Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

martes, 15 de marzo de 2011

Sra. Iraida esa es Valencia. A lo mejor el "turco" es patriarca de una familia "de abolengo" a la valenciana, porque aqui hay el árabe parejo

14 marzo 2011

Iraida Fermín de Izaguirre || Cauce Claro

Escotero y sin maleta

Recién llegada a Valencia conocí en casa de una amiga que vivía en la urbanización Michelena, a un señor libanés que andaba en una bicicleta vendiendo ropa. Yo oía: “Ahí llegó el escotero” y me quedaba pensando que por qué lo llamarían así, si sería porque vendía por cuotas y abrevian el término, o si por el contrario sería porque el nombre obedecía a las que llamaban por aquí, que no en mi estado, cotas, expresión utilizada en Chile y que en cierta forma puede asimilarse a blusas, que es como nosotros solemos llamar esa pieza del vestir más que todo femenina.

Bueno, lo cierto es que con mis dudas yo observaba al hombre bien modesto por cierto en su indumentaria- ¿y de qué otra manera iba andar en bicicleta?- pero nunca llegué a comprarle nada. Con el paso de los años el señor adquirió un almacén de ventas de telas tanto para ropa como para tapicería; allí sí tuve oportunidad de comprarle algunas telas para tapizar muebles, pero entonces nunca lo veía, él no me atendía.

Pues bien, en una oportunidad conversaba con otra amiga y ella me decía que no veía razón alguna que justificara una actitud o conducta altiva, de pretensión. Miran a los demás por sobre su hombro -si es que se dignan a mirarle-, no le dirigen la palabra a casi nadie, ni aun para darle las horas, no se reúnen con grupos de los cuales no conozcan su pedigrí, perdón... su árbol genealógico y su currículum, y si por alguna circunstancia se enteran que entre los presentes hay alguien con un desliz, inmediatamente adoptan una pose de ofendidos y al dirigirse al organizador del evento, lo que le digan por detrás lleva el siguiente mensaje: “¿Cómo se atreve usted a mezclarme con esta chusma?”... Ante esta gente uno procede a hacer una especie de examen mental: ¿Será?... a) ¿La descendencia?... ¿Sus abuelos estuvieron emparentados con el Libertador o tal vez con Sucre o Urdaneta? b) ¿El patrimonio?... ¿Serán los dueños, no de una cadena de bancos? c) ¿Los conocimientos?... Es posible que haya obtenido un Premio Nobel en la especialidad de química, astronomía, fertilización en vitro, o cualquier otra. d) De pronto es una “perfección” física que le ha merecido distinciones por cuanto concurso ha pasado...

Yo desde siempre he desdeñado estos comportamientos; mis amigas han sido siempre muy distinguidas y buena, gente pero sin ínfulas, porque de tenerlas no las soportaría. Alguna que otra, de pronto se le sale alguna cosilla, yo me limito a mirarle también con el mensajito que supongo que ella capta.

En meses pasados fui a un negocio interesada por una mercancía. Los empleados me dijeron que si yo quería entrevistarme con el gerente, tenía que esperarme un buen rato, pues él estaba en el sauna; yo sorprendida le pregunté que a qué hora llegaría.

La joven y muy bien vestida secretaria me dijo que no, que el sauna lo tenía él dentro de su oficina; yo impresionada y por curiosidad más que por interés en las telas, me quedé esperándole. Efectivamente, a la media hora tenía delante de mí a un señor impecablemente vestido, con corbata de lacito y con una interrogante en la mirada: “¿Quién será ésta? ¿Merecerá que yo la atienda?”...

Al levantar humildemente la vista, cuál no sería mi impacto cuando me topé con el señor libanés (sin bicicleta, por supuesto) que había llegado a las costas de mi país, escotero y sin maleta. ¡Enhorabuena!


14 marzo 2011

Guillermo Mujica Sevilla || De Azules y de Brumas

(Notas y Relatos del Cronista)
Recordando a don Francisco José Polo Castellano... y su Carnaval de antes

Aprovechando las fiestas de Carnaval también deseo recordar a Francisco José, quien nace en nuestra ciudad el 31 de enero de 1926. Médico de destacada trayectoria en el campo de la Oncología.

Escritor costumbrista entre cuyas obras se destacan Los hombres de la esquina de Valencia y Valencia su perfil y su recuerdo. Conocido también como "Ticote", "Polito" o "Polo", o así llegó a conocerse. Tomaremos de este último libro lo que él describe y nos lleva de una manera jocosa y alegre sus anécdotas y vivencias del "Carnaval" de su Valencia que se le "escapaba de las manos", que no se volvería a vivir. (Febrero 1975).

En nuestra Valencia que se iba poco a poco, no podíamos quedarnos sin Carnaval que es el nombre con que fue modernamente bautizado. En cinco días de comparsas, bailes y muchos más regocijos bulliciosos. Y su octavita. Al igual que en los antiguos Saturnales, allí se siguen tejiendo intrigas, armando grandes alborotos y tomando las más curiosas licencias populares. No son pocos los que se aprovechan del disfraz para cobrarse una que otra cuenta subrepticia.

Disfrazados se aprovechan para "meter chismes" con la mayor impunidad. No son pocos los hombres que dan rienda suelta a sus anhelos reprimidos, vistiéndose de mujer durante todos los días de festejos, y si no los descubren, se tiran su octavita. Por eso es que cuando vemos que una persona está muy alegre, eufórica y con expresiones vehementes, se le dice que está gozando más que en Carnaval.

En Valencia fueron célebres los bailes de disfraces que organizaba Arturo Amoroso, un ebanista a quien una sierra le amputó una mano en su propio negocio, situado en la calle Real, entre Urdaneta y Boyacá. Allí un hermoso hombre llamado Alí se vestía de española y le arrancaba promesas de amor eterno a más de uno de nuestros actuales sesentones. Yo que no soy escaparate de nadie, vi a más de uno bailando con él "cachete con cachete" gozando un puyero.

En la Plaza Bolívar, la retreta muy concurrida. Allí también se bailaba. El intenso olor a cebolla y ajos hacía presumir lo profesional de la clientela femenina, mientras que "El Maestro Echenique" regalaba sus escasas sonrisas muy exclusivas para Carnaval, mientras movía su sabia batuta dirigiendo la Banda del Estado, haciendo hinchar con ritmo las robustas mejillas del trombón mayor don Tertuliano Sanz.

El Camoruco Tennis Club y el Centro de Amigos organizaban bailes y configuraban las más graciosas comparsas. En las calles hormigueaban grupos de disfraces de mamarrachos. Visitaban a las familias más conocidas de la parroquia. ¿A qué no me conoces...? ...Y el disfraz solitario, sibarita de su propia ridiculez: una viejita furiosa con unos zagaletones que le habían quitado la careta de viejita, ya que era una viejita de verdad y muy conocida en Las Cocuicitas. La pobre estaba gozando y se lo apagaron...

Pero lo más característico de nuestro Carnaval que aún se conserva corregido y aumentado, aparte de la antigua Carrera, con autos y camiones arreglados a la manera de Niza, Cannes, San Remo, etc. y de todas esas ciudades, era el juego con agua del martes de Carnaval, donde se materializaban balsamías de hebdomadarías edades. Para ello toda la ciudad se preparaba: los que no querían que los mojaran, saliendo de Valencia o encerrándose en sus casas sin hacer mucha bulla; los que tenían que quedarse por razones de trabajo o por guachamarronería, o porque no sabían cómo era la cosa eran víctimas del más cruel ensañamiento; los mojaban con agua helada, los untaban con aceite quemado, les reventaban huevos en la cabeza, los manchaban con azulillo, almagre, cipo de café, azafétida, y yodoformo o cualquier otro cosmético.

Recuerdo haberle puesto una boina a mi compadre Manuel Antonio Ramírez: una lechosa que sacamos de su nevera. Y a la comadre Josefina, le dimos un champú con la salsa de una lapa a la cual administraban justicia (léase comían). Algunos "cogemesetrompoenlauña" salían con los vidrios de

sus automóviles cerrados, en franco reto, pero sin evitar ser mojados por los "carnestolendos" que se atravesaban en las calles y le tapaban el parabrisas con periódicos y les "espichaban" los cauchos obligándolos a bajarse y... Agua con ellos. Generalmente todo se arreglaba a trompadas.

También recuerdo anécdotas de dos hombres; uno que se ponía un camisón y se sentía hembra y decía: "No me moje, mire que acabo de tener un aborto y me puede dar tétano"... Otro se metía una almohada en la barriga para simular un embarazo: ¡Ay! Si supieran quién es el padre de quien llevo en mis entrañas...

Así fue como "Ticote", "Polito" o "Polo" disfrutaba contando las anécdotas del Carnaval valenciano. Francisco José fallece el 30 de marzo de 1978.

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