Donald John Trump (Queens, Nueva York, 14 de junio de 1946)
Hugo Rafael Chávez Frías, más conocido como Hugo Chávez (Sabaneta, 28 de julio de 1954 - Caracas, 5 de marzo de 2013 o mejor 30 de diciembre de 2012 en La Habana, Cuba))
DONALD TRUMP Y HUGO CHÁVEZ:
LA POLÍTICA EN EL TOCADOR
Antonio
Sánchez García | Web side del Frente Patriotico octubre 13,
2016
Imposible desvincular el envilecimiento de la carrera por la presidencia
de la principal potencia del planeta de otras formas de bajeza en la que han
comenzado a incurrir sagradas instituciones del establecimiento cultural. Es el
reino de la política como espectáculo, el renacimiento del circo romano.
Antonio Sánchez García @sangarccs
Los
venezolanos tenemos perfecta conciencia de lo que puede llegar a
sucederle a un país cuando el ámbito de sus más altas decisiones políticas cae
bajo la dinámica del espectáculo: su envilecimiento, decadencia y crisis.
Incluso en grado terminal, como en el caso venezolano. Y su eventual
desaparición.
Donald Trump se ha elevado al estrellato, ese que según propia confesión le
permite agarrar a las mujeres de sus genitales sin encontrar la menor
resistencia, exactamente como asaltara Hugo Chávez el Poder de un país
políticamente inerme: mediante el escándalo, la truculencia, la incivilidad, el
pachoteo, el olímpico desprecio a las convenciones. Sin las cuales, como
debiéramos saberlo, se le abren los portones a la barbarie. Sólo un estúpido
puede salvarlo de la comparación con el siniestro payaso venezolano recurriendo
al hecho de que Trump no ha dispuesto de armas ni ha pretendido un golpe de Estado.
Atropellar a la opinión pública norteamericana y mundial mediante el desafuero,
la ofensa e incluso la inhumanidad, no dejará muertos, pero conmueve tanto o
más que la usurpación de las armas de la República, el asesinato de uniformados
y civiles y el desparpajo. Hiriendo de muerte una tradición republicana que por
primera vez llega a los sacudones de la ruindad, la vileza y el escándalo en
que han terminado los debates presidenciales.
Las
declaraciones de Donald Trump contra los inmigrantes y particularmente contra
los de origen mexicano son tanto o más feroces y truculentas que las amenazas
de freír las cabezas de los líderes adecos y copeyanos, con las que el barinés
subiera como la espuma en las encuestas. Siguiendo, por cierto, la metodología
política de Hitler: la grosería, el escándalo, la chillonería, la difamación,
la ofensa y el ataque. ¿O nos olvidaremos de que el modelo de esas toneladas de
bronce que se yerguen en Sabaneta de Barinas fundidas en Rusia en
agradecimiento a suculentos negociados de Chávez con Vladimir Putin se
aprovechaba de cadenas nacionales de televisión y gigantescas manifestaciones
para ofrecerle a su mujer, María Isabel Rodríguez, ocultos sus ojos moreteados
a bofetadas tras imponentes anteojos de sol, que esa noche “volvería a darle lo
suyo”?
Todos
los debates, en el pasado, sirvieron a explayar diferencias estratégicas sobre
asuntos cruciales enfrentados de distinta manera y desde distintas ideologías
por demócratas y republicanos. Y si bien en todos ellos flotó la animadversión
y el deseo descalificatorio, en ninguno de ellos se ventilaron asuntos propios
de la más reservada intimidad. No recuerdo que en ellos se utilizaran palabras
soeces, expresiones vulgares, giros matonescos sobre el propio poderío sexual o
denuncias propias de burdeles y baja literatura pornográfica. Frecuentes en el
caudillo y reminiscentes en el tonton macoute que lo sucede. No es La
philosophie dans le boudoir, la filosofía en el tocador,
del Marqués de Sade, en donde el tocador se refiere a ese pequeño cuarto de
íntimas confesiones libertinas en los que las meretrices de la nobleza francesa
ventilaban sus lujurias. Es la política en el tocador. En donde el burdel
desplaza al ágora. Y las aventuras sexuales a las ideas.
Exactamente como sucediera en la Venezuela que preparaba el asalto de la
barbarie, también los medios norteamericanos parecen haber renunciado a la
reflexión, la ecuanimidad y la crítica, dejándose arrastrar por la voracidad
del rating y el mercadeo político en el que todo vale. Imposible desvincular el
envilecimiento de la carrera por la presidencia de la principal potencia del
planeta de otras formas de bajeza en la que han comenzado a incurrir sagradas
instituciones del establecimiento cultural. El Nobel pasa por su peor momento.
Europa se encuentra asediada por el expansionismo talibán, mientras sus
gobiernos caen presa del saqueo político más indecoroso. Son malas, muy malas señales
que manifiestan el desconcierto y el extravío de una cultura que parece avanzar
hacia su decadencia.
Conocemos el paño. Llevamos diecisiete años padeciéndolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario