Este domingo 28 de abril, se inaugura la exposición “Expíritu expuesto”, del maestro Luis Brito, Premio Nacional de Fotografía, en la sala TAC del Centro Cultural Trasnocho, a las 11 de la mañana.
El curador de la muestra fue Antolín Sánchez, quien es el autor del texto del catálogo, que reproducimos a continuación.
El “Espíritu expuesto” de Luis Brito
Antolín Sánchez
Una anciana implora en medio de una procesión, una flor marchita se deshace sobre el espacio vacío, la nada. Entre ambas imágenes median cuatro décadas, el desplome de algunas ilusiones, el surgimiento de otras, la decisión de bautizarse, la defensa continua de la libertad personal y, sobre todo, una continua y obsesiva producción de fotografías. Revisando las imágenes de Luis Enrique Brito surge una pregunta ¿existen constantes estéticas y discursivas entre aquel joven irreverente que se desliza entre los penitentes de la Semana Santa de 1976 en Caracas y la de este adulto, igual de irreverente pero a la vez más desencantado del mundo, que en 2012 selecciona pescados en un mercado y los fotografía contra una tela negra?
La obra de Brito puede ser abordada en forma múltiple pues esos miles de imágenes forman un conjunto difícil de ser etiquetado. Entre las obsesiones constantes en Brito destaca un dilema existencial y espiritual que gravita sobre el sentido de la vida y la muerte. En casi todas sus series, él brinda testimonio de una fe difusa, muy personal, desligada de cualquier liturgia y con la cual no pretende evangelizar. En una entrevista para el documental Luis Brito, realizada en 2006 por quien suscribe, él afirma: “Yo soy de Río Caribe, es un pueblo que gira alrededor de tres cosas que son la religión, la locura y la muerte. Yo creo que la influencia más fuerte que yo he tenido son esos tres temas fundamentales”.
Esta constante espiritual fue advertida por Juan Carlos Palenzuela: “Quizá Luis Brito no ha hecho otra cosa que fotografiar desgarramientos del tránsito humano, lo que sería la única manera de alcanzar o aproximarnos al cielo, es decir, la eternidad”.
Las reflexiones de Brito nacen del tratamiento visual específico de cada trabajo. Él escoge primero los recursos técnicos y discursivos que utilizará, después llegará lo que deba aparecer. Ricardo Armas cita a Brito quien expresa lo siguiente sobre la serie Los Desterrados: “…Cuando hago Los Desterrados, no sabía lo que estaba haciendo, pero presentía que era eso lo que tenía que hacer. Veía las imágenes de antemano, y sabía lo que quería para esas imágenes, me gustaban los altos contrastes…”
La confesión es reveladora. A pesar de que el autor creía no saber lo que hacía, ya tenía determinado que copiaría en alto contraste. Gran parte del dramatismo presente en Los Desterrados emana de ese tratamiento. Esa forma de trabajar es constante en Brito; la intención estética antecede y condiciona eso que llamamos contenido.
Laura Terré, historiadora de la fotografía y estudiosa del trabajo de Brito, se refiere al autor en los siguientes términos:
“… lo que a él siempre le ha interesado más es la plástica, la manera de presentación, que es lo más epidérmico y es lo que lleva más vida”
Precisamente, las fotografías de Brito comunican su espiritualidad a través de su estética. Como método de trabajo, cada conjunto se realiza con una rigurosidad técnica y formal extrema, asumida como un dogma. Estos parámetros son distintos para cada serie y nacen de decisiones del autor, que en ocasiones él justifica con un rotundo “por que me da la gana”. Por lo anterior, valorar los aspectos técnicos de las fotografías de Brito es a la vez indagar sobre sus más profundas motivaciones. Como ejemplo, vale la pena comentar dos series representativas.
Geografía humana (1982) está formada por fotografías de segmentos de rostros que sugieren un paisaje árido conformado por la tez cansada de ancianos. Como es usual en Brito, esas fotografías poseen un marcado contraste que acentúa y dramatiza las arrugas. Además, usa una profundidad de campo limitada que desenfoca y hace desaparecer el entorno. La serie fue realizada en Barcelona, pero esta ciudad española no se delata en las fotografías. No vemos a los ancianos de un barrio de una ciudad de un país determinado, sino a los ancianos de todo el mundo y de todos los tiempos.
Esta serie fue realizada con un objetivo gran angular de 35 mm, el cual, comparado con la sensación de distancia que produce el campo de visión humana, “aleja” los elementos fotografiados. Por tal razón, para lograr primeros planos Brito tuvo que aproximarse a una distancia invasiva de las personas retratadas. Es difícil que alguien no se sienta inquieto ante un desconocido que desde muy cerca apunta un lente directo al rostro. Esta intervención del autor genera una puesta en escena y se originan esas desconfiadas miradas de reojo y esas atmósferas de ausencia, posiblemente intentos de ignorar al extraño señor de la cámara que casi tropieza con el retratado.
El espectador de las fotos, ajeno a las condiciones en las cuales éstas se realizaron, proyectará el motivo de esas expresiones hacia categorías menos callejeras, como “angustia existencial” o “miedo a la muerte”. Así, Brito convierte su aventura callejera en una reflexión sobre la fragilidad y fugacidad de la naturaleza humana.
La primera serie que Brito expuso en color fue ¿Recuerdas a Eleanor Rigby? La serie se inicia a partir de un hecho trágico, la noticia sobre la muerte de John Lenon que sorprende a Brito en El Cairo. Apenas se entera del asesinato, entra en un cementerio local y fotografía unos ángeles. Esta sombra inicial, la muerte de una figura que se había convertido para él en un ser querido, marcará este trabajo, realizado en camposantos de ciudades y pueblos de África, Europa y América. Esta diversidad geográfica desaparece en las imágenes. Igual que sucede en Geografía humana, el autor elimina sistemáticamente las referencias. Así, el cielo tras una escultura puede corresponder a Maracaibo, Palermo o Buenos Aires, solo que a Brito no le interesa mostrar cielos pues él apunta, en singular y en mayúscula, hacia el Cielo.
La paleta cromática con la cual Brito desarrolla esta serie es muy particular, dominada por el azul y el blanco con ligeros toques amarillos. Durante la entrevista para televisión de 2006, el autor afirmó lo siguiente sobre ¿Recuerdas a Eleanor Rigby?:
“Comienzo a manipular a película, a llevarla, a meterle filtros. ¿El resultado qué me da era lo que yo quería, en color pero que me reflejase el blanco y negro”.
Asoma una pregunta tardía: ¿por qué no trabajó en blanco y negro? Considérese que hasta entonces su obra se desarrollaba solo en esta modalidad. Una clave para entender la escogencia es que el elemento cromático, menos dramático que el blanco y negro, permitió al autor matizar el sentimiento que lo arropó en El Cairo, más cerca de la melancolía que de la tragedia.
Brito encara sus obsesiones convirtiéndolas en imágenes. Drama y juego combinados, la fotografía de Luis Brito conforma una reflexión profunda sobre el ser humano y su condición vital.
@CodigoVenezuela
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