberto Sato le deslumbra la capacidad del ser humano de producir artificios.
El arquitecto y diseñador industrial visitó nuestro país para bautizar Los tiempos del espacio, una adaptación de su trabajo doctoral en el que demostró la historicidad del término espacio y del que median 38 años de su primer libro, Arquitectura del siglo XX.
Se reconoce como un observador del mundo, especialmente del comportamiento humano, y se siente casi obligado a extraer significado de todo cuanto le rodea, de las realidades y también de la producción intelectual.
–Más allá de ser un espacio geográfico-territorial, ¿cómo concibe a Caracas como escenario de significación? –Al amparo del petróleo, Caracas logró construir una imagen de ciudad moderna cuya vida era moderna. Es muy difícil identificar obras patrimoniales que pertenezcan al período colonial o republicano.
Las obras más relevantes eran modernas. Para nadie era sorpresa también el tipo de mobiliario que se utilizaba. El diseño contemporáneo se insertó muy bien. Si uno puede llegar a entender que el universo objetual que le rodea forma parte de su imaginario, el caraqueño era absolutamente moderno. Las casas de un gran arquitecto moderno como Tomás Sanabria reproducían el modo de vida americano: los diferentes ambientes de la casa estaban ordenados según la familia moderna. Uno identifica una casa moderna a partir de dónde está la cocina. Si está en el fondo y aislada, muy probablemente sea usada por el servicio; si está en un lugar estratégico, quiere decir que la señora de la casa es la que cocina. Ése es el modelo americano de vida, el más avanzado, en el que se ha superado la época de la servidumbre.
Incluso, había apartamentos para solteros en los años cincuenta. Pero ya está absolutamente perdida y abandonada la idea de moderno o contemporáneo. La ciudad sigue usufructuando la infraestructura construida en ese período de modernidad, que quizá alcanza hasta los años sesenta. No ha avanzado en infraestructura, en políticas habitacionales, ni en nada que se pueda asemejar a progreso. El imaginario colectivo perdió algo que es muy importante: pensarse en una ciudad moderna.
Sato no puede eludir reflexiones que, confiesa, son un poco duras de hacer: “Casi pareciera una necesidad que exista el cordón de pobreza porque el día que todos vivan bien se acabaron los proyectos sociales; o sea, que los proyectos sociales y políticos se alimentan de ese estado de pobreza. Ésa es la paradoja. El día en que todos estén educados y que salgan de la pobreza, la política se queda sin plataforma, lo cual quiere decir que es muy débil el proyecto político”.
–Si Caracas ya no es el paradigma de la modernidad, ¿qué es?, ¿cómo la ve? –Presenta un deterioro tal que yo le decía a mis compañeros que el ser humano es uno de los animales que más rápido se adapta a las condiciones nuevas. Y no se dan cuenta de lo mal que se está viviendo. Hay un acostumbramiento a que toda la ciudad sea una especie de basurero.
La gente está como indiferente. Es un indicador grave que, debido a la inseguridad, ya no sean rejas sino pantallas de acero las que cierran los negocios. Es gravísimo también que el uso del tiempo libre se tenga que hacer en un centro comercial. El deterioro de Caracas está llegando a un límite en la medida en que nada funciona adecuadamente, está colapsando todo. Pero no quiero ser apocalíptico, sólo digo que el caraqueño se ha ido acostumbrando a esa condición.
–¿Tenemos, entonces, un nuevo ciudadano? –Totalmente. Todo el mundo tiene un grado de hostilidad que se evidencia desde que uno llega al aeropuerto.Se es tratado con desconfianza, de manera brusca, no hay amabilidad, y eso responde a ese sentimiento de inseguridad de la gente. La gran inestabilidad emocional que tienen se pone de manifiesto en un trato no ciudadano; es decir, no perteneciente a un cuerpo social en el que la convivencia es el principio elemental que te permite ser ciudadano.
–Incluso se observa en el Metro. –La superficie se ha proyectado allí abajo. En una época se notó muy claramente que el servicio público llamado Metro modificaba el comportamiento de la gente, lo cual era una simple demostración de que cuando se le trata con respeto y se le da la mejor calidad de servicio, la gente responde.Desmitificar a Villanueva. Esto reconoce estar viviendo en un país, Chile, que quizá tiene la mejor arquitectura de América Latina. “No quiero establecer comparaciones un poco ingratas, pero en Venezuela desde hace 20 años no ocurre nada, y eso se lo digo casi como una bofetada, como un desafío, a los jóvenes arquitectos.
En la época de Jesús Tenreiro o Jorge Rigamonti, los arquitectos no sólo eran respetados, sino admirados en Latinoamérica. En este momento, es inexistente la presencia de venezolanos en ningún evento internacional. Lo que estoy afirmando es una provocación para que reaccionen”.
–Después de estudiar la obra de Carlos Raúl Villanueva, ¿cuál ha sido la nueva arista que ha encontrado? –He encontrado varias. Mi intención era desmitificar a un arquitecto que tiene un conjunto de atributos extraordinarios, pero era un ser humano. Quería impedir la construcción de un mito. Dentro de esa dimensión humana, están ciertas limitaciones y conceptos que él manejaba que no fueron obra suya, sino de un momento y de una determinada condición histórica, como puede ser la integración de las artes. Es magnífica la obra de Villanueva, pero sobre los museos, por ejemplo, hay muchas otras cosas que decir. No hay una razón objetiva que permita afirmar que el Museo de Bellas Artes es extraordinario; como construcción de museo no es ninguna maravilla. Se mitifica mucho en torno a eso.Del mismo modo, en su ampliación hubo principios museísticos que se descuidaron: los ventanales que dan al parque Los Caobos son extraordinarios, sí, pero para un museo no son muy apropiados por el control de la luz.
–Ha señalado que la metáfora moderna de la libertad es diseñar, ¿por qué? –El diseño lo que hace es modificar materiales, modificar naturaleza y modificar actos. El mayor grado de libertad del ser humano es justamente esa capacidad de modificar la realidad.
La banana: una genialidad natural. Le atrae el universo del día a día, como dio muestra en su libro Cotidiano. En la banana, descubrió una lección sobre el diseño industrial en el trópico: exportable al venir ya empaquetada, fácil de comer como un perro caliente, no necesita de cubiertos, no ensucia ni chorrea, por su curvatura no rueda sobre la mesa y es un buen alimento, además de barato.
De la polémica que protagonizó, entre 1994 y 1995, con su buen amigo Juan Pedro Posani trascendió Debate y disposiciones sobre el anón y el cambur, hoy día casi lectura obligada para todo arquitecto venezolano.
–¿Sigue prefiriendo al cambur frente al anón? –Sí, incluso sigo ajustando más ese argumento frente a la evidencia, a la realidad, porque ese culto a la región, al localismo, se pone de manifiesto en términos políticos y la consecuencia es un atraso, un desconocimiento de lo que el ser humano y todas nuestras potencialidades pueden llegar a ser.
–Entonces, estamos comiendo más anón que cambur. –Por supuesto. El excesivo localismo es tremendamente peligroso; o sea, ignorar al tercero, ignorar el avance de otros pueblos.
Foto de Alberto Sato de Guillermo Barrios tomada de informedeldecanofau.wordpress.com
Razón del nombre del blog
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario