Negar al padre
10 DE ABRIL 2013 - 11:50 PM CET
Reza un apotegma de Gracián, hombre juicioso cuya mesura supo verter en un Oráculo manual y arte de prudencia (1647): “Errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros”. De esa sentencia podríamos inferir que la manía gubernamental de culpar a otros de sus errores, tropiezos y dislates podría entenderse no como una forma de eludir sus responsabilidades, sino como una incomprensible e infantil manera de decir “yo no fui”.
Y, en honor a la verdad, no es el chavismo la única administración que se ha aferrado a esta práctica de escurrir el bulto. Tiempo atrás, adecos y copeyanos solían achacarse unos a otros la autoría de sus desatinos.
Con un siglo de antelación, el autor de El Criticón, Michel de Montaigne, escribió: “Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”. Una afirmación a cuya luz el proceder oficialista se nos antoja más bien indigno de cualquier consideración positiva.
Y si se nos preguntara qué pito toca Gracián en este cuento, podríamos alegar que, buceando en aguas del pasado, intentamos encontrar una explicación sensata a tanta insensatez oficialista. Porque es llana y pura insensatez lo que motiva a los líderes del PSUV a desmarcarse del pasado del cual forman parte para bien o para mal.
Maduro es arte y parte de la gestión bolivariana. Su obediencia al héroe de La Planicie nunca estuvo puesta en duda. Pero ahora resulta que Nicolás está en campaña. Y cuando se está en campaña mucho se debe ofrecer, aunque no sean más que promesas para ser incumplidas apenas la gente termina de votar.
El ungido intuye que el chavismo sin Chávez es una quimera, que el continuismo reclama destrezas que ni él ni sus allegados poseen y, así se enreda en su propia madeja, sin saber cómo explotar el capital político que le ha caído del cielo. Ahora se encuentra en un mar de contradicciones partidistas en las que puede naufragar ante la amenaza del inexorable ascenso de Capriles en las encuestas.
Maduro se compromete (hasta con su vida, dice a menudo) a solucionar los problemas no resueltos por la ineficiencia de su antecesor. ¡Vaya manera de rendir culto a la memoria del héroe caído! Se deslinda del gobierno anterior, pero no del todo, pues cuenta con Hugo devenido en pájaro para hacerse elegir.
Lo peor es que ya nadie hace el esfuerzo de creerle y el venezolano de a pie ha comenzado convertir sus promesas en objeto de burlas continuadas. Y aunque el agua pasada no mueve molino, puede, sin embargo, sacudir conciencias. De allí que su oferta no sea augurio de porvenir sino vindicación de un pasado del que trata de huir hacia adelante, buscando culpables para descargar sobre ellos los agravios y denuedos dictados por la impotente rabia provocada por el no saber qué hacer. Pero, ya se sabe –y lo decía nada menos que Jean-Jacques Rousseau–, las injurias son las únicas razones de quienes tienen la culpa.
"Mitificar a Chávez es un negocio para recibir petróleo venezolano"
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ENTORNOINTELIGENTE.COM / Miguel Henrique Otero, presidente editor de El Nacional, afirmó que el populismo y el izquierdismo hacen esfuerzos para que Hugo Chávez sea no sólo héroe político sino también religioso. Relató que antes del fallecimiento del presidente pusieron en marcha mecanismos para fijar en la mente de sus seguidores que la muerte de Chávez fue el resultado de su sacrificio a favor del pueblo venezolano y de América Latina. Además, dijo, está la idea absurda de que el cáncer le habría sido inoculado a Chávez por las fuerzas de la derecha o del imperialismo. "Es decir, que la principal enfermedad crónica del planeta, en su caso habría sido una especie de magnicidio, pero uno verdaderamente novedoso, ejecutado en la forma de una enfermedad terminal". Afirmó que más sorprendente aún es que en Venezuela se creó una comisión para, en corto tiempo, aseverar sobre supuestas bases científicas que, en efecto, el cáncer le fue inoculado, con lo cual Chávez quedaría proclamado como una víctima del imperialismo y de sus secuaces. Otero hizo las afirmaciones en el seminario América Latina: Desafíos y Oportunidades, organizado por la Fundación Libertad, con motivo del 25° aniversario de su creación. El presidente editor de El Nacional explicó que la victimización y santificación de Chávez constituye un cambio en el avance del populismo en América Latina, en el sentido de que sobre la práctica de construir figuras políticas que promueven la dependencia económica y los beneficios sociales en los ciudadanos, de modo de inhabilitarlos en lo político y en su potencial crítico hacia el funcionamiento de la sociedad, se quiere crear y ya está en marcha ese proceso una figura que, además de populista, pretende revestirse de una condición religiosa. Apuntó que el centro intelectual y operativo está en Venezuela, con la participación de asesores cubanos y ramificaciones en varios países de América Latina. "Es importante entender que el proyecto de mitificar a Chávez es también un negocio de mercado latinoamericano, que permitirá que agentes políticos en varias partes del continente reciban recursos provenientes del petróleo venezolano". Las tres ideas. Otero detalló que ese populismo está fundamentado en tres ideas: un Estado que no promueve el trabajo y el hecho productivo, sino que distribuye recursos económicos al costo que sea porque entiende su papel como asistencial; un Estado que no produce solución a los problemas, sino que se concentra en la denuncia y en la polarización política; es decir, que está siempre en actitud de mantenerse en estado de emergencia; y un Estado que convierte la mitificación de ciertos personajes en su principal política pública, porque se ha propuesto incorporar los usos de la esfera religiosa a sus prácticas, lo que equivale a decir que se trata de un Estado ya no fundado en premisas originadas en la racionalidad, sino que presenta a sí mismo como una especie de iglesia, no confesional pero sí política. Subrayó que hay varios desafíos: escuelas y docentes tienen que hacer un cambio de mentalidad hacia ideas como responsabilidad, solidaridad, tolerancia, diálogo, convivencia y otras; los centros de trabajo, afectados en todo el continente por una especie de proceso regresivo en el que el empleador adquiere cada día más compromisos y deberes, se enfrentan a una multiplicación de los derechos, que sólo excepcionalmente se ven compensados en el terreno productivo; y el que observa en los medios de comunicación, en los que propone el desarrollo de programas y líneas editoriales que contribuyan, de modo más directo, a crear actitudes de mayor apertura e independencia de criterios. ASCENSIÓN REYES R. areyes@el−nacional.comwww.entornointeligente.com
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