La Caracas de la Independencia
Hace dos siglos, la ciudad fue el escenario donde se declaró la ruptura de Venezuela con el absolutismo. El proceso revolucionario se gestó en un lugar que expresaba las contradicciones de su propio tiempo Más: Personajes que hicieron historia I y II Especial multimedia: 200 años de Historia
200 años de Historia | Archivo
Sobra decirlo: Díaz, médico y cronista de prosa punzante, nunca fue partidario de la Independencia de Venezuela, que se declaró el 5 de Julio de 1811 y cuyo bicentenario se conmemorará el martes. "Este día funesto fue uno de los más crueles de mi vida", escribió en una memoria publicada en Madrid en 1829 con el título Recuerdos de la rebelión de Caracas. "Aquellos jóvenes, en el delirio de su triunfo, corrieron por las calles, reunieron las tropas en la plaza de la Catedral, despedazaron y arrastraron las banderas y escarapelas españolas". Fiel al orden monárquico, consideraba la ruptura política como una traición a un reino necesitado como nunca de la lealtad de sus súbditos ante la amenaza napoleónica. Nacido en Caracas, fue uno de los personajes de una ciudad que a comienzos del siglo XIX ofrecía una imagen muy distinta de la que se revela ante sus habitantes después de 200 años de historia. Ni plumas como las de Díaz, ni las armas, pudieron contener un proceso político que cambió las cosas hasta el presente.
La Caracas donde se gestó la Independencia tenía una población que no superaba 45.000 personas, según los testimonios que dejaron viajeros y moradores de finales del siglo XVIII e inicios del XIX. "Era, sin duda, la más poblada de los territorios que hoy se conocen como Venezuela", indica Manuel Donís Ríos, miembro de la Academia Nacional de la Historia.
El investigador contrasta las versiones de 3 fuentes: "Alejandro Humboldt fue el primero en hacer una proyección y habló de 40.000 habitantes. José Domingo Díaz dijo que había 35.000 y Francisco Depons calculó 42.000". Los planos muestran una organización de la trama urbana, según la tradicional retícula española con una cantidad aproximada de 250 manzanas. Depons dejó escrito que sólo había 3 plazas públicas "dignas de tal nombre" (la Mayor, la de Candelaria y la de San Pablo); que las autoridades peninsulares despachaban desde casas alquiladas; y que la catedral no evocaba grandeza alguna y su apariencia no correspondía con el fervor religioso caraqueño. Humboldt contó 8 iglesias, 5 conventos y una sala de espectáculos para 1.500 o 1.800 personas. En la capilla Santa Rosa de Lima sesionó entre marzo y julio el Congreso que declaró la Independencia. El lugar, que hoy se encuentra en el Concejo Municipal de Caracas, está en mantenimiento y se promete su reapertura en 2 días.
La ciudad, en 1811, ya estaba consolidada como un centro de poder en el mapa de las colonias hispanas. En 1777, se convirtió en la sede de la Capitanía General de Venezuela que agrupó bajo su autoridad las provincias de Maracaibo, Guayana, Margarita, Nueva Andalucía (Cumaná) y Trinidad, que dependían del Virreinato de Santa Fe, en Bogotá.
No fue la única institución que la monarquía borbónica estableció en la actual capital venezolana en la segunda mitad del siglo XVIII. "Fue asiento de la Audiencia, la Intendencia y el Real Consulado. La Iglesia, además, constituyó la primera arquidiócesis en territorio caraqueño en 1804", señala Donís Ríos. En la ciudad funcionaba la única universidad y fue donde se publicó por primera vez un periódico: la Gaceta de Caracas, cuya línea editorial varió entre la causa de la Independencia y la realista en sus años de existencia entre 1808 y 1814.
Caracas era la capital de la provincia donde se producían mayoritariamente los principales renglones de exportación: cacao, café y añil. El puerto de La Guaira concentraba 90% de las transacciones con la metrópolis. La historiografía registra afirmaciones como la de P. Michael McKinley, que en su obra Caracas antes de la Independencia, publicada en la década de los noventa por Monte Ávila, afirma que el empuje económico había puesto a la provincia en el camino de convertirse en la más preciada posesión hispana después de las colonias mineras.
Los hacendados, blancos criollos fundamentalmente, y los funcionarios, blancos peninsulares, encabezaban la estructura de una sociedad de castas en la que las fronteras de "la limpieza de la sangre" aplicadas a pardos, negros e indios coexistían conmecanismos de movilidad social cuyas características todavía hoy fascinan a historiadores venezolanos. Dora Dávila, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UCAB, está en el grupo de quienes opinan que el tradicional relato político, con énfasis en el heroísmo militar, ha dejado de lado la comprensión de las relaciones sociales en toda su complejidad, en especial las de aquellos hombres y mujeres que no forman parte de las listas de grandes próceres. "90% de la población no era blanca, pero nos hemos concentrado sólo en ella", expresa la profesora.
Dávila se ha esmerado en encontrar un lugar para los esclavos de una familia mantuana, los Madriz, que habitaba en el centro de Caracas. La investigadora le ha reservado un sitio especial a la negra Bartola, que recibió la libertad de sus propietarios en 1780 y al cabo de seis años se había convertido en prestamista, compradora y vendedora de casas y solares y de esclavos. "Eso nos ayuda también a comprender cómo fue el proceso de Independencia, qué personas integrarán la nueva sociedad". Un dato adicional: "Bartola fue la madrina de José Félix Blanco", dice.
Que pronuncie el nombre no es caprichoso: es un sacerdote que abrazó el proyecto emancipador y es considerado un héroe patriota. "Pero también tenía su historia, su familia y siempre nos presentan a esos personajes como si estuvieran congelados".
A Juan Germán Roscio apenas la semana pasada se aprobó la decisión de trasladar sus restos al Panteón Nacional se le atribuye la redacción del Acta de Independencia. El documento contiene una argumentación revolucionaria que declara el pasado colonial como una opresión de tres siglos y argumenta por qué la coyuntura política justificaba la restitución del derecho de autodeterminación de las provincias que aceptaron que se reunían ese día en la confederación de Venezuela.
La declaración puede analizarse en el contexto del surgimiento de una nueva identidad americana; de la crisis española que generó la abdicación de Fernando VII; de los errores de la regencia hispana en el manejo de la situación; de la influencia de la Revolución francesa en el ideario republicano; del movimiento juntista que estalló en América. Pero igual puede mostrar al autor como el pardo que logró entrar en la Universidad Real y Pontificia de Caracas, graduarse en Derecho Canónico y Civil y trocar de defensor del absolutismo en uno de los mayores ideólogos de un proceso que todavía hoy conmemora la nación 200 años después. Es la expresión de un proceso complejo, sobre el que todavía la investigación histórica puede arrojar luces. Una época que tuvo en Caracas un escenario que al que siempre hay que recordar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario