Milagros Socorro: “Un delirante
ignorantísimo”
El Nacional 15 de julio 2012
En el alud de generalidades barbulladas por el Presidente de la República para no responder ninguna de las preguntas formuladas en la “rueda de prensa” de este lunes, 9 de julio, se refirió a Arturo Uslar Pietri (1906-2001) como si fueran compadres.
Partiendo de las palabras de Chávez, lo visitó al salir de prisión (marzo de 1994), después de que Uslar había enviudado (cosa que ocurrió en 1996), y hablaron “largo, largo”. Tanto, que el agudo animador de las fiestas patronales de Elorza detectó que Uslar era buen conversador, muy inteligente, nacionalista y hombre que amó a Venezuela. “Porque solo quien ame un país como él lo amó”, sentenció Chávez, “pudo haber escrito Cantaclaro“… obra de Rómulo Gallegos, que, por otra parte, no evidencia más afectividad con el país de la que pueda rezumar la obra literaria de cualquier autor en cualquier latitud.
De manera que esta observación sobre Cantaclaro es, con todo respeto, una babiecada.
El punto es que, según el individuo que más disparates ha aportado a la historia del bochorno nacional, él le preguntó a Uslar por qué había dejado de escribir… Un momento. Cómo pudo hacer Chávez semejante afirmación si Uslar publicó su columna Pizarrón en este diario hasta 1998.
Pero, además, pocos años antes, en 1990, había aparecido su novela La visita en el tiempo y en 1994 había salido de la imprenta su ensayo Del Cerro de Plata al camino extraviado. En suma, hasta 1998, un año después de haberse producido la reunión de marras, Uslar estuvo plenamente activo en la escritura.
Pero donde radica la mentira más flagrante es en el tono que, según Chávez, empleó Uslar para dirigirse a él. Según el Presidente, Uslar lo miró y le dijo, en clave de consejo: “Yo lo vi entrar a usted con una boina roja un día, ve a ver, comandante, cómo va a salir ahora de la escena”.
La verdad es que Uslar tenía una opinión no muy favorable de Chávez. En 1998, antes de las elecciones, cuando ya era evidente el ascenso del héroe del Museo Militar, el escritor me dio la siguiente declaración: “Chávez es un oportunista. Es un hombre que hizo un gesto poco maduro, una tentativa de alzamiento fracasada, que en el desierto político y cultural de Venezuela le dio popularidad. No creo que tenga ninguna propuesta seria que hacerle al país ni que esté en condiciones de dirigir una transformación positiva de Venezuela. Creo que tiene otros méritos, pero esos no. ¿Cuáles? Los de ser un hombre resuelto, que corre riesgos…
Tiene una formación incompleta y fragmentaria, en la cual une cosas muy difíciles de conciliar, como las figuras de Bolívar con la de Ezequiel Zamora, personajes completamente inacoplables”.
Al preguntarle si no estaría actuando una especie de calco fantasioso de la imagen de Chávez sobre la de su personaje Presentación Campos (de Las lanzas coloradas), contestó: “Esa es una vieja tradición venezolana desde los orígenes de la República… de los hombres mágicos, los caudillos. Venezuela siempre ha sido un país de caudillos y el caudillo es, básicamente, el hombre que va a hacer lo que no podemos hacer. Nuestro primer caudillo no era venezolano, era Boves; y acabó con la República movilizando una masa inmensa de llaneros con quienes hubiera cambiado la historia de la independencia si no hubiera muerto muy temprano, en el año 14″.
Un par de años después su percepción se hizo aún peor. Esto quedó comprobado en la última entrevista de Uslar Pietri, que fue concedida a Rafael Arráiz Lucca para un libro titulado Ajuste de cuentas (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2001). “¿Chávez? Un delirante, ignorantísimo. (…) Se le han pegado algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo salvaje, eso lo llena de felicidad. No puede haber liberalismo salvaje, el liberalismo es la flor de la civilización, el tolerar la divergencia.
El liberalismo está fundado sobre el respeto al individuo, el respeto al otro. (…) Ahora hablamos de revolución. La idea de revolución desapareció del mapa. No queda ningún poder revolucionario en el mundo, menos en Venezuela, claro, y Cuba. Lo trágico es el nivel de la gente que nos gobierna.
Yo oía a Chávez el domingo, qué cantidad de disparates dijo y con qué arrogancia. Este es un país muy infortunado”.
Desde luego, lo relevante en todo esto es el hecho de que Chávez está pensando con cierta serenidad cómo salir de escena.
El Nacional 15 de julio 2012
En el alud de generalidades barbulladas por el Presidente de la República para no responder ninguna de las preguntas formuladas en la “rueda de prensa” de este lunes, 9 de julio, se refirió a Arturo Uslar Pietri (1906-2001) como si fueran compadres.
Partiendo de las palabras de Chávez, lo visitó al salir de prisión (marzo de 1994), después de que Uslar había enviudado (cosa que ocurrió en 1996), y hablaron “largo, largo”. Tanto, que el agudo animador de las fiestas patronales de Elorza detectó que Uslar era buen conversador, muy inteligente, nacionalista y hombre que amó a Venezuela. “Porque solo quien ame un país como él lo amó”, sentenció Chávez, “pudo haber escrito Cantaclaro“… obra de Rómulo Gallegos, que, por otra parte, no evidencia más afectividad con el país de la que pueda rezumar la obra literaria de cualquier autor en cualquier latitud.
De manera que esta observación sobre Cantaclaro es, con todo respeto, una babiecada.
El punto es que, según el individuo que más disparates ha aportado a la historia del bochorno nacional, él le preguntó a Uslar por qué había dejado de escribir… Un momento. Cómo pudo hacer Chávez semejante afirmación si Uslar publicó su columna Pizarrón en este diario hasta 1998.
Pero, además, pocos años antes, en 1990, había aparecido su novela La visita en el tiempo y en 1994 había salido de la imprenta su ensayo Del Cerro de Plata al camino extraviado. En suma, hasta 1998, un año después de haberse producido la reunión de marras, Uslar estuvo plenamente activo en la escritura.
Pero donde radica la mentira más flagrante es en el tono que, según Chávez, empleó Uslar para dirigirse a él. Según el Presidente, Uslar lo miró y le dijo, en clave de consejo: “Yo lo vi entrar a usted con una boina roja un día, ve a ver, comandante, cómo va a salir ahora de la escena”.
La verdad es que Uslar tenía una opinión no muy favorable de Chávez. En 1998, antes de las elecciones, cuando ya era evidente el ascenso del héroe del Museo Militar, el escritor me dio la siguiente declaración: “Chávez es un oportunista. Es un hombre que hizo un gesto poco maduro, una tentativa de alzamiento fracasada, que en el desierto político y cultural de Venezuela le dio popularidad. No creo que tenga ninguna propuesta seria que hacerle al país ni que esté en condiciones de dirigir una transformación positiva de Venezuela. Creo que tiene otros méritos, pero esos no. ¿Cuáles? Los de ser un hombre resuelto, que corre riesgos…
Tiene una formación incompleta y fragmentaria, en la cual une cosas muy difíciles de conciliar, como las figuras de Bolívar con la de Ezequiel Zamora, personajes completamente inacoplables”.
Al preguntarle si no estaría actuando una especie de calco fantasioso de la imagen de Chávez sobre la de su personaje Presentación Campos (de Las lanzas coloradas), contestó: “Esa es una vieja tradición venezolana desde los orígenes de la República… de los hombres mágicos, los caudillos. Venezuela siempre ha sido un país de caudillos y el caudillo es, básicamente, el hombre que va a hacer lo que no podemos hacer. Nuestro primer caudillo no era venezolano, era Boves; y acabó con la República movilizando una masa inmensa de llaneros con quienes hubiera cambiado la historia de la independencia si no hubiera muerto muy temprano, en el año 14″.
Un par de años después su percepción se hizo aún peor. Esto quedó comprobado en la última entrevista de Uslar Pietri, que fue concedida a Rafael Arráiz Lucca para un libro titulado Ajuste de cuentas (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2001). “¿Chávez? Un delirante, ignorantísimo. (…) Se le han pegado algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo salvaje, eso lo llena de felicidad. No puede haber liberalismo salvaje, el liberalismo es la flor de la civilización, el tolerar la divergencia.
El liberalismo está fundado sobre el respeto al individuo, el respeto al otro. (…) Ahora hablamos de revolución. La idea de revolución desapareció del mapa. No queda ningún poder revolucionario en el mundo, menos en Venezuela, claro, y Cuba. Lo trágico es el nivel de la gente que nos gobierna.
Yo oía a Chávez el domingo, qué cantidad de disparates dijo y con qué arrogancia. Este es un país muy infortunado”.
Desde luego, lo relevante en todo esto es el hecho de que Chávez está pensando con cierta serenidad cómo salir de escena.
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