Subdelia Paéz de Sevilla || Reflexiones sobre Valencia
En los tiempos actuales son innumerables los problemas que impactan la tranquilidad y el sosiego de los habitantes de las diferentes ciudades, y Valencia no se escapa de padecer una serie de efectos que han dejado atrás su fama de apacible y señorial su fama de apacible y señorial, para enfrentarnos a diario a situaciones que entristecen y llenan de angustia a sus honestos y trabajadores habitantes.
Un porcentaje elevado de sus moradores ha sufrido el impacto de la inseguridad. Esto trae como consecuencia un estado de angustia y desasosiego, pues no se goza de tranquilidad en los hogares, medios de transporte, ni en los sitios públicos, y aun en las iglesias se presenta de improviso la cizaña del mal y en forma impredecible llena de angustia, dolor y tristeza como duelo a apacibles pobladores; se ha creado una inquietud permanente que entorpece la tranquilidad y la seguridad de todos los valencianos, quienes claman a gritos se haga frente a esta situación para devolver a lo largo y ancho de la ciudad un clima de apacibilidad que haga surgir la paz entre sus moradores.
Es de urgencia atender el estado de las calles y calzadas para peatones, no es posible que en un alto porcentaje de calles y avenidas se someta a los usuarios al calvario de evadir un sinnúmero de huecos y hasta cráteres que impiden el libre tránsito, dañan el parque automotor de vehículos, autobuses, camiones, etc. Da la impresión de que Valencia no tiene autoridad que reivindique a sus habitantes y vele por su calidad de vida.
Es angustiante observar cómo centenares de jóvenes deambulan en la ciudad en busca de empleo. Impacta ver a jóvenes de ambos sexos cargando su carpeta que testifica su currículum para demostrar su nivel profesional y su experiencia y que anhelan poder incorporarse como fuerza viva al trabajo y no haya un abanico de posibilidades que ofrecer a la juventud para su incorporación a construir la ciudad que todos anhelamos; a muchos de ellos se les ve la cara de frustración y tristeza por la dificultad para encontrar sitios de trabajo. Debe buscarse pronto una solución para resolver esta angustia e inseguridad de los jóvenes, ellos son futuro de la patria, a ellos hay que protegerlos y ayudarlos como lo más sagrado para garantizarnos un futuro lleno de esperanza y paz.
Valencia ha sido bloqueada en su desarrollo y progreso por la paralización de la construcción del metro, lo que en otrora nos llenó de orgullo, hoy, a más de dos años de su paralización, nos llena de tristeza y frustración, teníamos puesta nuestra esperanza en un transporte rápido, construido con amor para la ciudad, un transporte que avizorábamos para el progreso y modernización, hoy palpamos con extremada tristeza la suspensión de la obra y los efectos negativos que han sufrido sus miles de trabajadores por su paralización y la ruina a que han llevado a centenares de comerciantes sometidos sin piedad a un estado de desasosiego y ansiedad. ¿Qué mal ha hecho Valencia para no merecerse que todos al unísono quieran lograr su transformación y progreso?
Son innumerables los problemas que palpitan en nuestro corazón de valencianos y que quisiéramos se les atienda con premura y con manifiesto interés: el colapso de los sistemas de salud y educación, el alto costo de la vida, el desabastecimiento, etc., pero debemos todos trabajar por alcanzar una sociedad más unida, más sana, más fraterna. Sintamos en lo más íntimo de nuestro corazón el sentido de pertenencia de esta amada ciudad de Valencia, cuidémosla, cumplamos con nuestros deberes y pidamos se nos respeten nuestros derechos y solo así volveremos a disfrutar de una ciudad señorial y apacible como anhelamos todos los trabajadores y honestos ciudadanos que tenemos la dicha de habitar en esta procera ciudad.
No es que yo sea caraqueña y me parcialice pero este señor habla y no aparece
dando te y galleticas a unas señoras muy simpáticas para una conversación de "rico tu té, buenmozo tu marido, quién te cose" y no para una Sociedad con la historia de la de
Amigos de Valencia.
"Los ciudadanos tienen que brincar de trampolín en trampolín para plantear sus quejas" "El INCE le delegó a empresas privadas didácticas el Programa Aprendizaje"
Pertenecer al INCE durante 32 años le dio la oportunidad de trabajar en todos los sectores populares de Caracas. Sin embargo; su actividad comunitaria comenzó mucho antes. A los 14 años, Gustavo Silva daba sus primeros pasos en estas lides junto a los padres salvatorianos con "Jóvenes en Acción", organización de base nacida en los barrios de Catia en la década de los sesenta. Después colaboró con el Centro al Servicio de la Acción Popular (Cesap).
Hoy, este vecino de El Junquito, miembro de la asociación civil Líderes de Caracas, cree que la forma más efectiva para prevenir el delito y alcanzar el bienestar social es que cada persona tenga un oficio. A su juicio, la crisis que atraviesa hoy el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces) afecta directamente a las sectores más pobres. Considera clave lograr una alianza entre el Gobierno Nacional, los empresarios, las alcaldías y la comunidad organizada a fin de crear instituciones dedicadas a la formación de los jóvenes en las zonas populares.
-¿No han contribuido las misiones con esa función formadora?
-Las misiones no han dado una respuesta contundente en ese sentido. Allí no se forma a la persona para el trabajo sino para una ideología. Empiezan a hablar de socialismo y la gente lo que quiere es un empleo. El Inces ha venido cediendo sus espacios de formación profesional para que se conviertan en espacios de las misiones y de instituciones del Estado como Negra Hipólita. Hay centros del Inces en Caracas donde hay damnificados; como el de Caricuao, el de Los Ruices y el centro de capacitacion especial.
-¿Qué han perdido las comunidades con esta ideologización del INCE?
- El INCE era la universidad de los desposeídos y del conglomerado de menos recursos que deseaba formarse en un oficio para salir de inmediato al campo de trabajo. Con el programa de Unidades Móviles se dictaban cursos directamente en las comunidades. Muchos de los que daban clases en el INCE eran personas de las zonas populares que debido a su potencial formaban a sus vecinos en oficios de peluquería, repostería, electricidad de autos. Eso ha variado, ahora el instructor tiene que estar identificado con el proceso y tenemos una precariedad de empleo porque la gente no tiene donde formarse.
-¿Qué pueden hacer las comunidades organizadas para llenar ese vacío?
-Determinar cuáles son las necesidades prioritarias en su zona y con base a eso solicitar cursos de oficios en coordinación con las alcaldías, el Gobierno y los empresarios. Ahora con la falta de viviendas se debería impulsar el Inces construcción para que el muchacho aprenda el trabajo de albañilería, plomería, encofrado, carpintería electricidad.
-Cómo se ha venido enfrentando esa discriminación que sienten las organizaciones que no están identificadas con el oficialismo
-Lo único que puede hacer la comunidad es seguir trabajando, aún sin recursos. Hay algo que ha bajado mucho y es el enfrentamiento en los sectores populares. Esas pugnas de los años 2000, 2003 y 2005 han disminuido mucho porque la gente está intentando trabajar en función de sus necesidades colectivas. En El Junquito hay muchos consejos comunales que integran a líderes del sector oficial con los de oposición. Hay un reconocimiento del trabajo de ambas partes.
-¿Qué piensa de la propuesta de hacer de La Carlota un parque?
-Hay una necesidad de que se escuche a los vecinos y de que no se llene de cemento ese lugar. Si vamos a montar un anfiteatro, un centro de conveciones se pierde la esencia de un parque verde, que es lo que necesitamos, como el Parque del Este. Si tenemos una ciudad menos violenta y menos llena de cemento el ciudadano también moderará su conducta.
-Es ahora más difícil para el ciudadano hacer llegar sus quejas a las autoridades
-Urge volver a una instancia parroquial inmediata. Tener instancias locales cercanas. Hay una necesidad de restablecimiento de las juntas parroquiales porque es un ente cercano donde la ciudadanía puede acudir a buscar solución a sus problemas, donde los consejos comunales puedan ventilar sus situaciones. El haber eliminado a las Juntas Parroquiales es algo incoherente porque el ciudadano ahora tiene que ir a un abanico de instituciones para plantear sus problemas.
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