Bajo la capa oscura
Más allá del sino trágico de "Batman", hay un debate sobre sus probables efectos.
Christian Bale se despide de la máscara y capa
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ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
domingo 29 de julio de 2012 12:00 AM
Batman. El caballero de la noche fue arropada por un manto tan oscuro como su título y sus personajes: Lo más sonoro fue la muerte, antes del estreno, del actor Heath Ledger, por una sobredosis accidental de pastillas, pero hubo otros escándalos alrededor. Un técnico murió en septiembre de 2007 después de que el camión en el que viajaba chocara contra un árbol cuando transportaba material para unas escenas que se iban a rodar en el Reino Unido. En febrero de 2008, el actor chino Edison Chen, del reparto, se vio envuelto en un escándalo de pornografía en Internet. El protagonista, Christian Bale, fue arrestado acusado de agredir a su madre y a su hermana. Morgan Freeman sufrió un accidente de tráfico que estuvo a punto de costarle la vida...
Batman: El caballero de la noche asciende, la última parte de la saga, llegó a la gran pantalla con otra tragedia, aunque no relacionada con nadie de la película... hasta ahora. No había acabado la proyección en la sala 9 del cine Century 16, de Aurora, en Denver, Colorado, cuando un joven entró por la puerta de emergencia. Al igual que Bane, el villano de la cinta, vestía un casco, máscara de gas y chaleco antibalas. Primero lanzó dos bombas de gas, para luego disparar a quemarropa a 71 espectadores, por un lapso de quince minutos. El saldo: 12 muertos y 59 heridos. Este viernes, una semana después del primer suceso, se produjo un incendio en un complejo de cines de Guadalajara, México, que obligó a desalojar a unas 800 personas. También esta semana, en Maryland, Estados Unidos, la policía halló un importante arsenal de armas en la casa de un detenido. A punto de ser despedido de su empresa, el sospechoso amenazó a su jefe diciendo: "Soy el Joker, voy a cargar mis fusiles y a disparar contra todo el mundo".
Lo relatado forma parte de lo sobrenatural e inexplicable. Lo que sí pertenece al ámbito de lo real y demostrable, es la discusión que hay alrededor de la violencia en el cine y su probable influencia en el espectador, y por otro lado, lo que parece ser el meollo de la crisis: educación en valores, mejorar los sistemas de salud mental, controlar la venta y posesión de armas por parte de civiles.
David Sterritt, presidente de la Asociación Nacional de Críticos Estadounidenses, dijo a El País de España: "Esta clase de pensamiento es inexcusable: hay violencia, a ver a quién podemos culpar... mmm, culpemos a las películas. Es más fácil que tratar de profundizar en la situación de las familias, sistemas de control de la salud mental totalmente ineficientes, etcétera (... ). La legislación para el control de armas de fuego no es la panacea, pero obviamente debería haber alguna manera para poner difícil a los psicópatas comprar toneladas de armamento".
La respuesta surge ante planteamientos como el del actor Ice-T que, como muchos estadounidenses, defiende su derecho a portar armas de fuego o un senador republicano que ha solicitado mayor armamento para la población civil. ¿Su argumento? "Si alguien hubiera tenido una pistola la cosa habría acabado de otra manera".
¿Una sociedad perfecta, sin psicópatas? Es una utopía ¿Libre de armas? Otra más. Así lo cree el criminólogo venezolano Javier Gorriño, quien descarta que la violencia en los medios de comunicación, incluyendo el cine, influya en la mentalidad de un psicópata, potencial asesino o inocente espectador. Gorriño se vale de un libro de su colega Juan Manuel Mayorca, Mitos criminalísticos, donde el investigador se fue a un retén de menores e hizo una encuesta a ver qué tiempo estaban los reclusos frente al televisor. El resultado fue menor a la media de los jóvenes en libertad. "No creo que los medios de comunicación influyan en la conducta criminal", afirma.
¿Que hay que controlar el acceso y posesión de armas de fuego por parte de los civiles? El criminólogo cree que deben existir ciertos controles, mas ratifica, no es la panacea.
El sociólogo Roberto Briceño León aclara de entrada: "Es muy difícil hacer generalizaciones a partir de casos excepcionales". Para el especialista lo ocurrido en Denver es un caso de patología individual y esas patologías están en las distintas sociedades y lo que el individuo requiere es que exista algún elemento que le de enganche a su subjetividad".
Briceño explica que si una persona es violenta y agresiva puede tomar a Batman, Dios o la revolución para vincularlo con sus razones para matar. "Es algo que lo conecta con su patología interior".
Al igual que el criminólogo, el sociólogo descarta que un cine violento influya en el espectador. "¿Cuántos millones de personas siguen a Batman? ¿Habría que eliminar entonces los cuentos de Hans Christian Andersen por violentos?", se pregunta.
Tampoco cree que el control de armas sea la panacea, pero sí piensa que disminuiría la letalidad. "Si ese individuo de Denver no hubiese tenido un fusil de asalto, quizás se habrían registrado menos bajas o por los menos las heridas hubiesen sido menores".
Batman: El caballero de la noche asciende, la última parte de la saga, llegó a la gran pantalla con otra tragedia, aunque no relacionada con nadie de la película... hasta ahora. No había acabado la proyección en la sala 9 del cine Century 16, de Aurora, en Denver, Colorado, cuando un joven entró por la puerta de emergencia. Al igual que Bane, el villano de la cinta, vestía un casco, máscara de gas y chaleco antibalas. Primero lanzó dos bombas de gas, para luego disparar a quemarropa a 71 espectadores, por un lapso de quince minutos. El saldo: 12 muertos y 59 heridos. Este viernes, una semana después del primer suceso, se produjo un incendio en un complejo de cines de Guadalajara, México, que obligó a desalojar a unas 800 personas. También esta semana, en Maryland, Estados Unidos, la policía halló un importante arsenal de armas en la casa de un detenido. A punto de ser despedido de su empresa, el sospechoso amenazó a su jefe diciendo: "Soy el Joker, voy a cargar mis fusiles y a disparar contra todo el mundo".
Lo relatado forma parte de lo sobrenatural e inexplicable. Lo que sí pertenece al ámbito de lo real y demostrable, es la discusión que hay alrededor de la violencia en el cine y su probable influencia en el espectador, y por otro lado, lo que parece ser el meollo de la crisis: educación en valores, mejorar los sistemas de salud mental, controlar la venta y posesión de armas por parte de civiles.
David Sterritt, presidente de la Asociación Nacional de Críticos Estadounidenses, dijo a El País de España: "Esta clase de pensamiento es inexcusable: hay violencia, a ver a quién podemos culpar... mmm, culpemos a las películas. Es más fácil que tratar de profundizar en la situación de las familias, sistemas de control de la salud mental totalmente ineficientes, etcétera (... ). La legislación para el control de armas de fuego no es la panacea, pero obviamente debería haber alguna manera para poner difícil a los psicópatas comprar toneladas de armamento".
La respuesta surge ante planteamientos como el del actor Ice-T que, como muchos estadounidenses, defiende su derecho a portar armas de fuego o un senador republicano que ha solicitado mayor armamento para la población civil. ¿Su argumento? "Si alguien hubiera tenido una pistola la cosa habría acabado de otra manera".
¿Una sociedad perfecta, sin psicópatas? Es una utopía ¿Libre de armas? Otra más. Así lo cree el criminólogo venezolano Javier Gorriño, quien descarta que la violencia en los medios de comunicación, incluyendo el cine, influya en la mentalidad de un psicópata, potencial asesino o inocente espectador. Gorriño se vale de un libro de su colega Juan Manuel Mayorca, Mitos criminalísticos, donde el investigador se fue a un retén de menores e hizo una encuesta a ver qué tiempo estaban los reclusos frente al televisor. El resultado fue menor a la media de los jóvenes en libertad. "No creo que los medios de comunicación influyan en la conducta criminal", afirma.
¿Que hay que controlar el acceso y posesión de armas de fuego por parte de los civiles? El criminólogo cree que deben existir ciertos controles, mas ratifica, no es la panacea.
El sociólogo Roberto Briceño León aclara de entrada: "Es muy difícil hacer generalizaciones a partir de casos excepcionales". Para el especialista lo ocurrido en Denver es un caso de patología individual y esas patologías están en las distintas sociedades y lo que el individuo requiere es que exista algún elemento que le de enganche a su subjetividad".
Briceño explica que si una persona es violenta y agresiva puede tomar a Batman, Dios o la revolución para vincularlo con sus razones para matar. "Es algo que lo conecta con su patología interior".
Al igual que el criminólogo, el sociólogo descarta que un cine violento influya en el espectador. "¿Cuántos millones de personas siguen a Batman? ¿Habría que eliminar entonces los cuentos de Hans Christian Andersen por violentos?", se pregunta.
Tampoco cree que el control de armas sea la panacea, pero sí piensa que disminuiría la letalidad. "Si ese individuo de Denver no hubiese tenido un fusil de asalto, quizás se habrían registrado menos bajas o por los menos las heridas hubiesen sido menores".
El silencio de los cómplices
RICARDO TROTTI | EL UNIVERSAL
domingo 29 de julio de 2012 03:29 PM
El silencio terminó por derribar la estatua de bronce del gran Joe Paterno, entrenador de fútbol americano por 42 años de la Universidad de Pensilvania (Penn State), uno de los programas deportivos más prestigiosos de EEUU. Su error fue encubrir a su entrenador auxiliar, Jerry Sandusky, quien abusó sexualmente de una docena de niños y estudiantes en los últimos 14 años, hasta en las duchas de los camerinos universitarios.
Paterno y otras autoridades sabían de las desviaciones de Sandusky, pero prefirieron silenciar los casos a defender a las víctimas, con la idea de evitar el desprestigio para la universidad. Por suerte, la complicidad con la que las autoridades mezclaron inmoralidad con criminalidad y triunfos deportivos con abusos sexuales, no quedó en la impunidad.
La justicia está a punto de condenar a Sandusky hasta con 373 años de prisión; a Paterno, ya fallecido, le retiraron sus honores y el bronce; mientras que la Asociación Nacional de Deportes Universitarios penalizó a Penn State con 60 millones de dólares de multa y, entre otras sanciones, le revocó sus títulos obtenidos entre 1998 y 2011, y le restringió su sistema de becas deportivas. Todo esto no quedó exento de polémica. Muchos fanáticos antepusieron la gloria deportiva a la integridad personal, exonerando a Paterno socialmente. Sin embargo, su conducta demuestra que el silencio sobre un acto criminal, moral y legalmente, equipara la responsabilidad del cómplice a la del autor del hecho.
Para quienes objetan el degrado de Paterno, es importante observar la suerte que corrió esta semana el obispo estadounidense William Lynn, por una conducta similar. Lynn no cometió un crimen, pero fue cómplice de encubrir a varios sacerdotes abusadores de menores, condenándosele a seis años de prisión. "El guardián de los secretos", como lo llamó una fiscal, no solo dejó de denunciar a los curas pederastas ante la justicia, sino que ni siquiera apartó a los pedófilos de sus labores con otros jóvenes, incentivando a que sigan cometiendo más crímenes.
Pero la complicidad no solo está en el silencio, sino también en la omisión, como quedó demostrado tras la matanza del 20 de julio en un cine de Aurora, en los suburbios de Denver, Colorado, durante el estreno de la última película de Batman. Aunque algunos hayan acusado a Hollywood, a los video-juegos y a los medios de comunicación por apología de la violencia lo que requiere un análisis por separado en realidad este tipo de balaceras, así como las anteriores en la escuela Columbine o en la Universidad Virginia Tech, están más relacionadas a la permisividad con la que cualquiera puede comprar y portar armas, incluso, de asalto y alto calibre.
El tema no es fácil; polariza y divide. Al contrario de lo que indicaría el sentido común menos armas, menos violencia la venta de armas va en aumento después de la masacre de Aurora, tanto en Colorado como en otros estados. Se trata de una tendencia en los últimos años, quizás, por el temor a ser víctima de algún tarado, por la proliferación de leyes para la defensa propia que se inspiran en la garantía constitucional sobre tenencia de armas y por temor de que se apliquen restricciones y controles para su venta.
La historia muestra que un panorama restrictivo es difícil que se imponga o si se logra, pronto se relaja. La causa directa es la poderosa Asociación Nacional del Rifle. Mueve millones de dólares en cabilderos en las escalinatas del Congreso y en las campañas presidenciales, con los que suele maniatar cualquier intento de control que busquen tanto republicanos como demócratas.
La discusión sobre armas y controles incomoda a los políticos, muchos temen que sus posiciones les hagan perder capital electoral. El presidente Barack Obama y su contrincante para las elecciones de noviembre, Mitt Romney, dieron sus condolencias a los familiares de las víctimas de Aurora, pero evadieron hablar de planes específicos sobre compra-venta y portación de armas de fuego.
Sin embargo, aunque no se comprometan ni quieran asumir riesgos, al menos deberían motivar un debate nacional que sigue débil e inconcluso. En honor a las 12 víctimas y las decenas de heridos de Aurora, no pueden quedarse en silencio o ser cómplices por omisión.
trottiart@gmail.com
Paterno y otras autoridades sabían de las desviaciones de Sandusky, pero prefirieron silenciar los casos a defender a las víctimas, con la idea de evitar el desprestigio para la universidad. Por suerte, la complicidad con la que las autoridades mezclaron inmoralidad con criminalidad y triunfos deportivos con abusos sexuales, no quedó en la impunidad.
La justicia está a punto de condenar a Sandusky hasta con 373 años de prisión; a Paterno, ya fallecido, le retiraron sus honores y el bronce; mientras que la Asociación Nacional de Deportes Universitarios penalizó a Penn State con 60 millones de dólares de multa y, entre otras sanciones, le revocó sus títulos obtenidos entre 1998 y 2011, y le restringió su sistema de becas deportivas. Todo esto no quedó exento de polémica. Muchos fanáticos antepusieron la gloria deportiva a la integridad personal, exonerando a Paterno socialmente. Sin embargo, su conducta demuestra que el silencio sobre un acto criminal, moral y legalmente, equipara la responsabilidad del cómplice a la del autor del hecho.
Para quienes objetan el degrado de Paterno, es importante observar la suerte que corrió esta semana el obispo estadounidense William Lynn, por una conducta similar. Lynn no cometió un crimen, pero fue cómplice de encubrir a varios sacerdotes abusadores de menores, condenándosele a seis años de prisión. "El guardián de los secretos", como lo llamó una fiscal, no solo dejó de denunciar a los curas pederastas ante la justicia, sino que ni siquiera apartó a los pedófilos de sus labores con otros jóvenes, incentivando a que sigan cometiendo más crímenes.
Pero la complicidad no solo está en el silencio, sino también en la omisión, como quedó demostrado tras la matanza del 20 de julio en un cine de Aurora, en los suburbios de Denver, Colorado, durante el estreno de la última película de Batman. Aunque algunos hayan acusado a Hollywood, a los video-juegos y a los medios de comunicación por apología de la violencia lo que requiere un análisis por separado en realidad este tipo de balaceras, así como las anteriores en la escuela Columbine o en la Universidad Virginia Tech, están más relacionadas a la permisividad con la que cualquiera puede comprar y portar armas, incluso, de asalto y alto calibre.
El tema no es fácil; polariza y divide. Al contrario de lo que indicaría el sentido común menos armas, menos violencia la venta de armas va en aumento después de la masacre de Aurora, tanto en Colorado como en otros estados. Se trata de una tendencia en los últimos años, quizás, por el temor a ser víctima de algún tarado, por la proliferación de leyes para la defensa propia que se inspiran en la garantía constitucional sobre tenencia de armas y por temor de que se apliquen restricciones y controles para su venta.
La historia muestra que un panorama restrictivo es difícil que se imponga o si se logra, pronto se relaja. La causa directa es la poderosa Asociación Nacional del Rifle. Mueve millones de dólares en cabilderos en las escalinatas del Congreso y en las campañas presidenciales, con los que suele maniatar cualquier intento de control que busquen tanto republicanos como demócratas.
La discusión sobre armas y controles incomoda a los políticos, muchos temen que sus posiciones les hagan perder capital electoral. El presidente Barack Obama y su contrincante para las elecciones de noviembre, Mitt Romney, dieron sus condolencias a los familiares de las víctimas de Aurora, pero evadieron hablar de planes específicos sobre compra-venta y portación de armas de fuego.
Sin embargo, aunque no se comprometan ni quieran asumir riesgos, al menos deberían motivar un debate nacional que sigue débil e inconcluso. En honor a las 12 víctimas y las decenas de heridos de Aurora, no pueden quedarse en silencio o ser cómplices por omisión.
trottiart@gmail.com
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