¿Por qué no ganó Maduro?
Los resultados del 14A deben hacer pensar al chavismo en palabras como "concertación"
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 16 de abril de 2013 12:00 AM
Hay diversas formas de concebir los resultados electorales y si usted era de los que estaba esperando un triunfo apabullante de Capriles seguramente se siente frustrado. Sin embargo, quienes siguieron de cerca la campaña, observaron las encuestas y midieron los efectos de estrategia, sabiendo de antemano las condiciones escandalosamente desventajosas en medio de la cuales debió moverse, no pueden menos que admirarse de los resultados. Máxime si, como todo parece indicar, son cuestionables y demandan una revisión profunda.
Cualquiera podría pensar que estamos tratando de consolar inútilmente a nuestros lectores más radicales, pero no es así porque el papel jugado por Capriles en este proceso tiene y tendrá consecuencias. No se trata de una derrota más, apretada, eso sí, que lo manda a los cuarteles de invierno a esperar una oportunidad dentro de seis años. Todo lo contrario, los resultados del domingo, aunque suene a paradoja, deben haber marcado con el signo del revés a Nicolás Maduro, los suyos y los no tan suyos, dentro del chavismo.
No debe olvidarse que el proyecto chavista original consistía en un trastocamiento radical del orden establecido y el entronizamiento de un régimen a término indefinido, cuyo objetivo sería el dominio total de la sociedad. Para eso se requiere el asentimiento total, bien sea por la persuasión o la disuasión, ya no sólo de las elites dirigentes, sino de todo el cuerpo social. El problema está en que Chávez, a pesar de sus resonantes triunfos electorales, nunca logró acercarse demasiado a ese "ideal".
Peor aún, con el triste triunfo de Nicolás Maduro esa posibilidad se aleja aún más, al punto que el ahora cuestionado Presidente electo deberá reflexionar muy bien sobre las opciones a su disposición para asegurarse un mínimo de gobernabilidad en un momento en que, luego de los trastornos que hemos vivido, todos los problemas parecen venírsele encima. Concertación, acuerdo, entendimiento, son palabras que nunca han existido en el diccionario del chavismo pero que ahora, quizás comiencen a ser consideradas si no se quiere caer en el caos.
Y aquí volvemos al principio: si Chávez no le hubiera dejado el listón tan alto a su pupilo; si estuviéramos frente a una fuerza política de naturaleza democrática, si no existiera esa obsesión por las utopías impuestas a martillazos, el chavismo estaría feliz con los resultados. Pero no, más allá de las sombras de una fraude que oscurece la victoria, lo único logrado por la campaña (en un dispendio infame de recursos y profusión de banalidades), es la conservación del poder (que no es poca cosa), una licencia chimba para gobernar y el desvanecimiento progresivo del mito Chávez, que ha comenzado a desdibujarse mucho antes de los previsto.
@rgiustia
Cualquiera podría pensar que estamos tratando de consolar inútilmente a nuestros lectores más radicales, pero no es así porque el papel jugado por Capriles en este proceso tiene y tendrá consecuencias. No se trata de una derrota más, apretada, eso sí, que lo manda a los cuarteles de invierno a esperar una oportunidad dentro de seis años. Todo lo contrario, los resultados del domingo, aunque suene a paradoja, deben haber marcado con el signo del revés a Nicolás Maduro, los suyos y los no tan suyos, dentro del chavismo.
No debe olvidarse que el proyecto chavista original consistía en un trastocamiento radical del orden establecido y el entronizamiento de un régimen a término indefinido, cuyo objetivo sería el dominio total de la sociedad. Para eso se requiere el asentimiento total, bien sea por la persuasión o la disuasión, ya no sólo de las elites dirigentes, sino de todo el cuerpo social. El problema está en que Chávez, a pesar de sus resonantes triunfos electorales, nunca logró acercarse demasiado a ese "ideal".
Peor aún, con el triste triunfo de Nicolás Maduro esa posibilidad se aleja aún más, al punto que el ahora cuestionado Presidente electo deberá reflexionar muy bien sobre las opciones a su disposición para asegurarse un mínimo de gobernabilidad en un momento en que, luego de los trastornos que hemos vivido, todos los problemas parecen venírsele encima. Concertación, acuerdo, entendimiento, son palabras que nunca han existido en el diccionario del chavismo pero que ahora, quizás comiencen a ser consideradas si no se quiere caer en el caos.
Y aquí volvemos al principio: si Chávez no le hubiera dejado el listón tan alto a su pupilo; si estuviéramos frente a una fuerza política de naturaleza democrática, si no existiera esa obsesión por las utopías impuestas a martillazos, el chavismo estaría feliz con los resultados. Pero no, más allá de las sombras de una fraude que oscurece la victoria, lo único logrado por la campaña (en un dispendio infame de recursos y profusión de banalidades), es la conservación del poder (que no es poca cosa), una licencia chimba para gobernar y el desvanecimiento progresivo del mito Chávez, que ha comenzado a desdibujarse mucho antes de los previsto.
@rgiustia
El hombre que acabó con el chavismo
DÁMASO JIMÉNEZ | EL UNIVERSAL
martes 16 de abril de 2013 12:00 AM
No hubo sorpresa. Maduro carece de todo liderazgo, no reflexiona, no convence, no cohesiona, no seduce, y en fin no emociona a unos seguidores enamorados aún del carisma del "máximo líder" que por 14 años manejó a su antojo los intríngulis del poder y le bajó volumen a cualquier pretensión fuera de tono dentro de su mayor obra, el proyecto revolucionario hacia el socialismo del siglo 21, que comienza a resquebrajarse ante la falta de impacto político del sucesor y nuevo presidente electo.
Luego del exiguo triunfo, ensuciado además por un proceso plagado de abusos de poder, arbitrariedades con Internet e irregularidades de todo tipo, vimos a un Nicolás nervioso y angustiado emitiendo el más incoherente de los discursos escuchados a presidente electo alguno en la historia contemporánea de Venezuela, para reiterar con brotes intermitentes entre arrogancia súbita y desgarbo, el punto y medio que lo daba ganador sobre Capriles al tiempo que anunciaba la radicalización de la revolución sin contar con la mayoría necesaria y el liderazgo consolidado que requeriría para tomar ese camino.
Lo cierto es que nadie puede ocultar que a poco menos de 5 semanas de la muerte de Chávez, cuando el paroxismo de la continuidad era inminente, y a 5 meses de un sólido triunfo que le permitió la reelección por cuarta vez, la realidad que muchas veces supera la ficción demuestra cómo una mala escogencia puede dilapidar en tiempo record 20 puntos de ventaja, un grueso capital electoral sobre una opción que ya no sólo dejó de lucir como escuálida sino que replica y exige de tú a tú el conteo manual de votos, la salida de militares cubanos inoculados en nuestra FANB, la libertad de los presos políticos y el cese de las persecuciones a medios, instituciones y personas que piensan distinto, que si bien debe respetar los resultados –esperemos el conteo manual solicitado ahora por ambas opciones para legalizar el proceso–, debe ser respetada y tomada en cuenta, más allá de tanta diatriba radical hacia el socialismo.
No en balde estamos hablando de un país en franco deterioro con álgidos problemas comunes para todos con respecto a la inseguridad, 21 mil muertes violentas al año, devaluaciones, inflación, falta de inversión, apagones en todo el país, desabastecimiento, corrupción, irregularidades en Cadivi, recursos dilapidados y regalados a otros países, falta de infraestructura, gasto excesivo en armamento bélico, 9 millones de venezolanos en situación de pobreza, expropiaciones y destrucción del aparato productivo. El Estado está colapsado, ya no se le puede seguir echando la culpa a una clase excluida y golpeada, y se acaba de generar la victoria electoral más pírrica lograda en la historia del chavismo. Nada que celebrar.
¿Podrá Maduro obtener la gobernabilidad que necesita a pesar de ignorar cada uno de estos problemas que nos llevan derechito al trauma y el retraso en comparación con los países vecinos? Lo dudo, pero a partir de ahora tiene un problema mayor, la ilegitimidad dentro del propio conglomerado chavista.
Nicolás ya no puede ampararse bajo la figura de Chávez, de aquí en adelante va solo y sin muletillas como presidente de Venezuela, con todas esas fisuras evidentes que se ven y que se sienten, aun antes de comenzar su mandato.
El nuevo presidente sabe además que tiene problemas con todo el entorno de poder rojo, que ve cómo el gran castillo de arena comienza a derrumbarse ante los ojos del mundo. Se lo terminarán cobrando tarde o temprano. Todos lo saben, es cuestión de tiempo, Maduro simplemente aceleró el proceso de desaparición del chavismo.
www.biendateao.com
Luego del exiguo triunfo, ensuciado además por un proceso plagado de abusos de poder, arbitrariedades con Internet e irregularidades de todo tipo, vimos a un Nicolás nervioso y angustiado emitiendo el más incoherente de los discursos escuchados a presidente electo alguno en la historia contemporánea de Venezuela, para reiterar con brotes intermitentes entre arrogancia súbita y desgarbo, el punto y medio que lo daba ganador sobre Capriles al tiempo que anunciaba la radicalización de la revolución sin contar con la mayoría necesaria y el liderazgo consolidado que requeriría para tomar ese camino.
Lo cierto es que nadie puede ocultar que a poco menos de 5 semanas de la muerte de Chávez, cuando el paroxismo de la continuidad era inminente, y a 5 meses de un sólido triunfo que le permitió la reelección por cuarta vez, la realidad que muchas veces supera la ficción demuestra cómo una mala escogencia puede dilapidar en tiempo record 20 puntos de ventaja, un grueso capital electoral sobre una opción que ya no sólo dejó de lucir como escuálida sino que replica y exige de tú a tú el conteo manual de votos, la salida de militares cubanos inoculados en nuestra FANB, la libertad de los presos políticos y el cese de las persecuciones a medios, instituciones y personas que piensan distinto, que si bien debe respetar los resultados –esperemos el conteo manual solicitado ahora por ambas opciones para legalizar el proceso–, debe ser respetada y tomada en cuenta, más allá de tanta diatriba radical hacia el socialismo.
No en balde estamos hablando de un país en franco deterioro con álgidos problemas comunes para todos con respecto a la inseguridad, 21 mil muertes violentas al año, devaluaciones, inflación, falta de inversión, apagones en todo el país, desabastecimiento, corrupción, irregularidades en Cadivi, recursos dilapidados y regalados a otros países, falta de infraestructura, gasto excesivo en armamento bélico, 9 millones de venezolanos en situación de pobreza, expropiaciones y destrucción del aparato productivo. El Estado está colapsado, ya no se le puede seguir echando la culpa a una clase excluida y golpeada, y se acaba de generar la victoria electoral más pírrica lograda en la historia del chavismo. Nada que celebrar.
¿Podrá Maduro obtener la gobernabilidad que necesita a pesar de ignorar cada uno de estos problemas que nos llevan derechito al trauma y el retraso en comparación con los países vecinos? Lo dudo, pero a partir de ahora tiene un problema mayor, la ilegitimidad dentro del propio conglomerado chavista.
Nicolás ya no puede ampararse bajo la figura de Chávez, de aquí en adelante va solo y sin muletillas como presidente de Venezuela, con todas esas fisuras evidentes que se ven y que se sienten, aun antes de comenzar su mandato.
El nuevo presidente sabe además que tiene problemas con todo el entorno de poder rojo, que ve cómo el gran castillo de arena comienza a derrumbarse ante los ojos del mundo. Se lo terminarán cobrando tarde o temprano. Todos lo saben, es cuestión de tiempo, Maduro simplemente aceleró el proceso de desaparición del chavismo.
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