Manuel Barreto Hernaiz ||
Ideas y planes... aquí y allá
"Si el gobernante es un enfermo, eso es signo de que toda la sociedad está enferma. Una sociedad enferma no se mantiene en orden, sino que se agrieta desde sus cimientos. La enfermedad no hará crisis hasta la caída del déspota...". El Dao-De-Jing (Tao-Te-King)
La realidad nos indica que la incertidumbre se ha convertido en la única certeza, la ciudadanía parece haberse acostumbrado al desorden y a la anarquía; de alguna manera se las arregló -desde hace un buen tiempo- para sobrevivir con un régimen inoperante en lo político (pero muy preparado en lo pertinente a la fastuosidad revolucionaria propia del papá Stalin: ya les veremos muy pronto dedicados al "Gran Retorno") negligente en la solución de los problemas que hacen intransitable el camino al porvenir de todo el país, mediocre e incapaz en el cumplimiento de sus obligaciones que permitan al menos un ligero bienestar, de suministrar los servicios básicos: electricidad, infraestructura vial, y por supuesto asistencia en salud. Ni hablar de poner coto a la inflación desatada. El civismo se ausentó definitivamente, la tolerancia, la discusión serena y objetiva de las ideas, resultaron proyectos del pasado siglo. Vivimos la anomia total, pues el régimen no logra conciliar, aplicar la ley, poner orden, restablecer la paz y el sosiego público. Ya son tantos días dedicados a ese penoso y pesado asunto de la enfermedad del Presidente, que resulta patética la manifiesta ingobernabilidad que se viene generando por los vacíos que produce un autoritarismo incapaz e innecesario.
Ha llegado el momento de actuar seria y responsablemente en la configuración de un país distinto, más amable, más vivible, y no tan solo por lograr el cambio de ideologías, caras o colores en la dirección del Estado. Ha llegado el momento de prepararse para lo más difícil, ya que tenemos a la vista un país muy dividido, desgarrado económica y socialmente, asfixiado psicológicamente, y con inmensas perversiones comunicacionales. Ha llegado el momento de mantener el optimismo sin dejarse llevar por el triunfalismo ingenuo e infundado, pues la victoria definitiva se logrará cuando saquemos a nuestro país de este marasmo, cuando nos reconciliemos como Nación. Sin embargo, resulta muy común escuchar a los "gurúes" de la política que la gente no vota por programas políticos bien estructurados ni por planes de gobierno inteligentemente diseñados y ni siquiera por estrategias publicitarias bien planeadas, que la gente vota por simples simpatías, antipatías, esperanzas, temores, intereses, miedos; que lo que realmente cuenta para la gente es lo que ese candidato representa o significa en su imaginario popular... como si la política consistiese tan sólo en lo estrictamente electoral, obviando, dejando a un lado la participación política, que viene a ser la virtud primaria de la democracia, pues requiere al menos de un mínimo de participación para funcionar adecuadamente y evitar -lo que nos condujo a esto- el atrofiante estancamiento, la indiferencia. Recordemos que la palabra crisis deriva del griego Kritokós, que significa ruptura, el acto o facultad de distinguir, elegir, decidir, resolver. Por lo tanto, en el concepto de crisis está implícito el cambio, lo que nos enfrenta al desafío de trabajar desde la diferencia. No es sinónimo de catástrofe. Hay quienes dicen que una crisis es ese momento en que pasado y futuro chocan en el presente. Como la aurora, que todavía no es el nuevo día y tampoco la noche que ya fue. Allí está un país que piensa, que sueña, que busca un camino que andar, por ahora, un país inmerso en la incertidumbre. Sin embargo, ya hay ideas y planes para un eventual nuevo gobierno. Por un lado encontramos grupos de atentos ciudadanos en sus redes cibernéticas, otros, fortaleciendo ese necesario tejido social, en las pequeñas asociaciones, en los partidos políticos, en las agrupaciones universitarias, todos acumulando las fuerzas imprescindibles para producir los cambios positivos que todo el país anhela y clama. Tan solo acá en el terruño contamos -y están todos cordialmente invitados a participar- con el TREN (Talleres de Reconstrucción Nacional), con los amigos del Frente Carabobeño en Defensa de la Constitución; con Ifedec, capítulo Carabobo, que viene de organizar un extraordinario Congreso Venezolano para el Desarrollo Humano; con el Proyecto Bicentenario, propuesta presentada inicialmente por la Universidad de Carabobo y aprobada por la Asociación Venezolana de Rectores Universitarios (Averu) que tiene como objetivo fundamental convocar a todos los sectores del país en búsqueda de los consensos necesarios para una Venezuela unida, tolerante e inclusiva.
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