En el común de esta sociedad se ha hecho habitual la intriga, como forma de desahogar los problemas asfixiantes de la cotidianidad. Antes, las paredes tenían ojos por donde las abuelas regocijaban su curiosidad; y lo que prevalecía era el chisme del vecindario, donde la pobre mujer que era víctima de la lengua ajena, quedaba excluida de su pase al cielo; y los pecados varoniles como padrote del pueblo, borracho, flojo o mal padre, se diluían entre el rumor y la tertulia que no pasaban de ser sólo entrepitura. En la política, donde la intriga es una conducta, intentar disfrazarla es pecar de ingenuo; basta con disfrutar de la confianza del superior –alto o menor escala- en un gobierno o del jefe del partido, para que en los alrededores ronden las epidemias de los peores deseos. Todo es intriga, todo es envidia; un medio de extrema falsedad.
El cuento lo asociamos a lo que estamos presenciando en el entorno de lo más estrecho de la política nacional, donde entre comentarios y chismorreos de pasillos, se puede apreciar que de no ser verdad, por lo menos hay mucha tela que cortar; y llamémoslo casualidad o el nombre que se les antoje, pero el ambiente cada vez más oscurecido, vino a ampliar su radio de preocupación, con los misterios y ocultamientos sobre lo que realmente es la enfermedad del Presidente Chávez.
Cuando en los gobiernos comienzan a aparecer los flancos de la descomposición, son muchos los que sienten el sol en las espaldas, porque se les voltea el santo. Es como el enfermo con las cuentas mal arregladas, que más que la pastilla para aliviar los dolores, lo que añora es al cura en la cabecera que le facilite el boleto para entrar en los espacios de la gloria. No es que pensemos que la enfermedad del Comandante Presidente tenga características de gravedad, porque tanto las informaciones como la apariencia que nos venden, manifiestan lo contrario; pero el berenjenal que se viene armando entre los leales y los llamados "chavistas sin Chávez", ha alcanzado tanta fuerza con la estadía del jefe en La Habana, que aunque la procesión va por dentro, comparándolo con un cerro prendido nos quedaríamos cortos.
Siempre se ha hablado de un diputado, por cierto muy descalificado por su gestión en Miranda; y aún cuando pocos entienden la razón del poder que le atribuyen, se explica simplemente porque en este gobierno no hay hueso sano. Ahora, el que no las tiene muy a su favor -según el salpicar de los rumores- es el segundo a bordo. "Si te he visto no me acuerdo", pocos le arriendan la ganancia; resultó baboso, pedante y jalador. Es centro de muchas miradas hirientes que se cruzan de un lado a otro, no excluyendo a los cuarteles. Entre los taquitos que lanzan y los rumores que corren, se dice que si el amo por exceso de medicamentos, trasnochos en extremo, alimentación dañina y demasiado café, terminó en Cuba; a este sujeto -víctima del "mal de ojo"- le tocará coger las de San Diego.
Por cierto y esto no estaba en la escena de los taquitos, aunque bastante se ha rumorado entre los lengua floja. Digamos que "éramos mucho y parió la abuela". Esa alharaca que carga por ahí el hermano, no pasa de ser alardes de trasnochado; intentos de protagonizar un posible escenario similar al de los hermanos Castro. Elucubrar con la lucha armada, sólo causaría cortocircuitos en las filas internas.
Del partido se dice bastante. Es natural, constituyen el piso que ha soportado los desaciertos de un modelo de política, que aunque se ha venido en precipitada caída, siguen siendo la fuerza motriz que moviliza las masas, para transmitirle el oxígeno -nunca a la capacidad de los tiempos de gloria- que les reclama el jefe camarada, en su angustia por lo que ve venir. Por supuesto, ellos son rojos y se entienden, casi lo olvidábamos; pero cuentan las brujas que rondan con sus escobas en los techados, que allí la periquera es grande, que la división pica y se extiende. "Amanecerá y veremos".
luirgarr@hotmail.com
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