Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 14 de marzo de 2011

Cubiches ¿han cambiado algo en 7 años? Siii los $$$$ y la imposibilidad de conseguir cita para donde uno vive



El Nacional - Jueves 11 de Noviembre de 2004 A/4

Un pasaporte venezolano

Milagros Socorro
("Con acento")

Tras meses de suspensión -inexplicada e inexplicable- del otorgamiento de pasaportes, la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería ha vuelto a imprimir estos documentos. Siendo, como somos, parte de un mundo globalizado (tenemos, por tanto, que realizar viajes de trabajo y negocios) ; un país de amplias fronteras y natural intercambio con Colombia y Brasil; de población descendiente en buena proporción de inmigrantes, lo que predispone a miles de personas a un desplazamiento hacia los países de origen de sus padres (además de que ahora somos, también, un país de emigrantes, lo que induce a muchos a trasladarse para visitar a sus familiares en el extranjero) ; y tradicionalmente dado a las incursiones más allá de nuestras fronteras (trasiego que ya practicaban los habitantes autóctonos mucho antes de la llegada de Colón y del que el propio Libertador, gran andariego del siglo XIX, fuera cultor incansable) es muy lógico y previsible que se presentara una inmensa cantidad de solicitudes. No hay en ello sorpresa y era obligación del gobernante tomar las medidas para cumplir con su deber de expedir el documento en forma masiva sin que esto se convirtiera en una tortura para los ciudadanos y en ocasión para que los oficinistas encargados de procesarlos, cuyos salarios pagamos todos con nuestros impuestos, dieran rienda suelta al dictador que llevan por dentro y exhibieran una conducta de capataces con quienes necesitamos un pasaporte y nos negamos a pagar un gestor –o a cancelar la onerosa tarifa fijada para tal fin a los propios funcionarios que deberían servirnos- porque estamos en la convicción, correcta, de que no tenemos por qué mermar nuestros ingresos de trabajadores, de empresarios o de lo que sea, para ejercer un derecho que nos corresponde.

LA PRIMERA COLA QUE HICE PARA ENTREGAR LOS PAPELES EXIGIDOS POR LA ONIDEX ME TOMó OCHO HORAS EXACTAMENTE.

Una espera de pie la mayor parte del tiempo, bajo la lluvia en algunos tramos, y sumamente violenta porque con mucha frecuencia vimos llegar grupos de solicitantes que pasaban expeditos tras un gestor o conducidos por un empleado.

Esto se hace sin disimulo, con todo descaro y con evidente intención pedagógica: si pagas, te ahorras la cola, los gritos, las groserías y, en algunos casos, los insultos y amenazas.

Desde el primer momento se pone de bulto la irregularidad: la muchacha que ocupa el puesto 21 en la formación recibe un papel que le asigna el número 78, ¿dónde están las varias decenas de ciudadanos que la preceden?, ¿dónde se han metido, si ella llegó a la cola a las 3:00 de la mañana? Ya los verá desfilar después de las 8:00 am, cuando abran las oficinas.

Los madrugadores alineados cuentan sus experiencias. Una pareja llegó a la Onidex de Catia después de pasarse 15 horas en la oficina de La Trinidad, noche entera incluida, sin que al final de la aterradora jornada obtuviera sus pasaportes. Los episodios de la sede de Los Ruices ocupan un lugar estelar en la relación de los horrores. Están los que se pasaron la noche entera en las inmediaciones del lugar con la vana ilusión de que esto les garantizaría una salida rápida al día siguiente.

No fue así. Fue inútil el desvelo, el miedo, el desagrado, los constantes gritos de los policías que los despertaban cuando se adormilaban porque estaban “afeando el espacio público”. En una de esas jornadas, el jefe de oficina salió a gritarle a los que hacían cola y, señalando a una mujer que había iniciado una protesta al ver deslizarse unos recién llegados que ingresaban sin espera, conminó a un guardia nacional a que le diera “peinilla por ese culo”.

Su ira había sido atizada por el hecho de que la señora calculó en voz alta el tipo de camioneta que podría comprarse con los millones adquiridos ese día como cobro ilegítimo por los pasaportes graciosamente concedidos ese día. No contento con este abuso, se dedicó a vociferar que qué hacía tanta gente pidiendo un pasaporte, que con qué iban a viajar, y llegó al paroxismo al señalar un hombre y espetarle: “Y tú, negro, con qué culo se sienta la cucaracha”. Cuando entraron a las instalaciones, el mismo funcionario salió y dio orden de que a la señora que había manifestado su indignación no se le diera el pasaporte. En todas las sedes se comprueba el mismo procedimiento: todos los empleados maltratan a los ciudadanos y ellos se gritan y mangonean entre sí, ejerciendo rudas presiones los de mayor nivel sobre sus subalternos.

Lo que García Carneiro llamaría “sembrar el desaliento” con licencia oficial.

En La Trinidad, un funcionario señaló a los ciudadanos y les gritó:
“Escuálidos, muy bueno que estén buscando pasaportes, váyanse de una vez y nos dejan el país a nosotros solos”. En el centro, muchos solicitantes fueron despedidos con las manos vacías después de 17 horas de vigilia. En cuanto a mí, cuando quise preguntar cuántas horas faltaban para pasar al cubículo donde toman las huellas (gestión de pocos minutos) y cuánto tardarían en regresar los oficinistas de su almuerzo -se supone que hay horario corrido o que si unos se ausentan otros deberían continuar con la labor- el jefe de oficina de Catia me dijo, en tono grosero que vi trocar al meloso cuando aparecían grupitos que no habían hecho la cola, que faltaban las horas que fueran, que cuando uno iba al médico o al banco había que “sacrificar el día”. Este argumento lo escucharía repetido en mi segunda visita a la Onidex, pronunciado por un empleado de menor rango que azuzaba sus compañeros diciéndoles: “No le tengan miedo a la gente”. Desde luego, para ese momento casi 200 ciudadanos habíamos sacrificado el día... y nos faltaba mucho por perder.

UN RETRATO DEL PRESIDENTE CHáVEZ FUE LO PRIMERO QUE VI CUANDO FINALMENTE LLEGUé AL CUBíCULO DE LA TOMA DE HUELLAS y firma del pasaporte en blanco. Fue un alivio ver su cara sonriente, la banda tricolor, el gran collar terminado en el escudo nacional, su traje de modisto. Por lo menos no tenía que contemplar el pote de basura mugriento de la mezzanina donde esperamos horas para que nos recibieran los papeles ni el cartelito en la puerta de un baño, donde alguien garabateó: “Sólo para orinar, está tapado” (los acentos son cortesía de El Nacional). En el primer piso seguían las filtraciones nada subrepticias de recién llegados, capitaneados por gestores o guiados por los mismos funcionarios que nos habían gritado para que nos alineáramos pegados a la pared (esperé los perros). Qué poca obediencia le deben al Presidente esos subalternos a quienes ordenó a acabar con la corrupción, la burocracia y la ineficiencia. Salvado aquel requisito me faltaban cinco horas en la segunda visita para recoger un pasaporte... ¡que salió con un dato errado!, y dos concurrencias más a la Onidex –cuatro en total, unas 20 horas sacrificadas en el altar de la corrupción y la ineptitud- para que me dieran un cuaderno vinotinto que me gané un día de San José cuando vi por primera vez la luz de Venezuela.

Esta sumatoria de anormalidades condensa en un sólo escenario la degradación de la conducta del poder, así como los espacios donde ésta se despliega porque las oficinas de identificación son sucias, incómodas, totalmente inadecuadas para su misión. Si los encumbrados de este Gobierno se expusieran a este vía crucis comprobarían en carne propia que lo verdaderamente revolucionario hubiera sido instaurar un sistema, organizado y profesional, que tratara al ciudadano como tal, no como reclutas o prisioneros.





No hay comentarios: