"El artista debe reconciliarse con el país"
" Ni la pintura ni el arte se pueden medir solamente por los condimentos ideológicos " "Tal vez me tilden de que he aprovechado una situación de amistad con Juan (Calzadilla) para exponer en la GAN" ANTONIO MOYA
Antonio Moya (Utiel, España, 1942) asegura que durante 40 años se sintió olvidado, apartado y segregado de los museos nacionales. "La única obra que hay de Antonio Moya en el Museo de Arte Contemporáneo fue la que yo doné. ¡Eso quiere decir que yo viví 40 años muy solitario!", dice el creador, que vive en el país desde los años 60.
Sin embargo, el Premio Nacional de Dibujo y Grabado 1966 afirma con serenidad que semejante segregación no lo ha hecho sufrir. "A mí no me ha pasado nada. Los que han sufrido son mi mujer y mis hijos, que no han tenido todo lo que he querido darles. Pero a mí cultural y artísticamente no me ha ocurrido nada. Tengo 70 años y estoy como un jovencito de 20. Nada está fuera de mi balance", asegura él, que desde la semana pasada expone Imborrable, obra que está inspirada en las Pinturas Negras (1819-1823) de Francisco Goya, en la Galería de Arte Nacional (GAN)
-Hoy usted inaugura en la Galería de Arte Nacional, pero durante casi tres años se dejó de hacer individuales en los museos nacionales. ¿Qué opina?
-Supe lo que estaba pasando, supe de las negativas de hacer retrospectivas o exposiciones individuales. Y siempre he estado en desacuerdo con ese tipo de conductas. Tal vez los que produjeron ese hecho no están casados con la creatividad. Fueron sus factores ideológicos o políticos los que determinaron esa decisión. Pero creo que la clave es abrir el pensamiento; y me parece que con Juan (Calzadilla, director de la GAN) está abierto. Tal vez me tilden de que he aprovechado una situación de amistad con Juan para exponer en la GAN. ¡Pero yo me debo al público! Pienso que al entrar aquí, detrás de mí van a venir muchísimos artistas, porque esto no es de nadie. Esto representa los intereses creativos de todo un país. Esto más bien debe ser un espacio de miradas incluyentes. Eso es un poco lo que aspiro y deseo que vaya ocurriendo en el país; que los dramas personales y las retaliaciones personales se vayan disolviendo. Yo de alguna forma entendí la transición española. Se ganan elecciones, se pierden elecciones; o se viene un nuevo director para un museo y no pasa nada. Los artistas deben reconciliarse con su país. Tienen que trabajar para el país y no solamente para el mercado.
-¿Cómo ve la producción artística en Venezuela?
-Creativamente veo que hay algunos jóvenes realmente interesantes. El ambiente está abonado para una nueva cosmogonía desde el punto de vista creativo. Hay pluralidad. Ya hemos vivido la dictadura del constructivismo, el cinetismo, el abstraccionismo; y nos ha conducido a simples copias o repeticiones. Creo que se van a producir grandes configuraciones de hechos estéticos distintos a los que hemos vistos. Me parece que va a ser un tiempo extraordinario.
-Usted, que ha hecho alusión a sucesos políticos en sus obras, ¿cree que el artista debe sentar una posición política en su creación?
-No creo ni en denuncia ni en panfletos. Eso conduce a la negación de la virtud que tiene que tener toda gran obra artística. Ni la pintura ni el arte se pueden medir solamente por los condimentos ideológicos. Se mide por argumentos tecnológicos, estéticos; se mide por mostrar a un creador rompedor y no un artista hacedor, independiente o ideológicamente light que termina desnaturalizando un poco la esencia de toda creación. Para mí es una pérdida de tiempo todo aquello que no toque los sentimientos o las pasiones; que termine siendo un acto decorativo. Ese artista, que mejor se preocupe en hacer dinero por otras vías.
-En exposiciones como ¿Por qué está triste Venezuela? (1968); Las tentaciones de la Casanova (1977), Nuevo Circo (1980) o Selvas tatuadas(1984), exploró la realidad venezolana y reflexionó acerca de la identidad cultural. ¿Cómo ve ahora esa sociedad?
-Me identifico no con una parcela sino con una totalidad. Soy un hombre plural en la forma de abordar las conductas humanas políticamente. Así entiendo que es extraordinario que cada quien piense y actúe como quiera. Me considero un hombre que apuesta por la reconciliación, el entendimiento, la pluralidad y el deseo de convivir y participar en los grandes temas que necesitan ser abordados en el país. Los problemas de los venezolanos los tenemos que resolver nosotros. He pasado toda mi vida aquí: tengo a mi esposa, mis hijos y mis nietos. Siempre le he dado lo mejor a este país. Antes de exponer Imborrable en Europa he querido hacerlo aquí. Goya puede ser un elemento extraño para la estética nacional, pero yo no. Siempre estoy en ese triángulo angustioso, desolador, amoroso y dramático.
-Sus obras siguen mostrando el lado más oscuro de los seres humanos...
-Pero utilizo siempre la luz para ver ese lado oscuro. Siempre utilizo la luz. Siempre ilumino el drama y las pasiones que conducen a esos dramáticos... (...) Se trata de que somos mentes y sueños superpuestos que van cambiando. Tal vez hay una cosa que a mí no me agrada de la época que me tocó vivir: el realismo excesivo. Las nuevas tecnologías tratan de embellecer o de borrar los límites de la realidad. Estamos atosigados de realidad. Pero es una realidad sin conceptos.
-¿Por qué inspira su nuevo trabajo en las Pinturas negras de Goya?
-Si algo me ocurre como creador es que tengo que sentir emociones. Me he paseado por las aberraciones y las tentaciones de la Avenida Casanova y del Nuevo Circo. He tocado esta ciudad desde sus vísceras. Entonces, Imborrable es parte de un guión visual que incluye las 14 Pinturas Negras que hizo Francisco de Goya. Él era un hombre prácticamente desolado por su angustia, por las miserias que ocurrían en la época de Fernando VII, en España. Goya dramatiza de una forma espeluznante lo que a él le tocó vivir en el siglo XIX. Entonces me doy cuenta de que todos los siglos tienen las mismas particularidades desde el punto de vista de las tragedias.
-Tomó la última sala de la GAN y realizó un happening, manifestación artísticas multidisciplinaria y efímera. ¿Cómo construyó la obra?
-Yo experimento con nuevos materiales, pero Goya pintó su drama en la pared. Después esas obras se trasladaron al papel cuando murió. A mí me enganchó esa forma de construir. Entonces hice dibujos en la pared. Me coloqué un traje de linternas y comencé a iluminarlos. Las luces hacen que las obras tengan dramatismo. De esa performance hice un registro con una cámara fotográfica digital. Luego en la pared de la GAN dibujé con tizas 65 cámaras fotográficas montadas en sus trípodes. Encima de esa pared un video beam proyecta las obras que fueron registradas digitalmente. Esa superposición produce en el espectador la sensación de que se activa el flash de las cámaras. El guión visual proyecta cuatro series de dibujos: Arde Madrid; Amor, odio, muerte; Pinturas Negras y Exilio. Ahora voy a atreverme a invitar público para que borre lo que yo hice. Es que podemos borrar la memoria, borrar todo aquello que se ha construido como belleza o fealdad; podemos borrar los sentimientos con los que se crearon esas obras; podemos borrar al imborrable.
-¿Se apropia de Goya?
-Cuando me miro en el espejo siempre me veo reflejado en él. Creo que él me mira, yo lo miro. Lo veo y él me ve. Tal vez ahí hay una relación no solo estética, hay un elemento que ha influido mucho en mi vida: las pasiones por los temas. Cuando yo trabajé sobre la ciudad, estaba fuera del circuito de lo que se llama el arte formal de Venezuela. Cuando fui a la selva me comporté como un invasor espiritual. No era un trabajo que quería reflejar ni con fotografías ni con pinturas: quería entrar destrozando la selva con machetes. Y la obra se construyó de esa manera. Necesito un guión para soñar, para crear, para vivir. Tengo que reinventarme siempre.
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