III) Los días del
poder.
El trabajo que le
espera a Uslar al regresar al país es el de Presidente de la Corte Suprema de
Justicia del Estado Aragua, pero no permaneció mucho tiempo allí. Funda en 1935
con sus amigos Alfredo Boulton, Julián Padrón y Pedro Sotillo la revista El
Ingenioso Hidalgo, publicación en la que comienza a dar a conocer sus
relatos. Pero es en la revista Elite donde publica uno de sus mejores cuentos, uno de los memorables: “La
lluvia.”Su amistad con los Gómez no conoce fisura, y el día de la muerte del
general, el joven Uslar está en la casa en la que ocurre el suceso.
Estaba allí cuando él murió, en el alto de la casa,
como a un cuarto para las doce. Al minuto bajó Santos Matute y llamó al general
López Contreras y le dijo: “Acaba de morir el Benemérito General Juan Vicente
Gómez”. Trasladaron el cadáver para Maracay en la madrugada, en un furgón, por
la carretera de Las Delicias.
Cuando yo estaba haciendo la
investigación para escribir Oficio de difuntos conversé mucho con José María Márquez, uno de los edecanes de Gómez, y
cuando él comprendió que yo iba a utilizar honestamente su información, pues se
franqueó mucho conmigo. De las conversaciones con él recuerdo una anécdota muy
significativa. Me contó que el general Gómez salía dos veces al día en un
automóvil, que se desplazaba lentamente, con un carro de edecanes por toda
escolta, iba por las fincas de los alrededores y se paraba a hablar con los
campesinos. En una finca vivían unas viejitas que, cuando se paraba el
automóvil, ellas venían a conversar con él, y él les regalaba doscientos
bolívares. Un día no aparecieron las mujeres y él preguntó por ellas, y le
respondieron que las habían matado para robarlas. Ordenó que buscarán a los
asesinos, hasta que horas después llamaron de La Victoria afirmando que allí
tenían preso al hombre que había matado a las viejitas, llamaba el Jefe Civil,
y quería saber qué hacía con el preso. Gómez le mandó a decir que “no lo dejé
allá, ni me lo mande”.
Con el advenimiento
sucesoral del general López Contreras, Uslar pasa a trabajar en el Ministerio
de Hacienda como Jefe de la Sección de Economía y luego como Director de
Política. Compartía sus labores con las de editorialista del diario“Ahora y
las de presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela. Publica su
segundo libro de relatos: Red (1936). Funda, entonces, la
Revista de Hacienda. Estos años de interés por los asuntos de la economía le
llevan a ser profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la UCV
y luego, promueve la creación de una escuela libre de ciencias económicas y
sociales, que va a ser la semilla de la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales.
Yo fui el que introdujo los estudios económicos en
la universidad. No existía una cátedra de economía, entonces hablé con Castillo,
que era el rector, y me reuní con José Joaquín González Gorrondona, Tito
Gutiérrez Alfaro y José Manuel Hernández Ron, y entre todos fuimos preparando
un cuerpo de textos que luego se publicó con el título de “Sumario de Economía
venezolana”
Para entonces, ya
el general López ha advertido que este colaborador puede enfrentar destinos
mayores. A comienzos de 1939 es nombrado director del Instituto de Inmigración
y Colonización.
Cuando me nombraron director de este instituto me
encontré con una cosa horrible, un disparate, estaban trayendo daneses para que
trabajaran en haciendas venezolanas, entonces traté de organizar aquello. En
una oportunidad convencí al general López Contreras de traer un grupo de casi
300 vascos, y me cayeron encima porque yo había traído una manada de
comunistas, así editorializó “La Esfera”, al día siguiente de que los vascos
habían colocado una ofrenda floral enfrente de la estatua ecuestre de Bolívar y
cantaron una canción de su folclore.
Hacia mediados de
año es nombrado Ministro de Educación, tiene 33 años, y acepta el reto que le
ofrece el general tachirense.
Cuando a mí me nombraron Ministro de Educación yo
no me había casado todavía, vivía con mis padres. Un día me llamó López
Contreras, pero antes había ido a casa Diógenes Escalante a verme y me dijo que
me iban a ofrecer el ministerio, y que lo aceptara. En efecto, en la tarde
llamó el presidente y me trasladé hasta su casa, en La Quebradita, y me
preguntó “¿Escalante habló con usted?” Si, le respondí, pero le digo lo mismo,
yo no tengo apremio en ser ministro. Ya habían pasado varios ministros por allí
y habían fracasado, a lo que el general me respondió: “Es cierto, pero no he
sido yo quien ha quitado a esos ministros, a ellos se les cayeron los
pantalones.” Acepté el cargo.
Un ministro entonces ganaba 5 mil bolívares y 1500
en gastos de representación. Lo primero que hice fue hacer un viaje por el país
para pulsar la situación de la educación. En mi gestión al frente del
ministerio conté con gente estupenda. Le debo mucho a la ayuda de Augusto
Mijares, un hombre valiosísimo, que ha sido olvidado, lamentablemente. También
estuvo un tiempo conmigo Mariano Picón Salas, que hizo una labor estupenda en
el Pedagógico, trayendo a los profesores chilenos.
En una oportunidad, Vicente Fuentes,
que era mi director de administración, me dijo que había un millón de bolívares
en una partida, en suspenso. Entonces le dije, guarda eso allí, y le propuse al
general López que fundáramos la Biblioteca Popular Venezolana. Allí se publicó a
Humboldt, a Codazzi, a Baralt, la Antología del Cuento Venezolano y la de la
Poesía Venezolana, todo se hacía con las uñas. Luego me tocó presidir la
comisión que redactó la Ley orgánica de Educación. Fueron años de mucho trabajo.
En 1941, como era
ya tradición de la hegemonía andina, el Ministro de Guerra y Marina del
presidente López Contreras, Isaías Medina Angarita, asume la Presidencia de la
República. Al igual que sus antecesores, es militar y tachirense. Entonces le
ofrece la Secretaría de la Presidencia al joven Uslar, que ya se había fogueado
en el Ministerio de Educación.
Yo tuve la suerte de trabajar con dos presidentes
muy importantes, que fueron López Contreras y Medina, particularmente con
Medina, con quien tuve una amistad personal muy grande toda la vida, hasta que
murió. Medina era un hombre excelente, es lo que antes llamaban un patriota,
muy venezolano, sentía mucho el país y lo sirvió.
El decía y lo repetía muchas veces: “Yo nací
militar – y es verdad, porque él entró a la escuela militar muy joven, de 16
años, y toda la vida estuvo en las Fuerzas Armadas de Venezuela- y me
moriré militar, pero no seré nunca militarista.”
Y usted: ¿nunca
pensó en ser militar?
No, no, en aquella época ser militar era un
castigo. Cuando un joven era muy revoltoso y molesto, intranquilo, lo
amenazaban con meterlo en un barco de guerra.
Esta circunstancia,
obviamente, pesó mucho en el futuro político de Uslar. Era difícil que alguien
ajeno a la estirpe tachirense y, además, civil llegara al poder. El mismo Uslar
relata la línea de sucesión.
Gómez designó a López su sucesor el año 30 y
todavía le duró 5 años. Era evidente que era el sucesor: tenía todo el mando
militar.
Un hijo de Gómez
aspiraba, también.
Decían que José Vicente, pero eso no tuvo ninguna
base. Cierto día en que se presentó José Vicente, en su rutina diaria de
Vicepresidente de la República, y el general Gómez estaba resuelto a apartarlo,
le dijo: “Vicente, antes de que salgamos vete a tu casa y quítate el uniforme y
vuelve“, y este le obedeció y regresó para salir con su padre en blusa.
Tenía muy claros
los símbolos del poder
¿Cómo no?
López también
escogió a Medina.
Sin duda, ya Medina había trabajado con él en el
Ministerio de Guerra, durante el proceso de la muerte de Gómez.
Se venía creando
una hegemonía tachirense.
Desde Castro.
El general Medina
intentó deshacerla con el tachirense, pero civil, Escalante. ¿Era posible que
Medina lo escogiera a usted?
Era muy difícil que me escogiera a mí: yo no soy
tachirense, y la tradición de militares tachirenses se imponía, hubiera sido un
atrevimiento, una osadía contra los instrumentos del poder. Un día me dijo:
“Vamos a hablar Arturo, vamos a hablar de la sucesión de la presidencia. Tú
deberías ser el presidente de Venezuela, tienes todas las condiciones para
serlo, pero desgraciadamente en las circunstancias actuales yo soy el heredero
de Cipriano Castro, a pesar de que mi padre murió peleando contra él, y no
sería posible que yo rompiera esa tradición. Vamos a ver en quien pensamos”.
Entonces, de esa conversación surgió la candidatura de Escalante
¿Usted se la
sugirió?
No, yo no se la sugerí, pero él la asomó y entonces
lo llamamos a Washington y vino y pasó una de las cosas más trágicas que yo he
presenciado en mi vida: ese proceso de pérdida de la personalidad de Escalante.
La historia comenzó
con la pérdida de unos pañuelos en su habitación del Hotel Ávila.
Sí, desde que llegó comenzó a dar síntomas de no
estar bien, que se le atribuía a cansancio, pero ya vemos que era algo mucho
más grave. Desde luego, inmediatamente se comenzó a decir que yo estaba detrás
de eso, que yo estaba manejando los hilos para inutilizarlo a él y ser yo
presidente, eso es Venezuela.
Paralelamente, viene
corriendo el proceso de distanciamiento entre López y Medina, ya que el primero
aspiraba de nuevo al poder.
Así es. Incluso un día fue a verme a Miraflores
Manuel Egaña, hombre que yo apreciaba mucho, y él se ofreció para arreglar una
entrevista con López, cosa a la que yo me dispuse inmediatamente. Entonces
hablé con Medina y él me autorizó. Antes me dijo: “No vas a lograr nada, ya he
intentado hablar con él del tema y está intransitable.” El general Medina
pensaba, y con razón, que iban a quedar muy mal él y López, en la historia,
iban a quedar como dos compadres que se pusieron de acuerdo para pasarse el
poder.
Sin embargo, ¿el
general López quería volver a toda costa?
Bueno, también lo empujaban los amigos.
¿La entrevista se
dio?
Sí, claro. Yo le dije al general López que se decía
que uno de los inconvenientes para que llegaran a un acuerdo él y Medina era
yo, y le dije que si eso era sí, pues yo me retiraba, me iba de Venezuela en un
cargo diplomático y así quitamos el estorbo. Me dijo, entonces: “No Arturo, de
ninguna manera, eso lo dice la gente, pero no lo digo yo.” Y luego me manifestó
su confianza.
¿Si no hubiese
habido ese problema entre López y Medina, el 18 de octubre no hubiera ocurrido?
Posiblemente. Los golpistas aprovecharon esa
ruptura dentro del régimen.
¿Durante la
presidencia de Medina el general López no tuvo influencia?
Hubo un momento patético a raíz del 1 de mayo. El
general López nunca había querido declarar ese día como el día del Trabajador,
porque era una fecha revolucionaria, él quería que se celebrara el 24 de julio
que, en verdad, no tiene nada que ver. Medina resolvió que lo lógico era que se
celebrara el 1 de mayo y a partir de allí se hicieron muy difíciles las
relaciones. Yo traté de mediar en todo lo que pude, pero no había manera, el
juego se trancó.
El general López
era muy anticomunista.
Mucho
Y el general Medina
era más bien…
Era un hombre ecléctico y muy
abierto, comunista no era, claro.
¿Medina y usted
llegaron a conversar a fondo la posibilidad de hacer unas elecciones?
Sí, como no. En esa época se habló de muchas
posibilidades, pero el problema era complejo. Medina siempre me decía lo que le
dije antes: “Arturo, mi padre peleó con un fusil contra Castro, y ahora yo soy
su sucesor.”
Medina era un hombre excelente, un caso
excepcional, un hombre de una gran limpieza de propósitos, no tenía odios. Yo
recuerdo cuando estábamos desterrados, en Miami, una noche en una fiestica yo
estaba hablando con el general Medina y se acercó Irma, su mujer y se me quedó
mirando y me dijo: “¿Usted sabe quién lo quiere a usted?”. No, Irma, quién, le
repregunté, y ella me dijo: “Pues ese señor con el que usted está hablando.”
Además, me dijo: “Yo le quiero pedir disculpas públicamente porque yo hice
todo, todo para malponerlo con usted, y hay que ver lo que una mujer puede, y
no logré nada, de modo que ese hombre lo quiere mucho a usted.” Inmediatamente
le respondí que yo le pagaba con la misma moneda y hasta el momento de su
muerte mantuve la misma relación con Medina: un hombre lleno de generosidad, de
bondad, de rectitud.
Medina ha sido el presidente más querido por el
pueblo venezolano. Mire, una de las cosas más conmovedoras que yo he
presenciado en mi vida fue el entierro del general Medina. El había ordenado
que sus restos no los llevaran a ningún edificio público, que los llevaran
directamente al cementerio. A las 10 de la mañana llegó un destacamento de
tropa a rendirle los honores militares, allí en su casa del Country Club.
Mientras tanto fue congregándose gente en los alrededores de la casa, y cuando
fuimos a colocar el féretro en la carroza fúnebre la gente se opuso y se lo
llevaron en hombros y a pie hasta el cementerio, cantando el himno nacional.
A mí me pidieron que escribiera una frasecita para
ponerla en su tumba, que creo que está todavía allí y dice: “Sirvió a su patria
con su vida y después de muerto la sigue sirviendo con su ejemplo.”
¿El golpe del 18 de
octubre los tomó por sorpresa, no tenían noticias de lo que estaba tramándose,
usted era Ministro de Relaciones Interiores?
No, no sabíamos de la conspiración.
Tal vez fue mejor así. Si hubiésemos tenido noticia, pues Medina hubiera tenido
que tomar medidas represivas y hubiera quedado de otra forma en la historia. Pero, claro, ese golpe le costó muy caro al país.
¿Qué pasa con usted
inmediatamente después del golpe?
Me ponen preso en la Escuela Militar. A los días me
manda a llamar Valmore Rodríguez, que era Ministro del Interior, y me dice: “Yo
lamento mucho todo esto, Arturo, usted sabe que yo lo aprecio mucho, pero
para hacer una tortilla hay que romper los huevos.” Le contesté, bueno con tal
de que la tortilla salga bien. Entonces me dijo que ellos querían sacarme de
Venezuela y yo le contesté que no me quería ir, que yo quería ir a los
tribunales a defenderme. Me dijo que esas acusaciones eran cosa de la política
, que esas acusaciones no se las creía nadie, pero yo le riposté que tenía que
defenderme.
¿Los aventaron,
entonces?
Sí, un poco después salimos el general López,
Medina, Diego Nucete, otros y yo. En el momento en que íbamos a abordar el
avión un empleado del Ministerio de Interior le daba un sobre a todo el que iba
entrando. Yo pregunté: ¿esto qué es? Y me respondió: “Son mil dólares para sus
gastos.” Yo no estoy pidiendo limosna, le dije.
Y esta casa se la
confiscaron ¿no?
Sí, incluso en un momento dado se la dieron a un
instructor militar chileno, que aquí en este cuarto puso una lavandería.
¿Qué hizo con los
libros?
Afortunadamente Francisco Narváez, que siempre fue
muy amigo mío, se los llevó para su casa y ahí se salvaron.
Con aquel vuelo, en
noviembre de 1945, hacia el exilio, culminan los años del joven poderoso.
Además de Secretario de la Presidencia, el general Medina dispone sus
servicios, temporalmente, en el Ministerio de Hacienda y en Relaciones
Interiores. Son los años en los que se alienta, desde el poder, la creación del
Partido Democrático Venezolano (P.D.V.)
Uslar entonces lo
ignora, pero los años de exilio en Nueva York que va a vivir serán definitivos
para su obra de escritor. El destino lo arranca de las esferas del poder
político, y lo acerca a los libros, a la universidad, a los espacios donde va a
realizarse su vida intelectual.
IV) El exilio:
martirio y bendición.
Si en 1929 la
experiencia parisina fue voluntaria, en 1945 la neoyorquina no, pero nuestro
autor confiesa haber tenido mucha suerte. Son los años en que comparte la
docencia con la investigación literaria y la escritura. Trabaja en un libro de
ensayos Las nubes (1946) y en su segunda novela: El
camino de El Dorado (1947). Avanza en su pasión venezolanista y
publicaLetras y hombres de Venezuela (1948). En 1949 da a conocer
su libro de cuentos Treinta hombres y sus sombras y el de
ensayos De una a otra Venezuela. Si revisamos su bibliografía
hallaremos un hiato en sus siete años de poder gubernamental, así como caeremos
en cuenta del cambio que significó el exilio en Nueva York.
En realidad yo tuve mucha suerte porque cuando
llegué como desterrado a los Estados Unidos, en Columbia University estaba un
hombre muy valioso, un español, Don Federico de Onís, que había sido una figura
muy destacada de la universidad española y en esa época el era Jefe del
Departamento de Español de Columbia. Yo llegué sin recursos, a ver qué hacía,
incluso en un momento dado pensé en irme a la Argentina, pero en cuanto de Onís
supo que yo estaba allí me llamó y me ofreció trabajo en la universidad, de
modo que me quedé en Nueva York. Comencé dando cursos de verano sobre
literatura venezolana y después entré al departamento. Allí estaba Germán
Arciniegas, con quien trabé una amistad para toda la vida. Una vez establecido
allá, pues llegaron Isabel y mis hijos, vivíamos en Riverside, y me iba a pie a
la universidad. Compartía cubículo con ,nada menos, que Don Tomás Navarro, uno
de los más grandes filólogos que ha tenido España, y eso fue muy bueno para mí,
pues establecí amistad con aquel hombre respetable, muy culto.
¿Durante esos años
que vivió fuera jamás pensó en quedarse definitivamente allá, siempre tenía en
mente regresar a Venezuela?
Siempre. Expatriarme nunca lo pensé, nunca, yo
recuerdo que en una oportunidad en que me ví con José Rafael Pocaterra, que
vivía en Canadá, en labores periodísticas y de enseñanza, me dijo: “ Pero
chico, tú no has pensado en quedarte en los Estados Unidos, ese es un país
dónde tus hijos van a crecer mejor, es un país organizado y poderoso.” No, José
Rafael, le respondí, yo sueño con regresar a Venezuela.
En 1950 concluye
uno de sus mejores ensayos, un modelo de ensayo antropológico: La
ciudad de nadie, exploración a fondo en el alma neoyorquina, ciudad que le
brindó acogida, pero que no por ello venció sus resortes críticos. La vigencia
de este ensayo manhattiano es asombrosa, en el último párrafo se lee: “¿A dónde
vamos? Al fondo del vagón está sentado el hombre que saca crucigramas en la
revista. Cerca de mí, tendido en el asiento, ronca dormido el borracho. Al otro
extremo, una mujer vestida de oscuro aprieta a su costado a una niña flaca de
anteojos. Lo demás está vacío. O está lleno de algo que no vemos.”
Un año antes ha
vuelto de visita a Caracas; el nuevo régimen no se lo impide, pero el regreso
definitivo será en julio de 1950.Ya han pasado los años duros iniciales del
exilio, Uslar ha sido sometido a una de las pruebas más duras: ha tenido
el poder y lo ha perdido, trance doloroso del que sale fortalecido, se ha
entregado a la docencia, la investigación y a esa otra batalla, todavía más
ardua que la de la vida política, la del escritor, la del que vence las
resistencias y construye su trama de palabras.
V) Vuelta a la
patria.
Apenas llega al
país, su amigo de infancia, Carlos Eduardo Frías, lo invita a forma parte de
ARS, la empresa publicitaria que este había fundado hace algunos años. Se
inicia el período, de más de una década, en el que el trabajo en la publicidad
le permite ir haciendo algunos ahorros para el futuro.
Cuando me dejaron regresar, inmediatamente me vine
a visitar a mis padres, a quienes tenía casi cinco años sin ver. Pasé un mes en
Caracas, en esos días fue a verme Miguel Moreno, viejo amigo de la universidad
y Secretario de la Presidencia de entonces. Me dijo que la Junta Militar veía
con buenos ojos que yo regresara, y me preguntó si quería una embajada. Le
dije, no chico, estoy tratando de regresar a Venezuela y rehacer mi vida, cómo
voy a aceptar una embajada e irme otra vez, sería absurdo. Se los agradezco
mucho, pero esta es la situación. Entonces Carlos Eduardo Frías me invitó a
trabajar con él en su publicidad, y allí permanecí varios años.
¿Quién sabe cuántas
campañas publicitarias fueron obra suya?
Sí, claro. Además en ARS había un clima, un
ambiente muy bueno. Más que una oficina de trabajo era una reunión de
intelectuales, de gente refinada, de venezolanos preocupados.
Sus labores en la
publicidad son acompañadas con la vuelta a la Universidad Central de Venezuela,
donde funda la Cátedra de Literatura Venezolana, también, su viejo compañero de
aulas en el Liceo San José de Los Teques, Miguel Otero Silva, le ofrece la
dirección de El Papel Literario de El Nacional,
jefatura que ejerce hasta 1953. De este año, también, es el comienzo de su
labor pedagógica en la televisión en la que, como sabemos, se empeñó durante
casi treinta años.
Yo me di cuenta de que la televisión era un
instrumento formidable, pero que había que saberlo utilizar y aquí la mayoría
de la gente que trató, entonces, entre ellos Caldera, creían que estaban dando
una conferencia y eso es fatal. Yo me di cuenta de que había que tener una
conversación, y entonces empecé a hacer ese programa, Valores Humanos, que era
un programa muy suelto, sin ningún atuendo magistral, en tono de conversación,
y tuve mucho éxito, tuvo mucha influencia y a mí me sirvió mucho.
¿Con cuál canal de televisión
comenzó?
El primero fue Radio Caracas, pero después pasó a
otro y a otro, hasta que pasó por todos. El programa era muy visto y muy útil,
y me daba mucho trabajo prepararlo. Esto lo combinaba con todas las otras
tareas que adelantaba. La mayoría de los intelectuales venezolanos han sido muy
desordenados, muy indisciplinados, yo he tenido en cambio una gran ventaja, he
sido muy disciplinado. He sido un amo muy duro conmigo mismo, me he exigido
mucho, nunca he sido complaciente.
Pero usted está satisfecho
con lo que ha hecho, ¿no?
Satisfecho hasta cierto punto, uno siempre está
pensando en lo que pudo hacer y no hizo.
Su vocación
literaria encuentra ahora un nuevo género a explorar: el teatro. En 1957 se
estrenan dos de sus obras: El día de Antero Albán y El Dios invisible. La situación política nacional va
en camino de una nueva precipitación: la caída de Pérez Jiménez. Es hecho preso
el 12 de enero de 1958 por firmar el manifiesto de los intelectuales en contra
de la dictadura.
Estábamos presos en la Cárcel Modelo y ese día se
sintió mucho movimiento de soldados. Como estábamos cerca de la enfermería de
la cárcel le pedimos a un enfermo que tenía un radiecito que lo pusiera, y
entonces nos enteramos de lo que estaba pasando, y supimos que Pérez Jiménez se
había ido en un avión. Toqué la puerta y se presentó un oficial y le dije,
mire, el gobierno está caído, el presidente acaba de huir, usted comprende que
un grupo de hombres como nosotros encerrados aquí, podemos ser útiles en otra
cosa, présteme un jeep para irme a Miraflores. Me respondió que él no podía
hacer eso, que iba a consultar. En efecto, volvió con su superior, a quien le
expliqué lo mismo, hasta que este me dijo, muy bien doctor, pero salga usted
solo.
Nos dieron un jeep, y aquello era un espectáculo
inolvidable, era un carnaval, serían las 3 de la mañana y toda la gente estaba
en la calle, celebrando con banderas, con sábanas, y así llegamos a Miraflores.
Y como íbamos en un jeep militar nos dejaron pasar, de otro modo no hubiésemos
podido. Había mucha gente en el patio, sobre todo militares, en la sala, en el
comedor, ahí estaba formándose la junta de gobierno con Larrazábal, con
Sanabria. Larrazábal me saludó muy afectuosamente. Me preguntaron si yo quería
hablar por radio y dije que sí, de modo que mi pobre mujer, que no sabía nada
de mí, vino a enterarse de dónde estaba porque me oyó hablando. Pero antes de
hablar por radio les pregunté, bueno, qué van a hacer ustedes, si van
establecer una dictadura no cuenten conmigo. Larrázabal me respondió, no
doctor, no somos hombres de esa clase.
Luego estaba allí Alirio Ugarte Pelayo que se me
acercó y me dijo que si podía redactar el Acta de Instalación del Gobierno, y
nos encerramos él y yo a redactar, pero antes saqué del cuarto de edecanes en dónde
estábamos un retrato de Pérez Jiménez y lo llevé al patio de Miraflores y tiré
el retrato contra el piso y se volvió pedacitos.
Teníamos como modelo el Acta del golpe anterior que
decía: “Las Fuerzas Armadas ante la situación tal, asumen… Entonces les dije
que no, que eso así no sirve, y redacté así: “Las Fuerzas Armadas Nacionales
ante el reclamo de la opinión pública y el clamor de la ciudadanía , han
resuelto hacer esto y esto… y así quedó.
La verdad es que
tuvimos suerte de que allí estuviera Larrazábal.
Pues claro. Sin él aquello ha podido ser una cosa
muy distinta, pero el Contralmirante era otra clase de hombre, era un hombre
bueno.
VI) El llamado de
la vida pública, otra vez.
Con la instauración
del régimen democrático en el país, Uslar vuelve a la vida política. La
televisión lo ha convertido en una figura pública y, en 1963, acepta la
candidatura presidencial: la campana suena como su símbolo de batalla. Antes,
la escritura dramatúrgica sigue su curso, en 1960 se estrena Chúo Gil y
las tejedoras, pero también insiste con el ensayo y la crónica de
viaje. El artículo semanal en El Nacional prácticamente forma parte de su
naturaleza: desde 1948 lo ejerce sin caídas.
La aventura
electoral le trae el sabor de una extraña derrota: vence abrumadoramente en el
centro del país, y pierde en el interior, gana su viejo compañero de aulas
universitarias, Raúl Leoni, pero Uslar inmediatamente se enfrasca en otra
aventura política: la creación de un partido político que capitalice el caudal
electoral logrado, el FND (Frente Nacional Democrático). Esta agrupación
integra un gobierno de amplia base con Acción Democrática y URD (Unión
Republicana Democrática), pero a los dos años se retiran del pacto. Ya Uslar se
ha destacado en el Congreso Nacional como Senador y hombre de consenso,
entonces se le llama “el hombre congreso” por su condición de fiel de la
balanza en la correlación de fuerzas, pero ya avanzado el período
constitucional, la experiencia de la conducción de un partido político toca a
su fin.
La campaña electoral que realicé fue una enseñanza
muy grande para mí. Recorrí Venezuela entera más de dos veces, en algunos
lugares estuve muchas más veces, y aprendí mucho sobre Venezuela, sobre el
carácter del venezolano.
Gané en Caracas y en muchas partes, pero
me robaron… no tenía suficientes testigos y se hicieron cosas atroces. En esa
época se votaba con unas tarjeticas y el pobre infeliz que iba a votar llegaba
a la mesa, decía su nombre, y le entregaban un juego de tarjeticas donde no
estaba la mía. Entonces este hombre regresaba a la mesa y decía: “La tarjeta de
Uslar no está “, se paraba un testigo de mesa y decía: “Voto nulo”. Esto pasó muchísimas veces.
Entonces se decía un chiste cruel:
“Uslar ganó el lectorado y perdió el electorado”. Me hicieron todo tipo de
trampas, me quitaron miles de votos.
En 1967 renuncia a
la dirección del FND, convencido de que su vocación no es de político
profesional. Dos años después acepta un reto periodístico: la dirección
de El Nacional.
Yo estuve muy vinculado a El
Nacional desde que nació, por mi amistad con
Miguel Otero. Recuerdo que cuando iban a fundar el periódico yo era Secretario
de la Presidencia y Miguel me fue a ver para hablarme del periódico y me dijo:
“Arturo, el director natural de este periódico eres tú, pero como no vas a
renunciar a la Secretaria de la Presidencia no te la ofrezco.”
Pero después le
tocó.
Estuve en la dirección cuatro años y medio, hasta
que no quise seguir, renuncié, y me costó mucho trabajo hacerlo porque no
querían que me fuera.
Le consumía mucho
tiempo dirigir el periódico, supongo.
Sí, tiempo consume, pero en realidad era una
cuestión de organización, de establecer unos mecanismos. Lo primero que hice
fue establecer el sábado como el día en que me reunía con los redactores a
criticar el periódico de la semana, discutíamos mucho y era muy útil. Yo
siempre les decía a los redactores: escriban la mitad, y les creerán el doble.
Aquí siempre ha habido una confusión entre la literatura y el periodismo, esas
son cosas enteramente distintas.
Entre las anécdotas que recuerdo está una que tenía
que ver con Lorenzo Fernández. El estaba en campaña y, se decía, que padecía
una enfermedad. Un buen día me llama muy temprano en la mañana diciéndome:
“Doctor Uslar, por el amor de Dios, perdone que lo moleste, pero no hay
derecho.” Ese día el periódico publicaba una foto de Fernández saliendo de una
clínica. Le contesté que no sabía cómo había pasado eso, que tenía razón, que
me iba a informar sobre el asunto. Averigüe y pasó una de esas cosas increíbles:
la foto la habían mandado de Copei.
Hasta 1974 estuvo
Uslar al frente del periódico, pero estas labores no lo apartaban de su
vocación literaria y de su pedagogía televisiva. Comienza a ser distinguido con
premios internacionales y doctorados honoris causa. Publica un poemario: Manoa (1972) y prosigue su tarea
de ensayista obsesionado con la naturaleza de lo americano. En 1975 el entonces
Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, le ofrece la Embajada de
Venezuela ante la UNESCO y acepta. Vuelve a la ciudad que le abrió las puertas,
en su juventud.
El trabajo en la embajada ante la Unesco fue muy
grato. Ese es un organismo dedicado a la ciencia, la cultura, la educación, con
un panorama universal. Allí estuve cuatro años y medio y, cuando llegué, estaba
al frente un hombre muy fino, muy culto, era musulmán, se llamaba Amadou M’Bow,
y se portó muy bien conmigo.
Logré que se creará el Premio Simón Bolívar, y tuve
mucho cuidado de que el fondo del premio fuera permanente, esa distinción tuvo
mucha importancia en 1983, cuando el Bicentenario del nacimiento del
Libertador.
En ese período fui Vicepresidente del Consejo
Ejecutivo de la Unesco, y Venezuela no había tenido un cargo de esa magnitud en
la organización desde los tiempos en que Parra Pérez lo tuvo. Además, fui
presidente de la sección de Derechos Humanos. Unos años muy buenos para mí, muy
útiles.
En 1979 regresa a
Venezuela, dando por concluida su tercera y última etapa fuera del país. Vuelve
a su programa de televisión y prepara la edición de su novela La isla
de Robinson. En 1985 acepta la presidencia de la Comisión Presidencial para
el Estudio del Proyecto Educativo Nacional. Una de sus obsesiones centrales
encuentra posibilidades de articularse, aunque la terca realidad condujo los
esfuerzos por cauces perdidos.
Yo creo que la educación venezolana está totalmente
equivocada, aquí hay que regresar a Simón Rodríguez, a educar para algo, a
educar para vivir en un país llamado Venezuela. Los estudiantes pasan aquí por
distintas etapas sin enterarse de lo que es Venezuela, reciben unas ideas
convencionales, unos prejuicios negativos.
Por otra parte el 90% de los estudiantes que llega
a la Universidad Central de Venezuela viene de escuelas en las que se paga, y
allí no paga un centavo nadie, eso es absurdo, es una educación muy costosa y
por ello debería ser exigente, pero como no cuesta nada no se exige demasiado.
Nuestra educación es muy mala, es memorística e inadecuada
¿Sigue creyendo que
es preferible una elite bien educada que una mayoría con pésima educación?
Evidentemente. Toda mi vida he pensado eso porque
es la verdad histórica, todo el progreso humano lo han hecho las minorías. Lo
contrario es una idea de la Revolución Francesa y de los soñadores del siglo
XVIII. Fueron minorías excelsas las que hicieron el renacimiento, un puñado de
hombres, dos docenas de hombres, esa es la verdad. Las minorías son las que han
hecho que el hombre avance, aquellos que se han preguntado cosas que no se
debían preguntar, la gente que se ha atrevido a adversar opiniones
generalizadas.
En 1986 cumple 80
años y el país unánimemente lo celebra. Tanto el Congreso Nacional como la
Presidencia de la República festejan su cumpleaños. Es propicia la oportunidad
para revisar el significado de su obra: así ocurre en las principales
publicaciones periódicas del país y de España. El Instituto de Cultura
Hispánica de Madrid, en 1988, organiza su Semana de Autor dedicada a su obra.
El peso de la
figura intelectual de Uslar sigue en ascenso, va erigiéndose en una suerte de
Tótem de la tribu , de conciencia nacional. El Rey de España, en 1989, lo
nombra Coordinador general de un proyecto de investigación titulado Iberoamérica,
una comunidad, cuyo resultado será publicado con motivo del Quinto
Centenario. Al año siguiente le es conferido el premio “Príncipe de Asturias de
las Letras” y, el mismo año publica su última novela, La visita en el
tiempo, con la que se convierte en el único venezolano, hasta el día
de hoy, en ganar el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos de 1991.
A finales de 1991
pronostica el golpe de estado de febrero de 1992, y se entrega a la tarea de
promover la destitución del presidente Carlos Andrés Pérez, cosa que logra,
junto a sus aliados, en mayo de 1993, después de una larga batalla jurídica y
de opinión pública, encabezando un grupo que se denominó “Los Notables”. Desde
entonces, y hasta la fecha, sus apariciones públicas han disminuido
notoriamente.
En 1996 los
estudiosos de su obra vuelven a hacer un balance de su vida y su labor, con
motivo de sus noventa años, y el Fondo de Cultura Económica de México edita un
volumen antológico de su obra. Siempre, en el examen que se haga de su trabajo,
Venezuela es centro y fundamento.
VII) La pasión
venezolanista.
Sin duda, el tema
sobre el que Uslar habla con mayor fruición es el de Venezuela. A sus 94 años
sigue siendo la obsesión principal de su
vida intelectual, el objeto de su permanente angustia, de allí que en la
comprensión de la venezolanidad, en su estudio, halle agua para su sed de
respuestas sobre el país, y la naturaleza del venezolano. Más aún, en pocas
personas como en Uslar se ha dado una consustanciación entre la vida del país y
la propia, de tal magnitud. Por momentos, incluso, pareciera que su vida
privada estuviera supeditada a los avatares venezolanos. Desde muy joven
comenzó a tejerse esta simbiosis entre el país y su vida, al punto en que la
situación de aquel determina el ánimo de éste, de manera asombrosa.
Habría que hacer un estudio sobre cómo han visto
los venezolanos a Venezuela. Esto fue en la colonia un país muy pobre, un país
que no producía prácticamente nada, y después de la independencia continuó
siendo un país muy pobre, un país de aventureros, un país de buscadores de El
Dorado, de minas.
Esto no tuvo nombre sino muy tarde. Esto fue Tierra
Firme hasta que apareció tardíamente el nombre de Venezuela, ese nombre tan
curioso, un nombre despectivo, completamente, es el nombre de la pequeña
Venecia, la ridícula Venecia. Esto durante gran parte de la colonia fue Tierra
Firme, la primera tierra firme con que tropezaron.
Los indígenas la
llamaban Paria y Maracapana
En la costa, recuerde que no había nombre genérico,
ya que no había unidad interna, aquí no hubo un orden indígena, esto no tenía
nombre ni centro, estaba poblado por tribus diferentes, con grados diferentes
de desarrollo, tribus guerreras, como los Caribes, o tribus agricultoras,
elementales. Esto no era México, ni el Perú, ni siquiera lo que fue Bogotá.
Se parecía a la
situación de la Argentina.
Sí, tiene algún parecido, aunque la Argentina tuvo
la vinculación con el Perú, y eso significó mucho, y con el Atlántico. Pero a
la Argentina no fueron a buscar El Dorado nunca, fueron a buscar el camino para
entrar al Perú. En cambio, en Venezuela desde el principio se estuvo buscando tesoros,
buscando riqueza, buscando El Dorado. Curiosamente, se buscaban minas en un
país que no era minero. Se buscó oro y no se encontró en grandes cantidades, no
hubo una riqueza aurífera que se explotara durante la colonia, no hubo vetas.
Además, nosotros hablamos de Venezuela con mucha
facilidad, Venezuela no era sino una parte mínima del territorio, la parte
occidental del cabo Codera, por eso hubo dos colonizaciones distintas y dos
regímenes coloniales distintos. La primera vez que aquí hubo una administración
que cubría el país entero fue 60 o 70 años antes de la independencia, ese no es
el caso de ningún país latinoamericano. Insisto, esto no era México ni el Perú.
Cuando los españoles llegaron aquí no había una ciudad en ninguna parte, no había
una estructura en ninguna parte, no había ni siquiera un nombre en conjunto. El
país no existía como país. Yo siempre he dicho que si al padre del Gran
Mariscal de Ayacucho le hubieran preguntado si era venezolano, hubiera dicho
que no, que él era oriental, que él era de Cumaná, de la provincia de Cumaná.
Esos colonizadores
españoles, siempre se ha dicho que no eran las personas más calificadas, si se
las compara con los puritanos que poblaron Nueva Inglaterra. Desde siempre ha
habido esta leyenda negra.
Sí, pero eso es otra cosa distinta. Los españoles
que vinieron a Venezuela eran aventureros que venían buscando riqueza, y los
hombres que poblaron Nueva Inglaterra eran hombres que emigraban de Europa con
ideales religiosos, con concepciones políticas, venían a construir una sociedad
justa, son dos procesos completamente distintos.
Pero que pueden
explicar en gran parte los distintos desarrollos que hemos tenido.
En gran parte lo pueden explicar, pero es eso, son
dos mentalidades distintas. La colonización normal de Venezuela ha debido
hacerse por el Orinoco, no se hizo así, tampoco se hizo central, se hicieron
dos: una por oriente y otra por occidente, ajenas la una a la otra.
La imagen que los venezolanos hemos tenido de
Venezuela es muy curiosa, es la de un país conquistado, no es la imagen de un
país que se hace.
¿En qué sentido
conquistado?
Bueno, que no había cultura anterior, no había
centro indígena. Aquí se buscó el Dorado y no se encontró nada,
afortunadamente, si se hubieran encontrado las minas que se encontraron después
quién sabe lo que hubiera pasado.
El Dorado se
encontró siglos después con el petróleo.
Ah bueno, claro, pero bajo otra forma
distinta, y ha traído como consecuencia
que este país no se desarrollara, no se formara, se hizo un país subsidiado, un
país rentista, esa cosa horrible que es ser un país rentista. Venezuela es un
país que no vive de su trabajo, vive de la renta petrolera, que la maneja el
Estado, que le cayó al Estado como un don del cielo, y los venezolanos no hemos
sido capaces de hacer eso que yo dije hace 60 años, y que me he cansado de
repetir sin que nadie me haga caso, hay que sembrar el petróleo.
¿Y la
nacionalización no trajo beneficios, tampoco?
Tampoco se le puede cargar la mano a
la nacionalización y decir que trajo solamente cosas malas. En cierto modo era
inevitable, dada la mentalidad que había y la clase de gente que estaba
gobernando.
Pasemos a otros
punto, doctor Uslar, de las figuras de la independencia: ¿cuales son las que
mas le interesan?
De allí salieron hombres muy importantes y muy
influyentes, hombres como Roscio, como Simón Rodríguez, que fue un personaje
muy revelador, que explica muchas cosas. Tenía un pensamiento utópico, era un
hombre de su tiempo, con grandes influencias de fuera. Por cierto, yo hice
buscar la partida de nacimiento de Rodríguez, es muy curioso, en la partida de
nacimiento aparece como hijo de una mujer, no aparece como hijo de ningún
hombre, y el nombre de la madre está tachado en el Registro.
¿Y Miranda?
Es que Miranda no es una figura venezolana, Miranda
es una figura latinoamericana, una figura del proceso grande y transformador
que unió a todo el continente. Yo creo que él nunca se sintió venezolano, él se
sentía americano. Por otra parte, yo creo que la historia nuestra ha estado muy
mal escrita, con prejuicios antiespañoles o proespañoles y, después, cuando se
hizo una tentativa de rescate y revaloración de nuestra historia, se cayó en
justificar tesis sociológicas, las tesis positivistas de Arcaya, Vallenilla
Lanz y Gil Fortoul. Antes, nuestra historia era la de “Venezuela
heroica”, una historia de héroes, una “Ilíada” en lugar de una verdadera
historia.
Fíjese en todas las diferencias que hay entre
Colombia y Venezuela, en cuanto al carácter nacional, la estructura económica
del país, la historia del país, ya dijimos que esté fue un país que se
estructuró tardíamente. Por otra parte, a mí siempre me ha llamado la atención
la relación tan rica que tuvo Venezuela con las islas de las Antillas, que es
un caso único, porque los demás países no tuvieron eso, y nosotros sí,
estábamos frente a un collar de islas protestantes, revolucionarias, a 4 o 6
horas de navegación en vela, estábamos en islas herejes que nos trajeron un
contacto valiosísimo, privilegiado con otras formas de pensamiento. Este hecho,
realmente, hace que nuestra historia sea distinta a la de los demás países
latinoamericanos y este hecho, francamente, no lo vemos con la importancia que
merece.
¿Usted cree que
puede hablarse de virtudes colectivas en el venezolano?
Creo que tenemos muy pocas virtudes en el sentido
tradicional de la palabra. Claro, no es que somos una manada de ineptos o de
imbéciles, de mala gente, pero virtudes colectivas nunca las hemos
desarrollado. Hemos sido muy dispersos, muy individualistas, muy gente de
alzamientos, compare usted la historia de Venezuela con la de nuestros vecinos.
Realmente era muy difícil que aquí no se cometieran muchos disparates. La
situación en el siglo XX venezolano ha sido extraordinariamente inusual y
corruptora, la situación de un país pobre, muy atrasado y muy ignorante que de
pronto tiene un Estado inmensamente rico, y que esa riqueza no se debe al
trabajo nacional. El gobierno se convirtió en el principal agente de
enriquecimiento y no hubo clase dirigente, esa es la verdad, en otros países si
la hubo y muy poderosa y muy eficiente, en Colombia, para no ir tan lejos, en
el Perú, para no hablar de la Argentina. Venezuela desde la independencia no ha
tenido clase dirigente, hemos tenido gente que oye cosas por aquí y por allá y
ha tratado de hacer lo que puede, somos gente muy inmadura, muy superficial. A
este país le cayó encima una montaña de recursos y no fue capaz de emplearlos
medio sensatamente.
Hay que recordar siempre que esto tuvo un centro
muy tardíamente, recuerde que la estructura actual de Venezuela y Caracas como
centro se consolida con la generación que hace la independencia.
Sin embargo, la
Caracas que describe Humboldt está lejos de ser paupérrima.
Si, pero recuerde que él describe la vida de las
clases altas y el desarrollo agrícola que se logra en ese medio, pero aquello
reposaba sobre la esclavitud, sobre una estructura no muy sana y sobre el
cultivo de las perlas. La relativa prosperidad que tuvo Venezuela durante la
colonia se debió a las perlas, mientras buscaban el oro que no encontraron
nunca. Aunque también hay que estudiar el caso de la Guipuzcoana que fue
positivo, fue lo que tendió un vínculo con la parte más adelantada de España,
el país vasco, la parte que tenía mayores posibilidades de desarrollo.
¿Siempre hemos sido
un país descuadernado, desbaratado?
Este ha sido un país muy peculiar, muy
contradictorio, muy impredecible, muy sin esqueleto. El día que se escriba la
historia de los venezolanos con la riqueza petrolera eso va a ser espantoso.
Ese es uno de los hechos históricos más significativos y más inexplicables que
ha tenido ningún país latinoamericano, a ninguno le llovió de repente una
riqueza gigantesca, que equivale a seis o siete planes Marshall. Este es un
país sin cabeza, sin clase dirigente, inmaduro.
¿En estado de
adolescencia permanente?
Yo no me atrevería a decir que en estado de
adolescencia porque la adolescencia es un proceso de maduración y yo no veo
aquí síntomas por ningún lado de eso, todo lo contrario, más bien pareciera que
estamos condenados a vivir en ese limbo, en la falsificación de la historia y
de los hechos, es curioso. Sin embargo, este es un país que ha hecho cosas
importantes y que ha dado hombres importantes, este es el país de Bolívar y de
Bello, pero de eso no queda nada.
Siempre hemos tenido una tendencia a sustituir la
realidad, a ver las cosas de otra manera. Yo creo que aquí no se ha hecho la
necesaria indagación sobre la imagen de Venezuela, que siempre ha sido una
imagen falsa y una imagen de riqueza sedienta y de búsqueda de lo mágico. Desde
la búsqueda de El Dorado aquí no se trabaja, aquí no se ha colonizado el
territorio, se ha ocupado el territorio.
VIII) Los hombres
de su tiempo.
A lo largo de
nuestros diálogos el doctor Uslar ha emitido juicios sustanciales sobre sus
compañeros de viaje, bien sea que se trate de sus amigos o de los hombres de su
tiempo vital, que no necesariamente ocupan un lugar en la casa de los afectos.
He preferido separar las aguas y ofrecer el juicio en capítulos distintos. El
lector comprenderá por qué. Algunas veces lapidario, otras más dado al matiz,
lo cierto es que
estas opiniones no ofrecen desperdicio, y se fundamentan en valoraciones más
racionales que emocionales, aunque no puede pedírsele a nadie que la emoción se
mantenga alejada totalmente del juicio.
Rómulo Betancourt en aquella ciudad pequeña era un
tipo conocido, era periodista. Muy enamoradizo, con poco éxito y, por supuesto,
muy ambicioso, lleno de ambición, muy autoritario.
Luego la vida lo
cambio un poco, ¿no?
Debió cambiarlo un poco, me imagino yo. Recuerdo
que en su segundo período, ya presidente electo constitucionalmente, tuve que
hablar con él, él siempre me trató muy bien. En aquella oportunidad me dijo:
“Estos izquierdistas venezolanos son unos pendejos, nunca han entendido qué es
lo que hay que hacer. Lo primero que hacen es levantar una bandera
antiamericana, esa es una estupidez, la revolución hay que hacerla, pero hay
que hacerla con los Estados Unidos.” Era un hombre con un potpourri atravesado,
no tenía ningún estudio serio, un hombre de mucha ambición y de mucha audacia.
Pero algunas veces
le sonó la flauta.
Sí, claro. Tenía mucho instinto, por ejemplo
después del golpe del 45 salió a buscar a un mascarón y Gallegos se prestó.
Betancourt utilizó muchísimo a Gallegos. Y Gallegos era un hombre muy débil,
muy perezoso mentalmente, la obra de pensamiento de Rómulo Gallegos no existe.
Nada, ni un artículo. Era muy timorato, le costaba muchísimo tomar decisiones.
En ese panorama Gonzalo Barrios era distinto.
Primero, Gonzalo era un hombre de mucha simpatía personal, era buena persona.
En ese grupo había muchos resentidos, él no, él era abierto y franco, con
muchas limitaciones, claro, pero no era un sectario, no lo fue nunca, ni fue un
malvado tampoco, y yo me atrevería a decir que no fue deshonesto.
¿Y Leoni?
Yo a Leoni lo conocí muchísimo, porque fuimos
condiscípulos en la universidad. Era muy buena persona, con una formación
incompleta, pero era un hombre sereno, y en general yo creo que su actuación no
fue mala en aquel desbarajuste que se produjo con el golpe de estado del 45.
¿Y Picón Salas?
Mariano vino tardíamente. El pasó casi toda su
juventud en Chile, y cuando vino a Venezuela era prácticamente un extranjero,
sin vinculación con nadie, era muy timorato, Mariano. Además, Venezuela era un
país muy bárbaro, muy incivilizado, y Mariano se había formado en Chile.
¿Cómo ha sido su
relación con Caldera?
Caldera es un hombre muy raro. Yo creo que,
básicamente, es un hombre muy limitado de horizontes y tiene , en el fondo, una
tendencia autoritaria y monástica. El tuvo mucha influencia falangista en la
época de estudiante, en la época de la UNE. Nosotros tuvimos un famoso debate
por televisión, organizado por Carlos Rangel. La noche del debate en que salí
de mi casa para la estación de televisión, la ciudad estaba vacía, todo el
mundo estaba pegado al televisor, esperando.
Desde que llegamos al canal, Caldera
estaba interesadísimo por decidir quién comenzaba a hablar primero y a mí me
daba lo mismo, hasta que lo decidimos con una moneda. A lo largo del debate él
me preguntó con mucha insistencia si yo era anticomunista, y me reclamaba que
yo nunca hubiese dicho que era anticomunista. Le dije que no, que yo nunca
sería anti-nada, porque no soy un fanático. El fue falangista.
Recuerdo que en una época aquí hubo gente que trató
de ponernos de acuerdo a Caldera y a mí, pero no se logró nada. Una señora muy
amable y gentil organizó unos almuerzos en su casa, en los que nos encerraban a
Caldera y a mí para que habláramos y nos pusiéramos de acuerdo alrededor de un
proyecto político, pero no se alcanzó nada.
¿Y Carlos Andrés
Pérez?
Ese es otro tipo de hombre. Carlos Andrés es un
aventurero, muy astuto, muy ambicioso.
¿Recientemente no
lo ha visto personalmente?
No. La primera impresión que yo tuve de él fue
cuando él era viceministro del Interior, y el Ministro era Dubuc, ya entonces
se revelaba como un hombre muy ignorante y muy ambicioso.
¿Durante la
dictadura de Pérez Jiménez, Pedro Estrada no lo hostigó?
No. Yo tenía una gran ventaja, entonces, y era que
Laureano me conocía a mí desde niño, teníamos una buena amistad. El era muy
culto, hablaba muy bien francés e italiano, era muy inteligente, y me imagino
que Estrada no se metía conmigo por que sabía de mi amistad con Laureano. Por
cierto, él me contó una de esas cosas típicas de la picaresca venezolana.
Cuando entró a Miraflores después del golpe de estado a Gallegos se encontró
con uno de esos tipos que parecía que había nacido en Miraflores. Pues cuando
vio a Laureano se le precipitó encima a felicitarlo, diciéndole: “Don Laureano,
al fin salimos de esa gente.” Y entonces Laureano le dijo: “¿Y tu no eras
adeco, chico? Y el hombre le respondió: “Jumm, eso creían ellos.”
¿Chávez?
Un delirante, ignorantísimo, dice disparates, qué
desgracia, el país no logra encaminarse. Pero era muy difícil que Venezuela
pudiera encontrar su camino, trató de encontrarlo con López y con Medina,
después vino el 18 de octubre y los gobiernos militares y esto se fue, se
perdió. Este hombre habla con una arrogancia y una suficiencia increíble, a él
se le han pegado algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo salvaje,
eso lo llena de felicidad. No puede haber liberalismo salvaje, el liberalismo
es la flor de la civilización, el tolerar la divergencia.
El liberalismo está
fundado sobre la tolerancia, el respeto al individuo, el respeto al otro.
Creo que era Voltaire el que decía: “Yo odio lo que
usted dice, pero odiaría más que usted no lo pudiera decir.”
IX) Los Amigos.
No ahorra Uslar en
el momento de expresar el afecto hacia sus amigos. Es un hombre agradecido que
exalta el valor de la amistad y que, además, ve con claridad la intensidad y el
valor de sus vínculos amistosos. La lista comienza con su primo hermano Alfredo
Boulton Pietri.
Ese fue más que un hermano para mí, toda la vida,
fue una amistad sumamente estrecha, muy franca y clara, era un hombre
excelente, de muy buena calidad humana, el hombre que mejor conocía la historia
de las artes plásticas venezolanas.
Carlos Eduardo
Frías
Nos conocimos en Maracay, de modo que fuimos amigos
desde la infancia. Tuvimos una amistad fraternal. Carlos Eduardo era un hombre
de gran talento, dejó la literatura y se dedicó a la publicidad, fundó ARS y
fue el hombre que creó, realmente, la publicidad en Venezuela, antes de él no
había nada.
Antes le he mencionado mi amistad de toda la vida
con Florencio Gómez, amistad que también nació en mi infancia en Maracay. De
mis amigos de entonces todavía vive Rafael Domingo Revenga, pero ya está muy
mal de salud. Con Miguel Otero la amistad surge en la adolescencia, cuando
estuvimos juntos en el Liceo San José de Los Teques.
¿Y sus amigos de
París?
Con Miguel Angel Asturias tuve una amistad toda la
vida, era un hombre encantador, nos reuníamos en la terraza de La Coupole a
conversar de lo divino y lo humano, y allí también hice amistad con Alejo
Carpentier. Recuerdo que un día nos pusimos a hablar de los Haicai, esa forma
poética, y comenzamos a hacer unos y Miguel Angel escribió uno muy largo y le
dije: “Chico, tiene que ser una cosa más restringida.” Y entonces escribió una
cosa increíble: “Timón adelante de barco atrasante.” Miguel Angel tenía una
cabeza de indio maya fabulosa, él fue el que tradujo el Popol Vuh al español,
del francés.
Háblenos de otros
amigos, ya menos cercanos.
Pedro Sotillo era un hombre excelente. Siempre
recuerdo un cuento estupendo de él: “Los caminos nocturnos”. El fue, como usted
sabe, jefe de redacción y director durante muchos años de El Universal.
Con Antonio Arráiz mantuve una
amistad de toda la vida. Escribí el prólogo a la segunda edición deAspero y muchos años después fui el
responsable de que Antonio se fuera para los Estados Unidos a vivir. El estuvo
de paso por Nueva York, donde yo estaba exiliado, y me comentó que le gustaría
salir de Venezuela, que se sentía asfixiado. Entonces ocurrió una casualidad y
fue que un boliviano llamado Diómedes Pereira, que trabajaba en las Naciones
Unidas, me comentó que iba a renunciar a su trabajo y que si yo lo quería. Pues
yo le dije que no, que estaba muy contento con mis clases en Columbia
University, pero que conocía a un venezolano que si estaba interesado y le
mencioné a Antonio y así fue como entró a trabajar en las Naciones Unidas y
allí estuvo muchísimos años, me parece que del 49 al 62, cuando murió de un
infarto. Antonio era un hombre excelente, un poeta, muy venezolano, muy buena
persona.
Tuve mucha amistad con el profesor Rosenblat, uno
de los hombres más útiles que ha habido en Venezuela, muy generoso. También fue
muy útil Isaac Pardo, hizo cosas muy buenas. Hace poco se publicó un libro de
conversaciones con él, allí dice cosas muy interesantes.
¿Usted fue el que
le puso el sobrenombre de El Murciélago?
No, no fui yo. Ese sobrenombre se lo pusieron
cuando estuvo preso en Palenque, siendo estudiante. Parece que él se levantaba
muy temprano en la mañana y tenía una especie de sobretodo, que le quedaba muy
grande, y se lo ponía, y entonces el viento lo sacudía y sus compañeros
comenzaron a llamarlo El Murciélago.
De Guillermo Meneses y de Juan Liscano también he
sido amigo, ambos excelentes escritores, pero con ellos no he tenido así una
intimidad muy grande.
X) La casa por
dentro.
La vida íntima del
doctor Uslar es poco conocida, entre otras razones porque en su vida pública no
ha dado señales de que en la intramuros pase algo que suscite el más mínimo
asombro. Sin embargo, en sus hábitos, en la estructura familiar, reposan claves
de significación para comprender la obra y la personalidad de este venezolano
que signa con su presencia todo el siglo XX que concluye.
Yo me casé el año 39 con una mujer de la que guardo
el más grato recuerdo: mi mujer fue excelente.
En su poema,
“Aniversario”, se recoge ese sentimiento.
Así es. Mientras más recuerdo a Isabel más ternura
siento por ella, una mujer excepcional, no tenía un pelo de egoísmo, era el ser
más desprendido, más abnegado, más leal que podía haber. A mí me hizo mucho
bien, me ayudó mucho su presencia, su ayuda. Era una mujer discreta, educada.
Conmigo fue excepcional. Hay que ver lo que fueron esos años que pasamos en el
exilio en Nueva York y cómo me ayudó Isabel, en todo.
Sus batallas
tuvieron lugar fuera de la casa, ninguna puertas adentro ¿no?
Siempre he tenido una vida privada muy serena.
Nunca he tenido una vida conflictiva en lo personal. Mi vida ha sido muy clara,
muy diáfana. Tuve la suerte de encontrarme con mi mujer, que fue inmejorable,
con ella no tuve nunca ni una discusión.
Qué suerte, qué
gran suerte.
Sí, realmente que sí.
¿A su mujer le
gustaban sus libros?
Ella era muy poco intelectual. Era una muchacha
venezolana, de una familia muy tradicional, los Braun Kerdel, su padre era don
Carlos Braun. Cuando yo resolví casarme, recuerdo que fui a hablar con don
Carlos, que era un hombre muy serio, muy respetable, pues le dije: “Mire don
Carlos, yo estoy muy enamorado de Isabel y me gustaría casarme con ella, si
usted no tiene inconveniente.” El me dijo: “No chico, estoy muy contento con el
matrimonio, lo único que te aconsejo es que dejes la política.”
Usted no le hizo
caso.
No.
Eso que la gente
llama Hobbies, distracciones, usted no los ha tenido, ¿no?
Hobbies nunca he tenido. Eso de ponerse a criar
pájaros y cosas por el estilo, nunca me ha interesado.
¿A qué se dedicaba
cuando se iba para la casa de la playa?
Llevaba libros y me dedicaba a leer, y aprovechaba
la orilla del mar para llevar una vida más sana. Yo nunca he sido fiestero,
entre otras cosas porque yo no tomo, tomo muy poco.
¿Tampoco ha sido
fumador?
Sí, eso sí, toda mi juventud fui fumador, pero lo
dejé hace muchísimos años
¿Ha sido de buen
dormir?
De muy buen dormir. Nunca he tomado una pastilla
para dormir, nunca en mi vida. Además, toda mi vida he dormido siesta. Por lo
general duermo una hora y media después de almuerzo.
¿Con qué sueña?
Sueño mucho. De repente sueño cosas con cierta
continuidad, en las que me encuentro en situaciones determinadas.
¿De alguno de esos
sueños ha salido algún cuento suyo?
No.
¿Sueña con su
infancia?
No. Sueño con cosas raras, mi situación actual pero
en condiciones raras, con gente que no conozco.
¿Alguna vez imaginó
que iba a tener una vida tan larga?
No, aunque mi familia ha sido bastante longeva. Mi
padre murió de ochenta y tantos. Yo tengo ya 94.
Muy bueno, ¿no?. Ha
visto tanto.
Tiene su balance, también he visto cosas que no
hubiera querido ver.
Sí, pero su vida ha
sido plena.
Sí lo ha sido. Yo no lamento nada de lo que he
hecho en mi vida, y esto es difícil decirlo. Siento que hice lo más que pude
dentro de lo que yo soy. Siempre me sentí con mucha obligación con el país, no
sé por qué.
¿Cómo es la vejez?
Lo va aislando a uno, le va atenuando los sentidos.
La memoria se afecta muchísimo, se hace uno olvidadizo, de modo que tiene
muchos aspectos negativos. De Gaulle decía que la vejez era como un naufragio.
Pero usted la lleva
con serenidad.
Sí, la verdad es que yo he tenido
siempre mucho equilibrio. Es mi manera de ser, una condición de la
sensibilidad. Nunca he sido un
hombre de extremos y la violencia me parece horrenda, lo peor.
XI) El laberinto de
la creación.
Aunque para el
doctor Uslar no es fácil hablar de su obra literaria, el tema es naturalmente
insoslayable. Se siente más a gusto hablando de Venezuela que de sus tareas con
la palabra. Sin embargo, vence las resistencias y se detiene en este aspecto
fundamental de su vida.
Yo no soy producto de ningún plan, de ningún
proyecto que yo concibiera hasta ahora, fui un producto de mi manera de ser, de
mi manera de entender y de sentir, de mi noción de lo que era el país. Yo creo
que he sido uno de los escritores más venezolanos que ha habido, preocupado por
el país. Toda mi vida me he valido de todos los medios, por ejemplo, la labor
que yo hice con la televisión no la hecho nadie en hispanoamérica, divulgando
conocimientos de una forma sencilla y directa.
¿En los años
recientes, ha tenido entre manos algún proyecto literario?
No, por Dios, ya no, no puedo hacerlo. No puedo
dictar, una obra de creación no se puede dictar. Se puede dictar un poema, una
exposición sobre algo, pero una obra de creación literaria es algo muy íntimo,
con otros mecanismos.
La relación suya
con otras manifestaciones artísticas ha sido principalmente con la pintura, ¿no
es así?
Siempre me interesé mucho por la pintura y por la
fotografía.
¿La música le ha
sido más ajena?
He oído mucha música, pero no la he estudiado en
serio. Sigo oyéndola con mucha frecuencia.
¿Cuáles son sus
compositores preferidos?
Me gustan los románticos y los autores de
principios de siglo, Stravinsky, entre ellos, los rusos, pero estoy muy lejos
de ser un experto o un melómano.
¿Hay algún libro
suyo al que le tenga más cariño que a otro?
Es algo muy difícil de decir, desde luego, pero
Barrabás, que fue mi primer libro, tiene una significación extra literaria para
mí.
¿Hay algunas obras
que le hubiera gustado escribir y no lo hizo?
Ah, bueno, eso sin duda alguna. Una vez que me metí
en política eso me perturbó mucho y después, cuando hacía programas de
televisión, pues ya se me hacía muy difícil estar investigando.
¿Se estableció
alguna disciplina para la escritura?
Una disciplina en particular, no. Siempre he sido
disciplinado por naturaleza.
¿Prefería escribir
en la mañana o en las tarde?
En la mañana era más fácil porque había menos
compromisos, en la tarde siempre habían invitaciones, reuniones, visitas.
Cuando escribió
novelas: ¿se hacía un plan general de la obra previo o estas se iban dando de
acuerdo con la navegación?
En general, las novelas mías no son novelas. En
realidad, son reconstrucciones históricas, así es El camino de El Dorado y Las
Lanzas coloradas.
Supusieron una
investigación muy acuciosa.
En algunos casos sí. Incluso algunos de mis cuentos
son así, otros no. Recuerde que mi obra cuentística es muy extensa, yo debo
dejar alrededor de 70 u 80 relatos, en total.
¿Cómo valora sus
obras de teatro?
Me gustan mucho, por ejemplo, creo que Chúo Gil es
de lo mejor que yo he hecho. El teatro es muy difícil porque es algo
participativo. Uno es dueño de su prosa hasta un punto, pero en el teatro no.
¿Tiene previsto
algo en relación con sus Obras Completas?
No
¿Se deben organizar
temáticas o genéricas?
Creo que llegará el momento en que alguien se ocupe
de eso.
¿Tiene alguna
sugerencia para esa persona?
En la Fundación Polar hay un grupo que se ocupará
de la divulgación de mi obra. Ellos tienen todos mis originales y mis
documentos. Hay una inmensa cantidad de material allí.
Háblenos de su
gustos literarios, por ejemplo, ¿la lectura de El Quijote le ha acompañado?
Nunca fui muy lector del Quijote. La prosa
cervantina siempre me sonaba un poco teatral. Claro que es un grandísimo
escrito, pero me interesan mucho más las novelas y los entremeses de Cervantes.
¿Y Quevedo?
Ahh no, Quevedo es el más grande escritor de lengua
española. Ese es un monstruo, no solamente “La vida del buscón”, que es muy
buena, sino “Los sueños”. Esta es una de las grandes obras de la literatura de
todos los países y de todos los tiempos.
¿Gracián?
Muy valioso.
¿Borges?
Conocí a Borges. Era un hombre muy
grato, muy fuera del mundo. Su ceguera lo aislaba mucho, siempre andaba como en
una especie de monólogo. “Ficciones” es un libro extraordinario, una de las
grandes obras de la literatura castellana.
¿Y los filósofos?
Yo no he estado adscrito a un pensamiento
filosófico, he sido un poco vagabundo.
XII) El color del
futuro.
A lo largo de estos
diálogos finiseculares, el fuego de la actualidad política venezolana estuvo
siempre presente, siempre con la perspectiva del que la ausculta para otear el
futuro. Preguntas que desde joven acicatean a Uslar: ¿hacia dónde vamos? ¿cómo
construimos un futuro mejor?
Yo no soy optimista, soy muy pesimista, es que uno
no ve qué puede pasar con Venezuela. Desde el punto de vista del azar, pues
puede pasar cualquier cosa, pero desde el punto de vista de un desarrollo más o
menos lógico, no se ve, no hay propuesta para Venezuela. No hay partidos
políticos, los aparentes dirigentes que hay son una gente de muy segundo orden,
estamos muy corrompidos. No nos podemos comparar con otros países cercanos, con
Colombia no nos podemos comparar, ni con el Perú mismo y no digamos con
Argentina, Uruguay o el Brasil, que es esa inmensidad.
Estoy muy angustiado con esto que está pasando con
este país. Este es un momento muy malo, muy peligroso, hay mucho dinero,
muchísimo dinero y no hay orientación. La educación es un desastre, la política
espantosa, no hay debate, el país está sin rumbo, sin destino, sin clase
dirigente, hay aventureros, pícaros, gente que tira la parada.
Ahora hablamos de revolución, es muy curioso, la
idea de revolución desapareció del mapa. En este momento no queda ningún poder
revolucionario en el mundo, menos en Venezuela, claro, y Cuba. Lo trágico es el
nivel de la gente que nos gobierna. Yo oía a Chávez el domingo, qué cantidad de
disparates dijo y con qué autosuficiencia, con qué arrogancia. Este es un país
muy infortunado. Era muy difícil que aquí las cosas hubieran pasado de otra
manera, porque este fue siempre un país muy pobre y muy atrasado, aislado,
lleno de inestabilidad, de golpes de estado, de eso que llaman revoluciones y,
además, apareció esa riqueza inmensa del petróleo en manos del Estado, que
provocó una distorsión total.
Si alguien se atreviera a hacer un estudio sobre la
idea de revolución en Venezuela, se vería lo que ha costado, lo que ha
significado, lo que contiene, lo que expresa, es lamentable.
Ya le digo, yo estoy en un estado de
ánimo muy malo, no tengo esperanzas,
estoy como en el infierno de Dante. Aquí no hay de dónde agarrarse, es
lastimoso un país sin clase dirigente, aluvional, improvisado, improvisante,
improvisador. Hay que ver lo que hubiera sido este país con esa montaña de
recursos, si el gobierno hubiera tenido un poquito de sentido común.
Rafael Arráiz Lucca
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