08 marzo 2011Iglesia Católica inicia este miércoles el Tiempo de Cuaresma
Este Tiempo de Cuaresma se extiende hasta el jueves santo 21 de abril. (Foto Archivo)
Alfredo Fermín
Valencia (REDACTA).- Con la imposición de la ceniza en la frente de los feligreses, la Iglesia Católica inicia, este miércoles, el Tiempo de Cuaresma en el que los cristianos deben prepararse espiritual y penitencialmente para vivir el misterio pascual integrado por la pasión, muerte y resurrección de Jesús, conmemorados durante la Semana Santa.
El nombre de Cuaresma proviene del número 40 que, en la Biblia, simboliza los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinai, los cuarenta días que esperaron Moisés y Elías antes de encontrarse con Yahveh. Cuarenta fueron los días que estuvo Jesús orando en el desierto, asediado por tentaciones en un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba, antes de asumir su vida pública.
Este tiempo de Cuaresma se extiende desde este miércoles, hasta el jueves santo 21 de abril, con la Misa Crismal en la que el obispo se reúne con los presbíteros a su cargo, para renovar las promesas sacerdotales, bendecir los santos óleos y consagrar el santo crisma, que serán utilizados en las ceremonias religiosas.
En la ceremonia de este miércoles se queman palmas benditas del año anterior y, con sus cenizas, el sacerdote impone una cruz sobre la frente de los feligreses diciéndoles : “arrepiéntete y cree en el evangelio” y “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”.
MIÉRCOLES 9 DE MARZO DE 2011
Miércoles de Ceniza
Tomado del Blog "Por Cristo con El y en El
Hace apenas dos meses comenzamos el año nuevo; abundaban las noticas sobre lo que nos traería el año nuevo, o simplemente más allá de este año, el futuro, a nivel personal, nacional e internacional. Y hay mucha gente que, a lo largo de todo el año, consulta toda clase de oráculos. Llama la atención lo que más interesa en estas consultas: dinero, amor, felicidad, salud, bienestar en general, etc. Sin embargo, a nadie le interesa el futuro que todos tenemos absolutamente seguro.
Hoy, miércoles de ceniza, se nos dice claramente cuál será ese futuro: "Acuérdate de que eres polvo, y al polvo volverás". Nuestra muerte es lo más seguro que nos espera en el futuro, sin excepción. No sabemos cuándo, ni cómo, pero el hecho es seguro. Y, ¡eso es precisamente lo que nadie quiere saber!
Entonces, ¿realmente nos interesa nuestro futuro? ¿O más bien algo que nos ayude a evitar la consciencia de este futuro seguro?
Hace unos años participé en la asamblea nacional de un movimiento apostólico de la iglesia. Para terminar el día con una oración, me pidieron que les dé a todos la bendición. Se la di con las palabras que usamos los monjes después de la oración de la noche: "El Señor nos bendiga, nos conceda una noche tranquila, y una santa muerte"… ¡Me miraron como si yo hubiera caído de otro planeta! La noche siguiente me pidieron de nuevo la bendición. Antes de darla, les pregunté, con cierta malicia, si alguna vez habían rezado el Ave María. “¡Claro que sí!” Y yo, “¿Se han fijado alguna vez en las palabras finales ‘…y en la hora de nuestra muerte?’" Y de nuevo, esta sensación de incomodidad. Para ser breve: la tercera noche le pidieron a otro sacerdote que diera la bendición.
Es que nos negamos a pensar en esta realidad. Cierto, estamos rodeados de la muerte: muerte natural, accidentes, crímenes, guerras. ¡Pero los que mueren son siempre los otros! A nosotros no nos toca (¡todavía!).
Ahora, ¿qué pasa si yo estoy consciente de que, un día, tengo que morir? ¿Cómo afecta esta consciencia mi vida presente? Me doy cuenta de que todo eso que quiero mantener y defender, lo perderé con la muerte. Entonces, ¿para qué aferrarse a ello? ¡Si de toda manera lo perderé un día! ¡Cuántos déspotas han matado miles de personas, para mantenerse en el poder! Y, al final, ¡ellos se murieron también! Y muchas veces, las estructuras de su poder se hundieron con ellos. Todos queremos durar. Que duren nuestras obras. Lo más natural es tener hijos, y ver los nietos. Pero muchas veces, éstos salen muy diferentes de lo que uno había esperado. O se mueren antes de uno. Entonces, ¿qué quedará?
Si asumo conscientemente el hecho de mi muerte, mi vida tendrá otra calidad. Me pregunto para qué vivo, para qué estoy en este mundo. Es entonces cuando puedo ver mi vida como un servicio.
Si comenzamos a comprender que es Dios quien obra en el mundo, podemos aprender a consentir a SU acción en y entre nosotros. Esta acción no se pierde porque nosotros somos apenas “unos siervos inútiles” (Lucas 17,10), quien actúa es Él; y puede ser que nuestra muerte sea incluso parte de la acción de Dios, porque es un testimonio de nuestra confianza de que es Dios quien rige los destinos del mundo. Como lo vemos en la muerte de Cristo, y de tantos mártires.
Este cambio de visión es la conversión a la que se nos invita cuando se nos dice, “conviértete, y cree en el evangelio”. Así recibimos la ceniza, en señal de aceptar conscientemente nuestra muerte. La conversión a la que se nos invita en la cuaresma consiste en buscar ya no nuestros intereses, sino los intereses de Dios; no en ser servido, sino en servir.
San Benito, en su Regla para los monjes, amplía esta consciencia cuando dice que el monje debe “tener la muerte presente ante los ojos cada día” (Regla de San Benito 4,47). Vale la pena aprovechar la cuaresma para este cambio de consciencia, para que podamos vivir una vida llena de sentido.
Esa es la frase con la cual hoy, Miércoles de Ceniza, nos marcan la cruz en nuestra frente. Una frase dura, que nos pega en el alma y en el corazón, porque recordamos (aunque no queramos) que todos (desde el más humilde hasta el más poderoso) terminaremos convertidos en polvo. Y es que esa es la única cosa segura que tenemos en la vida: la muerte.
La muerte es un tema difícil de tocar y a muy poca gente le gusta hablar sobre ella. Claro que para quienes somos cristianos se nos hace un poco más fácil la cosa porque desde pequeños nos enseñan que la Verdadera Vida comienza después de la muerte y que lo importante es que luchemos duro para ganarnos el Cielo; y para que ni de broma nos vayamos al Infierno.
Yo pienso que una de las cosas buenas que tiene vivir en Venezuela es que se habla de la muerte con más naturalidad. ¿Qué es duro, es verdad? Pero es vital que lo hagamos porque uno nunca sabe cuándo le toca a uno, o peor, a un hijo. Y no crean que esto lo digo sólo por el tema de la delincuencia; yo conozco más de quince casos cercanos de menores de 20 años que han muerto inesperadamente por enfermedad o accidente.
Indudablemente no es lo mismo morir en un accidente, por una enfermedad, un infarto, etc., que asesinado por la delincuencia. Pero muerte es muerte y a cualquier padre que se le muera un hijo (así sea en su cama y en santa paz) lo único que le puede dar un poco de consuelo (porque el dolor no se quita jamás) es la fe y la esperanza en la vida eterna.
Y un momento único para reflexionar sobre estos temas es el tiempo de Cuaresma que hoy estamos comenzando. Este año tenemos la buena noticia que la Arquidiócesis de Caracas realizará un recorrido con la venerada imagen del Nazareno de San Pablo por distintas parroquias de Caracas para, entre otras cosas, "promover la renovación espiritual y pastoral de nuestra Iglesia y de todos los fieles católicos..." (Pregón Cuaresmal www.arquidiocesisdecaracas.com).
Ésta será una gran oportunidad para que muchos podamos estar más cerca de esa talla de madera que recuerda a un Nazareno doloroso, que era Dios, y que murió para salvarnos a cada uno de nosotros (no al pecador de al lado, sino a mí, a ti). Él, que podía cambiar su propio destino, eligió morir para enseñarnos que esta vida no es nada (por más dinero, poder, inteligencia, belleza, etc., que tengamos) si no ganamos la Vida Eterna.
Podemos pedirle muchas cosas a Dios frente a esta imagen: que nos aumente la fe; que nos ayude a vivir como buenos hijos, padres, esposos, obreros, empresarios, militares, jueces, intelectuales, políticos ... ; que nos ayude a entender que la muerte es el comienzo de la felicidad eterna si caminamos en esta tierra por la ruta que nos dejó Dios en los 10 Mandamientos; que nos ayude a rezar intensamente por esas personas que han muerto inesperadamente y que a lo mejor no estaban aún preparadas para encontrarse con Él; que nos ayude a ser sembradores de paz en todo momento; a pedirle perdón por nuestros errores a través del sacramento de la confesión; y que nos pueda llenar de su gracia divina y así darnos la fortaleza necesaria para enfrentar lo difícil de la vida, nuestra muerte o la de nuestros seres queridos.
Así viviremos listos por si nos llaman para el viaje definitivo hoy, mañana o dentro de 80 años. Si logramos ver la muerte como una amiga cercana, la vida se nos hará mucho más fácil. Y lucharemos, día a día, tratando de ser personas íntegras dispuestas a dar lo mejor de sí a todos quienes nos rodean.
Porque en definitiva, no sabemos si hoy es nuestro último día en esta tierra.
mariadenissecapriles@gmail.com
@VzlaEntrelineas
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