Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

viernes, 14 de octubre de 2016

Los venezolanos tenemos perfecta conciencia de lo que puede llegar a sucederle a un país cuando el ámbito de sus más altas decisiones políticas cae bajo la dinámica del espectáculo: su envilecimiento, decadencia y crisis. Incluso en grado terminal, como en el caso venezolano. Y su eventual desaparición.Imposible desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. Es el reino de la política como espectáculo, el renacimiento del circo romano.

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Donald John Trump (Queens, Nueva York, 14 de junio de 1946)
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Hugo Rafael Chávez Frías, más conocido como Hugo Chávez  (Sabaneta, 28 de julio de 1954 - Caracas, 5 de marzo de 2013 o mejor 30 de diciembre de 2012 en La Habana, Cuba))
DONALD TRUMP Y HUGO CHÁVEZ: LA POLÍTICA EN EL TOCADOR
Antonio Sánchez García | Web side del Frente Patriotico octubre 13, 2016 


Imposible desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. Es el reino de la política como espectáculo, el renacimiento del circo romano.

Antonio Sánchez García @sangarccs

            Los venezolanos  tenemos perfecta conciencia de lo que puede llegar a sucederle a un país cuando el ámbito de sus más altas decisiones políticas cae bajo la dinámica del espectáculo: su envilecimiento, decadencia y crisis. Incluso en grado terminal, como en el caso venezolano. Y su eventual desaparición.

            Donald Trump se ha elevado al estrellato, ese que según propia confesión le permite agarrar a las mujeres de sus genitales sin encontrar la menor resistencia, exactamente como asaltara Hugo Chávez el Poder de un país políticamente inerme: mediante el escándalo, la truculencia, la incivilidad, el pachoteo, el olímpico desprecio a las convenciones. Sin las cuales, como debiéramos saberlo, se le abren los portones a la barbarie. Sólo un estúpido puede salvarlo de la comparación con el siniestro payaso venezolano recurriendo al hecho de que Trump no ha dispuesto de armas ni ha pretendido un golpe de Estado. Atropellar a la opinión pública norteamericana y mundial mediante el desafuero, la ofensa e incluso la inhumanidad, no dejará muertos, pero conmueve tanto o más que la usurpación de las armas de la República, el asesinato de uniformados y civiles y el desparpajo. Hiriendo de muerte una tradición republicana que por primera vez llega a los sacudones de la ruindad, la vileza y el escándalo en que han terminado los debates presidenciales.

            Las declaraciones de Donald Trump contra los inmigrantes y particularmente contra los de origen mexicano son tanto o más feroces y truculentas que las amenazas de freír las cabezas de los líderes adecos y copeyanos, con las que el barinés subiera como la espuma en las encuestas. Siguiendo, por cierto, la metodología política de Hitler: la grosería, el escándalo, la chillonería, la difamación, la ofensa y el ataque. ¿O nos olvidaremos de que el modelo de esas toneladas de bronce que se yerguen en Sabaneta de Barinas fundidas en Rusia en agradecimiento a suculentos negociados de Chávez con Vladimir Putin se aprovechaba de cadenas nacionales de televisión y gigantescas manifestaciones para ofrecerle a su mujer, María Isabel Rodríguez, ocultos sus ojos moreteados a bofetadas tras imponentes anteojos de sol, que esa noche “volvería a darle lo suyo”?

            Todos los debates, en el pasado, sirvieron a explayar diferencias estratégicas sobre asuntos cruciales enfrentados de distinta manera y desde distintas ideologías por demócratas y republicanos. Y si bien en todos ellos flotó la animadversión y el deseo descalificatorio, en ninguno de ellos se ventilaron asuntos propios de la más reservada intimidad. No recuerdo que en ellos se utilizaran palabras soeces, expresiones vulgares, giros matonescos sobre el propio poderío sexual o denuncias propias de burdeles y baja literatura pornográfica. Frecuentes en el caudillo y reminiscentes en el tonton macoute que lo sucede. No es La philosophie dans le boudoir, la filosofía en el tocador, del Marqués de Sade, en donde el tocador se refiere a ese pequeño cuarto de íntimas confesiones libertinas en los que las meretrices de la nobleza francesa ventilaban sus lujurias. Es la política en el tocador. En donde el burdel desplaza al ágora. Y las aventuras sexuales a las ideas.
            Exactamente como sucediera en la Venezuela que preparaba el asalto de la barbarie, también los medios norteamericanos parecen haber renunciado a la reflexión, la ecuanimidad y la crítica, dejándose arrastrar por la voracidad del rating y el mercadeo político en el que todo vale. Imposible desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. El Nobel pasa por su peor momento. Europa se encuentra asediada por el expansionismo talibán, mientras sus gobiernos caen presa del saqueo político más indecoroso. Son malas, muy malas señales que manifiestan el desconcierto y el extravío de una cultura que parece avanzar hacia su decadencia.
            Conocemos el paño. Llevamos diecisiete años padeciéndolo.


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