Cuando me encontré con papá, en su ciudad natal,
Bielefeld (Westfalia, Alemania) caminamos mucho
para conversar en medio de bellos paisajes y calles
pulcras. Observaba que nadie escupía ni
botaba los espantosos gargajos que aqui son una
cualidad del gentilicio, Y YO LOS ODIO, ME
REPUGNAN, ME PARECEN UNA VIOLACIÓN A MIS
DERECHOS HUMANOS, y por eso le pregunté a
papá la causa de que pasaban personas de todo tipo
y nadie escupía...UN FENOMENO PARA MI...
Pues muy tranquilo me contestó que eso era formación
desde la escuela básica...y siguió caminando.
Muchachos universitarios, si esperan que la
idiota fanática de la Ministra de Educación vaya a
conversar con Uds. recuerden su interpelación
en la Asamblea nacional y su cara y voz de pitbull
cuando atacaban a su comandanteoresidente
o a alguna de sus creencias nacidas de su lavado de cerebro.
Esta es una sociedad que desde 1970 perdió
lo que tuvieron algunos especímenes humanos
de la Venezuela de antes: su convicción que hacer Patria
era a través del conocimiento.
En manos de Uds. está la salvación de este país
que puede convertirse en un zoológico, recuerden
que se decía que Venezuela y Cuba se parecían
por su exclusivo interés por la política...O sea.
Hay países (son unos cuantos, pero no muchos) que tienen el respeto al conocimiento como una norma.
También tienen gente que reniega de los científicos y de los intelectuales, por supuesto, a todo nivel: Silvio Berlusconi en la cultísima Italia, por ejemplo, o el reaccionario movimiento Tea Party en esa inmensa fábrica de investigación e innovación que es Estados Unidos. En todos lados hay personas poco educadas que desconfían de quien tiene títulos universitarios y los usa. O de quien no los tiene, pero sabe su oficio, mantiene viva su curiosidad, se afana para resolver problemas. Estos países, algunos de ellos con mucha historia y otros con tanta como puede tener el nuestro, producen ciencia y cultura y las exportan, defienden una idea de progreso. Cuidan sus universidades y sus laboratorios, protegen la propiedad intelectual. Cuando sufren una crisis política o económica, o una catástrofe natural, tienen más posibilidades de defenderse, como lo hizo Chile con el terremoto del año pasado.
Y hay países (que sí son muchos más, me temo) donde una historia de exclusión, pobreza y precaria construcción de instituciones ha mantenido a anchos sectores de la población ajenos a los incuestionables beneficios de la buena educación (digo buena, porque no basta con alimentar las estadísticas oficiales: hay que proveer a esos millones de estudiantes una educación que verdaderamente les sirva para vivir mejor). Y en estos últimos, sobre todo cuando no hay una relación directa entre el nivel educativo y el éxito económico como es el caso de Venezuela, pasa que abunda la gente que no sólo no se preocupa por aprender y por pensar, sino que se enorgullece de no hacerlo. Que manifiesta una verdadera aversión a meterse información en la cabeza. Y también, repulsión hacia quienes sí quieren hacerlo. Repulsión que se manifiesta en la escuela, en la casa, en la calle, en los medios, en la industria, en el comercio, en el gobierno.
Se apoyan en la mayoría. Se apoyan en que, aquí, la ignorancia es aparentemente el paradigma, aunque suelan predicar lo contrario. Dicen que los que piensan son amargados, o amanerados, o inútiles, o cobardes. Aquí, la inteligencia ha sido insultada, siempre, por la izquierda y la derecha, por los gobiernos y por las oposiciones, por los civiles y por los militares, por los pobres y por los ricos. El antiintelectualismo, núcleo de los regímenes totalitarios, alimento de las dictaduras, ha estado aquí siempre. Claro, hoy vive una época dorada. Pero el uso que de esa fobia al conocimiento hacen en el presente el mercado y la política, ha existido aquí desde la Independencia.
Es algo que ha validado nuestra condición de país petrolero y eso que sacar petróleo y venderlo bien requiere mucho conocimiento porque el país ha vivido de eso, mal que bien, sin sentir mayor necesidad de ser competitivo ni verdaderamente productivo. Nos encanta decir que la educación es lo primero, pero como ha dicho Carolina Jaimes Branger, siempre nos oponemos a que construyan una escuela en la calle de enfrente.
La situación atraviesa los siglos y los gobiernos.
Y mientras tanto, asfixian a las universidades y a instituciones como el IVIC. Y la gente que sí está preparada para manejar el país, o para levantar nuestra economía, o para mejorar nuestra calidad de vida, se harta y se va
Caracas 13 de marzo 2011, pág. 6
(La vida sigue)
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