Boicotear, sabotear y atentar
JOSÉ MAYORA | EL UNIVERSAL
viernes 12 de abril de 2013 12:00 AM
En los prolegómenos de un nuevo período constitucional de gobierno, los ciudadanos evalúan las diferentes propuestas y toman sus decisiones. Si bien es cierto que todo comienzo es una renovación de esperanzas, no es menos cierto que la gerencia del gobierno debe propiciar las condiciones para que tales esperanzas se materialicen. De allí que no debemos calificar de abundancia superflua la reiteración de lo que significa vivir en democracia.
El sistema democrático de gobierno tiene como finalidad satisfacer necesidades de la ciudadanía a través de servicios públicos promovidos directamente por el Estado o, tutelados por éste, por medios privados de gestión. Siendo aquellas de diversa índole y jerarquía, la democracia debe garantizar el acceso a un abanico de ofertas que contribuyan a profundizarla, mejorando la calidad de vida de los ciudadanos.
En su empeño por cumplir este cometido, es posible que los gobiernos se tropiecen con barreras a la consecución de tales finalidades. De tal suerte que los gobiernos no sólo deben prepararse para obtener logros, sino que también deben actuar para prevenir el surgimiento de las barreras que los impiden, so pena de derivar en necesidades insatisfechas o déficit democráticos. En este orden de ideas, los gobiernos verdaderamente democráticos, deben actuar oportunamente sobre el origen o la naturaleza de tales barreras.
En oportunidades, las barreras provienen de la naturaleza, y no siendo controlables por la voluntad humana, una sociedad democrática fuerte, debe contar con mecanismos para enfrentarlas. El espectro de barreras al logro democrático, no proveniente de la naturaleza, es muy amplio, a cuyo efecto me voy a concentrar en sólo tres de ellas que me parecen determinantes: el boicot, el sabotaje y los atentados.
El boicot supone excluir a una persona o institución de alguna relación social o impedirle la realización de un acto, como medio de presión para perjudicarla y obligarla a ceder o inhibirse en lo que se le exige.
Por su parte, el sabotaje es un daño o deterioro en instalaciones, procesos, productos, propuestas, proyectos o programas en contra de un ciudadano o institución. Tal afectación puede ser explícita o disimulada.
Finalmente, el atentado puede ser una agresión o desacato a la autoridad, una ofensa a un principio que se considera recto, o una agresión contra la vida o la integridad física o moral de alguien.
Estas tres barreras al logro de las finalidades democráticas, no siempre provienen de agentes externos a los órganos de gobierno, en oportunidades pueden provenir del gobierno mismo, cuando éstos son ineficientes, no cumplen con sus compromisos, no hacen de la justicia un denominador común, no aplican los recursos con equidad a todos los ciudadanos, no acatan la voluntad popular, asumen posturas excluyentes o difunden información insuficiente y de dudosa veracidad. Estas actuaciones son formas distintas de boicotear, sabotear o atentar.
Dar poder al pueblo como una forma de profundizar la democracia, no cumple con su cometido, si la conflictividad social es oriunda del déficit democrático. En una verdadera democracia, los reclamos de la ciudadanía debieran monitorear la acción gubernamental, contribuir a mejorar lo existente y a expandir las opciones para las decisiones ciudadanas.
Una sociedad democrática se encuentra en crisis aguda cuando los boicoteados, saboteados o atentados son los propios ciudadanos.
mayora.j@gmail.com
El sistema democrático de gobierno tiene como finalidad satisfacer necesidades de la ciudadanía a través de servicios públicos promovidos directamente por el Estado o, tutelados por éste, por medios privados de gestión. Siendo aquellas de diversa índole y jerarquía, la democracia debe garantizar el acceso a un abanico de ofertas que contribuyan a profundizarla, mejorando la calidad de vida de los ciudadanos.
En su empeño por cumplir este cometido, es posible que los gobiernos se tropiecen con barreras a la consecución de tales finalidades. De tal suerte que los gobiernos no sólo deben prepararse para obtener logros, sino que también deben actuar para prevenir el surgimiento de las barreras que los impiden, so pena de derivar en necesidades insatisfechas o déficit democráticos. En este orden de ideas, los gobiernos verdaderamente democráticos, deben actuar oportunamente sobre el origen o la naturaleza de tales barreras.
En oportunidades, las barreras provienen de la naturaleza, y no siendo controlables por la voluntad humana, una sociedad democrática fuerte, debe contar con mecanismos para enfrentarlas. El espectro de barreras al logro democrático, no proveniente de la naturaleza, es muy amplio, a cuyo efecto me voy a concentrar en sólo tres de ellas que me parecen determinantes: el boicot, el sabotaje y los atentados.
El boicot supone excluir a una persona o institución de alguna relación social o impedirle la realización de un acto, como medio de presión para perjudicarla y obligarla a ceder o inhibirse en lo que se le exige.
Por su parte, el sabotaje es un daño o deterioro en instalaciones, procesos, productos, propuestas, proyectos o programas en contra de un ciudadano o institución. Tal afectación puede ser explícita o disimulada.
Finalmente, el atentado puede ser una agresión o desacato a la autoridad, una ofensa a un principio que se considera recto, o una agresión contra la vida o la integridad física o moral de alguien.
Estas tres barreras al logro de las finalidades democráticas, no siempre provienen de agentes externos a los órganos de gobierno, en oportunidades pueden provenir del gobierno mismo, cuando éstos son ineficientes, no cumplen con sus compromisos, no hacen de la justicia un denominador común, no aplican los recursos con equidad a todos los ciudadanos, no acatan la voluntad popular, asumen posturas excluyentes o difunden información insuficiente y de dudosa veracidad. Estas actuaciones son formas distintas de boicotear, sabotear o atentar.
Dar poder al pueblo como una forma de profundizar la democracia, no cumple con su cometido, si la conflictividad social es oriunda del déficit democrático. En una verdadera democracia, los reclamos de la ciudadanía debieran monitorear la acción gubernamental, contribuir a mejorar lo existente y a expandir las opciones para las decisiones ciudadanas.
Una sociedad democrática se encuentra en crisis aguda cuando los boicoteados, saboteados o atentados son los propios ciudadanos.
mayora.j@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario