Caracas en las nostalgias
Su luz y su aire siguen vivos en el amor idealizado de los que se fueron
PEDRO GARCÍA OTERO | EL UNIVERSAL
sábado 21 de julio de 2012 12:00 AM
Aunque uno se haga el firme propósito de no hablar de política por un día, el vicio es más fuerte. Cumple Caracas 445 años, y en lo primero que se piensa es por qué el alcalde de Libertador, que en teoría es el conserje del municipio más complejo y poblado del país, tiene que ser, en simultáneo, jefe del Comando de Campaña para la reelección presidencial, como si la capital fuera un segundo empleo, o una ocupación de medio tiempo.
Pudiera parecer banal, pero es un detalle que muestra el profundo desprecio que el Gobierno tiene por Caracas, al punto de que piensa que se puede manejar a control remoto, que no hace falta ya no digamos vocación de servidor público, sino la simple presencia en lo cotidiano. El chavismo cree que el manejo de la ciudad es eminentemente político, mientras sus infraestructuras (razón de ser de las administraciones municipales) se caen a pedazos, como las del resto del país.
Caracas es una ciudad informalizada, donde cada vez más aspectos de la vida pasan a lo sumergido. En vivienda, 70% es autoconstruida, y la Misión Vivienda está desarrollando edificios sin la mínima consideración sobre servicios o entorno; si hablamos de transporte, es otro rancho en el que no hay horarios, ni coordinación; en seguridad, se sustituyó la PM (con todos sus vicios, la única que tenía presencia en toda la ciudad) por la Policía Nacional, ente en formación que a hoy no garantiza protección. Si bien (todos) estos males no los creó el Gobierno, los profundizó.
Aún así, viendo ese museo de la diáspora venezolana en que se han convertido las listas de amigos de Facebook, cuántos, en su principal foto, tienen una imagen de Caracas: su luz y su aire siguen vivos en el amor nostálgico e idealizado de los que se fueron, tanto como en el amor escarnecido de los que la padecemos. Feliz aniversario a todos.
potero@eluniversal.com / @pedrogarciao
Pudiera parecer banal, pero es un detalle que muestra el profundo desprecio que el Gobierno tiene por Caracas, al punto de que piensa que se puede manejar a control remoto, que no hace falta ya no digamos vocación de servidor público, sino la simple presencia en lo cotidiano. El chavismo cree que el manejo de la ciudad es eminentemente político, mientras sus infraestructuras (razón de ser de las administraciones municipales) se caen a pedazos, como las del resto del país.
Caracas es una ciudad informalizada, donde cada vez más aspectos de la vida pasan a lo sumergido. En vivienda, 70% es autoconstruida, y la Misión Vivienda está desarrollando edificios sin la mínima consideración sobre servicios o entorno; si hablamos de transporte, es otro rancho en el que no hay horarios, ni coordinación; en seguridad, se sustituyó la PM (con todos sus vicios, la única que tenía presencia en toda la ciudad) por la Policía Nacional, ente en formación que a hoy no garantiza protección. Si bien (todos) estos males no los creó el Gobierno, los profundizó.
Aún así, viendo ese museo de la diáspora venezolana en que se han convertido las listas de amigos de Facebook, cuántos, en su principal foto, tienen una imagen de Caracas: su luz y su aire siguen vivos en el amor nostálgico e idealizado de los que se fueron, tanto como en el amor escarnecido de los que la padecemos. Feliz aniversario a todos.
potero@eluniversal.com / @pedrogarciao
MARINA GASPARINI LAGRANGE, ESCRITORA
"En la literatura existe el exilio interior"
"La patria cambia continuamente: un día es la escritura, otro día es el amor"
La escritora venezolana, residenciada en Venecia, bautiza hoy su libro "Exilios. Poesía latinoamericana del siglo XX en la Librería Kalathos CORTESÍA
MARÍA GABRIELA MÉNDEZ , MARINA GASPARINI , ESCRITORA | ESPECIAL /EL UNIVERSAL
sábado 21 de julio de 2012 12:00 AM
Antes de irse definitivamente de Caracas, en el año 2000, Marina Gasparini Lagrange recibió del poeta Rafael Cadenas un regalo: una libreta. En ella anotó los ensayos que quería escribir en su nuevo hogar, Venecia. Uno era sobre el exilio. Luego la libreta se perdió.
Pero nada parece casual en esta historia. En 2010 cuando escribía su libroLaberinto veneciano (Candaya, 2011) releyó a Joseph Brodsky, el poeta ruso que emigró a Estados Unidos y que plasmó en su poesía los obstáculos que suponía expresarse en inglés, su nuevo idioma. Otra vez emergía el tema anotado en aquella libreta perdida.
Continuaban sus lecturas y comenzaron a aparecer con más frecuencia los poetas latinoamericanos que escribieron sobre el exilio. Fue entonces cuando pensó en reunir esas poesías en un libro. No pasó mucho tiempo hasta que en una caja olvidada encontró la libreta. Al abrirla, ahí estaba anotado: "Exilios".
Así nació Exilios. Poesía latinoamericana del siglo XX que edita la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana y que se presenta hoy en la librería Kalathos del Centro de Arte Los Galpones. Este libro de exilios hecho en el exilio reúne a más de medio centenar de poetas entre los que se encuentran Gabriela Mistral, José Antonio Ramos Sucre, César Vallejo, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik, Álvaro Mutis, Julio Cortázar, entre otros.
Lo que siguió fue un arduo trabajo de investigación, selección y solicitud de permisos a los poetas o a sus herederos que duró dos años. El resultado es un recorrido muy personal y resonante por un tema que atañe a todos. Porque, como dice Gasparini en el ensayo introductorio, el exilio no se refiere solo a quien deja su país, es un término que cala hondo porque hondo es su significado.
"Hay un exilio literal, pero en la literatura existe el exilio interior, ese que habla del encierro, del aislamiento en ti mismo. Una de las cosas que limita el exilio es pensar que el exilio es literal, ahí se pierden muchos de los matices y de las riquezas que tiene el exilio", añade la escritora.
Luego de doce años en Venecia, Marina Gasparini sabe muy bien de qué habla. No hay lamento ni nostalgia, aclara. Al contrario, ella ve y siente el lado más amable de esa partida voluntaria que parece haber planeado desde los 13 años cuando estuvo por primera vez en Venecia y se dijo "algún día viviré aquí": "El exilio es necesario. Esa necesidad de extrañeza es necesaria para escribir y para interiorizar las cosas. Una cierta conciencia del exilio, de la separación, del no pertenecer, es necesaria", explica.
Ella sabe que la nostalgia siempre está amenazante pero la mantiene a raya. En ese viaje sin retorno no hay pasado, solo presente y futuro: "Quien no supera la nostalgia se queda en la tierra de nadie. La nostalgia termina siendo un impedimento de adaptarte y de hacer otra vida".
Gasparini ama su exilio, al igual que la filósofa española María Zambrano, que pasó la mayor parte de su vida fuera de su tierra."La condición del exiliado, es oportuno señalarlo, no es necesariamente la condena que se lleva sobre las espaldas con el peso de nuestra mortalidad", escribe en el ensayo que abre el libro.
Pero hay una parte donde sí duele el exilio: en el idioma. Marina lo expresa así: "Es empezar a hablar, a nombrar de nuevo. Hay palabras que son las mismas en español e italiano y que en teoría significan lo mismo, pero no es así, hay un matiz distinto en una lengua o la otra, palabras que no dirías para describir o definir algo. Esa sutileza y esa alma que tienen las palabras, eso no siempre se conserva en el paso de una lengua a la otra".
"Escribir en una lengua aprendida es abrir los ojos en la oscuridad", dice Marina y cita parte de un poema del chileno Gonzalo Rojas, presente en la selección: "Tendré que dormir en alemán, aletear,?/respirar si puedo en alemán".
La escritora cuenta que en su día a día solo habla italiano porque no tiene con quién comunicarse en español. Así que su lengua materna se ha convertido en un tesoro que cuida con recelo por temor a perderlo.
De estas reflexiones sobre el exilio se desprenden temas no menos profundos. A la pregunta, ¿qué es la patria? la escritora responde: "La patria no es necesariamente el país donde se nace". Ella, como el poeta Paul Celan, cree que "la patria del poeta es su propia poesía, una patria distinta en cada nuevo poema". O, como Roberto Bolaño que creía en las patrias del escritor: lengua, memoria, personas queridas, su biblioteca, la lealtad, el valor.
"La patria cambia continuamente: un día es la escritura, otro día es el amor", dice Marina y recuerda la primera vez que viajó a Venezuela de visita, luego de un año de haberse instalado en Venecia. Aquella situación la confrontó, le movió el piso. El poeta Eugenio Montejo leyó aquella sensación y le dijo una frase que Marina atesora: "La casa eres tu". "La patria, de todas maneras, es un lugar interior, no una geografía", concluye.
Su condición de extranjera la ha llevado a una soledad productiva, introspectiva, que se evidencia en el libro. Gasparini sabe que no todos soportan el exilio, que hay que tener temple, que es una condición de vida, un estar dentro y también fuera, como le toca al escritor.
"Es necesario exilarse para ser. Exilarse no entendiendo en el término literal, exilarse en uno mismo, hacer del exilio un modo de interiorizar las cosas".
Pero nada parece casual en esta historia. En 2010 cuando escribía su libroLaberinto veneciano (Candaya, 2011) releyó a Joseph Brodsky, el poeta ruso que emigró a Estados Unidos y que plasmó en su poesía los obstáculos que suponía expresarse en inglés, su nuevo idioma. Otra vez emergía el tema anotado en aquella libreta perdida.
Continuaban sus lecturas y comenzaron a aparecer con más frecuencia los poetas latinoamericanos que escribieron sobre el exilio. Fue entonces cuando pensó en reunir esas poesías en un libro. No pasó mucho tiempo hasta que en una caja olvidada encontró la libreta. Al abrirla, ahí estaba anotado: "Exilios".
Así nació Exilios. Poesía latinoamericana del siglo XX que edita la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana y que se presenta hoy en la librería Kalathos del Centro de Arte Los Galpones. Este libro de exilios hecho en el exilio reúne a más de medio centenar de poetas entre los que se encuentran Gabriela Mistral, José Antonio Ramos Sucre, César Vallejo, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik, Álvaro Mutis, Julio Cortázar, entre otros.
Lo que siguió fue un arduo trabajo de investigación, selección y solicitud de permisos a los poetas o a sus herederos que duró dos años. El resultado es un recorrido muy personal y resonante por un tema que atañe a todos. Porque, como dice Gasparini en el ensayo introductorio, el exilio no se refiere solo a quien deja su país, es un término que cala hondo porque hondo es su significado.
"Hay un exilio literal, pero en la literatura existe el exilio interior, ese que habla del encierro, del aislamiento en ti mismo. Una de las cosas que limita el exilio es pensar que el exilio es literal, ahí se pierden muchos de los matices y de las riquezas que tiene el exilio", añade la escritora.
Luego de doce años en Venecia, Marina Gasparini sabe muy bien de qué habla. No hay lamento ni nostalgia, aclara. Al contrario, ella ve y siente el lado más amable de esa partida voluntaria que parece haber planeado desde los 13 años cuando estuvo por primera vez en Venecia y se dijo "algún día viviré aquí": "El exilio es necesario. Esa necesidad de extrañeza es necesaria para escribir y para interiorizar las cosas. Una cierta conciencia del exilio, de la separación, del no pertenecer, es necesaria", explica.
Ella sabe que la nostalgia siempre está amenazante pero la mantiene a raya. En ese viaje sin retorno no hay pasado, solo presente y futuro: "Quien no supera la nostalgia se queda en la tierra de nadie. La nostalgia termina siendo un impedimento de adaptarte y de hacer otra vida".
Gasparini ama su exilio, al igual que la filósofa española María Zambrano, que pasó la mayor parte de su vida fuera de su tierra."La condición del exiliado, es oportuno señalarlo, no es necesariamente la condena que se lleva sobre las espaldas con el peso de nuestra mortalidad", escribe en el ensayo que abre el libro.
Pero hay una parte donde sí duele el exilio: en el idioma. Marina lo expresa así: "Es empezar a hablar, a nombrar de nuevo. Hay palabras que son las mismas en español e italiano y que en teoría significan lo mismo, pero no es así, hay un matiz distinto en una lengua o la otra, palabras que no dirías para describir o definir algo. Esa sutileza y esa alma que tienen las palabras, eso no siempre se conserva en el paso de una lengua a la otra".
"Escribir en una lengua aprendida es abrir los ojos en la oscuridad", dice Marina y cita parte de un poema del chileno Gonzalo Rojas, presente en la selección: "Tendré que dormir en alemán, aletear,?/respirar si puedo en alemán".
La escritora cuenta que en su día a día solo habla italiano porque no tiene con quién comunicarse en español. Así que su lengua materna se ha convertido en un tesoro que cuida con recelo por temor a perderlo.
De estas reflexiones sobre el exilio se desprenden temas no menos profundos. A la pregunta, ¿qué es la patria? la escritora responde: "La patria no es necesariamente el país donde se nace". Ella, como el poeta Paul Celan, cree que "la patria del poeta es su propia poesía, una patria distinta en cada nuevo poema". O, como Roberto Bolaño que creía en las patrias del escritor: lengua, memoria, personas queridas, su biblioteca, la lealtad, el valor.
"La patria cambia continuamente: un día es la escritura, otro día es el amor", dice Marina y recuerda la primera vez que viajó a Venezuela de visita, luego de un año de haberse instalado en Venecia. Aquella situación la confrontó, le movió el piso. El poeta Eugenio Montejo leyó aquella sensación y le dijo una frase que Marina atesora: "La casa eres tu". "La patria, de todas maneras, es un lugar interior, no una geografía", concluye.
Su condición de extranjera la ha llevado a una soledad productiva, introspectiva, que se evidencia en el libro. Gasparini sabe que no todos soportan el exilio, que hay que tener temple, que es una condición de vida, un estar dentro y también fuera, como le toca al escritor.
"Es necesario exilarse para ser. Exilarse no entendiendo en el término literal, exilarse en uno mismo, hacer del exilio un modo de interiorizar las cosas".
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