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- EOLOGÍA BOLIVARIANA
- Nace el culto a 'San' Hugo Chávez
Venezolanos honran a “San Hugo Chávez” en capilla de Caracas
POR: JAMES ANDERSON / AP | 04/04/2013 | El DiarioAunque la Iglesia católica en Venezuela ha objetado las comparaciones del mandatario fallecido con Jesucristo o que lo describan como santo
Una mujer y sus dos hijos visitan la capilla en la que se rinde culto a Chávez en el barrio 23 de Enero, Caracas.Foto: APNotas Relacionadas
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CARACAS, Venezuela — Es un sitio humilde, enclavado en una ruidosa calle de un barrio pobre de Caracas que mira por lo alto al palacio presidencial de Venezuela y más allá, a la altísima montaña Ávila. Esta capilla del pueblo, cuyo nombre "Santo Hugo Chávez del 23" está escrito con pintura blanca en la entrada, ha sido visitada por decenas de miles de venezolanos para rendir homenaje al que fue presidente para unos y "santo" para otros.Debajo de un sencillo techo de lámina, hay girasoles, veladoras, gotas de cera seca que son el testimonio de todos los que han venido desde que Chávez murió de cáncer el 5 de marzo. Todavía vienen al barrio 23 de Enero, a sólo unos pasos de las barracas que utilizó el joven Chávez, entonces comandante del batallón de paracaidistas, en un fallido golpe de Estado el 4 de febrero de 1992.En una pared hay una imagen de Jesús, quien carga la cruz junto a Chávez, vestido con uniforme militar y boina roja, saludando. "Dios con nosotros. ¿Quién contra nosotros?", dice en el cartel.La Iglesia católica en Venezuela ha objetado las comparaciones de Chávez con Jesucristo o que lo describan como santo.No importa. Aquí no hay ese tipo de objeciones."El nuestro santo de los pobres", dijo Eva García, de 45 años, quien acude todos los días a la capilla después de trabajar como organizadora comunitaria en las oficinas municipales.Elizabeth Torres, de 48 años y madre de seis, coloca en el piso una pequeña taza de café recién preparado ante una pequeña estatua de Chávez. El fallecido presidente era conocido por beber a sorbos y saborear una taza tras otra durante sus frecuentes y maratónicos discursos ante la nación."Es por eso (que) le traigo café. Cada día. Por corazón", dice Torres.La mujer baila un momento con la música que se escucha desde un camión que pasa cerca y que pide a los habitantes votar por el elegido de Chávez, Nicolás Maduro, en la elección presidencial. Torres trae aretes de colores azul, amarillo y rojo con la imagen de Chávez y de su cuello pende un rosario rojo adornado con el rostro del presidente."Sigue siendo nuestro comandante supremo", agregó Torres con una sonrisa relajada que sugiere que el trauma de la muerte de Chávez ya pasó y que los recuerdos —y sus programa sociales— perdurarán.Trae también un brazalete con la leyenda "4-F" para conmemorar el fallido levantamiento de Chávez. El "4-F" también adorna las barracas del ejército que están cerca."El 4 de Febrero es el día cuando Chávez nos abrió los ojos", dijo García.A todos y cada uno de los visitantes, García entrega una copia de la agenda oficial de Chávez para el mandato 2013-2019 que no concluyó. También ofrece un folleto con las últimas declaraciones públicas del mandatario en diciembre, cuando nombró a Maduro como su sucesor.El golpe de Estado de 1992 de Chávez contra el presidente Carlos Andrés Pérez fracasó. Después dio un mensaje en televisión para informar al país que su movimiento había fracasado "por ahora". Fue encarcelado dos años y regresó para crear un camino que lo llevó a la presidencia en 1999 y, tal vez, cambió a Venezuela para bien.Cuando dijo por ahora, él dijo para siempre. Abrió los ojos. Nos enseñó sobre la revolución, socialismo, la ideología. Chávez vive", agregó García.
Cuando la religión no determina la política
Ante el empeño en anunciar la aparición de un flamante santón, de un portentoso profeta popular...
ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
domingo 7 de abril de 2013 12:00 AM
El 21 de septiembre de 1871, bajo las órdenes del Ejército Azul del general Antonio Gómez, el padre Antonio José de Sucre arenga a la multitud desde el presbiterio de la catedral de Ciudad Bolívar, después de la bendición de un pendón revolucionario por el Obispo de Guayana. El pendón es un manto azul con una cruz blanca grabada en el centro, como símbolo de un santo pugilato contra los sufrimientos de la Madre Iglesia provocados por Antonio Guzmán Blanco. El padre Sucre hace que frente a la bandera se eleven plegarias a la Virgen del Rosario, seguidas de música marcial y fuegos de artillería, pero las cosas no pasan de la inusitada puesta en escena. Pese al carácter enfático del padre Sucre, quien es Arcediano de la catedral de Caracas, orador convincente, hombre famoso por su enconada pluma y sobrino del Gran Mariscal de Ayacucho, no cunde el entusiasmo, apenas se reúne un contingente mínimo de cruzados para que el alzamiento no pase del amago. Es un énfasis inútil, una bolada sin destino, mientras en Caracas se liman las asperezas que pudieron existir entre el gobierno y la Santa Sede.
Pero estamos ante un episodio insólito, ante un evento poco visto en la historia de Venezuela, debido a que, desde los comienzos de la república, la Iglesia católica apenas ha ejercido influencia limitada en los asuntos políticos. Ni siquiera la expulsión de obispos y arzobispos desde los tiempos de Páez provocó reacciones multitudinarias. Sólo pesares mínimos, o no tan mínimos, pero que apenas se exteriorizaron en rumores sin consecuencias pese a que la salida de los prelados ocurría en el seno de una comunidad mayoritariamente formada en la fe tradicional. A ninguno de los canónigos que quedaban en orfandad les pasó por la cabeza la convocatoria de manifestaciones públicas para protestar contra los regímenes laicos, muchos menos el llamado a una guerra civil. Hablaron en los púlpitos y fomentaron rogativas, sin atacar de frente a la autoridad que profundizaba sus planes de control ante la potestad eclesiástica. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué las tímidas respuestas de los sacerdotes y de la feligresía? Las explicaciones pueden ser diversas, pero es evidente que debieron calcular el flaco apoyo que recibiría su llamado.
Desde el comienzo de la guerra de Independencia, la Iglesia sufre una mengua indiscutible. Se divide ante la conflagración y después termina sin fuerzas para recobrarse del encontronazo, sin sacerdotes que reanuden su trabajo con los fieles. Busca la manera de sobrevivir mediante el acomodo ante la suerte varia que le toca, siendo realista cuando mandan Monteverde y Morillo, por ejemplo, y republicana cuando tienen Bolívar y Mariño el mango de la sartén, a la espera de tiempos más apacibles. Cuando se cree que llegan esos tiempos, después de 1830, la institución refulgente en tiempos coloniales es apenas un remedo que debe esperar con paciencia un fortalecimiento que tarda en llegar. Sin líderes capaces de imponerse, sin recursos materiales, sin forma de reponer el culto según había sido en el pasado, sin planteles para la formación de seminaristas, pierde el protagonismo en los asuntos republicanos y es relegada a un segundo plano mientras los godos y los liberales copan una escena en la cual las sotanas deben ocupar papel arrinconado. La fe popular se mantiene, desde luego, pero quienes la administran carecen de una influencia que les permita determinar los pasos de la sociedad. La marcha de la Iglesia continúa, pero bajo la presión indiscutible de los políticos ante quienes apenas puede levantar ocasionalmente la cabeza, o ante quienes reacciona sin provocar simpatías suficientes en el pueblo.
La situación se modifica en el siglo XX, a partir de la dictadura de Gómez, cuando se reanuda la formación intelectual de los eclesiásticos y se adquieren formas más consistentes de supervivencia, pero seguramente el peso de las falencias anteriores no deja de estar presente. Sería cuestión de examinar esta historia más cercana con la pausa que merece, pero es evidente que no estamos ante el caso de una institución tan capaz de llevar a cabo movimientos masivos o conductas orientadas hacia lo político, como sucede en sociedades como la mexicana, la peruana o la colombiana, por ejemplo. En nuestros días, cuando desde la política se lleva a cabo una incursión hacia lo religioso que tampoco ha formado parte sustancial de la vida venezolana, no es impertinente el comentario. Se trata igualmente de una experiencia casi inédita, frente a cuyos resultados sólo conviene esperar desde el soporte de una duda razonable.
Una duda que no sólo conviene plantear ante la proliferación de basílicas populares y debido al empeño en anunciar la aparición de un flamante santón, de un portentoso profeta popular, del Cristo de los pobres, sino también ante los análisis empeñados en suponer que puedan esos planes peregrinos tener acogida en el pueblo. En el pasado no ha ocurrido así, por lo menos. No ha sucedido hasta la fecha, en términos generales, sin negar la existencia de amuletos, suertes, supersticiones, magias, ensalmes, cábalas, hechizos y sortilegios, que son otra cosa, pero considerando cómo se trata de un operación procedente de la cúpula que tampoco tiene antecedentes en el país. La escena de la soledad del Arcediano Sucre, descrita al principio, y la falta de credos sólidos en torno a santidades que no han salido de los altares ortodoxos, sustentan el argumento. Es bien probable que no cambie esa historia.
eliaspinoitu@hotmail.com
Pero estamos ante un episodio insólito, ante un evento poco visto en la historia de Venezuela, debido a que, desde los comienzos de la república, la Iglesia católica apenas ha ejercido influencia limitada en los asuntos políticos. Ni siquiera la expulsión de obispos y arzobispos desde los tiempos de Páez provocó reacciones multitudinarias. Sólo pesares mínimos, o no tan mínimos, pero que apenas se exteriorizaron en rumores sin consecuencias pese a que la salida de los prelados ocurría en el seno de una comunidad mayoritariamente formada en la fe tradicional. A ninguno de los canónigos que quedaban en orfandad les pasó por la cabeza la convocatoria de manifestaciones públicas para protestar contra los regímenes laicos, muchos menos el llamado a una guerra civil. Hablaron en los púlpitos y fomentaron rogativas, sin atacar de frente a la autoridad que profundizaba sus planes de control ante la potestad eclesiástica. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué las tímidas respuestas de los sacerdotes y de la feligresía? Las explicaciones pueden ser diversas, pero es evidente que debieron calcular el flaco apoyo que recibiría su llamado.
Desde el comienzo de la guerra de Independencia, la Iglesia sufre una mengua indiscutible. Se divide ante la conflagración y después termina sin fuerzas para recobrarse del encontronazo, sin sacerdotes que reanuden su trabajo con los fieles. Busca la manera de sobrevivir mediante el acomodo ante la suerte varia que le toca, siendo realista cuando mandan Monteverde y Morillo, por ejemplo, y republicana cuando tienen Bolívar y Mariño el mango de la sartén, a la espera de tiempos más apacibles. Cuando se cree que llegan esos tiempos, después de 1830, la institución refulgente en tiempos coloniales es apenas un remedo que debe esperar con paciencia un fortalecimiento que tarda en llegar. Sin líderes capaces de imponerse, sin recursos materiales, sin forma de reponer el culto según había sido en el pasado, sin planteles para la formación de seminaristas, pierde el protagonismo en los asuntos republicanos y es relegada a un segundo plano mientras los godos y los liberales copan una escena en la cual las sotanas deben ocupar papel arrinconado. La fe popular se mantiene, desde luego, pero quienes la administran carecen de una influencia que les permita determinar los pasos de la sociedad. La marcha de la Iglesia continúa, pero bajo la presión indiscutible de los políticos ante quienes apenas puede levantar ocasionalmente la cabeza, o ante quienes reacciona sin provocar simpatías suficientes en el pueblo.
La situación se modifica en el siglo XX, a partir de la dictadura de Gómez, cuando se reanuda la formación intelectual de los eclesiásticos y se adquieren formas más consistentes de supervivencia, pero seguramente el peso de las falencias anteriores no deja de estar presente. Sería cuestión de examinar esta historia más cercana con la pausa que merece, pero es evidente que no estamos ante el caso de una institución tan capaz de llevar a cabo movimientos masivos o conductas orientadas hacia lo político, como sucede en sociedades como la mexicana, la peruana o la colombiana, por ejemplo. En nuestros días, cuando desde la política se lleva a cabo una incursión hacia lo religioso que tampoco ha formado parte sustancial de la vida venezolana, no es impertinente el comentario. Se trata igualmente de una experiencia casi inédita, frente a cuyos resultados sólo conviene esperar desde el soporte de una duda razonable.
Una duda que no sólo conviene plantear ante la proliferación de basílicas populares y debido al empeño en anunciar la aparición de un flamante santón, de un portentoso profeta popular, del Cristo de los pobres, sino también ante los análisis empeñados en suponer que puedan esos planes peregrinos tener acogida en el pueblo. En el pasado no ha ocurrido así, por lo menos. No ha sucedido hasta la fecha, en términos generales, sin negar la existencia de amuletos, suertes, supersticiones, magias, ensalmes, cábalas, hechizos y sortilegios, que son otra cosa, pero considerando cómo se trata de un operación procedente de la cúpula que tampoco tiene antecedentes en el país. La escena de la soledad del Arcediano Sucre, descrita al principio, y la falta de credos sólidos en torno a santidades que no han salido de los altares ortodoxos, sustentan el argumento. Es bien probable que no cambie esa historia.
eliaspinoitu@hotmail.com
"Estoy muy emocionado de que haya tanta gente que me quiera y me aprecie, muchas gracias D10S. "Diego Maradona
La Iglesia Maradoniana es una parodia de religión conformada hacia el culto del exfutbolista argentino Diego Armando Maradona, considerado su dios supremo
La historia se remonta al 30 de octubre de 1998, cuando Hernán Amez y Héctor Capomar comenzaron como una broma a festejar laNavidad el día del nacimiento de Diego Armando Maradona.1 A la noche se sumó Alejandro Verón, al año siguiente Federico Canepa, en 2002 se sumo Soporte Tecnico y su atetres. Estos cuatro rosarinos inventaron de manera jocosa una nueva religión, el culto a la persona de un jugador de fútbol.
La cronología maradoniana cuenta los años desde el nacimiento de Maradona el 30 de octubre de 1960, por lo que actualmente es el año 52 D.D. (Después de Diego). Los maradonianos, al igual que otros aficionados del fútbol, utilizan el tetragrámaton D10S para referirse a Maradona, ya que el término es una fusión de la palabra Dios y del número 10 del dorsal del futbolista argentino.
La iglesia Maradoniana busca reunir a los cientos de miles de fanáticos de Maradona que hay en todas partes del mundo. Su religión es el fútbol y como toda religión ha de tener un dios.
La función de Iglesia es mantener vigente la pasión y la magia con la que su dios jugó al fútbol, no olvidar los milagros que realizó en las canchas ante la mirada de todos y del sentimiento que despierta en sus fanáticos, día tras día.
Todo se desarrolla dentro del marco futbolero, de la pasión que despierta "el deporte más lindo y popular de la tierra". Respetando las creencias religiosas a todas por igual y sin intención alguna de desprestigiarlas.
Los 10 mandamientos:
- La pelota no se mancha, como dijo D10S en su homenaje.
- Amar al fútbol por sobre todas las cosas.
- Declarar tu amor incondicional por Diego y el buen fútbol.
- Defender la camiseta Argentina, respetando a la gente.
- Difundir los milagros de Diego en todo el universo.
- Honrar los templos donde predicó y sus mantos sagrados.
- No proclamar a Diego en nombre de un único club.
- Predicar los principios de la Iglesia Maradoniana.
- Llevar Diego como segundo nombre y ponérselo a tu hijo.
- No ser cabeza de termo y que no se te escape la tortuga.
- ORACIONES: EL DIEGO NUESTRO
- Diego nuestro que estás en las canchas. Santificada sea a tu zurda, venga a nosotros tu magia. Háganse tus goles recordar en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy la magia de cada día, perdona a los ingleses, como nosotros perdonamos la mafia napolitana, no nos dejes caer en off-side y líbranos de Havellange y Pelé. Diego
- .Dios te salve pelota. Llena eres de magia, Diego es contigo. Bendita tú eres entre todas las demás y bendito es Diego que no te deja manchar. Santa redonda, madre del gol, ruega por nosotros los jugadores ahora y en la hora de nuestro encuentro... Diego.
- Creo en Diego. Futbolista todopoderoso, Creador de magia y de pasión. Creo en Pelusa, nuestro D10S, nuestro Señor. Que fue concebido por obra y gracia de Tota y Don Diego. Nació en Villa Fiorito, Padeció bajo el poder de Havelange, Fue crucificado, muerto y mal tratado. Suspendido de las canchas. Le cortaron las piernas. Pero él volvió y resucitó su hechizo. Estará dentro de nuestros corazones, por siempre y en la eternidad. Creo en el espíritu futbolero, la santa Iglesia Maradoniana, el gol a los ingleses, la zurda mágica, la eterna gambeta endiablada, y en un Diego eterno. Diego.
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