César Esteves || Scorpius
La desgracia de Venezuela
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Mancheta de hoy: La Oposición entre nosotros si es que la hay, parece que, dada la frialdad con que se están dirimiendo los asuntos públicos, no se oye, no se ve un núcleo de partidistas adquiriendo concreción de fuerza política que imparta confianza entre el electorado opositor a través de un líder que lleve la palabra orientadora para la obligada asistencia a la urna electoral... ¿Qué está pasando?. Lucimos como tristes y con miedo. Por nuestra parte y ayudado por las observaciones cotidianas, vemos en María Corina Machado (timidez o qué) con carisma para ser la primera mujer que llegase a la presidencia de la República. Tenemos otro personaje que parece, si saliese del escondrijo asustadizo que lo oculta, puede ser un valioso aporte a las esperanzas que tenemos todos, del cambio que Venezuela necesita con extrema urgencia en el proceso comicial que se avecina; nos volcamos hacia Pablo Pérez, gobernador de Zulia.
También son elegibles Leopoldo López, Capriles Radonsky, etc. ¿Qué pasa? preguntamos de nuevo. Venezuela a estas horas ya debe tener un líder en las calles repicando las campanas del triunfo.
Pero nos desviamos una vez más del tema que traemos en serie para acogernos a la fecha discutida por los siglos de los siglos. Sea propicia la ocasión para mencionar en repetición, uno de los equívocos de nuestra historia que tanto hemos evocado por estas páginas: El 24 de junio día glorioso para las fuerzas independentistas latinoamericanas por haberse dado en suelo carabobeño la segunda batalla que diera el triunfo en corto tiempo a los nacionalistas, sobre los realistas, a pesar de su gran significación para la lucha libertadora del subcontinente, es para nosotros solamente día del Ejército y nunca el día de la emancipación de Venezuela.
La historia de nuestro país, ha sido objeto víctima de la ignorancia, o sea que jamás aprendemos. Para 1821, Venezuela no era una nación soberana que alcanzara con aquella gesta, su plena libertad y nombre específico de país con denodada personalidad jurídica, ¡no!. No era más que un departamento de otra nación, de nombre Colombia, no Gran Colombia como es muy corriente escuchar por doquier y desde antiguo esta expresión que no tiene ningún sentido jurídico porque no existió una pequeña Colombia para tener derecho a llamar a la que constituyó el Libertador con la anexión a la Nueva Granada, de Quito por el sur-oeste y de la Capitanía General de Venezuela por el oriente. Nación que el genio de la guerra, bautizó Colombia, como nombraba Miranda a todo el subcontinente desde el río Grande al norte hasta la conjunción argentino-chilena o Tierra del Fuego al sur; a la usanza de lo que presentaba la bandera que trajo precursor en 1806. Con tres franjas horizontales, a saber: amarillo, arriba, azul en el centro y encarnado dice la fuente, abajo.
Dichas tres franjas eran de diferente dimensión; la del centro menos ancha que la primera y ésta, menos ancha que la última. En el ángulo izquierdo de la primera iba la efigie de una india que sostenía en la diestra a manera de escudo una pica o asta que sostenía un gorro frigio en su extremo; detrás de ella una inscripción "Venezuela Libre" y a sus pies, una cinta con la palabra Colombia que significaba América.
Miranda era apasionado por el nombre Colón y el personaje tan ilustre que lo llevaba y de allí que él deseaba que toda la América del Sur se llamase Colombia o Colombeia. Es quizás el motivo para que los historiadores de la época se equivocasen al dar el nombre a la gran república creada por Bolívar en el Congreso de Angostura de 1819.
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