"El carabobeño" 12 julio 2012
Alberto Franceschi G. || La batalla desigual
No apelaré al fácil símil del boxeo y dictaminar quién puede imponerse entre un “peso completo” y un “peso gallo”, porque allí solo se mide fuerza bruta y reflejos condicionados, instintivos, mayormente animales.
Tampoco me puedo ir al otro extremo y suponer una exquisita competencia intelectual donde no hay manera de medir, sobre todo, el nivel de carencias de los dos.
Quedaría el recurso de la experiencia, pero he aquí que el experimentado lo ha sido en poner la torta más grande en dos siglos, dilapidando la mayor fortuna de la que ha podido disponer un gobernante latinoamericano. Y la experiencia del contrincante para efectos de asumir un Estado al borde del estallido es cercana a cero.
La batalla luce sin embargo apabullantemente dispareja, cuando vamos a los recursos financieros invertidos en “convencer” el mercado lectoral. Allí se pone pelúa la cosa.
El opositor debe haber reunido unos 100 millones de dólares, entre los propios de su familia y la amargada e ilusa clase empresarial, que debió ya “bajarse de la mula”, pero el grueso del aporte se reunió seguramente entre los muy prósperos que apuestan al “pote de la estabilidad” ...para que siga la fiesta, porque a muchos de los grandes banqueros, en 500 años de historia nunca les fue tan morrocotudamente bien como en estos 14 años de chavismo, sobre todo los de la “nueva banca”.
La apuesta consiste en colocar en riesgo limitado jugosas cantidades que se harán efectivas si y solo si, llegado el momento no se trastorna el status quo, la cohabitación, la línea de reconciliación y diálogo, el reconocimiento de las instancias constitucionales, en pocas palabras: si Chávez se alza con el coroto “quedarse quieto en primera”, porque habría quedado claro que esos grandes financistas “Apuestan al país”, al decir de su fariseísmo habitual.
En la acera de al lado, nunca se dice del frente, en el argot reconciliador, el gobierno contabiliza como gasto electoral sumas que pueden llegar este año a los 10.000 millones de dólares.
El material publicitario y el acarreo de gente, más el funcionamiento del “sistema nacional de medios públicos” consume el 5 % de esa cifra.
Pero la gran bicoca de dólares restantes, es para invertirlos en el voto compulsivo de los adscritos a las misiones.
Según puede comprobar esdata, la coincidencia es del 100% al “cruzar” la data de cualquier misión o listado de contratistas, surtidores, beneficiarios de créditos blandos o perdonables etc, con la data de funcionarios de todas las mesas del CNE.
Allí salta a la vista la correspondencia estricta entre clientela PSUV y los directivos electorales de base como beneficiarios del régimen y verdaderos eslabones de control de la masa de votantes condicionados por las misiones.
Pareciera que es indiferente el modelo de país que resulte del desbarranque fatal de este disparate llamado socialismo del siglo XXI, o si se escoge la propuesta de mantener un país de pedigüeños improductivos, que se nos presenta como alternativa opositora blanda, para no asustar a los electores y ganar a los light, como se supone ingenuamente.
Si todo dependerá de los precios petroleros, para mantener el estado de asistencialismo rentista, entonces déjenme decirles que estamos fritos de una vez y casi sería preferible que siga la manguangua, hasta que la resaca de esta rasca despilfarradora, nos haga ver claro en medio del mayor desamparo y poder imaginar un cambio real, para resolver convertirnos en un país sin esta francachela de demagogos a la cabeza de su Estado.
Muchos creen que el 7 de octubre decidimos nuestro destino. No es así. Ese día es apenas un episodio más, de este camino hacia la ruina drástica del Estado populista y si perdiera Chávez, lo que por supuesto anhelamos, él se encargará de sabotear todo.
Aquí habrán soluciones de fondo luego de una inevitable confrontación entre la gran coalición de parásitos del estado chavista y las fuerzas del trabajo y de la empresa privada, que emergerán sobre el colapso de esta gran estafa que constituye el “proceso” chavista.
Frente a la retahíla de ofertas del candidato oficial, el triunfo opositor sería un factor de aceleración del inevitable choque de trenes y ello es tan seguro como la visita de “la Pelona” al otro.
Aun a sabiendas que este país decidió perder su destino cuando votó en 1998 por la estafa revolucionaria de Chávez, votaremos ahora por Capriles fantaseando sobre que quizá su triunfo puede abrir el camino que nos aleje de nuestra roja maldición como nación.
¿Cuántos desastres debemos todavía presenciar? La debacle de las ilusiones electorales está ya en el curso lógico de los acontecimientos. Yo no escribo para andar dando ánimos, apenas trato que comprendamos dónde estamos parados.
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