Anaís Caldera Rodríguez (*)
|| Por el agua
La difusión de la contaminación del agua no debe cercenarse por ningún gobierno ni gobernante del mundo, porque éste no es un problema nuevo en el globo terráqueo ni exclusivo de Venezuela u otras naciones latinoamericanas. Al contrario, es una anormalidad que debe tratarse sin tapujos, sin hipocresía y sin miedos partidistas para su corrección y para impedir que otras personas se sumen a los mil 100 millones de habitantes de la Tierra que consumen agua sin tratamiento y directamente de los ríos, lagos y demás sitios donde se acumula agua de lluvia u otros acuíferos. En América Latina del total de las aguas servidas existentes, solamente se potabiliza el dos por ciento.
El problema de la contaminación del agua es una realidad imposible de esconderse, porque el impacto negativo en la vida humana, animal y vegetal es tangible y visible, razón por la cual debe enfrentarse de forma honesta, holística y científicamente en aras de buscar soluciones conjuntas, viables y oportunas, con el fin de frenar, en el ámbito mundial, la muerte anual de 3 millones de individuos por el consumo de agua sucia u otros tantos más, a causa de las distintas enfermedades infectocontagiosas generadas a partir de la toma de ese líquido contaminado. E igualmente, con el propósito de lograr que los gobernantes inviertan un alto porcentaje de sus presupuestos en sistemas de abastecimiento de agua potable, saneamiento ambiental y eficaces sistemas de drenaje de aguas servidas, por cuanto hasta ahora sólo se invierte en el ámbito público mundial el 0,5 por ciento del Producto Interno Bruto. Sí ese porcentaje no se acrecienta, la contaminación del agua seguirá latente en cada República de la Tierra y tapada con la demagogia y politiquería.
El agua es un recurso finito, pero indispensable para la vida y el desarrollo social. Sin ese líquido, no existiría ningún proceso, porque se requiere para la elaboración de todos los productos de primera necesidad. Para la producción, por ejemplo de un kilo de arroz se necesitan 3 mil 400 litros; para un kilo de carne, 16 mil litros; un pollo, mil 650 litros y para un kilogramo de azúcar, mil 500 litros. Mientras que se gastan 40 litros de agua para una rebanada de pan y 24 mil litros para producir un kilo de chocolate, así como 10 mil litros de agua para la obtención de un litro de gasolina a partir del petróleo y para 500 hojas de papel, 5 mil litros. En tanto, se necesitan entre 2 mil y 10 mil galones de agua (un galón es igual a 3,78 litros) para la fabricación de cada tonelada de papel virgen, además de 15 árboles, mientras que para una tonelada de papel reciclado se usa 62 litros de agua, 2 mil 850 kilovatios y cuatro kilos de contaminantes atmosféricos. Para esto no se corta ningún árbol, lo cual implica que con el reciclaje del papel no se le quita el oxígeno a 40 ó más personas, como se hace cuando se cortan 15 árboles. Todo lo anterior implica que con la salubridad del agua no se juega, pues es un recurso vital.
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