Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 21 de agosto de 2011

Ven por qué estamos en una toma de conciencia individual y colectiva!!!

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Notitarde 20-08-2011 |

Es la hora de la grandeza

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Ante esta "grave crisis de pueblo", como la llamara en 1951 Mario Briceño Iragorri, debemos despertar todos nuestros sentidos, dejar de lado nuestro natural veleidoso e inmediatista y enfrentar los graves desafíos del futuro con responsabilidad moral, con responsabilidad ciudadana. El país requiere unirse como una sola fuerza y elegir al mejor, al más preparado, al más experimentado y al más responsable de sus líderes para encabezar la cruzada de la reconstrucción nacional. No es la hora de la ambición irresponsable de hombres y partidos: es la hora de la grandeza nacional.

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El tiempo dirá si fue Castro el que arrastró a Chávez torbellino abajo, o si fue Chávez el que al atar su destino al Castro agonizante terminó de hundirlo en los abismos. Lo cierto y ya inevitable es que ambos caudillos penden de un hilo y con ellos sendos regímenes: la caída de Chávez, precipitada por un trágico imponderable como un cáncer del que solo Castro conoce la envergadura, precipitará la crisis terminal del castrismo. O, mejor dicho, del castrochavismo. Una insólita criatura pergeñada en los laboratorios castristas del Foro de Sao Paulo.

Si es cierto que no hay chavismo sin Chávez, como ha quedado demostrado en estos meses desconcertantes en que el gobierno ha quedado literalmente a la deriva, también es cierto que ya tampoco hay castrismo sin Chávez. La desaparición de Chávez con la consecuente crisis terminal de su movimiento acarreará la inopia absoluta de un régimen en estado geriátrico, incapaz de autoalimentarse. Roto el cordón umbilical laboriosamente establecido por el castrismo con el auxilio de Lula y el Foro de Sao Paulo, la materia nutricia que mantiene con vida a la tiranía cubana comenzará a dar peores estertores que los que diera cuando el retiro de la asistencia de la Unión Soviética. El 80% de lo que los cubanos consumen es importado. Y de ese 80% más del 60% es financiado directamente por el régimen chavista. Saque Ud. La cuenta.

Ello explica la dramática y desesperada intervención personal de Fidel Castro en el diagnóstico y tratamiento del cáncer de Hugo Chávez. Dicho cáncer, del que luego de dos largos y tormentosos meses aún no se tienen referencias serias, ha alterado la agenda bilateral precipitando la decisión castrista de radicalizar los acontecimientos y preparar las condiciones para amarrarse al poder de nuestro país, sea gerenciando el pase de Hugo Chávez a su hermano Adán por vía electoral, sea asegurando por cualquier otra vía, incluso la violenta y directa de un autogolpe, el mantenimiento del Poder en manos cubanas.

De allí la agresividad con que el chavismo ha decidido encarar a la oposición venezolana, el paquete de acusaciones absurdas e insensatas con que ha decidido entorpecer el funcionamiento de la Asamblea Nacional, y el estridente coro de reclamos por razones fútiles e infundadas sin otro objetivo que desprestigiar a la MUD. Una misión prácticamente imposible, dado el gigantesco lastre de desafueros, corruptelas y escándalos que pesan sobre el débil entarimado presidencial, carente de toda legitimidad moral y política como para convertirse, de acusado, en acusador. Todo pareciera indicar que estamos con una tempestad a la vista. En el peor y más indiscreto de los momentos para el régimen, cuando la muerte toca a su puerta. A comprar alpargatas, que lo que viene es joropo.

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De acuerdo a muy serios pronunciamientos de especialistas, la enfermedad que aqueja al primer mandatario, sin que sea necesariamente mortal en el corto plazo, y los demoledores efectos del tratamiento de quimioterapia al que está siendo sometido, seguramente mermen sus facultades como para llevar a cabo una campaña electoral que será ardua, intensa y crucial. Según Carlos Alberto Montaner, siempre excelentemente informado de lo que acontece en las esferas del Poder en La Habana, la anulación de Hugo Chávez, el único hombre de Castro en Caracas, habría desatado no solo los peores temores del castrismo sino la decisión de asegurar la permanencia en el poder por parte de sus socios caraqueños a cualquier precio. Incluso el de la violencia, como se adelantara a revelarlo el escogido del castrismo, Adán Chávez, a su regreso desde La Habana luego del 11 de junio, cuando su hermano fuera operado de un absceso pélvico. Para la economía cubana, la pérdida del Poder por parte del chavismo, tendría consecuencias muchísimo más graves que las del fin del respaldo soviético. Auguraría, casi sin ninguna duda, el inevitable fin del castrocomunismo. Y la debacle del último intento injerencista por parte del comunismo en América Latina. Con su correspondiente efecto dominó sobre los restantes países bajo la influencia del Foro.

De allí la situación extremadamente compleja que vive Venezuela, en la que debido primordialmente al papel estratégico que juega su petróleo se entrecruzan y enfrentan intereses nacionales, representados especialmente por las fuerzas de la oposición democrática y todas las instituciones, contra las fuerzas del régimen dominante coaligado con vitales intereses extranjeros, que van desde el régimen cubano y las Farc, pasando por los países miembros del Alba y la izquierda latinoamericana, hasta los sectores talibanes del Medio Oriente - Irak, Siria, Libia, Palestina - y los movimientos integristas que han echado sus raíces en la región a través de la plataforma de penetración que les asegurara el régimen chavista.

De allí la angustia que acomete a los personeros del alto gobierno ante la perspectiva cierta de perder las elecciones de diciembre de 2012 y con ello desbaratar una partida de altos intereses internacionales. Es precisamente la combinación de esos intereses extranjeros sumados a los intentos por desplazar definitivamente el régimen democrático para instaurar una dictadura totalitaria lo que le da la verdadera dimensión al envite en juego. No solo ni siquiera primordialmente desplazar un mal gobierno, sino hacer fracasar el último intento del castrocomunismo por sobrevivir en Cuba, su base originaria, estabilizar su penetración en la cabecera de playa de Tierra Firme y consolidar los avances logrados en Nicaragua, Ecuador, Bolivia, eventualmente Perú, Brasil y Argentina.

De allí la pertinencia de imaginar las consecuencias que acarrearía una victoria opositora, que hoy luce más cercana y posible que nunca antes, y las eventuales respuestas que encontraría en quienes serán desplazados del poder perdiendo una partida de dimensiones trascendentales. No contamos con ningún otro antecedente para imaginar el probable escenario postchavista y los desafíos que deberá enfrentar y resolver el gobierno de transición que surja de los comicios de diciembre de 2012 que el del gobierno de Rómulo Betancourt luego de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez y los graves intentos desestabilizadores de derecha e izquierda que debió enfrentar: golpes de Estado, insurrecciones, motines, atentados y una ininterrumpida acción insurreccional que culminara con la gestación de focos guerrilleros, guerra de guerrillas y la intervención directa de tropas cubano venezolanas que dificultaron inmensamente la gobernabilidad durante la década de los sesenta. Y cuyos rescoldos mantuvieron tal intensidad, que permitieron su reanimación y resurgimiento con los golpes de Estado de febrero y noviembre de 1992 y el triunfo electoral del teniente coronel Hugo Chávez seis años después.

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Heinz Dieterich ha terminado por comprender que la esperanza que despertara el chavismo de llevar a la práctica una muy peculiar forma de socialismo científico, que él mismo bautizara como socialismo del siglo XXI, ha desembocado en un estruendoso, lamentable y patético fracaso. Si bien cierto que el de Chávez jamás fue un proyecto revolucionario y socialista: para él, exactamente como sucediera con Fidel Castro, el socialismo fue la mascarada de un voraz e insaciable caudillismo autocrático, militarista y dictatorial. Tras 52 años, Cuba solo tiene de socialismo su Estado policial y su ferocidad represora. Ha sido incapaz de desarrollar los medios y las relaciones de producción necesarias como para resolver su propia subsistencia. El socialismo cubano, además de mascarada montada a costo de la beneficencia pública internacional, ha sido el capricho paranoico de un tirano que necesitó vivir a expensas de la caridad de sus congéneres: los soviéticos, que lo aceptaron como posesión colonial geoestratégica y cuarenta años después los militares venezolanos golpistas, que en su brutal analfabetismo requerían cubrirse con el manto mesiánico de una dictadura totalitaria, antinorteamericana y anti capitalista para legitimar su dictadura. La única novedad: solapar su control policial con el populismo clientelar que le permitiera el rentismo petrolero y relegitimarse periódicamente con el ritualismo electorero. Cada vez más fraudulento, más ilegítimo, más turbio, más contaminado.

La liquidación de la capacidad productiva del país y su conversión en economía de puertos, además de arrastrar a la quiebra de su capacidad instalada y la debacle del conjunto de sus instituciones, ha llegado a un punto crítico de no retorno. El chavismo hace aguas como gobierno –el peor de nuestros doscientos años de historia–, como proyecto político y como experimento sociocultural. Ha desatado fuerzas que comienzan a rebelársele, ante la evidente frustración de sus vanas y absurdas promesas. Volvemos al punto de partida exactamente como lo previera hace 150 años, ante insurrecciones y rebeliones de este mismo signo aunque de distinto enmascaramiento, el pensador Cecilio Acosta: "Las convulsiones intestinas han dado sacrificios, pero no mejoras, lágrimas, pero no cosechas. Han sido siempre un extravío para volver al mismo punto, con un desengaño de más, con un tesoro de menos". Cuarenta años después, en 1893, Luis Level de Goda llegaba a la misma conclusión: "Las revoluciones no han producido en Venezuela sino el caudillaje más vulgar, gobiernos personales y de caciques, grandes desórdenes y desafueros, corrupción, y una larga y horrenda tiranía, la ruina moral del país y la degradación de un gran número de venezolanos".

Ante esta "grave crisis de pueblo", como la llamara en 1951 Mario Briceño Iragorri, debemos despertar todos nuestros sentidos, dejar de lado nuestro natural veleidoso e inmediatista y enfrentar los graves desafíos del futuro con responsabilidad moral, con responsabilidad ciudadana, con grandeza. El país requiere unirse como una sola fuerza y elegir al mejor, al más preparado, al más experimentado y al más responsable de sus líderes para encabezar la cruzada de la reconstrucción nacional. No es la hora de la ambición irresponsable de hombres y partidos: es la hora de la grandeza nacional.

E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com

Twitter: @sangarccs

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