|
Rescata a tu niño herido
Autor: Ernesto Rodríguez Moguel
02-2004
INTRODUCCIÓN
El mundo está saturado de objetos y cosas gracias a la increíble prosperidad de una parte de él. Lo preocupante es que también la mente de los que lo habitan están llenas de objetos y cosas, que apenas nos da tiempo y oportunidad de pensar en algo más. Hace mucho tiempo descubrí con asombro que en las enciclopedias recientes no aparece la palabra “amor”, tampoco “felicidad” o “vida” fuera de su sentido biológico; tristemente reconocí que sólo tratan de objetos y cosas de las que se está rebozando.
Diversas maneras de despersonalización caracterizan las formas más frecuentes y difundidas en la época actual. Es innumerable la cantidad de hombres y mujeres de nuestro tiempo que fácilmente tienden a creer lo que la sociedad tiene como cierto e intenta persuadirlos de que son simples organismos de existencia limitada condenados a la aniquilación tras la muerte. Si hacemos historia, durante miles de años el hombre ha creído que era una realidad perdurable, que no se extinguiría un día cualquiera, que trascendería hacia otra vida aún mejor y ahí tendría que dar cuentas de su conducta a Dios su creador. Hoy en día está muy lejos que nuestros jóvenes entiendan este tipo de concepto. No conocen a Dios, no saben que el amor es lo que mueve a los seres humanos, que la función que deben desempeñar aquí en la tierra es la de manifestarse, de ser feliz. La no trascendencia acarrea, entre otras cosas, la inseguridad y flaquea el concepto existencial de los seres humanos que esporádicamente recurren al suicidio para evadir a este mundo que lo encuentran cruel.
Hace mucha falta reconocernos como seres humanos. Para ello carecemos de evaluación y discernimientos éticos, aunado a que estamos desprovistos de autoaceptación y seguridad que nos permitan generar las propias elecciones, decisiones y acciones. Es urgente que los hijos, padres, compañeros de trabajo, etc., caigan en la cuenta de que son personas con todas sus consecuencias. He aquí la importancia de este trabajo, que radica en ofrecer alternativas de desarrollo integral, con el fin de aceptar que son hombres y mujeres magníficos, diseñados a imagen de Dios. De aceptar también que han sido dañados en el desarrollo de sus vidas y que pueden sanar si así lo deciden.
La mayoría de los seres humanos vivimos sin un rumbo definido; para ello, te presento este método, que de una manera sencilla te apoyará para que elabores tu Plan Estratégico Personal. Finalmente leerás algunas estrategias, para que te reencuentres contigo mismo y te des la oportunidad de decidir en tomar el control de tu vida. Este documento es un apoyo para ordenar tu actitud ante los retos que se presenten en tu vida y llegar a la cima del éxito manejando adecuadamente tu inteligencia emocional. Es un instrumento de reflexión y definición, que te permitirá programar las acciones, cerrando ordenadamente la brecha entre lo que eres y lo que elegiste ser. Los propósitos son los siguientes:
· Sanar a tu niño interior.
· Visualizar a dónde quieres llegar.
· Precisar objetivos a corto, mediano y largo plazo como hombres y mujeres multidimensionales.
· Identificar y aprovechar las oportunidades.
· Tener planes específicos en cada una de las áreas personales de desarrollo.
· Evaluar tus realizaciones.
· Desarrollar una profunda actitud mental positiva y persistente hacia tus objetivos.
· Provocar ideas que te hagan mejor.
Desde el momento de nacer, se activó tu potencial y se detonó en ese instante tu capacidad para lograr cosas, tanto positivas como negativas. Tus talentos innatos se activaron y todo quedó listo para que los aprovecharas si quisieras o para que los anularas con tus actitudes y acciones. Voy a repetir algo muy trillado: Tienes el poder para hacer de tu vida lo que quieras. Ojalá que te decidas a hacer algo magnífico, algo que permita a todos los hombres y mujeres recordarte con agrado. Ojalá que hoy mismo te hagas el propósito de dejar huella, de transformar tu zona de influencia con una vida ejemplar. No hay imposibles para una mente y un corazón con voluntad de triunfo.
¿QUIÉN ERES?
Desde tiempos inmemorables has vivido con la incertidumbre de no saber quién eres. Las respuestas siempre han sido aproximaciones de los hechos de lo que crees ser, por ejemplo: Yo soy el hijo de Socorro y Ernesto, el papá de Olivia, Ernesto y Fabiola; el esposo de Alma. O bien, me describo de acuerdo al rol que estoy jugando en la sociedad: Soy un ingeniero, soy un ser humano con sentimientos, etc.
Vives en una gran problemática que persiste y persistirá, mientras no te ubiques en tu propio camino, que consiste en precisar: ¿dónde estás? ¿Dónde quieres ir? ¿Qué debes hacer? Esto sólo se consigue si defines antes el ¿Quién eres? Es el camino definitivo para encontrarte y desarrollarte integralmente en todas tus dimensiones, para comprender el verdadero significado del éxito y para ser, el capitán de tu mente.
Lo más específicamente humano consiste en ser persona. Por serlo tienes una conciencia autoreflexiva y crítica. Gracias a ella puedes alcanzar un alto grado de integración orgánica en tu personalidad. Por lo mismo apareces como un ser único, irrepetible e insustituible. Y sobre todo, puedes relacionarte con los demás y crecer en integración con ellos si desarrollas tu responsabilidad, libertad y capacidad de amar.
Ser persona es una característica general; vale para todos los hombres. Que cada uno sea único significa que cada cual sea merecedor de justicia, respeto y amor, no sólo por ser persona, sino por ser irrepetible, individual e insustituible. Y siendo capaz de autoconciencia reflexiva, tienes sentido crítico para discernir desde el corazón qué es lo mejor y cómo debes hacerlo para aumentar el valor ajeno y el propio (González, 1999).
Un escrito de Virginia Satir te ayudará a reflexionar sobre “¿Quién eres?” Te lo presento:
“En todo el mundo no hay nadie exactamente como yo, aunque hay personas que tienen partes que se parecen a mí. Por lo tanto, todo lo que sale de mí es auténticamente mío, porque yo solo lo elegí. Todo yo soy responsable de mi cuerpo, y lo que este hace; mi mente, incluyendo mis ideas y pensamientos; mis ojos, incluyendo las imágenes que perciben; mis sentimientos, incluyendo mi coraje, alegría, frustración, amor, desilusión o excitación; mi boca, incluyendo las palabras justas o injustas que de ella salen; mi voz, incluyendo los tonos que acompañan mis ánimos; y todos mis actos… sean estos para otros o para mí mismo. Me pertenecen mis fantasías, mis sueños, mis esperanzas, mis temores; me pertenecen todos mis triunfos y éxitos, todos mis fracasos y errores; como todo lo mío me pertenece, puedo llegar a familiarizarme conmigo mismo; y al hacer esto puedo amarme y aceptarme y aceptar todas las partes de mi cuerpo. Entonces puedo hacer posible que todo lo que me pertenece, trabaje para lograr lo mejor de mí. Sé que hay aspectos de mí mismo que me confunden y otros que no conozco, pero mientras me conozca y me ame, puedo buscar valerosamente y con esperanza la solución a mis confusiones y la forma de conocerme más. La manera como luzca, como parezca a los demás, lo que diga o haga, lo que piense o sienta en un momento determinado, soy yo. Esto es auténtico y representa dónde estaba en ese momento; cuando más adelante analice cómo lucía y se escuche lo que dije o hice, y cómo pensé y sentí, algo parecerá no encajar. Puedo descartar lo que me parece estar fuera de lugar y conservar lo que sí encajó, es decir algo nuevo para reemplazar lo que descarté; puedo oír, ver, sentir, pensar, hablar y actuar. Tengo los instrumentos para sobrevivir, para acercarme a los demás, para ser productivo, para sacar del mundo las personas y cosas ajenas a mí. Me pertenezco y por lo tanto puedo manejarme, yo soy yo, y yo estoy bien.”
Nada intensifica tanto el sentimiento de inseguridad, como el sentimiento de ser temporal; de vivir dentro de una pausa en la eternidad y después habremos desaparecido para siempre. Para la mayoría de nosotros es devastador pensar que no formamos parte de un patrón eterno; y que, por el contrario, somos un eslabón de la cadena de la humanidad. Solamente un eslabón.
Para adquirir tranquilidad necesitamos saber el propósito que tenemos en este mundo. Si entendiéramos que el propósito de estar aquí es el gozar al sentir y al expresar el yo, y por tanto, crecer; si aceptáramos que somos el ser más magnífico, notable y espléndido que Dios haya creado, no habría de sentir temor nunca.
Dentro de la literatura he leído algunas ideas para describir el ¿Quién Soy? En especial he tenido en la mente esta fábula: Érase un rey que salió a pasear dentro de sus dominios; con él iba su corte. En el pretil de una casa, el rey se dio cuenta que estaba recargado un campesino completamente ebrio; lo tomó de los brazos y lo llevó a su palacio. Al llegar a dicho lugar, lo mandó asear y vestir con los mejores ropajes, y le proporcionó alojamiento en una de las habitaciones más bellas del castillo. Cuando despertó el susodicho, (ya se han de imaginar cómo reaccionó), gritó asustado al verse dentro de tanto lujo, e incluso llegó a pensar que estaba soñando. Los sirvientes se acercaron y le pidieron que se tranquilizara, que no debería temer, porque él era el hijo del rey. El hombre por supuesto que no les creía. Momentos después, lo invitaron a bajar al comedor y al ver los manjares que ahí se encontraban, se abalanzó con voracidad sobre ellos para tomar los mejores. Pacientemente los sirvientes le dijeron: No te desesperes, todo es tuyo, ¿no te das cuenta que eres el hijo del rey? De tanto escuchar que era el hijo del rey, que este hombre se lo creyó y empezó a actuar como un verdadero príncipe. Él verdaderamente desempeñó su papel de acuerdo a lo que le hicieron creer que era. De la misma forma Dios nos adopta como sus hijos y como tal deberíamos actuar.
Por lo general pensamos que no somos lo bastante buenos, lo bastante maravillosos, lo bastante puros, como para ser una parte de Dios. Al tener este tipo de pensamientos hemos negado por mucho tiempo el aceptar saber quiénes somos, o quizá nadie nos lo ha dicho.
¿Qué dice Dios que eres?
Carlos G. Vallés, en su libro Crecía en Sabiduría anota lo siguiente: “La persona se define en sus decisiones. Mi identidad se revela en las opciones que tomo. Me hago la pregunta fundamental de mi existencia ¿Quién soy yo? Y voy respondiéndola, día con día, en cada acción que realizo. La pregunta filosófica, ¿Quién soy yo?, tiene una respuesta práctica: ¿Qué hago yo? ¿Qué es lo que decido, escojo o prefiero? La suma de esas opciones, serias o ligeras, trascendentes o leves, rápidas o dilatadas, es la que va determinando, sumando a sumando, el resultado total de mi personalidad. Mis decisiones labran, golpe a golpe, el perfil de mi alma, y lo revelan al labrarlo. Mi timidez o mi confianza, mi alegría o mi pesimismo, mi inseguridad o mi independencia, se manifiestan en las posturas que adopto ante las situaciones que van surgiendo en mi vida. Para conocerme a mí mismo, debo examinar mis decisiones.” La reflexión que realiza este autor, me hace reflexionar en la gran responsabilidad que tenemos tu y yo en nuestras manos para decidir lo que queremos ser realmente. He aquí que la libertad, la inteligencia y la voluntad, son los tres elementos integradores para labrar la verdadera identidad.
Otra parte muy conmovedora en el pensamiento de Vallés, es cuando manifiesta: “Para mí, la mayor aventura de mi vida es conocer a Jesús. Y la mejor manera que he encontrado de vivir esa aventura consiste en ir descubriendo cómo se conoció Jesús a sí mismo; cómo el niño de Nazaret ‘crecía en sabiduría’, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 52:2). El principio de sabiduría al menos en el Oriente, es conocerse a sí mismo, porque en la plenitud del conocimiento propio, en cuanto refleja, asimila e integra el conocimiento de todo lo que existe alrededor de uno (en personas y acontecimientos, en naturaleza y en vida), resulta la riqueza de la persona en unidad de visión y en profundidad de carácter. ‘Conócete a ti mismo’ era y es la primera lección y la última meta de la primera sabiduría.”
Conocer a Jesús es una oportunidad para los creyentes y no creyentes para conocerse a sí mismos. Jesús en una de sus travesías le preguntó a sus discípulos: ¿Quiénes dicen los hombres que es el hijo del hombre? Esta pregunta impactó a los amigos de Jesús, que toda su vida giró en torno a ello. Ahora te toca preguntarte: ¿Y quién dices tu mismo que eres tu?
Jesús sabía desde el principio de sus días quién era. ¿Qué hubiera sucedido si Jesús no hubiera sabido su propia identidad? ¿Si ni siquiera se hubiera dado cuenta de sus dones? ¿Qué tal si se hubiera percatado de manera gradual como nos pasa a nosotros? Quizá Él supo desde temprana edad que tenía una vocación especial y nada más esperaba el momento en el que pudiera llevarla a cabo. De cualquier manera, Jesús manifiesta su parte humana al recurrir al desierto para reafirmar su identidad. La experiencia del desierto fue parte de su formación y su destino, como ahora lo es el tuyo y el mío.[1]
En el desierto se experimenta una transformación que mientras te encuentras dentro del proceso, te causará dolor; sin embargo ese sufrimiento es el detonador, que gradualmente te dará la fuerza suficiente y necesaria para seguir desarrollándote. Para ejemplificarte a detalle este asunto recurro nuevamente a Jesús cuando en el desierto se le presentaron opciones muy claras y cada una de ellas estaba relacionada con sus dones especiales.
Cuando el demonio dijo a Jesús: Póstrate ante mí y el mundo será tuyo, Jesús respondió: No. El demonio dijo: Para satisfacer tu hambre, diles a estas piedras que se conviertan en panes. Otra vez Jesús le respondió: No. Tírate del pináculo del templo y prueba tu poder de vida eterna. Jesús miró a Satanás y le dijo: No. Y finalmente después de cuarenta días de estar a prueba en el desierto, siguió siendo una persona que tenía muy claro quién era y para qué había sido llamado. Jesús se vio tentado a utilizar sus dones de manera egoísta, pero lo superó. No es mera coincidencia que sólo después de la experiencia del desierto, Jesús comenzara a utilizar las palabras “Yo soy”, para describirse a sí mismo. Recuerda que esta expresión también fue usada en el Antiguo Testamento. Cuando Moisés le dice a Dios ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y Él le respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre el monte. Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros (Éxodo 3:1114). La simplicidad de esta frase enfatizó su poder ante ellos. Entonces la frase “Yo soy” refleja todo el poder creativo que existe en el universo.
Uno de los principales problemas para identificarnos, surge cuando la mayoría de nosotros va por el mundo, sin brújula, sin un propósito, buscando imitar a los demás, en vez de ser uno mismo, pretendiendo tener unos más que otros por el solo deseo de “Yo tengo” más que el “Yo soy”, utilizando el contenido ególatra que tanto nos gusta manejar. Ahí están los miles y miles de personas (entre los que están los seres humanos que lo tienen todo), inmersas en la angustia y desesperación. Son aquellas personas que han dejado de ser el capitán de su alma y viven con la idea equivocada del éxito; que han pasado experiencias frustrantes en su matrimonio, creando hijos amargados y frustrando las vidas de sus prójimos.
Debemos comprender que el éxito debe significar la objetiva valoración de que estamos viviendo y desarrollando al máximo nuestro potencial como personas integrales, con dimensiones físicas, mentales, sociales y espirituales, hasta llegar a ser todo lo que queremos y debemos ser. El éxito personal no se determina comparándonos con otros, sino comparando nuestros logros con nuestras capacidades. Una persona es número uno cuando hace lo mejor posible con aquello de que dispone diariamente. Si eres barrendero, sé el que deje más limpia su área de trabajo; si te tocó ser carpintero haz los mejores muebles; si eres una estrella sé la que más brille.
Las palabras tienen poder y Jesús siempre habló con palabras llenas de amor, poder y confianza acerca de sí mismo. Esto solamente lo entienden los hombres que saben lo que son. Una vez platiqué con un campesino maya[2], muy querido en la comunidad, que me relató acerca de la cosecha de maíz que se le perdió. Todo lo que platicó acerca de él, fue positivo. La gente que tiene éxito, habla bien de sí misma. En ninguna parte del evangelio, Jesús se humilló. Jesús se conocía completamente y estaba lleno de amor propio. Sus afirmaciones del “Yo soy” fueron la energía que le hizo actuar hacia el camino correcto.
Algunas veces creemos que somos un montón de sustancias químicas, o que somos una máquina complicada puesta en piloto automático, o como un organismo entrenado para salivar a tiempo. Si pensamos así, no existe mucho futuro para quinientos pesos de agua, grasa y magnesio. Una máquina no tiene un corazón, una mente, una conciencia y sobre todo un espíritu.
La concepción del mundo está formada de acuerdo a las experiencias que has creado tu mismo. La gente y las situaciones que te rodean reflejan la forma de lo que sientes acerca de ti mismo. Las personas con las que estás relacionado, representan las diversas facetas de tu propia responsabilidad.
Empieza hoy a crear un universo que refleje tu grandeza. Puedes recrear el jardín que te rodea. Jesús dijo: El reino de los cielos está en ti. Ya has pasado años construyéndote una identidad y un mundo que la refleja y le da validez. La reestructuración de ese mundo circundante te puede tomar más tiempo y esfuerzo del que estás dispuesto a dedicarle, a menos que tengas presente que la búsqueda de tu identidad, es lo más importante de tu vida. No existe persona o tarea alguna sobre lo que tu tengas más responsabilidad, que la de ser fiel contigo mismo. Una vez que Dios es reconocido en ti, por ti mismo, aquellas tareas que juzgas importantes se volverán simples.
Para descubrir nuestra verdadera identidad, guiémonos por la intuición y por el análisis. El análisis intelectual es aceptado sólo cuando se trata de problemas prácticos y lógicos, para los cuales deseamos obtener información que sea aceptada por la ciencia. El intelecto es una forma analítica; es una faceta temporal creada por ti para hacer resaltar tu experiencia y expresión de esta vida. Utilizar solamente dicho intelecto para decidir quiénes somos es insuficiente. Para ello es necesario percibir intuitivamente lo que creemos que somos, para que de ambas formas nos acerquemos más a nuestra realidad.
¿Cómo eras de niño?
Cuando fuiste un niño, ¡eras tan feliz! Los niños no tienen que hacer nada para ser perfectos: Ya lo son y se comportan como si lo supieran; se saben en el centro del mundo. No tienen miedo de pedir lo que quieren y expresan sus emociones libremente. Se sabe cuando un niño está enojado; de hecho, todos se enteran... hasta los vecinos; también se sabe cuando está contento, ya que su sonrisa ilumina la casa. Están llenos de amor, y mueren si no lo reciben. Los niños no soportan la indiferencia ni la soledad, pues los niños aman su entorno y cada parte de su cuerpo, pero cuando crecen aprenden a vivir sin dar ni recibir amor y eso es lo que causa la pérdida de la felicidad en el adulto.
Para entendernos te explicaré algunas ideas de lo que considero es la felicidad. Desde Sócrates, Platón, Aristóteles, hasta la época actual, la ética ha comprobado que obrar bien y evitar el mal conlleva como recompensa a la profunda felicidad. No es lo mismo sentirse contento que ser feliz. Para experimentar el contento, dependemos del mundo externo. Necesitamos chistes, fiestas, copas, ambiente. En cambio, la felicidad brota del centro personal en forma de alegría. Por lo mismo, el que es feliz puede encontrarse en una situación más penosa y aburrida sin perder su gozo interior.
Gracias a la alegría, la persona siente su cuerpo dotado de agilidad, ligereza e ingravidez. Su mirada es brillante, y sus gestos de apertura y abrazo. Vive el presente y disfruta todo lo bueno y bello que encuentra a su paso. Es comunicativa, colaboradora, pronta para perdonar, dispuesta a aprender de las demás personas, capaz de contagiar su gozo y sentido del humor.
¿Cómo se convierte el corazón humano en un manantial de alegría? Mediante la posesión libre y altruista de los valores. Y ¿cómo los hacemos propios? A través de la acción.
De acuerdo con Aristóteles no hay necesidad de esperar la muerte para ser felices. Ya en la tierra experimentamos la felicidad por la práctica de las virtudes. En consecuencia, nos aclara: “Puesto que la felicidad, según nuestra definición, es cierta actividad del alma, dirigida por la virtud perfecta, debemos estudiar la virtud. Ése será un medio rápido de emprender mejor la felicidad misma.”
Bradshaw edita el libro Volver a la Niñez; en dicho documento, este autor hace un análisis y anota: “Todo es interesante y emocionante para el niño. Él posee una necesidad innata por saber, experimentar, explorar, observar y tocar. La curiosidad conduce al niño al descubrimiento de sus manos, nariz, labios, genitales y sus dedos; finalmente lo lleva a descubrir su Yo. La expectación y la curiosidad son la energía que impulsa al niño hacia nuevos horizontes. Esta chispa es indispensable para su crecimiento. La expectación y curiosidad forjan una especie de interés que despierta la esperanza en que hay más por conocer”.
El mismo autor expone que el niño es:
1. Optimista. La chispa natural que posee el niño lo empuja a explorar de una manera placentera, espontánea. Los niños por naturaleza, piensan que el mundo es amistoso; tienen esperanza; para ellos todo es posible. Este optimismo innato es parte esencial de nuestros dotes naturales y es parte de lo que se denomina fe infantil.
2. Ingenuo. La ingenuidad es parte del encanto y atracción del niño; es el núcleo de su inocencia. Los niños viven el momento y están orientados al placer. Aceptan los extraños acertijos de la vida. No distinguen claramente entre el bien y el mal. Los niños están orientados a la vida. Al principio sus movimientos carecen de dirección, porque están tan interesados en todo, que les es difícil escoger una cosa. Por ello, el niño se inmiscuye en lugares prohibidos, toca cosas no seguras y prueba sustancias nocivas.
3. Dependiente. Por naturaleza, son dependientes y necesitan de apoyo. El niño no puede satisfacer sus necesidades mediante sus propios recursos, por lo que tiene que depender de otros para cubrir dichas necesidades.
4. Emotivo. Dos emociones son propias de los infantes, la risa y el llanto. El sentido del humor es una de las más grandes cualidades innatas de los seres humanos, todo hombre tiene el don de la risa y sabemos que la vida es más llevadera cuando se tiene sentido del humor. El lado opuesto de la risa es el llanto. Los humanos son los únicos animales que lloran y esto tiene un especial valor de supervivencia para el niño. Sus arrullos de alegría y risa gorgojeante nos acercan a ellos, estableciendo un vínculo simbiótico que todos los infantes necesitan. Sus lágrimas son señales de auxilio que nos impulsan a ayudarlo y a reconfortarlo.
5. Elástico. La elasticidad es la habilidad que poseemos para recuperarnos del dolor causado por la interacción de nuestro entorno. Los niños son elásticos por naturaleza. Mientras más pequeños son, más elásticos serán. Cuando un niño aprende a caminar se hace patente su elasticidad. Observé a un bebé de un año que pretendía ponerse de pie. Cada vez que hacía el intento se caía. Un par de veces lloró levemente, pero después emprendía una vez más la tarea, hasta que logró su propósito al cabo de cuando menos cinco intentos.
6. Flexible. Relacionada estrechamente con la elasticidad se encuentra la flexibilidad de conducta, que permite al niño conocer conductas en respuesta a cualquier patrón de socialización al que quede expuesto. Tal flexibilidad es una característica específica de los humanos y es un fuerte indicio de salud mental. La elasticidad y la flexibilidad son el resultado de nuestra habilidad para adaptarnos a situaciones nocivas.
7. Jugador incansable. Los niños poseen un sentido natural de libertad, y cuando se sienten seguros, se mueven con gran espontaneidad; estas cualidades, la libertad y la espontaneidad, forman la estructura del juego. El juego es la forma en que el niño trasciende la repetición del hábito pero, conforme crece, a menudo pierde de vista esta cualidad del juego y llega a considerarlo como algo cursi. No debemos olvidar que el juego es parte de nuestra naturaleza; veamos a nuestro entorno y notemos que todos los animales juguetean; sin embargo, el juego en los niños tiene un alcance mucho mayor porque la imaginación del infante desempeña un papel esencial. Si consideramos a la infancia como una etapa de juego libre y creativo, podemos percatarnos de que todo ser humano tiene la capacidad de jugar; nuestros más grandes logros tecnológicos y científicos son saltos de la imaginación a los que se deben nuestras más grandes invenciones, descubrimientos y teorías.
8. Íntegro. Aunque el niño es inmaduro posee un sentido de integridad, de ser. En otras palabras, se siente conectado y unificado dentro de sí mismo. La sensación de integridad es el verdadero significado de la perfección, y en este sentido, cada niño es perfecto. La integridad también hace al niño especial, único y maravilloso. Nadie es exactamente como él. Esta singularidad hace a cada niño verdade-ramente precioso. Precioso significa raro y valioso.
9. Espiritual. Los niños son espirituales por naturaleza. Los niños son místicos ingenuos. Pero es una espiritualidad ingenua, sin crítica. Más tarde será la esencia de la espiritualidad madura y reflexiva. La espiritualidad involucra lo más profundo y auténtico en nosotros: Nuestro verdadero yo porque cuando somos espirituales, estamos en contacto con nuestra singularidad. La espiritualidad involucra también la sensación de conexión con algo más grande que nosotros mismos. Los niños son creyentes naturales; saben que existe algo más grande que ellos mismos.
10. Amoroso. Los niños están entre otras cosas, predispuestos al amor y al afecto. Sin embargo, el niño primero debe ser amado para después ser capaz de amar. Aprende a amar siendo amado. Ningún infante tiene la capacidad de amar en el sentido maduro, altruista. Más bien él ama a su manera, de acuerdo a su edad. El crecimiento saludable del niño depende de que alguien lo ame y lo acepte incondicionalmente. Cuando esta necesidad es satisfecha, la energía de amar del niño queda liberada, de modo que pueda amar a otros.
Tu fuiste así. Todos fuimos así. Luego empezamos a escuchar a los adultos que nos rodeaban y les creímos, ahora negamos nuestra magnificencia, nuestra condición de niños y nos llenamos de creencias que lo único que hacen es limitar nuestro desarrollo y alejarnos de la felicidad al no poder administrar y disfrutar de los recursos que nos rodean y que Dios nos ha puesto en nuestro entorno[3]. Ahora usas una máscara para interactuar en la vida, ocultas tu propia identidad por el miedo de ser avergonzado, de ser lastimado nuevamente. Proteges al niño herido que vive dentro de ti, porque no deseas que siga sufriendo; pero aunque tu no lo desees, el niño herido se manifiesta a cada momento y bloquea tu desarrollo y sigues sufriendo. Esa es la razón por la que te recomiendo tomes la decisión de analizar tu infancia y sanar las heridas que ocasionan que actúes de esta manera y que tengas los resultados que ahora tienes en tu vida. Alguna vez oí: Dime qué infancia tuviste y te diré quién eres, y creo que tiene sentido afirmar esto, porque las bases más importantes de tu conducta de adulto se encuentran en la infancia, (aunque posteriormente fuiste añadiendo elementos que te ayudaron a construir tu propia personalidad) y si esta etapa fue tormentosa, tus resultados en la vida adulta lo serán en igual manera. Allí se reflejará la base que tuviste, y eso solamente tu lo puedes remediar.
Se inicia el proceso de cambio rindiéndote a lo que ahora eres y después toma acción en tu vida. En este libro encontrarás algunas herramientas para sanar a tu niño herido y además te presento alternativas para que tomes decisiones para tu propio desarrollo. Los conceptos que vas a leer a continuación quizá no son nada nuevos para ti y posiblemente ya lo estés aplicando en tu vida. Si no los estás usando adecuadamente, tal vez tengas hoy en día resultados parcialmente aceptables.
¿Qué te sucedió en la niñez?
¿Cómo has perdido la condición de niño? Si tus padres, maestros, familiares y amigos te reprimieron en tu infancia y te bloquearon el espíritu de asombro ante la vida, esto propició que te encerraras en ti mismo y ahora temas correr riesgos. Tu vida gradualmente se fue convirtiendo en una gran carga, más que una aventura. Analiza la situación que has vivido hasta hoy y acepta esa realidad como primer paso para sanar tu vida. Ríndete a lo que eres, y reconoce cómo fuiste dañado en tu infancia y en tu adolescencia. Sin miramientos, acepta que te hicieron daño, acepta quién te hizo daño y cuánto es el daño que padeces para poder tomar acción en tu recuperación.
Para que trabajes en tu desarrollo y aprendas a vivir nuevamente, es necesario que vuelvas a sentir el dolor, recurriendo a la misma infancia para desahogarte lo suficiente. Aquí el sufrimiento juega un papel importante, donde las lágrimas te ayudarán a oxidar la armadura que te ha atrapado en estos últimos años de tu vida.
En los párrafos que siguen encontrarás algunas cuestiones que posiblemente se asemejen a tu caso. Te propongo te detengas a reflexionar en cada sección y te remontes a la historia de tu propia vida. Hace dos años fui a una conferencia que ofreció Cristóbal Montealegre y relató: “No andemos en la vida como los topos que transitan debajo del suelo y no saben a ciencia cierta qué existe arriba de ellos. Es importante que nos demos la oportunidad de salir a la superficie de vez en cuando para evaluar dónde estamos y dónde queremos ir en nuestra vida.”
La pérdida de optimismo y confianza
Si perdiste el optimismo y la confianza y ahora eres vulnerable, quizá fuiste herido por alguien, te avergonzaron y tu confianza desapareció. El vínculo que te hacía tener confianza y avanzar de manera proactiva queda cortado; de esta manera te volviste ansioso y temeroso. Si estas actitudes persistieron, te tornaste pesimista. Recuerda que necesitas tornarte optimista, porque esta actitud es la única en donde la realidad adquiere un valor positivo; te permite apreciar el lado brillante de las cosas. Todo es cuestión de enfocar adecuadamente tus sentimientos.
Si la gente con quien interactuaste en tu infancia, llámese padres, parientes, maestros, hermanos, etcétera, tuvieron una infancia turbulenta, ellos poseen un niño herido en su interior y sus propias necesidades les impedirán satisfacer las necesidades de los demás. De esta manera, o les disgustarán las necesidades de los niños, o intentarán satisfacer sus propias necesidades, convirtiéndolos en una extensión de ellos mismos al usarlos. Como el caso de Ricardo. Él es un joven que en su lenguaje solamente se escuchan calamidades, se queja de todo y no tiene confianza en sí mismo. Cada vez que sus compañeros de la escuela se ponen de acuerdo para realizar un trabajo, él se encarga de hacerlos sentir que no van a poder con ello y como consecuencia es el promotor de la desilusión. Ricardo vive con su padre y su madrastra. Su madre los abandonó cuando él tenía seis años y creció escuchando siempre las quejas y las fatalidades de su padre alcohólico, que en resumidas cuentas le transmitió a su hijo.
Cuando se abusa de un niño o se le avergüenza, su confianza y apertura desaparecen. Si estas situaciones se repiten constantemente, se torna pesimista como el caso de Ricardo.
La pérdida de felicidad y entusiasmo
La felicidad y el entusiasmo de un niño, pueden ser rápidamente bloqueados. Si al niño herido que lleva nuestro padre en su interior le reprimieron las risas, él se las prohibirá a sus propios hijos. Tal padre recomendará a sus hijos lo siguiente: No rías demasiado fuerte; deja de hacer tanto ruido; no seas tan escandaloso, y otras frases por el estilo. Los niños que le reprimieron su risa y su alegría, se convirtieron en pequeños sombríos y estoicos.
Algunos padres reprimen sistemáticamente el llanto de los hijos en la creencia que les hacen fuertes; los hombres no lloran, afirman. Esto es evidentemente falso. Recuerdo a mi abuela paterna, que fue huérfana desde temprana edad y quedó en poder de su abuela. En ese tiempo la educación era muy rígida y a los huérfanos se les exigía que de alguna manera pagaran lo que recibían en alimentación y techo. Tenía que trabajar duro y constantemente recibía instrucciones y regaños de todos sus parientes. Una de las prohibiciones fue que no se le permitía llorar, ni en casos de dolor extremo como cuando recibía castigo físico. A través de los años, se hizo una mujer aparentemente insensible que no podía manifestar sus sentimientos, ni cuando murió su hijo en 1992. Al regreso del panteón, después de sepultar a mi tío Rodolfo, me acerqué a ella y le acaricié sus canas; y con su carita triste y los ojos perdidos me dijo: No puedo llorar; me duele mucho aquí (me señaló el pecho). Creo..., creo... que estoy llorando por dentro a mi hijo que sepultamos. Mi abuela murió años después, y en los últimos meses de su vida regresó a la infancia. Ella pensaba que era una niña y que mi madre era su abuela. Le tenía mucho miedo a mi mamá.
La codependencia
Los niños necesitan seguridad y una orientación positiva de las emociones para entender sus propias señales internas. También requieren ayuda para aprender a separar sus pensamientos de sus sentimientos. Cuando el ambiente familiar está lleno de violencia (emocional, física y sexual) el niño se siente desprotegido. Con el tiempo su habilidad para valorarse a sí mismo se pierde. Sin una vida interna saludable, se exilia intentando hallar satisfacción en el exterior. Esto se llama codependencia, y es un síntoma de la existencia de un niño herido en el interior de una persona. La conducta codependiente indica que no fueron satisfechas las necesidades de la infancia de la persona.
Ramón es un amigo mío que vive con una actitud alerta hacia todo lo que sucede. Teme que en cualquier momento alguien pueda traicionarlo. Parece ser que su conducta tiene su origen en la infancia, cuando tenía escasamente 12 años. A esa edad tal parecía que en el hogar de Ramón todo marchaba a la perfección, hasta que una mañana lluviosa y fría se encontraba en la escuela y empezó a sentirse mal del estómago. Pidió permiso y se fue a casa. Al llegar a su hogar, sorprendió a su mamá platicando con un señor elegante (como él mismo lo describe) en la sala. Buscó a su padre dentro de la casa y al no encontrarlo le causó mucho coraje la actitud de su madre. Con el celo natural de los niños, le pidió explicación de la visita no grata de ese hombre y ella le respondió: Ramón, tu no tienes ningún derecho a inmiscuirte en mi vida. Ramón calló por el miedo a represalias de su madre. Pasaron los días y una tarde al regresar de la escuela, entró a su casa y la encontró totalmente vacía. ¡Mamá se había ido y se había llevado todo! Lo más desesperante de la situación fue que a él lo había dejado, lo había abandonando mamá, y se sintió desprotegido. A él no le quedó más remedio que sentarse a llorar en la banqueta, hasta agotársele las lágrimas. Pasaron las horas y llegó la noche junto con papá y ambos lloraron el abandono y la soledad que sentían. Ramón sueña y espera una caricia, un abrazo, una atención de alguien. Actitud que no ha llegado aún.
Se espera que todas las personas que llevan un niño herido en su interior sean agradables, calladas o sufridas, pero sucede al contrario; ese niño herido que llevan en su alma es responsable de mucha de la violencia y crueldad que impera dentro del seno familiar y lo que es más grave, se autocastigan reproduciendo de alguna manera la poca comprensión que tuvieron en su infancia. Necesitamos entender claramente que en cierto sentido, somos dependientes toda nuestra vida. Siempre necesitamos amor e interacción. Nadie es tan autosuficiente que no necesite a nadie más. Conforme envejecemos, requerimos ser necesitados. Cuando crecemos de manera saludable, en algún momento nos volvemos generativos y nos interesamos en la vida misma.
La conducta ofensiva
La conducta ofensiva es la principal fuente de destrucción humana, ésta tiene su origen en la violencia padecida en la infancia y del sufrimiento y dolor experimentados por esa situación. El niño herido e impotente se convierte en un adulto ofensor. Es necesario comprender que cuando un pequeño es objeto de cualquier tipo de abuso, en realidad se le está preparando como un ser ofensivo y programado para someter a sus seres queridos por medio de amenazas y ofensas. Sobre todo, el más afectado de padres ofensores es el niño, que a la larga se identifica con su ofensor y justifica sus acciones y se siente culpable de la infelicidad que cree causarles, En el área de la psicología le llaman síndrome de Estocolmo; estas manifestaciones son frecuentes en los casos de secuestro, cuando el secuestrado se identifica con el secuestrador e inclusive lo defiende. Para sobrevivir al dolor, el niño se identifica con su ofensor. La violencia física, sexual o emocional es tan aterrorizante que el niño pierde su identidad cuando sufre un abuso.
Quizá a ti te ha pasado algo semejante y si no es así, trae a tu mente recuerdos de algún amigo de la infancia que fue maltratado en su hogar y recuerda la manera de cómo justificaba los actos ofensivos que le propinaban defendiendo a sus padres de una forma alarmante. Recuerda a esos niños con su mirada perdida y sonrisa triste, siempre triste.
Sabemos que la mayor parte de la conducta ofensora tiene su origen en la infancia, pero no siempre es resultado de la violencia. Algunos seres ofensivos fueron echados a perder por sus padres complacientes y consentidores, que les hicieron sentirse superiores a los demás. Esos niños consentidos creyeron que merecían un trato especial de parte de todos y que lo que ellos hacían era siempre lo adecuado. Perdieron todo sentido de responsabilidad, pensando que sus problemas eran siempre causados por otros. Estos niños consentidos se transforman en adultos ofensivos, egoístas, irresponsables, flojos, etc. La verdad, estos adultos con su niño herido de esta manera sufren mucho, por la actitud que asumen ante la vida, además que ocasionan un enorme daño a sus seres queridos; llámense hijos, familiares, amigos, compañeros, etc., como el caso de Sarita; ella es una profesionista muy inteligente que ocupa un puesto importante en una institución. Sarita presenta con frecuencia una actitud voluble hacia el personal y retoza con sus sentimientos a su antojo; tal parece estar en su recámara jugando caprichosamente con sus muñecas. Dentro de la institución, si alguien manifiesta alguna actitud que no está de acuerdo con su modo de percibir la vida, definitivamente la elimina bajo el pretexto de no estar cumpliendo con sus funciones. La actitud posterior que manifiesta Sarita es de inocencia; de estar ajena a la situación que ha ocasionado, incluso, su modo de hablar y de mirar es el de una frágil y adorable niña de mamá. Es claro que se desentiende emocionalmente del caso, como una manera de evadir su propia responsabilidad. En cuanto al testimonio como ejecutiva es pobre; frecuentemente llega tarde a las reuniones, no cumple con los acuerdos tomados, no es eficiente. Sarita definitivamente fue echada a perder en su infancia, consintiéndola en demasía y consecuentemente presenta una actitud inestable y sufre bastante cuando no logra realizar sus antojos. En este caso, el adulto con un niño herido por haber sido consentido irresponsablemente en su infancia, puede tener actitudes agresivas con más sutileza y astucia que en otras condiciones.
La pérdida del amor
El niño necesita ser amado incondicionalmente. En algunas ocasiones los padres se alejan tanto de sus hijos, que los hijos realmente ya no los identifican como modelos, ya no pueden espejearse en ellos. Lógicamente, si el niño no puede verse reflejado en sus padres, el niño no sabrá quien es él. Cada uno de nosotros fue un nosotros antes de convertirnos en un yo. Necesitábamos necesariamente un rostro/espejo que refleje todas las partes de nosotros, necesitábamos saber cuánto importábamos, qué actitudes nuestras nos tomaban en serio, qué parte de nuestro ser era aceptada y merecedora de cariño y qué parte no; también necesitábamos saber que podíamos depender del amor de nuestros padres. Estas fueron nuestras saludables necesidades narcisistas. Si no fueron satisfechas, nuestro sentido del “yo soy” resultó dañado.
La necesidad del narcisismo del niño herido, saboteará sus relaciones de adulto, porque no importa cuanto amor se le dé, nunca será suficiente. Este adulto no puede ver sus necesidades porque realmente son las necesidades de un niño. Y los niños necesitan a sus padres todo el tiempo. Sienten esta necesidad por naturaleza, no por elección. Las necesidades de un niño son de dependencia, es decir, necesidades que deben ser satisfechas por otros. El adulto con un niño herido de esta forma, buscará vorazmente el amor y la estimación que él o ella no tuvieron en la infancia. En algunas ocasiones esta búsqueda se hace infructuosa, y solamente ocasiona al adulto decepciones cada vez más severas. Éste es el motivo de un gran número de divorcios, del abandono de los hijos, de la búsqueda incesante de amigos que al final esclavizan y huyen, etc.
Hay casos en que no existe herida aparente, como el de David, que a pesar que no conoció a su padre, recibió todo el cariño de su abuelo materno, que prácticamente le ofreció el amor que requería y la oportunidad de desarrollar su nosotros y reafirmar su yo. Actualmente David es estudiante de Ingeniería y es un joven con ganas de vivir. Un niño requiere ser amado, es inadmisible que un pequeño crezca sin amor. Generalmente el niño sin amor muere. Esto trae a mi mente una escena que se desarrolla en un hospital en la noche de navidad. Afuera de este nosocomio, se escuchaba el bullicio que invadía el silencio característico de los pasillos. Llenaban el ambiente los cohetes y las carcajadas de los niños que ansiosos esperaban a que repicaran las campanas a las doce de la noche anunciando la navidad, para que acompañados de sus padres abrieran los regalos que les tenían preparado desde días antes. Todo era alegría, y esta alegría contrastaba con las carreras de los doctores y las enfermeras que aligeraban el paso para terminar sus actividades e ir al encuentro de sus seres queridos. Uno de los médicos se percató que un niño se le acercaba y en la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo y sus facciones estaban marcadas por la muerte y sus ojos parecían pedir disculpas o quizá permiso para ser visto aunque sea la última vez. El médico se acercó, y el niño lo tocó con suavidad y le dijo: Dígale a alguien..., y continuó muy quedito: Dígale a alguien que yo estoy aquí.
La pérdida de seguridad
Cuando los padres o tutores no inspiran seguridad, se desarrollará en los niños un sentido de desconfianza. El mundo les parece un lugar peligroso, hostil, impredecible. Por tanto, el niño debe estar siempre alerta y tener todo bajo control. Piensa: Si yo lo controlo todo, entonces nadie me podrá sorprender descuidado y lastimarme. Lo primero que debemos aprender en la vida es que los otros (papá, mamá, el mundo exterior) son dignos de confianza. Si podemos confiar en el mundo, seremos capaces de confiar en nosotros mismos. Aunque hay que tener cuidado en este aspecto, porque la confianza debe saber darse. Mucha gente ha sufrido por haber dado de más a quien no debía. Les voy a contar una fábula que se refiere a una piara de puercoespín. Ellos estaban pasando una noche muy difícil. El frío les ocasionaba que se mantuvieran temblando, y poco a poco se fueran acercando unos a los otros hasta que se lastimaban con sus espinas. El dolor, les hacía retirarse con desesperación. Al estar retirados unos de otros, el frío les volvía a calar sus cuerpos y nuevamente se reunían hasta punzarse de nuevo para después retirarse bruscamente. Sólo estuvieron quietos hasta que encontraron la distancia adecuada de tal suerte que recibieran el calor unos de otros y que no se dañaran con sus espinas. Así es la seguridad en la confianza.
Esta fábula es parecida a lo que padeció Mariela al morir sus padres en un accidente automovilístico. Al quedarse sola optó por irse a vivir con unas compañeras de la universidad en una casa rentada. Mariela frecuentemente tenía problema con ellas y se tornaba insoportable la convivencia. Lógicamente el aprovechamiento que tenía en la escuela era precario y su vida social era un caos. Esta situación fue aprovechada por su novio y en la “prueba de amor” la dejó embarazada y la abandonó a su suerte. En su desesperación buscó consuelo en el alcohol y estuvo a punto de perder a su bebé. Mariela entonces optó por recurrir a sus compañeras en una actitud de víctima que al principio funcionó a la perfección. Ese acercamiento la mantuvo tranquila una temporada pero, al percibir que sus compañeras la estaban manipulando haciendo que abandonara sus estudios y teniéndola como sirvienta en la casa, con el pretexto de que no tenía dinero para mantenerse y había que ganárselo, toma la decisión de hablar con ellas y plantearle lo que sentía y lo que esperaba en su vida. Las muchachas comprendieron y la apoyaron. Mariela tuvo a su hijo. Actualmente vive en la misma casa, trabaja por las tardes y continúa sus estudios universitarios. En resumidas cuentas Mariela encontró la distancia exacta para la convivencia en su nueva situación.
Las diferentes actitudes que tenemos ante los seres humanos varían, jugamos un papel diferente con cada uno de ellos, y está condicionado a la experiencia que hemos tenido con la persona que nos estamos comunicando. Es diferente el trato que presentamos con nuestros padres, con nuestros hermanos, con cada uno de nuestros amigos; porque con ellos hemos experimentado diferentes situaciones que marcan la pauta de la confianza que vamos a tener hacia ellos. Es evidente la actitud de desconfianza cuando la persona nos es desconocida. Pero ante todo, y ante todos; si queremos llevar la fiesta en paz, es necesario que como el puerco espín, mantengamos una distancia prudente para que no nos lastimen y para que no lastimemos a la gente y aprovechando el calor de los seres humanos de manera prudente. Esto nos proporciona seguridad.
Las emociones
Para comprender cómo el niño herido que se aloja en tu interior actúa para satisfacer necesidades pendientes desde la infancia y traumas no resueltos, tenemos que entender algunas de nuestras emociones, porque la principal fuerza motivadora en nuestras vidas es la emoción y es el combustible que nos mueve a defendernos y a satisfacer nuestras necesidades básicas.
La ira nos impulsa a defendernos, y con la ira protegemos y luchamos por nuestros derechos.
El miedo nos orilla a huir ante el peligro y también nos permite discernir para la toma de decisiones; es decir, por un lado nos protege del peligro, nos impulsa a correr y buscar refugio y por otro nos permite arriesgarnos con la fuerza necesaria.
La tristeza nos hace llorar. Las lágrimas nos ayudan a aliviar nuestro dolor porque con la tristeza lamentamos nuestras pérdidas y liberamos nuestra energía. Cuando no podemos lamentarnos, no podemos acabar con el pasado. Toda la energía emocional relacionada con nuestra pena o trauma se congela, trata de liberarse a sí misma. Con esta energía no te puedes expresar de una manera natural, se manifiesta en conducta anormal; a esto se le llama representación exterior. La representación es una de las maneras más devastadoras con que el niño herido que llevamos en nuestro interior, sabotea nuestras vidas.
Reproducir en nosotros mismos los abusos sufridos en el pasado se denomina representación interior. Nos castigamos a nosotros mismos en la forma en que nos reprimían en la infancia. Algunos adultos se castigan a sí mismos si cometen algún error; se llenan de críticas: ¡Qué estúpido soy! ¡Cómo pude ser tan idiota!, etc., algunas veces hasta se golpean en la cara para castigarse de sus propios errores, reproduciendo los momentos cuando su madre lo golpeaba en la cara cuando él era un niño. Tengo un alumno en la Universidad que está empeñado en repetir que él no es inteligente, que es tonto, que no merece estar estudiando, y aunado a estas expresiones explica que su padre lo humilló en su infancia, que tuvo abusos físicos de parte de su padre, pegándole hasta con la hoja del machete. Este muchacho se comporta como una verdadera víctima, porque todo lo que hace, lo realiza esperando resultados mediocres para poder seguir teniendo razón de lo que expresa y continuar con la ruta de autocastigo que se ha impuesto.
La emoción que no se liberó en el pasado a menudo se vuelve hacia uno. Si no se te permitió expresar tu ira en el pasado, entonces encausas en tu interior toda la rabia que se genera. El resultado es que tiendes a la depresión, apatía, ineptitud, incapacidad de realizar las metas en tu vida, entre otras cosas.
La energía emocional que no fluye hacia el exterior puede causar problemas físicos, como desórdenes intestinales, dolores de cabeza, dolor de espalda, de cuello y tensión muscular, artritis, asma, ataques cardiacos y cáncer. Ser propenso a peripecias en la vida, es otra forma de representación interior. Uno mismo se inflige castigo a sí mismo cuando se teme que te suceda tal o cual situación. Recordemos a Job que dijo: Se me hizo realidad lo que tanto he temido...
La siembra de creencias
A los niños fácilmente se les siembra de creencias que pueden transformarle la realidad. Padres equivocados a menudo les hacen creer a sus hijos que su conducta es directamente la responsable de los sentimientos de otra persona. Algunas frases comunes de este tipo son: Estás matando a tu madre; mira lo que has hecho... has incomodado a tu madre; ¿estás satisfecho? Has enfadado a tu padre, entre otras.
Otro de los factores, que llenan de creencias a los niños, lo anota Vallés en otro de sus libros (Te quiero, te Odio); y sugiere que son las personas que de alguna manera tienen influencia en ellos. Nacemos dentro de la historia y de la sociedad, y tanto la historia como la sociedad están compuestas de hombres y mujeres con sus ideas, sentimientos, sueños y prejuicios. Todo esto se nos comunica a través de gestos y palabras, de conversaciones íntimas o de publicidad universal. Padres, parientes, maestros, predicadores y conocidos se nos acercan, tratan con nosotros y dejan su marca en nuestro ser con sus palabras y su ejemplo, su consejo y su crítica, sus opiniones y sus juicios. Todo cuenta, todo influye, y la clave de mucho de lo que hacemos y pensamos más tarde en la vida ha de buscarse en la influencia temprana de quienes teníamos en nuestro alrededor.
Muchos adultos que albergan en su interior frustraciones infantiles, se mueven entre el miedo, el abandono y el temor de quedar entrampados. Algunos están permanentemente aislados por su miedo a ser agraviados por otra persona. Otros, se niegan a dejar uniones nocivas por el terror de estar solos. La mayoría fluctúa entre los dos extremos.
Es triste cuando los niños saben que al nacer causaron un desengaño a sus padres: El padre deseaba un niño y nació una niña; mamá deseaba una niña y dio a luz un varoncito. El niño llega a sentirse avergonzado de su género, lo cual más adelante puede provocar una actitud sexual sumisa. Los niños víctimas del desprecio y humillación paternal a menudo adoptan conductas sexuales sadomasoquistas.
Juan desconfía de la gente y constantemente se desprecia. Actualmente se refugia en el alcohol y vive a la expectativa. Su desempeño académico es deficiente. Al indagar sobre su infancia supe que su madre le confesó que no debió nacer, que su concepción fue un descuido cuando su padre alcohólico intentó reconciliarse con ella, puesto que los había abandonado años atrás. Al saber el padre que su esposa estaba embarazada, tomó la decisión de irse de nuevo. Actualmente Juan tiene una vida intranquila.
Con cada uno de los sucesos en tu desarrollo vas creando un sistema de creencias y tu vida la experimentarás de acuerdo a la forma que creas que es. Tu sistema de creencias mantiene tu atención enfocada en ello y niega que haya alguna otra verdad más allá de ella misma. De acuerdo con ese mapa de creencias que has formado vas a esculpir tu vida, recuerda que todo lo que tiene tu atención, también tiene tu intención.
Podemos caer en la situación de cerrarnos ante el cambio, y no permitimos que la nueva evidencia altere las creencias concebidas previamente. Vemos nuestra identidad y nuestra existencia evidenciada sólo por antiguas creencias. La forma como se afirman las antiguas creencias, es creando y examinando situaciones, de tal forma, que validan lo que previamente creímos que era cierto.
Nuestras mentes subconscientes son archivos de recuerdos. Sin embargo, no son archivos pasivos, que abiertamente reciben nueva información. El ego es el dueño del archivo de tu subconsciente y rehúsa a aceptar cualquier información para el archivo que no esté de acuerdo con la filosofía de los primeros documentos. Esos primeros documentos (primeros recuerdos) son los que enseñaron a nuestro ego las bases de cómo y cuáles son los documentos que se deberán aceptar y, al recibir información nueva, le proporcionamos a nuestro ego una alternativa, donde son evidentes todos los archivos nuevos (experiencias). Nuestro ego, o se rehúsa a aceptar nuevos documentos (experiencias) o los mutila y los distorsiona hasta que estén de acuerdo con los primeros documentos (creencias).
Cualquier creencia bien arraigada tiende a perpetuarse. Por otra parte, cuando la información nueva llega a tu mente y es aceptada, tiende a sustituir la información antigua relacionada con el mismo tema. La última experiencia es por lo general la que permanece.
Si te caíste de un árbol, te entró miedo y no volviste a subir, lo que permanece en tu mente es el miedo de subir al árbol y volver a caerte. Si te caíste y te levantaste y aun con miedo, te subiste de nuevo, lo que permanece en tu mente es tu capacidad para subir a un árbol. La visualización es un recurso fundamental para instalar la experiencia en el sistema nervioso. Cuando una visualización está bien hecha, al cerebro no le importa si aquello realmente ocurrió en el mundo físico o sólo en tu imaginación.
Cuando dos creencias antagónicas conviven simultáneamente en el cerebro surgen conflictos internos. Al igual que cuando se actúa de manera incoherente con las propias creencias. Imagina que una parte de ti piensa de un modo y la otra parte de un modo distinto. Te encuentras dividido en tu interior, y en esta situación de conflicto siempre hay una pérdida de energía. Cuando aparece un conflicto de esta naturaleza, la tendencia es siempre minimizar las diferencias y, como resultado, una de las partes queda alterada. Si, por ejemplo, crees que fumar es perjudicial y sigues fumando te colocas entre la creencia y la acción.
Algunas creencias limitan el desarrollo de nuestra vida, limitan nuestra actuación ante la vida. Las creencias ocasionan que actuemos de formas diversas al comportarnos de diferentes maneras para evitar que nos dañen nuevamente. Las creencias que limitan, son las que fueron creadas sobre todo en la infancia. Aquel día que te ridiculizaron, que te rechazaron, que te dijeron que no valías. Y lo creíste, y lo sigues creyendo. Te sigues diciendo lo poco que te sientes ser y lo poco que crees valer. Es difícil que un ser humano lleno de creencias que limitan, acepte el éxito. Cuando el éxito llega a sus manos, lo rechazará, lo apartará; porque se sentirá no merecedor de tal distinción; y se preguntará constantemente: ¿Cómo es posible que un hombre sin valor tenga éxito? Así piensa Daniel. Él es ingeniero Civil y se encarga de hacer los concursos en una empresa de la construcción. Su mayor deseo es dirigir una obra en campo. Cuando se le da la oportunidad de hacerlo le entra tanto miedo, que este miedo se transforma en un detonante para embriagarse y por supuesto que la obra que ha iniciado la abandona y los resultados son decepcionantes. Actualmente sigue elaborando los concursos y espera otra nueva oportunidad, que lo más seguro es que se repita la historia de fracaso hasta que no cambie la creencia del “no valor”.
Las creencias que limitan nos hacen evadir la realidad, algunas veces con actitudes agresivas; otras veces evitando las responsabilidades, es como ir por la vida sin metas definidas, sin compromisos; de manera irresponsable, evadiendo; siempre evadiendo. Y al final de nuestros días: Una muerte esperada dentro de la mediocridad.
Los modelos equivocados de disciplina
Los niños necesitan padres que sean modelos de autodisciplina. Aprenden lo que realmente hacen sus padres[4]; no de lo que dicen que hacen, cuando los padres dejan de ser modelos de disciplina, el niño se convierte en indisciplinado; cuando los padres emplean la disciplina rígidamente, el niño se vuelve sobredisciplinado. El niño indisciplinado es flojo, se la pasa perdiendo el tiempo, es mal agradecido, se rebela, voluntarioso, terco y actúa impulsivamente. El niño sobredisciplinado es rígido, obsesivo, sobrecon-trolado y obediente, complaciente con la gente y devastado por la vergüenza y la culpa. Sin embargo, la mayoría de nosotros, que poseemos en nuestro interior un niño herido, fluctuamos entre la conducta indisciplinada y sobredisciplinada. En la escuela es común tener compañeros que presentan comportamientos de indisciplina y sobredisciplina; ambos son un dolor de cabeza para nosotros los maestros. En especial me voy referir a Antonio cuando cursó su carrera universitaria. Sus padres le proporcionaron todo lo necesario y también le dieron sobreabundancia, pero a cambio de ello le exigían resultados y le marcaban la conducta intachable que debería presentar. No toleraba tener un nueve de calificación porque sentía que el mundo se le venía encima y persuadía a sus maestros obsesivamente hasta lograr que le subieran de calificación. Él por lo general andaba solo pues consideraba que nadie podía tener el privilegio de andar con él porque consideraba inferiores a sus compañeros de escuela. Ya se deben imaginar la soledad tan terrible que embargaba el corazón de este joven, porque la soledad más grande no es física, sino emocional.
Las distorsiones del pensamiento
Los niños son absolutistas. Esta cualidad del pensamiento infantil se manifiesta por una polaridad de todo o nada. Si no me amas, entonces me odias. No hay términos medios. Si mi padre me abandona, entonces todos los padres son iguales. Los niños son lógicos, esto se pone de manifiesto en lo que se ha denominado razonamiento emocional. Me siento de cierta manera, por lo tanto las cosas deben ser así. Si me siento culpable, debo ser una mala persona.
Jesús se suicidó el año pasado cuando contaba con 21 años de edad, él era estudiante de quinto semestre de la Licenciatura en informática y frecuentemente nos reuníamos porque ambos pertenecíamos al taller literario de la universidad. Como hijo único de madre soltera vivía una situación muy especial (Esto que les voy a plantear no le sucede necesariamente a todo hijo de madre soltera). Parece ser que se sentía culpable de la situación en que vivía mamá que por cierto estaba plagada de necesidades de todo tipo. Eso puede haber sido el detonador para que tuviera una actitud absolutista de “todo o nada” y pensar insistentemente que él era malo y que no merecía vivir. Estaba siempre triste y callado con un silencio que asustaba. Pocas veces me pude comunicar abiertamente con él y en una de esas veces me contó que estaba viviendo en unión libre con una compañera de la misma universidad. Una mañana me avisaron que lo habían encontrado muerto en su habitación. Ya se deben haber imaginado la impresión que me causó esa noticia que me solté a llorar inconsolablemente. Al otro día al entrar a la ciudad donde se encuentra la universidad me topé frente a frente con el cortejo fúnebre, me estacioné y estuve en su sepelio. Al finalizar una compañera de él de la universidad se me acercó, me abrazó llorando y me dijo: ¿Verdad que Jesús era bueno?. Yo le dije que sí, así nos quedamos un buen rato hasta que la gente se fue retirando del panteón.
Los niños necesitan ejemplos saludables para aprender a separar el pensamiento de la emoción: Pensar en los sentimientos y sentir el pensamiento. Los niños piensan egocéntricamente, por ello se personalizan todo. Si mi papá no tiene tiempo para atenderme debe ser porque no soy bueno, porque hay algo mal en mí. Los niños interpretan así la mayoría de los abusos que sufren. La egocentricidad es una condición natural de la infancia que puede prolongarse a la edad adulta si no es superada, no un indicio de egoísmo moral. Los niños y algunos adultos no son plenamente capaces de considerar el punto de vista de otras personas.
Cuando los niños no aprenden a separar el pensamiento de las emociones, al convertirse en adultos utilizan el pensamiento para evitar emociones dolorosas. Separan sus cabezas de sus corazones, por así decirlo.
El vacío
El niño herido de la infancia también contamina la vida adulta con una ligera depresión crónica experimentada como vacío. La depresión es el resultado de que el niño tenga que adoptar un yo falso, dejando atrás su verdadero yo. Este abandono del verdadero ser equivale a dejar un hueco en el interior de uno mismo (agujero en el alma). Cuando una persona pierde su yo auténtico, pierde contacto con sus verdaderos sentimientos, necesidades y deseos. Lo que experimentan, en cambio, son los sentimientos requeridos por el falso yo. Tener un falso yo es actuar la vida. El verdadero yo, nunca está presente.
Sentirse vacío es una manera de depresión crónica, ya que se sufre por la pérdida del verdadero yo. Todos los adultos padecemos depresión crónica en cierto grado. El vacío también aparece en forma de apatía.
Cuando se acerca Carmen a platicar conmigo, por lo general está ausente y al preguntarle cómo está, me contesta: Profe, me siento sola, vacía; no le encuentro sentido a lo que hago. El estado de ánimo que presenta se lo atribuyo a que, cuando Carmen estaba en secundaria falleció su madre, y posteriormente la corrió de su casa el padrastro. Pasaron los meses y Carmen se encontró en el mercado del pueblo con su hermano más pequeño. Fue hacia él y lo abrazó con entusiasmo. El niño la rechazó inmediatamente y le dijo que estaba equivocada, porque su padre le informó años atrás, que su hermana había muerto en un accidente poco después de fallecer su madre.
Cuando nuestro niño interior está herido, nos sentimos vacíos y deprimidos. La vida es irreal; estamos allí pero no participamos de ella. Este vacío conduce a la soledad. Como nunca somos en realidad nosotros, nunca estamos verdaderamente presentes. Y aunque la gente nos admire y se aferre a nosotros, nos sentimos solos.
El abandono
Los padres hacen que sus hijos sientan lástima de ellos mismos, al no tener tiempo para ellos. Un padre alcohólico o una madre codependiente no pueden atender debidamente a sus hijos. Al alcohólico lo absorbe la bebida, y la codependiente (madre) la absorbe el alcohólico. Simplemente no pueden prestar la debida atención a sus hijos. Lo mismo sucede cuando los padres se hallan bajo tensión crónica, incluyendo las adicciones al trabajo o a las actividades religiosas; los desórdenes al comer, las adicciones a controlarlo todo o al perfeccionismo; o a las enfermedades físicas y mentales. Cualquiera que sea el desorden, cuando a los padres los absorben sus cuestiones emocionales, ellos no pueden prestar la debida atención a sus hijos. Cuando yo era joven recuerdo a un amigo que siempre se quejaba: Dios me quitó a mis padres. El hecho era que papá y mamá estaban todo el tiempo en la iglesia y se olvidaban de su hijo. Los padres de familia con problemas no pueden ofrecer a sus hijos lo que necesitan, porque ellos mismos están necesitados.
El abuso sexual
Cuando se presenta el abuso sexual, el niño es utilizado por los adultos para su placer. Así el niño aprende que la única manera en que él puede ser importante es realizando actos sexuales con el adulto. Como consecuencia, el niño crece con la idea de que debe ser un gran compañero sexual o sexualmente atractivo para que alguien realmente se preocupe por él. Existen muchas formas de abuso sexual, entre las cuales se encuentran las no físicas, que muchas personas ni siquiera las consideran formas de abuso y que pueden ser las más nocivas.
Para entender el abuso sexual no físico o emocional necesitamos comprender que una familia es un sistema social gobernado por sus propias leyes. Las leyes más importantes de los sistemas familiares son:
· La familia puede ser definida solamente por la interrelación de sus miembros, no por la suma de sus partes.
· Todo el sistema opera sobre un principio de equilibrio, de modo que si un miembro altera ese orden, otro miembro lo compensará. Por ejemplo la actitud de un padre borracho, irresponsable, puede ser compensada por una madre abstemia, muy responsable. Una esposa iracunda, histérica, puede ser equilibrada por un esposo ecuánime, de modales finos, y hablar pausado.
· Todo el sistema está reglamentado. En los sistemas positivos las reglas son negociables y abiertas; en los sistemas negativos, las reglas son rígidas e inflexibles.
· Los miembros del sistema desempeñan diferentes papeles para mantener sus necesidades de equilibrio. En los sistemas familiares saludables, los papeles son flexibles y compartidos; en los sistemas nocivos, los papeles son rígidos y estáticos.
Un elemento fundamental en el sistema familiar es el matrimonio. Cuando el matrimonio presenta una alteración en su intimidad, surge el principio de equilibrio y complementariedad. La familia necesita un matrimonio saludable para estar balanceada. Al faltar ese equilibrio, la energía dinámica del sistema empujará a los niños a crearlo. Si el papá no está satisfecho con la mamá, es posible que se dirija a su hija para satisfacer sus necesidades emocionales. La hija se convierte así en la consentida del padre. Asimismo, el hijo puede convertirse en el pequeño hombrecito de la madre, o su hombre significante, en lugar del papá. Los niños se hacen cargo del matrimonio de los padres y son utilizados para aliviar la soledad de los padres. A menudo un padre es rechazado sexualmente, pero sus necesidades sexuales siguen presentes. Una niña puede sentirse molesta por los besos constantes y el manoseo del padre. En general cuando el niño es más importante para el padre que su esposa, se habrán presentado las condiciones para que surja el abuso sexual emocional. Esto se convierte en un abuso porque el padre utiliza al niño para satisfacer sus propias necesidades. Tal conducta invierte el orden de la naturaleza. Los padres deben dar a los niños tiempo, atención y orientación; no utilizarlos para satisfacer sus propias necesidades.
El abuso físico
El abuso físico también inflinge herida espiritual. El niño que es golpeado, difícilmente podrá creer que es un ser especial, maravilloso y único. ¿Cómo puede pensarlo si está siendo lastimado físicamente? El castigo físico corta el vínculo interpersonal con un padre. Imagina cómo te sentirías si tu mejor amigo llegara y te abofeteara. No tenemos idea de cuántas familias violentas hay. Estas estadísticas quedan ocultas en las salas de emergencia de los hospitales, en la vergüenza familiar y, sobre todo, en el terror a las represalias si se habla de más.
En nuestro medio es frecuente encontrarse con niños que son sometidos mediante el castigo físico. A estos niños se les reconoce porque están constantemente temerosos hacia lo que pueda suceder en su entorno que pueda lastimarlos. Conocí a un joven llamado Ángel y cursaba a duras penas el sexto semestre en la universidad. Su plática era de sometimiento y de derrota. Empleaba palabras como: Yo soy muy tonto; yo me voy a buscar una novia fea porque no creo me acepte una muchacha bonita; no merezco que la gente me quiera porque en verdad soy malo, y así por el estilo. Cuando las circunstancias eran adversas y se le dañaba, entonces él confirmaba su teoría de mediocridad y se sentía hasta cierto punto resignado y hasta decía: ¿Ya ves que tengo razón? Sin darse cuenta este joven, con su actitud ayudaba a las personas a tener un enfoque hacia sus defectos y lógicamente hacía realidad lo que tanto temía. La vida de este muchacho fue de sometimiento físico de parte de su padre. Aun conserva las cicatrices en la espalda y en las piernas de los castigos que se le inflingía.
Golpear a las mujeres y niños es una tradición antigua y persistente en casi todas las culturas. Todavía se cree que el castigo corporal modela a nuestros hijos, pero lo que no sabemos los padres es que existen evidencias de que el castigo corporal tiene efectos secundarios duraderos. Sólo en un sentido pervertido puede un niño creer que se le ama cuando es golpeado, abofeteado o amenazado.
Abuso emocional
El abuso emocional también provoca una herida espiritual. Gritar a los niños altera el valor que tienen de sí mismos. Los padres que llaman a sus hijos estúpidos, tontos, idiotas, locos, etc., los hieren con cada palabra. El abuso emocional se presenta también en forma de severidad, perfeccionismo y control. El perfeccionismo produce una honda sensación de vergüenza recurrente. No importa lo que hagas, nunca se consiguen resultados. Todas las familias basadas en la vergüenza usan el perfeccionismo, el control y la culpa como reglas de manipulación. Nada de lo que digas, hagas, sientas o pienses estará bien. No debes sentir lo que sientes, tus ideas son locas, tus deseos tontos. Consecuentemente se encuentran fallas en tu comportamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario