Himnos al Eterno Femenino
Teilhard de Chardin
Ab initio creata sum… (Ecle 24,9)
Aparecí en el principio del mundo.
Antes de los siglos salí de la mano de Dios…
Me fue concedido colaborar en su obra.
Dios me pensó y me hizo principio y origen de la multiplicidad,
como la fuerza que da solidez, que es centro y patria de las cosas.
Yo soy el rostro que une todos los seres,
el aroma que los viste, los atrae,
y los arrastra libre y apasionadamente en el camino de su unión.
Por mí todo se pone en movimiento, todo se ordena.
Yo soy la gracia sumergida en el mundo, para que éste llegue a reunirse, para que llegue a juntarse.
Yo soy el ideal que sobre él planea y hacia el cual el mundo asciende.
Yo soy lo esencialmente femenino.
Al principio era como una ola de fuerza, como un hálito de amor para las aspiraciones, todavía débiles, de las polaridades correlativas.
Como un alma adormecida aún, pero actuante, movía sin embargo con pleno poder la primera masa material casi sin forma, que se abandonaba al campo de mi atracción.
Yo fui la que de esta manera coloqué los cimientos del universo.
Yo soy el único rayo, a partir del cual y en cuyo seno todo llega a ser, se desarrolla y alcanza su plenitud.
Quien me ha encontrado, accede a todas las cosas…
Por el entrelazamiento creativo de mi ser con la naturaleza, actúo como su principio vital, soy el alma del mundo. Soy en verdad el encanto (charme) del universo presente en todo, soy la sonrisa de la creación con muchos rostros.
Soy la entrada (el acceso) al corazón del mundo universal y personal, la puerta de la tierra -la iniciación- yo misma soy este corazón.
Quien me prende, se me entrega, y es prendido por el universo.
En esencia yo soy fértil -es decir: Estoy dirigida hacia el futuro, hacia el ideal.
Vosotros, hombres, cuanto más me busquéis sólo en la dirección del placer, tanto más os vais alejando de mí.
Et usque ad futurum saeculum non desinam… (Ecli 24,9)
Así se fue desarrollando con gran paciencia y en secreto la imagen de la esposa y de la madre… del Logos que debía hacerse hombre, que tiene que divinizarme a mí y por mí a todas las cosas.
Cristo me ha salvado, Él me ha liberado.
Me ha dejado todas mis joyas, desde el cielo ha hecho descender un rayo sobre mí, que me ha elevado sin límites y me ha hecho hermosa sin fin. En el mundo nacido de nuevo, sigo siendo, como lo fui en mi nacimiento, la llamada a la unión con el universo, el encanto del mundo (charme), puesto en un rostro humano.
Mi seducción es constante -pero hacia la luz.
Siempre fascino y arrebato -pero hacia la libertad.
Desde ahora más aún, pues han reconocido mi virginidad. Pero la virgen es siempre una esposa y una madre: éste es el signo del tiempo nuevo.
Yo actúo unida a Cristo y bajo su influjo hasta haber llevado a término la creación…
es una perfección cada vez más cambiante, cada vez más aunada, donde expresan los anhelos de cada nueva generación.
Por lo tanto, mientras el mundo exista, se verán reflejados en mi rostro, que yo benignamente le presté a Beatriz, los sueños del arte y de la ciencia, hacia los que se eleva cada nueva centuria…
Yo soy la belleza inmarcesible de los tiempos futuros.
Yo soy el ideal de la mujer, de la creación nupcial femenina.
Y en cuanto más me voy haciendo mujer de esta manera, tanto más se verán espiritualizadas por mí la forma y la belleza.
En mí, el alma aspira a transformar el cuerpo, la gracia aspira a divinizar el alma.
Quien desee retenerme debe ir transformándose conmigo.
Dios es quien os espera en mí.
Dios, a quien yo atraje mucho antes de que vosotros existiérais… Mucho antes de que el Hombre presintiera mi misión y mi grandeza… ya el Señor me había creado como un todo, como a su Sabiduría, y yo había conquistado su corazón.
¿Pensáis que sin mi purísima belleza, por la cual quedó seducido, hubiera nunca bajado y se hubiera hecho carne en medio de su creación? Sólo el amor puede mover el ser.
Y así Dios, para poder salir de sí mismo, debía esbozar ante Él un sendero con el deseo vehemente de esparcir antes de su llegada un aroma de belleza.
Entonces Él me hizo existir… sobre el abismo -entre la tiera y Él mismo- para estar entre vosotros en mí.
Puesta entre Dios y el mundo como medio de la atracción común, los guío a ambos conjuntamente -éste es mi deseo apasionado, mi misión, hasta que se realice en mí el encuentro, en el que se unen la estirpe y la plenitud de Cristo, por los siglos sin fin. Yo soy
Hasta en el fuego, resistiré, yo como un todo con toda la plenitud de mi origen.
Más aún, seguiré revelándome y dándome a conocer en mi devenir igualmente inagotable, como la seducción sin fin, de la cual yo siempre soy, aunque nadie lo note, el vestido, el rostro y el acceso…
Si pensais que yo no estoy ahí, que me hallo ausente, si me olvidáis y no me tenéis en cuenta, a mí, al aire que respiráis, a la luz de vuestro ojos -siempre estaré ahí, vestida y extasiada con el sol, que yo misma atraje.
¡Yo soy el eterno-femenino!
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