Pío Tamayo en el Barrio Namur, poco antes de su muerte
¡AQUÍ TODOS SOMOS DELINCUENTES!
Agustín Blanco Muñoz
Su palabra fue terminante y lapidaria: ‘Muero asesinado por los verdugos que asesinan también a Venezuela. Me matan con crueldad calculadora’. Y agregó: Mi condena obedece a que dicen que tengo escuela de comunismo en el castillo’. Y corrige: ‘de comunismo no, de idealidad avanzada’. (Diario del Floricultor, t.2, pp.380-381, 1986.).
Pío Tamayo, al sentir cerca su final, inicia la despedida. A la madre le dice porqué lo matan. Lo acusan de comunista sin entender que es la primera voz que se levanta para hacerle reparos a esa doctrina, cuya aplicación ortodoxa no era posible en una sociedad atrapada por la religión, la ignorancia y el atraso.
De allí su propuesta: frente al materialismo violento, la idealidad avanzada que comience por ‘tomar en cuenta al pueblo como agente histórico fundamental’. Algo que no se ha hecho en medio de una política controlada por el positivismo del siglo XIX que alimenta la historia de la épica y el caudillo-mesianismo.
Lo cierto es que este hombre suscribe una concepción histórica que lo aparta de las acciones individualistas y aventureras: el objetivo de la política no puede limitarse al derrocamiento de Gómez. Debe mirar hacia la construcción de un país producto de una acción colectiva.
Por ello, a la hora de su reflexión postrera, señala que la responsabilidad de lo que ocurría en aquella Venezuela, propiedad del gomecismo, correspondía al colectivo:
“Todos tenemos la culpa. No hay uno solo de nosotros que no haya tenido, alguna vez, el mal pensamiento de cooperar con la tiranía; lo que pasa es que no se han tomado el trabajo de irnos a comprar, o han equivocado el precio” . ¿Y cómo negar la vigencia de estas palabras hoy? La tragedia de hoy es la de ayer: todos somos culpables ‘unos por acción y otros por omisión’. Pero en general ‘todos hemos sido cobardes’. (Ibid.,t 3, p. 243)
Y esta actuación se manifiesta ahora contra el propio Pío Tamayo que fue y sigue perseguido. Su voluntad está claramente expresada a su hermano Toño: “Esta carta debe llegar a ti en los minutos inmediatos a mi muerte. No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa, ni aquí ni en el acto del sepelio”. (Ibid,p.253)
Pío manifestó con absoluta claridad y seguridad su voluntad de ser enterrado en su ‘lar natal’. No era hombre para la figuración sino para el hacer creador. Y en concordancia con esta exigencia, sus familiares decidieron oponerse públicamente a la proposición de sacar sus restos del lugar que él decidió. http://historiactual.blogspot.com/2011/03/comunicado-de-familiares-de-pio-tamayo.html
Y de este testimonio, dirigido al Presidente de la AN, ni siquiera hubo respuesta. Como es habitual, se actuó en términos del totalitarismo, contando para ello además con el silencio o complicidad de las oposiciones.
Y así ocurrió. El régimen, sediento de ídolos, símbolos, figuras civiles representativas para crear un altar civil al lado del militar, propone un homenaje para el maestro Simón Díaz y traer los restos de Pío al Panteón.
Allí no hubo debate ni consideraciones. Sólo se decidió sacar los restos de Pío, del espacio de su propia siembra, para traerlo a una aventura que previamente rechazó.
Esta es la actuación de un Estado que se comporta como un delincuente, al margen de la constitución y las leyes.
Su único interés radica en sumar a Pío Tamayo, silenciado hasta por los mismos comunistas, a la comunidad de supuestos creadores del “socialismo científico” en Venezuela.
¿Y qué acaba de ocurrir? La llamada Asamblea Nacional, que nada tiene que ver con legislación y que es permanentemente utilizada por el oficialismo, aprobó por unanimidad el irrespeto a la voluntad del autor del primer manifiesto contra Gómez y a quien su maestro Francisco Suárez, calificó como Americanista o Libertador de las Ideas.
Este irrespeto a la voluntad de un hombre, de y para la politiquería, que deja a un lado toda norma ético-moral, y que se impone por encima de toda legalidad, sólo puede calificarse como un acto delincuencial.
Y de esto está lleno este ex país. Donde no existe respeto a constitución, instituciones, normas, leyes, toda violación se convierte en permisible y admitida. Y eso nos convierte a todos en delincuentes.
Y por ello todos somos culpables de lo que ocurre hoy en este ex país. Frente a un Estado que asume los rasgos propios de la delincuencia nos encontramos un conglomerado obligado a actuar en esa misma dirección.
Y ante esa ausencia total de perspectivas, todos somos culpables, unos por acción y otros por omisión. Sólo que los primeros, por fuerza, violencia y poder, se constituyen en las mayores y más consolidadas empresas delincuenciales. Los segundos les garantizamos su aval y continuidad, por complicidad, miedo, pasividad, silencio o ignorancia.
Pío Tamayo lo vio en aquel momento con diáfana claridad. Hoy este status sólo ha crecido y empeorado. Somos culpables y delincuentes en la medida en que no adquirimos organización y fuerza para enfrentarnos a la escuela asentada hoy en este expaís: el Estado de la delincuencia socialista. T: @ablancomunoz
El Universal, 19 de agosto del 2011.
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