Ollanta Humala ya comenzó la pelea
Pedro BenítezViernes, 29 de julio de 2011
En la campaña electoral prometió no seguir los pasos de su mentor y amigo de 2006, el presidente venezolano, pero arrancó su gobierno de una forma muy parecida. Desafiando a las instituciones que le permitieron llegar al poder.
Ayer alguien puede haber exclamado en el Perú: ¡empezamos mal!
A las 11:05 de la mañana Ollanta Humala Tasso juró como nuevo presidente de la República del Perú. Pero no lo hizo sobre la Constitución vigente, la de Fujimori, 1993.
En la campaña electoral prometió no seguir los pasos de su mentor y amigo de 2006, el presidente venezolano, pero arrancó su gobierno de una forma muy parecida. Desafiando a las instituciones que le permitieron llegar al poder.
A los venezolanos la carrera y el ascenso de Humala nos recuerdan demasiado nuestro pasado reciente. Sus trajes cortados a la medida y su reciente discurso moderado, intentando amainar el recuerdo del pasado militar golpista y la inicial retórica radical antisistema, guardan una impresionante similitud con el desenlace electoral venezolano de 1998.
Pero hasta ahí las historias se parecen. A diferencia de la Venezuela de 1999, la dirigencia política, los sectores económicos, las clases medias y la opinión pública peruana esperan a Humala con las espadas en alto. Alentados por la experiencia venezolana, no se van a entregar mansamente.
A diferencia de la toma de posesión del presidente Chávez en febrero 1999, en la que ninguno de los presentes atinó siquiera a levantar su voz de protesta cuando (en medio del estupor y la consternación) no juró sobre la constitución que le permitió ser elegido, el día ayer los diputados fujimoristas reaccionaron con gritos y desde ese momento consideran espurio el acto de toma de mando.
No es algo menor. Barack Obama juró dos veces su cargo porque se confundió al repetir la fórmula.
A diferencia del presidente Rafael Caldera, que tuvo que soportar el desplante institucional de su sucesor en el acto de juramentación, Alan García ni siquiera se presentó y mandó la banda presidencial con un ministro.
La pelea empezó de una vez.
La experiencia venezolana, y sus sucedáneos, han alertado a todos los países de la región. Como en aquella taquillera película de mediados de los ochenta, en la que los protagonistas vuelven a su futuro para cambiarlo, muchos peruanos ya han visto el suyo propio en el venezolano.
Evidentemente Humala está buscando la excusa, la justificación, para repetir el truco constituyente patentado en Venezuela por Chávez y Miquelena, y que ha sido repetido por Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia.
El resultado en los tres casos fue el mismo: el nuevo presidente terminó por controlar todas las instituciones del Estado, reelegirse (que era lo que buscaban en primera instancia) y luego intentar ir por lo demás.
Como suele ocurrir con los pretextos, si estos no existen se inventan. El texto constitucional vigente en Perú es el de 1993, promulgado por el gobierno de Alberto Fujimori. El nuevo mandatario peruano hizo la promesa de ejercer su gobierno honrando los valores de la Constitución de 1979, con la que se reinauguró el proceso democrático luego del último gobierno militar.
Repitiendo la experiencia de Chile donde los gobiernos de la Concertación, inclinados a enfrentar los problemas económicos y sociales (y para ahorrarse complicaciones) aceptaron pragmáticamente la Constitución de Pinochet, los políticos peruanos hicieron lo mismo con la de Fujimori. Una de las banderas de Humala es “corregir” esa “injusticia histórica”…mediante un proceso constituyente.
Lo que el Perú puede demostrar es que los líderes van hasta donde sus países están dispuestos a permitírselos. Venezuela es un ejemplo de eso; aunque en nuestro caso la reacción tardó en llegar, y eso ha tenido su costo, el maestro de Humala no ha avanzado más en su propósito de poder absoluto porque la sociedad no se lo ha permitido.
Veremos cuánto cambia el guión en el Perú.
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