"No creo en el arte ingenuo o culto"
"Para que el arte sea ingenuo el artista tiene que tener una visión del mundo totalmente ingenua."
Pablo Apolinar Livinalli (Miranda, 1928) llegó a pensar en abandonar el arte. Cuando el artista, que no acepta que lo cataloguen como ingenuo, entró en 1978 a la Escuela de Arte de la Universidad Central de Venezuela, se maravilló con las obras de otros creadores que le mostraban en clases.
"En la universidad nos dieron un paseo por Washington y Nueva York para observar a los grandes artistas. Cuando vi esas piezas dije: '¿Qué hago yo aquí? Esto es arte de verdad'", cuenta Apolinar.
En aquel entonces tenía 58 años de edad. Ya había estudiado, primero, en un seminario salesiano para ordenarse cura y, años después, en una Escuela Militar. Pero Pablo Apolinar Livinalli decidió entregar su vida a la pintura; crear cielos estrellados, misteriosos planetas e imágenes en las que los astros giran libremente. Dudó, sí, de su calidad creativa. Sin embargo se arrepintió a tiempo... decisión que el arte venezolano agradece.
"Un buen día descubrí en una clase que una de las característica del arte es que está asociado a la invención. Luego encontré un poema de Adriano González León que se llamaba Las peripecias de un barco llamado Tomás. Al final decía: 'El barco llamado Tomás no existe. Yo lo inventé para no estar triste'. Y otro día leía una entrevista de Jorge Luis Borges en la que afirmaba que en el arte 'cada quién hace su propia catedral'. ¡Esos tres hechos me salvaron! Había determinado que no iba a seguir pintando, pero seguí, y aquí está no mi catedral, está mi capillita".
Las obras que embellecen su capillita las expone en la antología Las estrellas transfinitas de Apolinar, en el Museo de Arte Popular de Petare Bárbaro Rivas, de la Alcaldía de Sucre.
En la institución, ubicada en la calle Guanche con Lino Clemente, se muestran 80 piezas entre pintura y escultura, hechas con asercol, que es una mezcla de aserrín y cola. Entre esas obras está el primer cuadro que dibujó, La carretera de Guarenas. Barrio Bolívar (1965) y lo serie Biblioteca Apolinar, libros que creó sobre tablas.
-Usted pinta cosmos en los que flotan figuras humanas. ¿Por qué le interesó el espacio sideral?
-Viene por dos vertientes. Primero, siempre que mi padre terminaba de cenar, se levantaba de la mesa e iba al patio a ver el cielo. Vivíamos en Petare. Yo agarré también la costumbre de ver el cielo todas las noches. Pero sin intencionalidad, solo quería verlo y maravillarme. La segunda vertiente apareció cuando hice un retrato de mi esposa con mi hija en brazos. Era un cuadrito. Dibujé una placita y las figuras. Pero me quedó un fondo negro como cielo. Así que agarré un pincel y un poquito de amarillo. Cuando coloqué el color en la obra aquel negro, se iluminó todo. Y de ahí empecé a desarrollar el trabajo con los puntitos, que a fin de cuentas son representaciones de estrellas.
-¿Su obra es metafísica?
-Tiene mucho de eso. Soy una persona que cree. Creo en que el proceso de la vida humana no es tan sencillo como vivir, 70 ó 80 años, y morirse. Para algún fin estamos aquí, y por algo todo se recicla. Creo que nuestras vidas deben reciclarse.
-¿Esa obra metafísica define quién es Apolinar?
-¿Sabes cosa difícil? Hablar de uno. Pero así como uno no sabe de dónde es, de dónde viene, o para dónde va, es difícil saber quién es. Ahora, en un plano más concreto, soy un ser divino. Pero no hablo de Apolinar, sino de todos. Divino porque uno tiene una chispa que no sabes de dónde viene. Unos le llaman Dios; otros, Buda.
-Quiso ser cura y, luego, militar. Pero, ¿qué lo inspiró a pintar?
-La quiebra de mi negocio. Tenía una ferretería muy exitosa que se vino a menos y hubo que cerrarla. Traté de pagar todas mis deudas, pero no alcanzaba. Veía a los cobradores a lo lejos y me metía en el sótano. Hasta que un día dije: '¿Qué hago escondiéndome?' Así que agarré una tablita y comencé a hacer unas cositas. Unas cosas que me gustaron. Hubo interés. Y en es interés tenía una novia por el barrio Bolívar. Cuando salía de su casa, bajaba por una carreterita y al frente tenía El Ávila. Entonces un día hice ese dibujo y empezó todo.
-De ese cuadro figurativo pasó a un trabajo abstracto...
-Desde mi segundo cuadro comencé hacer figuras no dominantes. El espacio empezó a absorber las figuras y de esa manera llegué a lo que es hoy mi trabajo. Ahí está la figura, pero siempre está el cosmo atrás.
-Elsa Morales decía que ella no era una artista ingenua. Ni siquiera naif. ¿A usted tampoco le gusta que lo cataloguen como ingenuo?
-La ingenuidad en el arte no puede separarse de la ingenuidad en el hombre. Para que el arte sea ingenuo, el artista tiene que tener una visión del mundo totalmente ingenua. Como yo no tengo esa visión del mundo ingenuo, no puedo serlo. Cuando comienzas a trabajar en el arte y nadie te ha enseñado nada, indudablemente eres absolutamente ingenuo. Pero cuando pasas cinco o diez años trabajando, si has sido consecuente, no puedes ser ingenuo. Eso pasó con Elsa Morales y con Feliciano Carvallo.
-Los conocedores de arte no consiguen clasificarlo en ninguna tendencia...
-Yo no pinto tradiciones populares de Venezuela ni de ninguna otra parte. Tampoco soy popular. Ese asunto de los estilos, de arte popular o convencional, no me cuadra. Creo que lo que existe es el arte, arte sublime o verdaderamente transcendental. No creo en arte ingenuo, popular o arte culto.
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