Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 7 de agosto de 2011

El país en su encrucijada

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Notitarde 06-08-2011 |

El país en su encrucijada
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No saldremos de esta trágica y vergonzosa etapa de nuestra historia si no es en unión de todos los partidos y con el concurso de todos los candidatos. Ni Capriles ni Machado, ni muchísimo menos López, Rosales, Pérez, Ledezma, Arria, Pérez Vivas o Álvarez Paz o quien salga electo presidente de la República podrá gobernar en solitario. Cometen una grave ofensa a la Patria quienes desconocen la necesidad imperiosa de la Unidad y la Concertación de todos para abrir los portones del futuro. Quienes por razones bastardas asumen la pérfida argumentación del castro comunismo en contra de nuestros partidos y personalidades e instituciones democráticas no merecen dirigir nuestros destinos. Mientras no tengamos la certeza de que nuestros candidatos son unitarios en alma, corazón y vida, no merecen nuestro respeto. Mucho menos nuestro respaldo.

A Pompeyo Márquez, venezolano y luchador ejemplar

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Nada más encomiable que el esfuerzo de la dirigencia opositora por resolver esta crisis terminal dentro de los cánones que fija y rige la Constitución Nacional. Si fuera posible, electoralmente y sin acudir a instrumentos de presión que aunque establecidos en dicha Constitución, algunos de los cuales poseen incluso carácter de obligatorio cumplimiento por parte de la ciudadanía en caso de darse los presupuestos que hoy imperan muy a nuestro pesar, implicarían graves riesgos para la estabilidad del país. En efecto, los artículos 333 y 350 de la Constitución hacen imperativa la intervención de los ciudadanos cuando algunos de sus principios se vean gravemente quebrantados por la acción del gobernante. Como es el caso. La dirigencia sabrá sobre qué sólidos argumentos se asienta su decisión de aferrarse a la ruta electoral.

Pero como bien nos recuerda la sabiduría popular: la dirigencia propone y Dios dispone. Y lo que parece haber dispuesto para Venezuela es un agravamiento de la crisis que afecta no solo a todos los ámbitos de la realidad nacional, sino incluso a la salud de su mandatario. Precipitando con ello los temores a una salida excepcional, que nadie con dos dedos de frente puede excluir con fe de carbonero. Si bien subsiste la duda razonable de la veracidad de tal enfermedad. Pues la crisis de credibilidad y legitimidad de su gobierno es de tal magnitud, que sobran quienes dudan de su existencia y lo consideran una maniobra desesperada para permitir que una bien dosificada campaña de marketing orquestada por los servicios de inteligencia de La Habana bajo la directa batuta de Fidel Castro, experto en información y desinformación y uno de los más talentosos manipuladores de la historia contemporánea, saque al caudillo venezolano del foso de impopularidad en el que parece haber caído. Como lo acaba de subrayar un ex presidente nicaragüense.

Aún así: la gravedad de la crisis se expresa en un hecho insospechado por quienes nos gobiernan desde La Habana: además de la baja credibilidad que se le atribuye al cáncer presidencial ante la ausencia de respaldo científico que lo avale, no ha provocado en quienes se lo creen a pie juntilla la conmoción pública que los aparatos de seguridad cubanos esperaban. No se le recibió en gloria y majestad a su último regreso de Cuba ni han proliferado las peregrinaciones, rogativas, encargos celestiales, lamentaciones, sahumerios, fumatorios, misas y otros llamados de auxilio al panteón de los dioses tutelares. Chávez habrá subido algunos puntos en las encuestas gracias a la conmiseración de algunos vacilantes que se bajaran de la talanquera, pero no han sido lo suficientemente poderosos como para cambiar la tendencia descendente que lo enfrenta a su difícil desafío.

En rigor, la revelación de un supuesto cáncer de colon solo sirvió para destapar la olla de grillos de su sistema satelital: anulado el Rey Sol, la pelea entre los tristes y desnortados satélites que lo orbitan podría adquirir dimensiones cósmicas. De lo cual se deducen dos verdades temibles para el futuro de la llamada revolución bolivariana: Chávez es el único haber del chavismo. Desaparecido Chávez, desaparece el chavismo. Como lo reafirma con crudeza el refranero: muerto el perro, se acabó la rabia.

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Hemos sostenido que Venezuela vive un grave estado de excepción y que la salida a un estado de excepción de esta magnitud no suele respetar las normas de buen comportamiento. Ni acomodarse a los buenos deseos de sus protagonistas. En juego no está el gobierno de la República: está la República misma. Reconocerlo es obligación de análisis político. Dicha excepcionalidad no desaparecerá por efecto del deseo de quienes tienen la pesada y obligante responsabilidad de asumir la dirección de la lucha contra el castro comunismo gobernante a la cabeza de los sectores democráticos. Ni se esfumará por la acción involuntaria de quienes la han provocado. Descansar en los errores del chavismo, algunos de colosal envergadura, y confiar en que la desaparición física de su deus ex machina por efecto de un cáncer providencial conducirá automáticamente al relevo del chavismo y el automático regreso a la normalidad, es prueba de insolvencia intelectual y moral, reflejo de una profunda crisis de liderazgo.

Se comprende el esfuerzo de nuestra élite por minimizar los riesgos y actuar con alto sentido de responsabilidad histórica. Pero no se comprende que no se adelanten las medidas imperativas para lograr ese plausible desiderátum. ¿Qué razones de alta política impidieron, por ejemplo, que la propuesta de enfrentar las elecciones con una tarjeta única, planteada tanto por Antonio Ledezma como por Leopoldo López, entre otros, fuera acogida sin melindres, acomodos ni mezquindades por parte de los miembros de la MUD? ¿Qué partidos y qué dirigentes se oponen a una unidad profunda y verdadera y antes de enfrentar el criminal asedio del castro comunismo miran al vecino, para impedirle que crezca más allá de lo recomendable para sus personales inquinas e intereses? ¿Quiénes sabotean sistemática y tenazmente la conformación de un acuerdo de concertación nacional?

Lo de la tarjeta unitaria es apenas un síntoma. Si aún castrada de sus aspectos más agresivos ha provocado alarma en los círculos gobernantes, qué sucedería si ante el cuadro de profundo deterioro del chavismo, incluido un eventual cáncer presidencial, la oposición se uniera real y verdaderamente sin miserables zancadillas y prepotentes aspiraciones grupales? ¿Qué lleva a este incomprensible retardo en la definición de las precandidaturas por parte de algunos actores políticos? ¿Juegan a enturbiar el caldo en la esperanza de reeditar pasadas hazañas de próceres que se encumbraron a la presidencia en medio de las más adversas condiciones? ¿Es justo que la República penda del capricho, la voluntad o la marrullería de quienes apuestan antes a sus personales intereses que a la resolución segura y definitiva de esta grave crisis de excepción?

Son demasiadas preguntas sin respuestas. Precisamente en momentos en que se abre un forado en el telón de acero del régimen y el país espera anhelante por muestras de grandeza y estadismo que refuercen la confianza de los venezolanos en sus partidos y liderazgos.

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La clase política ha desperdiciado una ocasión histórica puesta ante sus ojos por la actuación de nuestra selección en la Copa América y la reacción unánime del país ante su esplendoroso desempeño como para comprender que las fuerzas vivas de la Nación anhelan la unidad nacional y claman por la recuperación de nuestra soberanía. Si la oposición actuara en equipo, con el único propósito de vencer a quienes nos humillan como Nación y nos entregan atados de pies y manos al invasor extranjero, recibiría el respaldo mayoritario de la Venezuela democrática. El hecho incontrarrestable fue que el régimen no pudo apropiarse de un triunfo que les pertenece a la Nación y a la nacionalidad, no a la manipulación de quienes se someten al imperio del castro comunismo. Si enfrentados Venezuela y Cuba nuestra gente se pronunciaría mayoritariamente por nuestros colores patrios, ¿por qué en el ámbito de la política habríamos de aceptar someternos al dominio extranjero?

Es ese orgullo patrio, esa entrega desinteresada a nuestro destino histórico el que los venezolanos no perciben en nuestra clase política. A la que siguen viendo con los prejuicios del pasado. Perjuicios que fueron alimentados en casos específicos por la propia dirigencia. ¿Qué prurito de superioridad o pureza les impide a algunos de nuestros candidatos aparecer de la mano con quienes compiten junto a ellos por la nominación presidencial? ¿Qué le avergüenza a quienes le huyen a nobles y dignos venezolanos porque aparecer junto a ellos les acarrearía alguna merma en las encuestas? ¿Qué les impide hacerse solidarios con nuestro pasado democrático y reconocer que nada serían sin ese pasado? ¿Cuándo se iniciaron en política todos ellos, si no fue durante la vigencia plena del estado de Derecho y las normas de convivencia democrática? ¿De qué partidos provienen todos, si no de los que nos libraron de la dictadura gomecista y del lastre perezjimenista? ¿Qué pureza de sangre o de origen en las lides políticas pueden exhibir quienes se niegan a mostrarse en equipo ante el imaginario nacional?

No saldremos de esta trágica y vergonzosa etapa de nuestra historia si no es en unión de todos los partidos y con el concurso de todos los candidatos. Ni Capriles ni Machado, ni muchísimo menos López, Rosales, Ledezma, Arria o Álvarez Paz, o quien salga electo presidente de la República, podrá gobernar en solitario. Cometen una grave ofensa a la Patria quienes desconocen la necesidad imperiosa de la Unidad y la Concertación de todos para abrir los portones del futuro. Quienes por razones bastardas asumen la pérfida argumentación del castro comunismo en contra de nuestros partidos y personalidades e instituciones democráticas no merecen dirigir nuestros destinos. Mientras no tengamos la certeza de que nuestros candidatos son unitarios en alma, corazón y vida, no merecen nuestro respeto. Mucho menos nuestro respaldo.

E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com

Twitter: @sangarccs

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