JACQUES MARITAIN: VIDA Y OBRA
DEL APÓSTOL LAICO MÁS GRANDE DEL SIGLO XX
Ambrosio Romero Carranza
Profesor de Derecho Político de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires,
Argentina.
(Esta
biografía fue publicada por la revista argentina 'RUMBO SOCIAL', en su número
25, de Octubre - Diciembre de 1982, conmemorativo del centenario del nacimiento
de Jacques Maritain. Su autor era en esa época el Director de la revista).
1.- JUVENTUD. ENCUENTRO CON RAÏSSA
OUMANÇOFF Y HENRI BERGSON
Jacques Maritain, nacido en París
el 18 de noviembre de 1882 y fallecido en Tolosa
(Francia) el 28 de abril de 1973 a
los noventa y un años de edad, puede ser
llamado el apóstol laico más grande
de nuestra centuria, por cuanto desde los albores del siglo XX vivió, habló,
actuó e influyó cristianamente en al mundo de una manera constante y talentosa
como ningún otros seglar contemporáneo lo ha hecho. Y supo ejercer el
apostolado laico del modo recomendado por el Concilio Vaticano II: con el
ejemplo de su vida, el testimonio de su fe y la irradiación de la palabra oral
y escrita.
Perteneciente a una familia
protestante, y habiendo estudiado durante su juventud filosofía en la Sorbona
cuando allí se enseñaba el más crudo positivismo, nada parecía destinarlo a ese
apostolado.
Tampoco parecía que influiría en su
conversión al catolicismo el encuentro en la Sorbona con la joven Raissa
Oumançoff que estudiaba en la Facultad de Ciencias. Ella, nacida en Rostof
(Rusia) el 12 de septiembre de 1883, era hija de hebreos refugiados en Francia
para librarse de la discriminación racial existente entre los rusos. "Los
estudiantes y doctores que frecuentaban la casa de mis padres en París - narra
Raissa - consideraban que todo en la vida dependía de los descubrimientos
efectuados por las ciencias naturales y físicas. Todos eran deterministas,
positivistas, materialistas, y yo lo era con ellos"
Sin embargo, sentía la inquietud de
buscar la Verdad, y esa inquietud la llevó a trabar una gran amistad con
Maritain, quien, después de licenciarse en Filosofía, estudiaba licenciatura de
Ciencias. Allí frecuentaron, él y Raissa, convertida en su novia, los mismos
cursos sin sentirse satisfechos con la enseñanza materialista del positivismo
reinante en la Sorbona. Los dos sentían por igual hambre de la sabiduría
metafísica que no le brindaban sus maestros, y consideraban que "si debían
renunciar a encontrar un sentido cualquiera a la palabra Verdad, a la
distinción del bien del mal y de lo injusto y de lo justo, no era posible vivir
humanamente".
En ese libro de Raissa (Raissa
Maritain, 'Las Grandes Amistades', página 112) que tomamos en cuenta para
narrar la vida de Maritain, se encuentra detallado el camino que los llevó a
transformarse en un gran filósofo católico. El primer paso por ese camino fue
su amistad con un eximio escritor diez años mayor que él, Charles Peguy, quien,
aun cuando bautizado en la Iglesia Católica, se había apartado de ella
militando junto con su esposa en las filas del socialismo, y, fundando una
librería, dirigía la famosa revista titulada 'Les Cahiers de la Quinzalne'.
Peguy trabó profunda amistad con la madre de Jacques Maritain, y a éste lo
consideraba como un hermano menor. Peguy despreciaba a los maestros
positivistas de la Sorbona, a la cual acusaba de ser la ciudadela de los
errores del mundo moderno. Por eso, indicó a Jacques y a Raissa que fuesen a
escuchar a un filósofo que, sin ser cristiano, era espiritualista, y que
dictaba sus clases en el College de France: Henri Bergson (francés de raza
hebrea).
"Físicamente - escribe
Raissa - parecía fácil ir de la Sorbona al College de France: bastaba cruzar la
calle Saint-Jacques y dar unos pasos por la calle des Ecoles; pero el hacerlo
no era tan fácil como se podía creer. Entre esas dos instituciones existía una
montaña de prejuicios y de desconfianza, sobre todo por parte de los profesores
de la Sorbona, respecto de la filosofía de Bergson. De manera que era muy difícil
a los jóvenes estudiantes de la Sorbona ir al College de France. Pero Peguy nos
hizo atravesar a Jacques y a mí la calle Saint-Jacques para escuchar a
Bergson" ('Las Grandes Amistades', p. 116).
Maritain y su novia cruzaron, pues,
esa especie de Rubicón constituido por la calle Saint Jacques, incurriendo así
en el anatema de la Ciencia Oficial dictada en la Sorbona, para convertirse en
asiduos asistentes a las clases de quien demostraba que, por la intuición, los
seres humanos eran capaces de llegar a lo absoluto.
Sin embargo, la filosofía de
Bergson no satisfacía a Maritain, quien en su libro titulado 'De Bergson a
Santo Tomás de Aquino', escribe: "En el tiempo en que seguíamos
con el pequeño grupo de Peguy y Georges Sorel las clases de Bergson en el Colegio
de Francia, esperábamos de él la revelación de una nuevo metafísica, y era esto
lo que perecía prometernos. En realidad no fue así: Bergson no nos proporcionó
tal metafísica ni en momento alguno tuvo la intención de dárnosla. Por eso,
para muchos de nosotros la decepción resultó muy viva. Nos parecía que una
promesa sobre la cual contábamos no había sido cumplida. A la distancia, cuando
hoy pensamos de nuevo en todo aquello, las cosas nos aparecen bajo una luz
diferente: cuando Bergson realzaba el valor y la dignidad de la metafísica en
los espíritus que lo escuchaban; cuando con un acento inolvidable les
declaraba: Estamos, nos movemos y vivimos en lo absoluto, despertaba en ellos
el deseo metafísico. Era esa ya una obra muy grande. Y quizás nada emocionaba
más que el desprendimiento con que él dejaba que ese deseo, una vez despertado
en sus alumnos, condujera a algunos hacia una metafísica que no era la
suya". (página 10 de la traducción al español publicada par la
Editorial Club de Lectores, Bs. As., 1967).
Así ocurrió con Maritain; su hambre
metafísico, despertado y consolidado en aquellas clases, lo determinó a
emprender un camino intelectual que no era el de Bergson.
En aquellos primeros años de
nuestro siglo (1902-1905), decepcionado el joven Maritain de la filosofía
bergsoniana y buscando descubrir ese Absoluto que es Dios, del cual hablaba su
maestro sin proporcionarle la posibilidad de encontrarlo, leyó a Pascal, a
Ruysbroeck y a León Bloy, y fue especialmente la lectura de los libros de este
último (quien se llamaba a sí mismo "el peregrino de lo Absoluto") lo
que determinaría su conversión al catolicismo.
2.- CONVERSIÓN BAJO LA INFLUENCIA
DE LEÓN BLOY
"En mi infancia -
escribe Maritain en su 'Confesión de Fe' - fui instruido en el
protestantismo liberal. Más tarde conocí los diversos aspectos del pensamiento
laicista. La filosofía cientista y fenomenista de mis maestros de la Sorbona me
llevó en definitiva a desesperar de la razón. En algún momento llegué a creer
que podría encontrar la certeza integral en las ciencias. Felix Le Dantec
pensaba que yo sería discípulo de su materialismo biológico. Mi mayor deuda a
los estudios de esa época en la Facultad de Ciencias fue el encuentro, no con
Le Dontec, sino con Raissa, a la que desde entonces tuve la dicha de contar
para todos mis trabajos en una perfecta y saludable comunión. Bergson fue el
primero que respondió a nuestro deseo profundo de verdad metafísica, y el que
despertó en nosotros el sentimiento de lo Absoluto". ('Confesión de
Fe', traducción del original francés publicado por Editions de la Maison
Francaise).
Raissa Maritain recuerda que "una
brillante renovación religiosa se habla efectuado en Francia en los tiempo de
Lacordaire, de Ozanam, de Montalembert y de Dom Guéranger. Sin embargo, a lo
largo del siglo XIX, es sobre todo por la humilde fe de un gran número de
santos que la religión católica y la sabiduría mística habían seguido su más
fecunda vida. No debemos olvidar que esa centuria dio a Francia el santo Cura
de d'Ars, a Santa Bernardita de Lourdes y a Santa Teresita del Niño Jesús. Pero
fue solamente bajo la acción del Papa León XIII que a fin del siglo pasado el
catolicismo francés empezó a volver a encontrar el brillo de su enseñanza
doctrinal". ('Las Grandes Amistades', p. 80).
A pesar de la renovación religiosa
producida en Francia, Jacques y Raissa habían despreciado el catolicismo por
considerarlo una religión de los ricos, los poderosos y los felices de este
mundo que pretendían conservar, para su propio beneficio, las tinieblas
medievales, y que en el mundo parisiense olvidaban los sufrimientos del pueblo
trabajador. Par otra parte, tanto la madre de Jacques como los padres de Raissa
tenían la peor idea de la religión católica. Pero el encuentro y la amistad can
León Bloy sería causa decisiva para que ambos jóvenes se desligaran de esos
prejuicios y vieran al catolicismo como realmente es: la religión del Amor, la
Paz, la Verdad, la Libertad y la Justicia.
Maritain, en una conferencia
pronunciada en los Cursos de Cultura Católica de Buenos Aires el 9 de octubre
de 1936, recordó: "la primera vez que vi a León Bloy fue en su
casa de Montmartre, cuando vivía en Rue du Chevalier de la Barre. Después de
leer algunos de sus libros, Raissa y yo le habíamos escrito con mucho temor y
temblor una carta de admiración. En respuesta a esa carta, junto al envío
generoso de algunos ejemplares de sus libros, nos había invitado bondadosamente
a visitarle. Nos sedujo en cuanto entramos la sencillez y la paz de aquella
casa pobre, por encima de la cual parecían moverse sin ruido las alas del
milagro. La esposa de Bloy, de alta estatura, de rostro blanco y noble, con
grandes ojos tranquilos y llenos de bondad, salió a recibirnos. Sus dos
hijitas, Verónica y Magdalena, estaban con ella. Bloy nos habló casi
tímidamente; siempre hablaba así en voz baja, pues detestaba las vociferaciones
orales. Se veía que sólo las almas le interesaban, y que era con ellas que
buscaba entenderse desde el primer momento. Empero, no había en él ninguna
especie de celo proselitista; sólo había mucho amor y el sentido del misterio
oculto en el menor suceso y en la menor coincidencia". (páginas
9 y lO de esa conferencia publicada por Adsum, Bs. As., 1937, bajo el titulo de
'León Bloy').
Maritain y Raissa admiraron en Bloy
la inmensidad de su alma, su celo ardiente por la Justicia y su amor por la
belleza de la religión católica que practicaba con fervor. Bloy les reveló la
existencia de una fe vivida a fondo por un hombre pobre, cuya vida y la de su
mujer y sus hijas transcurría casi en la miseria. No era, pues, el catolicismo
únicamente la religión de los ricos. Maurice Maeterlinck había publicado un
gran elogio del libro de León Bloy titulado 'La mujer pobre', y fue leyendo ese
elogio que Maritain se decidió a escribirle aquella carta pidiéndole una
entrevista. La amistad perduró trece años consecutivos hasta el día de su
muerte, ocurrida en 1917. A su vez, Bloy amó a la joven e inteligente pareja
que a él llegó en busca de la Verdad, y los incitó que, para ello, leyeran
vidas de santos y las revelaciones de Catalina Emmerich, a fin de que allí
encontraran a Quien dijo: Yo soy la Verdad, la Vida, el Camino, la Luz, y el
que me sigue no andará en tinieblas (Juan: 8, 12). la sed metafísica que
atormentaba a Jacques y a Raissa, quedando saciada con lo que descubrieron en
aquellos lecturas, comprendieron el significado de una frase repetida por Bloy:
"La mayor tristeza de la vida es la de no ser santo".
El apostolado laico de León Bloy
abrió los ojos de Maritain, hasta entonces cerrados para las verdades del
cristianismo. Por eso, en la conferencia que acabamos de citar, Maritain
reconoció: "Mi vida se divide en dos partes: la que precede y la
que sigue al encuentro con León Bloy" (p. 47).
La vida de los santos, los escritos
de los místicos, las revelaciones de Catalina Emmerich, la lectura de la Biblia
y la operación de la Gracia hicieron que Jacques y Raissa desearan vivir la
auténtica existencia cristiana en la que todo es amor, orden, calma y verdad.
El 11 de junio de 1906, ellos, que habían contraído matrimonio civil el 26 de
noviembre de 1904, pidieron y recibieron en Notre Dame de París el bautismo
católico junto con Vera (hermana de Raissa también convertida), siendo los Bloy
sus padrinos. Luego, Jacques y Raissa procedieron acontraer matrimonio
religioso. Y en su hogar Vera estuvo siempre con ellos compartiendo su ardiente
fe cristiana.
Tanto para los padres de Raissa
como para la madre de Jacques aquella conversión al catolicismo de sus hijos
causó un gran desagrado. Para aquéllos constituía una traición a la raza
hebrea, y para ésta una traición al progreso. En la mente de la madre de
Maritain el progreso iba unido al triunfo de la Tercera República Francesa
perseguidora del catolicismo, república de la cual su padre, Julio Favre, había
sido un ardiente y destacado adalid político. Sin desalentarse ante la
oposición de su familia y de muchos amigos, Jacques y Raissa se mantuvieron
firmes y cada vez más decididos en la fe cristiana recién adquirida.
La madre de Maritain pidió a Peguy
que tratara de contrarrestar en su hijo la influencia católica de León Bloy.
Ella no sabía que, si bien Peguy no simpatizaba con el autor de 'La mujer
pobre', empero estaba siguiendo el mismo camino religioso que Jacques, y por
eso envió a éste al monasterio benedictino de Solesmes, situado en Inglaterra,
para hacerle saber a su amigo de juventud, Dom Baillet, quien rezaba por su
conversión, la buena nueva de que había abandonado sus ideas socialistas para
regresar a la fe católica de su infancia. Sin embargo, Peguy todavía ocultaba
su conversión a fin de no irritar a su esposa e impedir que planteara una
separación conyugal, porque ella, fuertemente imbuida de ideas anticatólicas,
se negaba a contraer matrimonio religioso y a bautizar a sus hijos. Sólo se
convirtió aquella mujer después de que su marido murió luchando valientemente
por Francia en la guerra de 1914.
Durante la estada de Maritain en el
monasterio de Solesmes, el abad benedictino le recomendó la dirección
espiritual del dominico Humberto Clerissac (autor del famoso libro 'Misterio de
la Iglesia'), quien trabó con él una gran amistad y lo indujo a leer a Santo
Tomás de Aquino. Esa lectura, deslumbrando a Maritain, lo convirtió en un
inteligente intérprete del Doctor Angélico.
Acerca del tomismo y para explicar
el deslumbramiento que le produjo la filosofía del Aquinatense, Maritain
escribió: "Yo, que había peregrinado apasionadamente por todas
las doctrinos de los filósofos modernos sin haber encontrado otra cosa que
decepción y enorme incertidumbre, al leer la Suma Teológica de Santo Tomás
recibí una especie de iluminación de la razón. Entonces encontré en forma plena
mi vocación filosófica. 'Desdichado de mí si no tomistizara' - escribí en uno
de mis primeros libros -; y después de treinta años de trabajos y combate he
caminado siempre por la misma ruta filosófica". ('Confesión de
Fe', escrita en 1941).
En otra ocasión también escribió a
este respecto: "Me permito señalar que la filosofía tomista no es
una filosofía de escuela y de museo, sino una filosofía de aire libre, en la
que la experiencia concreta y constantemente renovada desempeña un papel
principal. Es una filosofía que se alimenta de la herencia de una tradición muy
larga, pero es capaz de penetrar en los problemas del tiempo y, avanzando hacia
las cosas nuevas con una tranquila osadía, ambiciona poder dar a todos la
Verdad". (página 13 de su prólogo al libro de Henri Bars: 'La
política según Maritain', Editorial Nova Terra, Barcelona, 1963).
3.- COMIENZOS DE UN APOSTOLADO
LAICO
Dueño ya de una fe inconmovible y
después de haber pasado dos años en Heidelberg estudiando ciencias biológicas
en una beca que le había sido concedida, Maritain vuelve a Francia. Comienza
entonces a realizar su apostolado cristiano por medio de la palabra hablada y
escrita, apostolado que perdurará más de sesenta años hasta el día de su muerte
ocurrida en abril de 1973, dejando cincuenta y cinco libros salidos de su
pluma.
Ante todo, ese su apostolado fue
filosófico y basado, muy especialmente, en la filosofía tomista. Tomistizar fue
para él no solamente penetrar, esclarecer y exponer la doctrina de Tomás de
Aquino, sino enfrentarlo a la actualidad histórica para asumir sus ansias,
descifrar su sentido y orientar su marcha.
Desde el año 1912, Maritain busca
el modo de hacer penetrar el pensamiento tomista dentro de la cultura profana y
del campo cerrado de las filosofías contemporáneas, como así nos señala Raissa
en el tomo segundo de 'Las Grandes Amistades', que ella tituló 'Las aventuras
de la Gracia' (p. 254).
Los primeros artículos publicados
por Maritain: 'La Ciencia Moderna y la razón' y 'El evolucionismo bergsoniano',
y sus primeros clases dadas en el Colegio Stanislas de París, versaron acerca
de la Filosofía en general y del tomismo en especial.
Cuando Maritain publicó sus
primeros artículos y pronunció sus primeras conferencias, la idea de realizar
un ardiente apostolado tomista recubrió todo lo restante. Estaba persuadido que
la filosofía del Aquinatense, con su poderosa estructura, había quedado oculta
durante siglos en las formas de la Teología, sin desarrollarse por sí misma
según su esencia, y que al fin le había llegado el tiempo de tomar su forma
propia, su organización interna y su desarrollo autónomo como una filosofía
(ver p. 269 de 'Las aventuras de la Gracia').
El Curso dado por Maritain,
señalando los aciertos y las fallas de la filosofía de Bergson, alcanzó en el
año 1912 un gran éxito. Entre los numerosos concurrentes a esas clases
figuraban León Bloy y Ernesto Psichari. Este último, nieto de Ernesto Renán,
era gran amigo de Jacques, y en gran parte bajo su influencia poco a poco se
fue convirtiendo al catolicismo. "La aventura de la fe vivida por
Maritain había de repercutir en sus mejores amigos. Ernesto Psichari y Carlos
Péguy cosecharon el mismo fruto que su amigo Jacques en su ascensión permanente
hacia Dios" - escribe Jesús Ginés Ortega en su artículo titulado
'Maritain, el hombre, el filósofo, el cristiano', publicado en la página 77 de
la revista Política y Espíritu. Ginés Ortega agrega en ese artículo: "Así
como en su trayectoria filosófica supo ir Maritain a contrapelo de la dictadura
impuesta por los positivistas de la Sorbona, en su vida interior tuvo que
enfrentarse a un ambiente poco propicio para la fe. Pero, en su condición de
buscador de la Verdad y por encima de todas las cosas, llegó a encontrarla y
abrazarla firmemente". Y no hay duda que en esa búsqueda contó, para
su felicidad, con el aporte espiritual e intelectual de su esposa, quien
primeramente consiguió convertir al catolicismo a su hermana y a su padre, y,
más tarde, a su madre.
Durante todo el transcurso de su
apostolado, Maritain demostrará ser un hombre que no se encerraba en su
biblioteca: sabía abrir sus ojos y su espíritu al mundo objetivo de su tiempo y
en Francia, en Roma o en América jamás perderá el contacto con los hombres
inmersos en las más diversas manifestaciones de la realidad, sin abandonar por
ello su papel de filósofo. El mismo escribirá: "La misión del
filósofo no consiste en lanzar una consigna y pasar después a la acción; ésta
es tarea propia del militante o del político. Que cada uno ocupe, pues, su
lugar." Y Maritain supo ocupar el suyo: el de pensador
cristiano.
Durante la guerra de 1914, no
intervino en la lucha armada como lo hicieron sus amigos Psichari y Péguy
(quienes encontraron allí la muerte), porque fue declarado inapto paro el
servido militar debido a los rastros que en su organismo había dejado una
pleuresía sufrida en su infancia. Mas, no desentendiéndose de cuanto entonces
le ocurría a Francia, pone su inteligencia al servicio de su patriotismo,
pronuncia una serie de conferencias acerca de Alemania, y acusa al prusianismo
de la guerra declarada en esa época.
4.- DESARROLLO DE LA OBRA
MARITAlNIANA
Terminada la guerra en 1918 con el
triunfo francés, Maritain, intensificando su obra escrita, se dedica a la
enseñanza universitaria. Su tarea de dar conferencias en Francia y en el
extranjero, alcanza su mayor desarrollo intelectual durante las décadas del 20
y del 30.
En la década del 20 escribe: 'Arte
y Escolástica' (1920), 'Introducción a la Filosofía' (1921), 'Teonás' (1921),
'Antimoderno' (1922), 'Elementos de Filosofía' (1923), 'Santo Tomás, apóstol de
la Edad Moderna' (1923), 'Tres reformadores' (1924), 'Una opinión sobre Maurras'
(1926), 'Primacía de lo espiritual' (1929).
A su vez, en la década del 30
publica 'El Doctor Angélico' (1930), 'Religión y Cultura' (1930), 'Los grados
del Saber' (1932), 'El sueño de Descartes' (1932). 'Del régimen temporal y de
la libertad' (1933), 'De la Filosofa Cristiana' (1933), 'Siete lecciones acerca
del Ser' (1934), 'Fronteras de la poesía' (1935), 'La filosofía de la
Naturaleza' (1935), 'Carta sobre la Independencia' (1935), 'Ciencia y
Sabiduría' (1935), 'Problemas espirituales y temporales de una nueva
Cristiandad' (1935), 'Humanismo Integral' (1936), 'Para una filosofía de la
persona humana' (1937), 'Cuestiones de conciencia' (1938).
Tres planos principales tuvo en
aquellas dos décadas su caudalosa producción bibliográfica; la fecunda docencia
desempeñada en su cátedra de la Facultad de Filosofía del Instituto Católico de
París y en las conferencias pronunciadas en diversos países entre los cuales se
contó la Argentina: el plano estrictamente filosófico, el de su meditación
estética, y el socio-político.
En el plano socio-político,
Maritain manifestaba la imposibilidad de que el cristianismo utilizara los
mismos medios de evangelización empleados en la Edad Media. Sostenía que en los
nuevos tiempos en que vivimos, rota la unidad religiosa del catolicismo por
causa de la rebelión luterana, ya no era posible que la Iglesia actuara
coactivamente y no admitiese la libertad de cultos. Por eso, la Nueva
Cristiandad, por él propiciada, debía reconocer la existencia de un pluralismo
religioso e ideológico, y la necesidad de nuevos métodos de apostolado
cristiano. En la República Argentina - coma lo narra Fernando Martínez Paz - un
grupo de católicos nacionalistas que admiraba a Maritain como filósofo tomista,
y como tal lo habían llamado a dar conferencias en Buenos Aires, atacó, empero,
con saña sus ideas socio-pollticas. En otros países de América y Europa, los
grupos maurrassianos e integristas pidieron a la Santa Sede que excomulgara al
autor de 'Humanismo Integral' por las ideas que allí expresaba. Pero Maritain,
haciendo caso omiso de esos ataques, siguió sin vacilar la senda emprendida por
su apostolado laico.
El catolicismo de Maritain quedó
demostrado, no solamente en sus clases y en su obra escrita, sino también en su
vida privada. Su piedad era grande; como su maestro León Bloy, fue, también, un
hombre de oración. Por eso, cuando vivió con Raissa en Meudon (barrio de París)
la Jerarquía Eclesiástica le concedió la autorización especial de guardar el
Santísimo en su hogar y que allí se pudiera celebrar misa, como así lo hizo
varias veces el padre Humberto Clerlssac.
"En los años que se
sucedieron entre las dos guerras mundiales (1918-1939) el hogar de los Maritain
en Meudon (al borde del bosque de Fontainebleau) fue centro de admirables
reuniones donde podía encontrarse a muchos de las figuras mas importantes del
pensamiento francés, mezclados con jóvenes estudiosos congregados en un
simposio espontáneo en el que, entre taza y taza de té, se transitaba sin
afectación por los más altos caminos del espíritu. Allí, el filósofo, con su
grave prestancia de gentilhombre borgoñón y su voz cálida, enseñaba mientras
dialogaba; y a su alrededor se congregaban, entre otros, Cocteau, Matisse,
Cloudel, Rouault, Michaud, discípulos admirables para un admirable maestro. Su
conversación era grata y su saber vasto. La Filosofía y el arte eran sus campos
predilectos (pero también la ciencia - no puede olvidarse la influencia que
sobre él ejerció, en las años jóvenes, Félix Le Dantec -, y, luego, su
graduación en ciencias biológicas, conseguida en Heildeberg bajo la dirección
de Hans Driesch). En sus conversaciones sabía decir Maritain la palabra justa,
escuchar con atención el pensamiento ajeno y juzgar con precisión".
(Articulo de La Nación de fecha 29 de abril de 1973).
La segunda guerra mundial encontró
a Maritain dando clases en Canadá, y la crueldad desatada por Hitler en toda
Europa, le obligó a vivir en Estados Unidos de América para preservar a su
esposa de la persecución sangrienta de que eran víctimas los hebreos.
5.- DESTIERRO EN AMÉRICA
Durante aquel obligado destierro,
Raissa Maritain escribió, con dolor y amargura, la página de su libro 'Las
Grandes Amistades' que a continuación transcribimos:
"París, yo no puedo
escribir tu nombre, ciudad bien amada, sin una nostalgia profunda, sin un
inmenso dolor; tú, que yo seguramente no volveré a ver más; tú, que tal vez he
dejado para siempre; tú, que has alimentado mi alma de Verdad y de Belleza; tú,
que me diste a Jacques, a mi padrino León Bloy y a tantos amigos que embellecieron
los días vividos junto al Sena. ¡Ciudad de grandes sufrimientos y de grandes
amores!
"¿Quién podrá hablar
dignamente de la ofensa que te ha sido hecha? Sería para ello necesario un
David o un Jeremías. Ciudad sin defensa cuando era indispensable defenderla con
las armas de este mundo que no habían sabido prepararle, pero ciudad
imperecedera y poderosa por las obras con que ha enriquecido la Tierra y por
los santos con que ha poblado el cielo.
"Ciudad símbolo de belleza
y memorial de la cristiandad. Ciudad de grandes pecados; pero ¿quién está libre
de pecado? Ciudad donde el Bien sobrepasa al mal, y la Verdad al error. Ciudad
capital de la libertad. Tú, donde el aire es tan ligero y el cielo tan dulce.
Tú, en la que monumentos armoniosos y delicados cuentan con discreción una
larga, trágica y maravillosa historia. Ciudad de Santa Genoveva y San Denys,
ciudad de Psichori y de Péguy, ciudad de Racine, de Pascal, de San Vicente de
Paul y de las Hermanos de la Caridad. Ciudad de poetas y de pintores gloriosos,
de Víctor Hugo y de Baudelaire, de la Plaza de la Concordia y de los Campos
Elíseos. Ciudad donde Santo Tomás de Aquino enseñó y en donde San Luis reinó.
¡Ciudad de Notre Dame!"(ps. 33 y 34).
En Norteamérica, Maritain dictó
clases en las Universidades de Princeton y Columbia, y escribió varios libros
en los cuales, atacando al nazismo y al fascismo, señaló su filosofía
anticristiana. 'A través del desastre', 'Cristianismo y democracia', 'El
crepúsculo de la civilización', 'Los derechos del hombre y la ley natural',
'Principios de una política humanista', fueron las principales obras escritas
suyas durante aquella época de exilio.
Al final, después de cinco largos
años, contra lo que había creído Raissa, ella y Jacques pudieron volver a su
amado París una vez que el nazismo sufrió una aplastante derrota.
6.- REGRESO A EUROPA
Mientras se desarrolló la Segundo
Guerra Mundial, Maritain se había declarado partidario de la resistencia
francesa encabezado por el general De Gaulle. No es extraño, pues, que debido a
esa circunstancia y a su prestigio personal adquirido con sus clases, sus
libros y sus ideas, Maritain fuese nombrado Embajador de Francia ante la Santa
Sede. Cuando presentó sus credenciales al Papa S.S. Pío XII, éste le dijo:
"Señor Embajador: Con viva
satisfacción hemos acogido el deseo expresado por el señor General De Gaulle,
Presidente del Gobierno provisional de la República Francesa, de no interrumpir
las óptimas relaciones que vinculan a Francia y la Santa Sede".
"La misión confiada a Ud.
para continuarlas se abre en un tiempo tormentoso, durante una de las crisis
que anteceden a horas decisivas de lo Historia. . ."
"Apreciamos y saludamos en
Vuestro Excelencia a un hombre que, haciendo abiertamente profesión de su fe
católica y de su culto por la filosofía del Doctor Común, pone a disposición
sus ricos cualidades al servicio de los grandes principios doctrinales y
morales que, sobre todo en estos tiempos de universal desorden, la Iglesia no
cesa de inculcar en el mundo. Y nos complace ver en la elección de vuestra
persona para la misión que hoy iniciáis, la pruebo de que quienes os la han
confiado, entienden perfectamente que en la obra de restauración de Francia y
de Europa promueven los beneficios que derivan de las buenos relaciones entre
la Iglesia y el Estado".
En el lapso que Maritain estuvo en
Roma como Embajador de Francia (1944-1948) oía Misa todas las mañanas en la
capilla privada del Papa, recibiendo la comunión de sus propias manos.
El pensamiento de aquel grande e
inteligente pontífice, que fue Pío XII, se identificaba en líneas generales con
el del autor de Humanismo Integral, a quien aplaudía, especialmente, por la
difusión y renovación del tomismo que llevaba a cabo con tanto empeño desde
hacia ya más de treinta años.
En 1948 Maritain renunció a la
Embajada, no queriendo aceptar ningún cargo oficial para tener más
independencia y tiempo en el desarrollo de su obra intelectual y apostólica.
Durante las décadas del cuarenta y del cincuenta, publica: 'De Bergson a Santo
Tomás de Aquino' (1944), 'Principios de una política humanista' (1944), 'A
través de la victoria' (1945), 'Por la Justicia' (1945), 'La persona y el bien
común' (1947), 'Razón y razones' (1947). 'El hombre y el Estado' (1951), 'Nueve
lecciones sobre las nociones primeras de la filosofía moral' (1951), 'La
Intuición creadora en el arte y la poesía' (1953), 'Por una Filosofía de la
Historia' (1957), 'Reflexiones acerca de América' (1958), 'Para una filosofía
de la Educación' (1959)
En 1960 Maritain sufre una gran
desgracia: el 4 de noviembre de ese año muere su esposa Raissa. Había vivido en
estrecha unión conyugal durante cincuenta y cinco años, y junto con ella había
escrito diversos libros: 'De la vida de oración', en 1922, 'Situación de la poesía',
en 1938 y 'Liturgia y Contemplación', en 1959.
Después de la muerte de Raissa,
Maritain preparó y publicó dos libros con textos de su esposa: 'La
contemplación sobre los caminos' (París, 1962) y 'Diario de Raissa' (París,
1963), cuya séptima edición se publicó en 1970.
7.- ÚLTIMOS AÑOS
Una vez perdida a su constante y
talentosa compañera, la vida de Maritain tomó un nuevo y último curso: entró a
vivir en la Comunidad de los Pequeños Hermanos de Jesús existente en Tolosa
(Francia). Esa Congregación había sido fundada siguiendo la inspiración del
gran francés Carlos de Foucauld, quien, de valiente militar, pasó a convertirse
en un eximio sacerdote de Cristo, muriendo mártir en el Sahara.
En Tolosa, sin llegar a efectuar
votos religiosos, vivió Maritain durante diez años hasta el fin de su vida. Y
allí escribió sus dos últimos libros: 'El campesino del Garona' (1967), y 'De
la Iglesia de Cristo' (1970}. Allí también pronunció, pocos días antes de
morir, su última conferencia en la cual concluyó manifestando:
"No se ha visto jamás un
mundo como el nuestro, tan incapaz, a pesar de sus bellas y mendaces promesas,
de hacer al hombre menos desgraciado sobre lo Tierra. Sin embargo, mientras el
tiempo pasa, el mundo moderno deja de ser moderno. Un día vendrá - y aquí pongo
mi esperanza en las generaciones jóvenes - en que esta gran patria, que es el
mundo, volverá a encontrar en buena medida el verdadero fin para el cual ha
sido creada, y en que una nueva civilización dará a los hombres, no desde luego
la felicidad perfecta, pero si un estatuto más digno de ellos y que los hará
más felices sobre la Tierra. Pues no pienso que se haya agotado la sorprendente
paciencia de Dios, ni que el juicio final vaya a llegar mañana".
En sus últimos años recibió dos
grandes distinciones: en 1963 le fue otorgado el Gran Premio de Letras de
Francia, y en diciembre de 1965 el Papa S.S. Paulo VI lo llamó a Roma para que,
en representación de los intelectuales del mundo cristiano, recibiera
públicamente en la Plaza de San Pedro las actas del Concilio Vaticano II.
No obstante su humildad, de la cual
siempre dio pruebas, pudo sentir cierto orgullo al advertir que los Padres de
ese Concilio aprobaban muchas de las ideas expresadas en sus libros. El Decreto
Conciliar acerca de lo libertad religioso constituye, especialmente, un triunfo
de aquellas ideas maritainianas que habían sido acusadas de ser heréticas.
"El tiempo valorizará,
seguramente, la influencia que el pensamiento de Maritain ha tenido en el
cambio (el aggiornamento de la evangelización efectuado por el Concilio
Vaticano II) llamado a tener proyecciones de incalculable magnitud en una Nueva
Cristiandad". (Artículo citado de La Nación).
Acerca de su vida contemplativa,
intensificada durante sus últimos años de soledad y retiro en Talosa, Maritain
nos da algunas noticias en su libro 'El campesino del Garona'. En ese libro, no
obstante que él poco hablaba de sí mismo en sus obras y conferencias, escribió:
"Quiero mencionar, entre
los inmerecidos dones que he recibido de Dios, al más grande: haber compartido
durante cerca de cincuenta y cinco años, desde nuestro bautismo, la vida de dos
seres benditos, Raissa y su hermano Vera, quienes, en el seno mismo de las
tribulaciones de una existencia muy agitada, fueron, sin desfallecer un instante,
fieles a la oración contemplativa, y estuvieron entregadas totalmente a la
unión de amor con Jesucristo, el amor de su Cruz y a la obra que invisiblemente
Él prosigue en medio de los hombres. Ellas me enseñaron lo que es la
contemplación en el mundo. Yo era un rezagado, un obrero del intelecto,
expuesto por eso mismo a creer que vivía realmente ciertas cosas porque mi
cabeza las comprendía un poco y porque mi filosofía disertaba sobre ellas. Pero
fui enseñado, y bien enseñado, por la experiencia, los dolores y las luces de
esas dos almas fieles. Es lo que me anima a tratar de rendirles homenaje al
hablar aquí de cosas que me sobrepasan, aunque sabiendo que el haber sido
enseñado por su ejemplo no hace más fácil el traducir en ideas y palabras lo
que así he aprendido". (p. 258).
Pero si durante sus últimos años,
Maritain, siguiendo esos y otros ejemplos, buscó y encontró la unión de amor a
Dios que es la contemplación - como él escribió (ibídem) -, no por eso se
desentendió de los problemas y dificultades de su tiempo. Él había propiciado
un cambio en la forma de actuar de los cristianos. Sin embargo, no vaciló en
condenar las exageraciones renovadas de ese llamado progresismo que desvirtuaba
por completo el aggiornamento establecido por el Concilio Vaticano II en sus
constituciones y decretos, y en sus dos últimos libros rechazó expresamente
tanto el falso reformismo postconciliar como el cristianismo desacralizado de
los progresistas llamados en la Argentina "tercermundistas", sin
dejar, por ello, de vituperar el modo erróneo con que era considerada la
tradición por los "integristas" que se oponían a todo cambio (ver
especialmente las paginas 205, 215 y 216 de 'El campesino del Garona'). A pesar
de lo resuelto por el Concilio, el ideal de una Nueva Cristiandad quedaba
relegado por nuestro mundo paro un lejano futuro, como Maritain lo habla
previsto; y él murió el 28 de abril de 1973 sin verlo concretado en su época,
pero sin renegar de ese ideal y sin perder lo esperanza de que un día fuese
realidad.
Todo cuanto acabamos de narrar
acerca de la vida y la obra de este gran filósofo cristiano, sumando los
comentarios que a su respecto se hicieron cuando el murió, demuestran
palpablemente que debe ser considerado como el apóstol laico más grande del
siglo XX.
Buenos Aires, Noviembre de 1982
No hay comentarios:
Publicar un comentario