Columnistas del Día
Ese personaje invencible y conocido por su arrogancia, sus aires de líder indispensable, único, infalible y dueño absoluto de la razón; extrañamente y en un saltar y espabilar de ojos se desplomó como castillo de arena. En la expresión cristiana se habla de la justicia divina, pero no es desde allí donde se manifiestan los deseos del castigo, ni menos pensar que la voluntad del Creador puede asociarse con el sufrimiento a las personas: Dios es bondadoso.
Es en el escenario político donde confrontamos las opiniones y divergencias. Como cualquier ser mortal, el Presidente venezolano ha podido apreciar los desgastes físicos y las consecuencias inevitables que se crean, en una vida atropellada por las prioridades interpuestas, entre la atención a la salud y los comportamientos irregulares como forma de conducta.
Digamos que nunca hubo tiempo para hacer más que imponer su voluntad; que jamás en el entorno de sus movimientos escuchara una pronunciación diferente a la de: "ordene usted, Comandante". Si lo trataba algún médico por dolencias o trastornos de salud, eran secretos de cuatro paredes. Un jefe de ese temple y esa fortaleza no arruga; y menos si está convencido de que el pueblo se sentiría huérfano sin la voz intacta, estruendosa y reconfortante de su líder.
Centrémonos en el problema, refiriéndonos a lo que en el runruneo popular le pasó a este señor. Muchos le atribuyen misterios y creencias más allá de su propia verdad, que para él es absoluta. Le endosaban consultas que para los incrédulos no tienen respuesta, pero en el transportar de la imaginación llevan una carga de veracidad; tal vez por aquello de no creer en aparecidos, pero de que espantan, espantan. Nadie pudo imaginar que los restos del Libertador fueran profanados entre la oscuridad de la noche y ceremonias satanizadas; pero si algo se tejió entre telarañas y murmullos de murciélagos fue el comentario de los efectos malignos que se tradujeron en consecuencias posteriores.
La naturaleza, si nos apoyamos en sus tiempos, es como el infinito que encarna una realidad. Por robarle los espacios, siempre habrá un día en que su reacción hará sentir los efectos. El hombre es naturaleza, se cobra a sí mismo: tal como te comportas marcarás el caminar de tu propia vida. Nuestro ilustre personaje pasó la línea y no hay vuelta atrás.
Mucho se especula en la ausencia del Presidente, tomando cuerpo el chavismo sin Chávez. Se tejen toda clase de fantasías y hasta en el ingenio popular ha salido a relucir la deslealtad de Juan Vicente Gómez con su compadre Cipriano Castro. Por los susurros de palacio, las expectativas seguirán rodando, porque el hombre sólo cree en la medicina cubana y en su médico de cabecera que es el propio Fidel Castro. No hay que retroceder tanto; fresco está el recuerdo de abril del 2002: sin enfermarse ni salir de Venezuela, toditos cogieron el monte. También se llenan la boca hablando del retorno sin siquiera cerciorarse si el único o indispensable, como todos lo califican, está en condiciones de asegurar que su salud le permitirá gobernar hasta el 2012.
En la tribuna de la confrontación hemos repetido hasta la saciedad, que este régimen tiene su fecha marcada en el calendario. Lo afirmamos bajo el argumento de una población abrumada por el maltrato de un modelo político autoritario que cambió la tranquilidad de la gente por el sobresalto y la desesperación. Si los pasos del Presidente los marca su propia suerte, que responda por su vida; pero pretender que seguirá haciendo uso del poder más allá del plazo establecido, que se vaya despidiendo a tiempo. Nada hará cambiar el destino nefasto de Hugo Chávez y su gobierno. En Venezuela no hay trono ni herederos.
luirgarr@hotmail.com
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