Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 7 de marzo de 2011




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Chávez rechaza opiniones negativas hacía Gadafi

IMÁGENES VTV

martes 1 de marzo de 2011 04:45 PM


"No me consta que Gadafi es un asesino?

¿Y Posada Carriles si te consta?...

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|El "tente allá"

Lo llamativo es que ni siquiera el hijo de su "amigo" genocida lo quiere como intermediario

MARÍA ISABEL PÁRRAGA B. | EL UNIVERSAL

lunes 7 de marzo de 2011 12:00 AM

Al líder máximo lo pusieron a jugar "tente allá". ¿Se acuerdan de aquella expresión prediluviana cuando los niños no tenían computadora, ni juegos de video, ni pantallas planas, ni Ipod, ni cualquier otro tipo de maravilla electrónica que los aísla del mundo? Sí, era una suerte de juego de palabras con el que se distraía a los muchachos cuando revoloteaban mucho alrededor de la persona mayor ocupadísima quien los mandaba a buscar un "tente allá" a casa de un tío, un vecino, un amigo o cualquiera que le hiciera la merced de entretener al chico un ratico mientras se concluían las ocupaciones. Claro que para el niño se convertía en una suerte de locura, porque cuando llegaba a algún sitio a buscar el "tente allá" encomendado la respuesta seguramente era: "Ay , aquí no hay de eso mijo, ve a casa de tu tía Mengana que seguro ella tiene un montón" y cuando finalmente le preguntaba a la susodicha si tenía lo requerido por su progenitora, la respuesta indefectible era: "no, aquí tampoco hay. Pídele a "Sutaneja" que ella tiene a borbotones". La conclusión es que el pequeño al cual lo ponían a conseguir el dichoso "tente allá", se quedaba atrapado en ese juego de "nunca acabar" buscando "lo que no se le había perdido" porque, aunque suene un tanto cruel, su presencia seguramente interrumpía las labores de la gente que lo rodeaba. Sin embargo, como los chicos son niños pero no bobos, el cuentico del "tente allá" si acaso servía para una o dos veces, pues a la tercera negativa del bendito "tente allá" indefectiblemente el muchacho se daba cuenta del vacilón y aplicaba su propio "tente aquí" hasta que alguien le hiciera caso.

Valga esta metáfora para ilustrar la historia de un líder que quería ser mediador en un conflicto internacional y a quien todas las partes en disputa mandaban a buscar su "tente allá". O, como estamos en lunes de carnaval pudiéramos hacer otra comparación pero a la inversa. En lugar de gritar "aquí es" como lo hacía la gente para que las comparsas le tiraran caramelos, todos están gritando "aquí no", "aquí no" (pero con mucho respeto, eso sí).

Lo llamativo es que ni siquiera el hijo de su "amigo" genocida lo quiere como intermediario porque aunque le parecen estupendos los venezolanos, asegura que el líder no tiene "ni idea" de lo que está sucediendo en tan lejanas tierras y que por eso mejor busque su "tente allá", allá. Igual sucede con Francia: mejor "tente allá". Y qué decir del imperio yanqui: un obvio "tente allá" como respuesta. Todos menos los chicos del Alba quienes no solo lo apoyan sino le sugieren un "tente aquí" y no te vayas nunca porque está de moda en el mundo eso de los efectos dominó.

mariaisabelparraga@gmail.com



Lo esencial del despotismo

No hay despotismo bueno. Todos al final terminan ensartados en la corrupción y la crueldad

VÍCTOR MALDONADO C. | EL UNIVERSAL

lunes 7 de marzo de 2011 12:00 AM

Tal y como lo hemos podido apreciar en los recientes sucesos ocurridos en el Magreb, lo único que parecía innegociable era lo mismo que buscaban afanosamente los que manifestaban en la calle. Nadie estaba discutiendo la pertinencia de las ideologías, tampoco cuán útil podía haber sido el contenido de los libros rojos o verdes o de cualquier otro color. Mucho menos si lo prometido y planificado había sido cumplido a cabalidad. Nada de eso. Lo que el déspota trataba de defender a toda costa era lo único que le querían arrebatar. Nos referimos a esa ansia inextinguible por permanecer en el poder, gobernar más allá de la vida misma, perpetuarse a través de los hijos y nietos, no dejar de ser en ningún momento la razón colectiva y la mixtura de lo que estaba hecho todo.

Al final, todo el despotismo se reduce al déspota. Se limita a la pretensión de ser imprescindible y por lo tanto más importante que el andamiaje institucional que lo sustenta. Esa es la razón por la que los regímenes autoritarios son demoledores hasta el punto de presentarse al resto de la sociedad como una amenaza que en cualquier momento se vuelca sobre los ciudadanos. Por eso la jerga militar y guerrerista, y la insaciable demostración de uniformes, grados, armas y ejércitos. De allí que para cualquiera de ellos el acto más sublime sea un desfile en el que pueda exhibirse todo el poderío supuestamente intimidante, dirigido a anular cualquier mal pensamiento, cualquier foco de disidencia que pueda llegar a pensar en el cambio como una posibilidad.

La palabra cambio no es del gusto de los déspotas. Prefieren revolución porque con esta es mucho más fácil encubrir la verdadera intención de permanecer por siempre al frente. Otros términos como líder, comandante, gran timonel, iluminado o cualquier vocablo similar, dejan colar que lo que todos están intentando es la construcción de una religión fundamentalista, con un dios devenido en profeta y rey, que, casualmente, son ellos mismos.

Como pilares de las nuevas religiones no pueden dejar pasar la oportunidad que les proporciona el culto a la personalidad. Ellos son su propia propaganda. Se presentan como los mejores padres, los más excelsos hijos, los agricultores más productivos y los obreros más empeñados. Toda la realidad comienza a ser colonizada por una imagen que por ser repetitiva a veces puede resultar desbordadamente repulsiva. Además, comienza a ocurrir una degradación que puede resultar fatal para aquellos que la sufren: confundir la realidad con las mentiras y los elogios. Se convencen de su invencibilidad y de la profunda sabiduría que dicen tener en todos los órdenes. Padecen de una anemia de ignorancia que los torna en seres inapelables que creen que la realidad está a su disposición. Por eso, parte de la realidad que les disgusta, simplemente la cambian o la ocultan. Aquí precisamente comienza el desbarrancadero institucional y del Estado de Derecho. Allí, en la osadía de todos aquellos que cometen la herejía imperdonable de la contradicción, comienza la historia de persecución, presos políticos, exilio, expoliaciones, y quiebra de las empresas públicas. Y es que no hay nada más corruptor que el consumo indiscriminado del poder.

Nada es más apasionante que intentar comprender. Un déspota está condenado a la gula y a la concupiscencia. Debe ser alucinante esa sensación de estar más allá de cualquier límite posible. Que para él y su entorno no hay otra restricción que la lealtad a sí mismo. Que nada es imposible. Un barco o una docena de aviones, da lo mismo. Tampoco es una quimera ir apartando a todos y cada uno de los adversarios, enterrándolos en una cárcel que no tiene retorno, o inhabilitándolos para la competencia política. Cualquier circunstancia les parece controlable, y por eso pierden de vista que todo ese poder que exhiben es solamente una probabilidad conferida por una comunidad. Y que cuando esa colectividad llega a sentir el hartazgo y el asco de una situación que quiere parecer forzadamente inmutable, toda esa pretensión de dominio se desploma, aplastando a los dioses de barro que hasta ese momento fueron sus ductores.

Lo esencial del despotismo es esa dualidad que ocurre entre el tirano y el pueblo que se lo aguanta hasta que dice ¡basta! No hay despotismo bueno. Todos al final terminan ensartados en la corrupción y la crueldad que al final los derriba y los borra de la historia.

cedice@cedice.org.ve
Comadre a su hermano lo

tancaron en el exterior....

¿Sigue siendo chavista?

¡Que mi canto no se pierda!

"El pan de cada día", en la música de una cantoría con visiones populares

FÉLIX CORDERO PERAZA | EL UNIVERSAL

lunes 7 de marzo de 2011 12:00 AM

Vi por Promar TV a la inmarcesible Lilia Vera, en el programa de José Barrera. Hablaron, del concierto de la cantoría solidaria en el Anfiteatro Don Pío Alvarado, de Barquisimeto. A 26 años de la "siembra" de Alí Primera. Evocación polifónica que se empinó la noche del sábado 25.

Un festival cargado de sueños y reclamos. Estuvieron allí, porque son recogedores de pesares y alegrías. Colectores de dolores y amores. Receptores de angustias y conflictos. Convierten "El arte y quehacer del pueblo" en coplas de poesía.

Devolvieron los gritos entristecidos del latino en estrofas de lenguajes enaltecidos. El sufrimiento de la madre que llora por su hijo; en voces nobles e imaginarias. Al niño palúdico que come tierra y forja prematuro su tumba; frases poéticas. Al hombre, que deambula en la miseria; sinfonías fabuladas.

Aguasalá. "A las madres que han luchado sin descanso les diré que en mi camino me acompañan sus abrazos". Ivanchenko. "Que esta noche se callen los fusiles y estallen los poemas". Vera. "Hay semerucos allá en el cerro y ya la gente empezó a sembrar". Alí. "A pesar de la oscurana hay un pueblo amaneciendo".

Hermosa noche de ideas, voces y pentagramas bajo el aliento de Carlos Ricardo Cisterna. Cantores y juglares vocalizaron insinuantes como lo hacen ríos, bosques y vientos. Le solfearon para la Divina Pastora y la eterna Mavare. Al semeruco, el cují, la sábila y los serófilos. Hicieron dúo con el turpial y el cardenal.

"El pan de cada día", en la música de una cantoría comprometida con visiones populares. En el umbral del cielo, recién llegado, Eneas Perdomo, con liquiliqui y arpa, advierte nostálgico. Del otro lado, Alí y P´ío van a su encuentro... sonríen y tararean coplas del concierto.

efecepe2010@gmail.com



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