Querido y estimado profesor como hija de andina, tachirense como Ud. le recuerdo una
anécdota que siempre me ha dado risa y presagiaba lo que iba a ser mi ejercicio profesional
en esta ciudad que me ha dado hijos y nietos, cuentan que el general Gómez cuando veía
llegar a los "doctorcitos valencianos" a Maracay a conseguir prebendas y cargos a
punta de chismes y lo que aun se acostumbra como lo vivi en carne propia, comentaba a
Tarazona, "ahi vienen estos pingos doctorcitos a contar chismes y traicionar a sus amigos,
hágalos esperar que fastidian por la falta de hombría...Un hombre de verdad es amigo de
sus amigos"
El Carabobeño16 septiembre 2011
Alfonso Betancourt || Desde el Meridiano 68
De la época de Pérez Jiménez
No hay duda, les decía el andino a sus amigos, que ustedes los llaneros, orientales, maracuchos y centrales, con esa mamaderita de gallo de que los andinos somos toscos, rudos y ordinarios, lo que buscan es sacarse el clavo de cincuenta y seis años de dominio de la región. Así que esos chistes y cuentecitos que andan de boca en boca y que tanta hilaridad producen, no son más que la expresión de un humorismo de venganza. A falta de otras armas con qué desplazarnos, herirnos o humillarnos, acuden a las citadas.
-Cierto, remató el maracucho, que sabía con quien se enfrentaba. Pero hay algo más -agregó meloso- que en Venezuela la mayoría ignoramos que así como ahora tenemos el dominio andino, en el pasado fue el de los llaneros con Páez, de los orientales con los Monagas, de los corianos con Falcón...
-Y de los centrales con Guzmán Blanco, concluyó el valenciano, quien en tono de sinceridad agregó que desde Valencia los grupos de oligarcas y oportunistas que olfatearon el triunfo de los invasores andinos se movilizaron a Tocuyito para conocer el nuevo jefe y prepararle la entrada exitosa a la ciudad del Cabriales y luego al gobierno.
-¡Hijuer diablo! Miren las cosas que uno no conoce ¿Entonces quiere decir que en ese coroto de embochinchar al país para tomar el gobierno los venezolanos de todas las regiones somos culpables?- exclamó y preguntó ingenuo el oriental.
-Sí, así es, respondió el llanero, mirando a todos lados temeroso de lo dicho por su amigo.
-Nos vamos, dijo el andino. Entraron al carro, propiedad del maracucho, y se fueron a casa del oriental a comerse un sancocho de pescado. En el trayecto el andino pidió al conductor el encendedor. Prendió el tabaco, botó el encendedor ante la sorpresa de sus amigos. No podía olvidar el hábito adquirido en su tierra: que una vez usado el tizón se tira.
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