EDWIN ERMINY, EXGERENTE DE PRODUCCIÓN DEL TTC
"Necesitamos construir teatros"
"Hace falta apertura, diálogo... Yo le doy un voto de confianza a los que lo intentan hacer hoy en el teatro" "Por el bien de la nación necesitamos construir teatros y dejar de comprar tanques de guerra", señala el escenógrafo.
Erminy hizo pasantías en Colonia y Stuttgart (Oswer Díaz/ Archivo)
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
lunes 22 de abril de 2013 09:45 AM
¿Fuga de talentos? He aquí un pequeño ejemplo: Edwin Erminy es uno de los escenógrafos más importantes del país. Trabajó en el Teatro Teresa Carreño desde su fundación, en 1983, hasta 2003, cuando renunció en señal de protesta por el rumbo que tomaba el complejo cultural en aquel momento. Fue víctima de un secuestro en Caracas, del que salió golpeado física y espiritualmente. Hoy está en Trinidad y Tobago.
-Este es el país desde el que migraron mis abuelos a Venezuela. Es una nación con una mezcla de culturas interesantísima, tan cerca y tan lejos de Venezuela. Estoy en Trinidad porque necesitaba sosegar mi espíritu por un tiempo. Estoy haciendo investigación y docencia en la Universidad de Trinidad y Tobago, una pequeña nación del Caribe donde un profesor universitario gana ¡500% más que en Venezuela! ¡La situación de los docentes universitarios en Venezuela es insostenible!
A propósito del 30 aniversario del Teresa Carreño habla con más pasión del recinto que conoció que de aquel que es hoy.
-Cuando el teatro estaba por inaugurarse, en 1983, yo estaba estudiando en la escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Nos invitaron a hacer un recorrido por las instalaciones y me enamoré para siempre del espacio inmenso del escenario. Lamentablemente el edificio entró en un limbo hasta su reapertura un año después. Corría el riesgo de convertirse en un elefante blanco. Tuve la fortuna de ser uno de los estudiantes que respondió al llamado de Elías Pérez Borjas para participar en uno de sus inventos: los guías de sala. Y es que Elías quería reabrir el teatro con una nueva visión de los tradicionales acomodadores, muchachos amantes de las artes que se compenetraran con el espíritu creador de la institución.
En tiempos de héroes instaurados, Edwin Erminy tiene el suyo: Elías Pérez Borjas, quien, a su juicio, fue el principal responsable de que el Teresa Carreño no se convirtiera en un elefante blanco. "Elías logró articular un consenso entre todas las fuerzas políticas para apoyar al teatro. Invitó a congresistas de todas las tendencias y los enamoró de la institución y de lo que allí se hacía. Lo mismo hizo con los más importantes empresarios y banqueros del país", recuerda.
-(Elías) Nos sometió a un curso riguroso en el que aprendimos de ballet con Vicente Nebrada, de música con Eduardo Marturet, de producción con Eva Ivanyi, de coordinación de escenario con Luisa Fermín... Elías había logrado reunir a los mejores talentos del país para construir el nuevo teatro. Hasta los tramoyistas eran los mejores. Algunos grandes maestros, como Adán Martínez (maquillaje y peluquería) o Roberto Spoladore (vestuario), venían de la primera gestión del teatro. Junto a ellos, nosotros, un montón de muchachos con ganas de hacer cosas grandes.
"Éramos un gran teatro"
-Gracias a esa combinación de grandes nombres con jóvenes talentos, el Teresa Carreño se convirtió en una gran escuela, la de muchos cantantes, bailarines, diseñadores y técnicos. Yo empecé a trabajar inmediatamente en el escenario, como asistente de Luisa Fermín, y en poco tiempo ya estaba diseñando para nuestro escenario. Pero no fue sólo el talento de Elías para armar un equipo lo que le dio vida y alma al elefante blanco. Fue también la programación. Inmensa. Amplia y diversa. Por primera vez en Venezuela un teatro "serio" se abría a la música popular y al folklore. El único requisito era la calidad. La visión: que el Teresa fuera la punta de un sistema, la meta a la que pudiera aspirar cualquier artista venezolano. Tras un esfuerzo de persuasión importante, la empresa privada y el Gobierno se unieron para apoyar al nuevo teatro. Los productores y promotores particulares aportaban sus proyectos tanto nacionales como internacionales, que se integraban a las largas temporadas de ópera y ballet, creadas por las compañías residentes del teatro. Al ballet y al coro se sumó Danzahoy, con ambiciosos proyectos de danza contemporánea. ¡En el escenario y los talleres no parábamos nunca! Trabajábamos duro para abrirle el teatro a nuevos espectadores. Nuestros programas educativos, que llegaron a ser reconocidos por la Unesco le llegaban a miles de niños de escuelas de bajos recursos de Caracas. Hacíamos ensayos generales abiertos para estudiantes, conferencias y talleres de formación. Éramos un gran teatro, una gran escuela y una gran fábrica de arte. Además éramos una gran familia. Había un espíritu, un amor por la institución y por lo que hacíamos que nos convertía en "teresianos", un término que inventó Isaac Chocrón, inspirado en Elías.
-¿Qué cargos ocupó de 1983 a 2003?
-Estoy orgulloso de haber comenzado por el nivel más "raso": como guía de sala; haber sido asistente de coordinación, jefe de talleres y, finalmente, gerente de producción. Cuando salí del Teresa Carreño, nunca había trabajado en otra parte. Sigo siendo un "teresiano", ¡nunca estoy tan feliz como cuando estoy en ese escenario!
-¿Que hacía al Teresa Carreño el teatro más importante de América Latina?
-No estoy tan seguro de que lo fuéramos. El Teatro Colón de Buenos Aires es un competidor demasiado fuerte. Pero el nivel tecnológico que teníamos en ese momento, sumado a la calidad y cantidad de la programación, definitivamente nos ponía en las ligas mayores. La presencia de Vicente Nebrada en el ballet y Danzahoy como compañía de danza, nos daban muchísima proyección internacional.
-En 2010 decía a este diario: "Se han tomado una cantidad de decisiones a lo largo del tiempo, en una línea que lleva a que el teatro esté cada vez más oscuro, más apagado y que sea menos importante para los caraqueños. Uno quisiera que no fuera así... Por eso estoy muy ilusionado con la perspectiva de que haya un cambio de gerencia". ¿Como ve el Teresa Carreño de hoy?
-Creo que hay un esfuerzo honesto por recuperar el teatro después del atraso de la primera gestión (2003). En ese momento oscuro el teatro se convirtió en el salón de actos del régimen, se expulsó a Danzahoy, se trató de borrar la obra de Nebrada, se eliminaron los programas educativos, se redujo la ópera a casi nada, se maltrató al personal, se destruyó el equipo que habíamos construido durante años. La sala-museo con el legado de Teresa Carreño fue desmantelada para hacerle una salita de descanso al presidente Hugo Chávez. Algún día alguien tendrá que responder por tantos atropellos. Yo, al menos, me niego a olvidar el abuso.
-¿Qué tomar de las primeras gestiones y de esta para reimpulsar el teatro?
-Lo sintetizaría en una sola meta: rescatar el espíritu teresiano. Que una nueva generación de artistas y técnicos haga que renazca esa casa, que le devuelvan el alma a la mole de concreto. Hace falta apertura, diálogo, respeto. Yo le doy un voto de confianza a los que lo intentan hacer hoy en el teatro. Ojalá los dejen abrir un espacio para el encuentro en nuestro teatro.
-¿Por qué cree que no se ha construido otro Teresa Carreño en el país?
-Yo creo que no necesitamos otro Teresa. Necesitamos muchos teatros medianos, sostenibles en lo económico y técnico. Uno en cada municipio. A los nuevos teatros hay que dotarlos con personal especializado, bien remunerado y recursos técnicos mínimos para que funcionen adecuadamente. En el mundo entero florece un teatro rico en imágenes; el nuestro se ha empobrecido visualmente. Ha dejado de ser el lugar para la integración de las artes. La falta de recursos y una mecánica viciada en la programación de los espacios nos ha llevado a eso. Por el bien del alma de la nación necesitamos construir teatros y dejar de comprar tantos tanques de guerra.
-Este es el país desde el que migraron mis abuelos a Venezuela. Es una nación con una mezcla de culturas interesantísima, tan cerca y tan lejos de Venezuela. Estoy en Trinidad porque necesitaba sosegar mi espíritu por un tiempo. Estoy haciendo investigación y docencia en la Universidad de Trinidad y Tobago, una pequeña nación del Caribe donde un profesor universitario gana ¡500% más que en Venezuela! ¡La situación de los docentes universitarios en Venezuela es insostenible!
A propósito del 30 aniversario del Teresa Carreño habla con más pasión del recinto que conoció que de aquel que es hoy.
-Cuando el teatro estaba por inaugurarse, en 1983, yo estaba estudiando en la escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Nos invitaron a hacer un recorrido por las instalaciones y me enamoré para siempre del espacio inmenso del escenario. Lamentablemente el edificio entró en un limbo hasta su reapertura un año después. Corría el riesgo de convertirse en un elefante blanco. Tuve la fortuna de ser uno de los estudiantes que respondió al llamado de Elías Pérez Borjas para participar en uno de sus inventos: los guías de sala. Y es que Elías quería reabrir el teatro con una nueva visión de los tradicionales acomodadores, muchachos amantes de las artes que se compenetraran con el espíritu creador de la institución.
En tiempos de héroes instaurados, Edwin Erminy tiene el suyo: Elías Pérez Borjas, quien, a su juicio, fue el principal responsable de que el Teresa Carreño no se convirtiera en un elefante blanco. "Elías logró articular un consenso entre todas las fuerzas políticas para apoyar al teatro. Invitó a congresistas de todas las tendencias y los enamoró de la institución y de lo que allí se hacía. Lo mismo hizo con los más importantes empresarios y banqueros del país", recuerda.
-(Elías) Nos sometió a un curso riguroso en el que aprendimos de ballet con Vicente Nebrada, de música con Eduardo Marturet, de producción con Eva Ivanyi, de coordinación de escenario con Luisa Fermín... Elías había logrado reunir a los mejores talentos del país para construir el nuevo teatro. Hasta los tramoyistas eran los mejores. Algunos grandes maestros, como Adán Martínez (maquillaje y peluquería) o Roberto Spoladore (vestuario), venían de la primera gestión del teatro. Junto a ellos, nosotros, un montón de muchachos con ganas de hacer cosas grandes.
"Éramos un gran teatro"
-Gracias a esa combinación de grandes nombres con jóvenes talentos, el Teresa Carreño se convirtió en una gran escuela, la de muchos cantantes, bailarines, diseñadores y técnicos. Yo empecé a trabajar inmediatamente en el escenario, como asistente de Luisa Fermín, y en poco tiempo ya estaba diseñando para nuestro escenario. Pero no fue sólo el talento de Elías para armar un equipo lo que le dio vida y alma al elefante blanco. Fue también la programación. Inmensa. Amplia y diversa. Por primera vez en Venezuela un teatro "serio" se abría a la música popular y al folklore. El único requisito era la calidad. La visión: que el Teresa fuera la punta de un sistema, la meta a la que pudiera aspirar cualquier artista venezolano. Tras un esfuerzo de persuasión importante, la empresa privada y el Gobierno se unieron para apoyar al nuevo teatro. Los productores y promotores particulares aportaban sus proyectos tanto nacionales como internacionales, que se integraban a las largas temporadas de ópera y ballet, creadas por las compañías residentes del teatro. Al ballet y al coro se sumó Danzahoy, con ambiciosos proyectos de danza contemporánea. ¡En el escenario y los talleres no parábamos nunca! Trabajábamos duro para abrirle el teatro a nuevos espectadores. Nuestros programas educativos, que llegaron a ser reconocidos por la Unesco le llegaban a miles de niños de escuelas de bajos recursos de Caracas. Hacíamos ensayos generales abiertos para estudiantes, conferencias y talleres de formación. Éramos un gran teatro, una gran escuela y una gran fábrica de arte. Además éramos una gran familia. Había un espíritu, un amor por la institución y por lo que hacíamos que nos convertía en "teresianos", un término que inventó Isaac Chocrón, inspirado en Elías.
-¿Qué cargos ocupó de 1983 a 2003?
-Estoy orgulloso de haber comenzado por el nivel más "raso": como guía de sala; haber sido asistente de coordinación, jefe de talleres y, finalmente, gerente de producción. Cuando salí del Teresa Carreño, nunca había trabajado en otra parte. Sigo siendo un "teresiano", ¡nunca estoy tan feliz como cuando estoy en ese escenario!
-¿Que hacía al Teresa Carreño el teatro más importante de América Latina?
-No estoy tan seguro de que lo fuéramos. El Teatro Colón de Buenos Aires es un competidor demasiado fuerte. Pero el nivel tecnológico que teníamos en ese momento, sumado a la calidad y cantidad de la programación, definitivamente nos ponía en las ligas mayores. La presencia de Vicente Nebrada en el ballet y Danzahoy como compañía de danza, nos daban muchísima proyección internacional.
-En 2010 decía a este diario: "Se han tomado una cantidad de decisiones a lo largo del tiempo, en una línea que lleva a que el teatro esté cada vez más oscuro, más apagado y que sea menos importante para los caraqueños. Uno quisiera que no fuera así... Por eso estoy muy ilusionado con la perspectiva de que haya un cambio de gerencia". ¿Como ve el Teresa Carreño de hoy?
-Creo que hay un esfuerzo honesto por recuperar el teatro después del atraso de la primera gestión (2003). En ese momento oscuro el teatro se convirtió en el salón de actos del régimen, se expulsó a Danzahoy, se trató de borrar la obra de Nebrada, se eliminaron los programas educativos, se redujo la ópera a casi nada, se maltrató al personal, se destruyó el equipo que habíamos construido durante años. La sala-museo con el legado de Teresa Carreño fue desmantelada para hacerle una salita de descanso al presidente Hugo Chávez. Algún día alguien tendrá que responder por tantos atropellos. Yo, al menos, me niego a olvidar el abuso.
-¿Qué tomar de las primeras gestiones y de esta para reimpulsar el teatro?
-Lo sintetizaría en una sola meta: rescatar el espíritu teresiano. Que una nueva generación de artistas y técnicos haga que renazca esa casa, que le devuelvan el alma a la mole de concreto. Hace falta apertura, diálogo, respeto. Yo le doy un voto de confianza a los que lo intentan hacer hoy en el teatro. Ojalá los dejen abrir un espacio para el encuentro en nuestro teatro.
-¿Por qué cree que no se ha construido otro Teresa Carreño en el país?
-Yo creo que no necesitamos otro Teresa. Necesitamos muchos teatros medianos, sostenibles en lo económico y técnico. Uno en cada municipio. A los nuevos teatros hay que dotarlos con personal especializado, bien remunerado y recursos técnicos mínimos para que funcionen adecuadamente. En el mundo entero florece un teatro rico en imágenes; el nuestro se ha empobrecido visualmente. Ha dejado de ser el lugar para la integración de las artes. La falta de recursos y una mecánica viciada en la programación de los espacios nos ha llevado a eso. Por el bien del alma de la nación necesitamos construir teatros y dejar de comprar tantos tanques de guerra.
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